—¡Ey! ¿Qué tal tu viaje a Miami?
Cassie, mi compañera de estudio en las noticias, se acerca a mí, sosteniendo una taza café en sus manos.
Chasqueo la lengua mientras me dedico a mirar la forma en que casi toma aquella taza con adoración, esa mujer tenía un serio problema con el café, el tiempo que no estaba conduciendo las noticias, o si tan solo no se mantenía ocupada en algo, se la pasaba pegada a la cafetera, bebiendo taza tras taza de café.
La miro y asiento, a la vez de que sonrío.
—Estuvo bien —le comento a la pelirroja que se sienta a mi lado frente al enorme escritorio en el estudio—, debo de admitir que fue muy agotador, llegamos anoche cerca de las diez de la noche, apenas y he dormido.
—Déjame adivinar… Dru se quedó contigo y pasaron cogiendo como conejos —los ojos verdes de mi compañera me visualizan con curiosidad, esperando a que le dé detalles.
A veces pensaba que a mi amiga le hacía falta salir más, tal vez conocer a más personas además de los del trabajo, pues disfrutaba tanto de mis comentarios con respecto a Dru, que siempre se la pasaba haciendo preguntas con respecto a mis novedades con Dru.
—¡Que va! Ese ha sido el vuelo más silencioso que he tenido a su lado, después solo me dejó a las afueras de mi departamento y se fue al suyo —me encojo de hombros al tratar de hacer como si aquella indiferencia no me afectara en lo absoluto.
Dru Saltzman era un maldito imbécil, ¿no dirigirme la palabra por el simple hecho de compartir tiempo con Dallas? ¡Infantil! ¡Esa era la palabra que mejor lo describía! Un puto niñato que no era capaz de ser feliz conmigo, ni tampoco dejar que yo fuese feliz por mí sola.
Cada día que pasaba, aquellos malditos arrebatos comenzaban a hartarme más, lo que me hacía desear tener el valor suficiente para patearle el culo y continuar sin él, valor que se iba por el retrete justo cuando logro ver al mensajero caminar hacia mí, con una nueva caja de lo que parecía ser un desayuno.
—Bueno, muy enojado no lo veo —señala Cassie al torcer una sonrisa, para luego concentrarse en su café.
—Arizona Davis, firme aquí por favor.
Tomo la tabla que me tiende el chico y firmo la entrega, para luego sacar un billete de cinco dólares para su propina.
—Muchas gracias —digo al recibir la caja.
—¡Que lo disfrute! —exclama para luego dar media vuelta y salir del lugar.
Tomo la tarjeta pegada a la caja y sonrío al comenzar a leer:
“Conociéndote, pensaré que te has levantado tarde y que no te ha dado tiempo de desayunar, así que hoy te preparé el desayuno; come bien, que no se te vaya a bajar el azúcar por falta de alimento”
—Maldito —susurro al comenzar a abrir la caja.
¿Cómo carajos lograría alejarme de él cuando continuaba teniendo este tipo de atenciones conmigo?
Una estúpida sonrisa se abre paso en mis labios al percibir el desayuno típico costarricense que tanto me gustaba, el cual consistía en gallo pinto, huevo, natilla y una taza de café. Lo miré en una ocasión en YouTube, mediante la cuenta de un reconocido chef, desde entonces, conseguí los ingredientes y lo imité, me encantó al punto de compartirlo con él y, ahora, él lo había hecho por mí.
Tomo el móvil y le envío un rápido mensaje:
“Gracias por el desayuno, te ha quedado casi tan bien a como me queda a mí” ?
“Es difícil superarte, ¡disfrútalo, pequeña bruja!” —fue su respuesta inmediata.
(…)
—Arizona, ¿puedo hablarte un momento?
Me giro cuando escucho al director del noticiario hablar tras de mí, el hombre de mediana edad mantiene una expresión dura marcada en su mirada, mientras se dedica a acariciar su barbilla.
—Sí, claro. Dígame, señor —asiento al tragar saliva.
Aquella dura expresión me daba indicios a que probablemente iba a llamarme la atención por algo, y casi estaba segura sobre qué era. Yo misma sentía que no estaba siendo igual de profesional a como lo era hacía meses atrás, me distraía con facilidad durante mi participación en el noticiario, al punto de que Cassie debía de hablarme dos veces en algunas ocasiones.
—Venga conmigo, por favor.
—¡Ey, Ari! ¿Necesitas que te lleve? —Cassie levanta su mano al otro lado del estudio, le hago un gesto con la cabeza para que vea al jefe y asiente—, ¡te espero en el estacionamiento! —dice para luego marcharse.
Sigo a mi jefe hasta su oficina, donde él camina hacia el gran ventanal tras su escritorio y se detiene para apreciar la enorme ciudad. Me detengo a un lado de la puerta, incapaz de ir a tomar asiento, pues simplemente me sentía tan ansiosa de lo que fuese a decirme, que mis extremidades casi no funcionaban con libertad.
—¿Cuánto tiempo lleva trabajando para nosotros?
—Dos años, señor —respondo de inmediato.
Él asiente, aún sin voltear a mirarme.
—Ha sido un gran m*****o en mi equipo de trabajo, señorita Davis —okay, aquel inicio de plática no sonaba para nada bien, juego con mis dedos en la parte baja de mi abdomen ante el nerviosismo que se apodera de mí—, pero, lleva varios meses en que está sumamente distraída —asiento ante tanto rodeo, mientras trago saliva otra vez—, ¿sabe por qué la elegí para que dirigiera ese noticiario junto a Cassidi?
—Por mi gran desempeño, supongo —respondo con voz rasposa.
—Por su cara bonita —replica al corregirme, lo que me hace sentir un horrible vacío en la parte baja de mi abdomen—, al principio no creí tanto en usted, pero, luego me demostró que es una gran profesional, me acostumbré a su gran trabajo y estaba satisfecho con usted —por primera vez, aquel alto pelinegro se gira a observarme, su mirada castaña se clava en la mía, casi podía notar la decepción plasmada en sus ojos—, pero, ver la forma en que Cassidi debe de corregirla a cada cierto tiempo o ayudarla para que no meta la pata, me ha decepcionado mucho.
Cierro los ojos y aspiro con suavidad, casi podía sentir los fuertes latidos de mi corazón golpear mi cabeza, mis manos hormiguean y mis piernas simplemente no responden. Era capaz de percibir lo que acontecería, estaba a pocos segundos de quedarme sin trabajo.
—Supongo que estoy despedida —murmuro al hacer una mueca.
Cuando abro los ojos, me encuentro con mi jefe apoyado al escritorio, sus hombros suben y bajan con gran pesadez, mientras que asiente sin dudar.
—Lo lamento mucho, Arizona, pero, los directivos son los que han tomado la decisión.
Frunzo los labios y muevo mi cabeza en afirmación, sabía que del todo no era culpa de él, pues en realidad, el señor Fernández me había brindado su apoyo desde un inicio. Siempre lo he visto como una persona recta, amable con todos, el que siempre trató de darle una mano amiga a cada uno de los que nos regíamos bajo sus órdenes, solo que… cuando aquellas órdenes venían desde arriba, de los superiores, difícilmente podría hacer algo.
—Traté de ayudarte, lo juro. Pero, no me escucharon.
—No se preocupe, señor Fernández. No es su culpa —trato de sonreír con amabilidad al asentir—, si aquí la única que se equivocó e hizo las cosas mal, soy yo —suspiro lentamente, tratando de contener las ganas de llorar—, siempre estaré muy agradecida por su confianza y apoyo. Ha sido una gran experiencia trabajar para usted.
Él asiente a la vez de que camina hacia mí, toma mis dos manos y me da un apretón amistoso, a la vez de que trata de sonreír, lo que en realidad se forma una incómoda mueca en vez de sonrisa.
—¿Ni siquiera podré despedirme de los televidentes? —pregunto al comenzar a sentir como las lágrimas caen a través de mis mejillas.
Joder, si es que perder algo que se ama, a como yo lo hago con mi trabajo, era horrible. Era como si una parte de mi vida se estuviese acabando, a pesar de saber que podría conseguir otro trabajo en otro canal.
—Lo lamento, Arizona, sabes que, si por mí fuera, lo haría. Pero, esa no es mi decisión. Se te notificará cuando se te transfiera la liquidación.
—Solo hazme un favor —digo para luego limpiar mis mejillas con brusquedad—, diles a esos directivos que se vayan a la mierda —concluyo para después salir de su oficina a pasos agigantados.
Ni siquiera soy capaz de despedirme de mis compañeros, simplemente ignoro todas sus miradas para terminar por llegar al elevador. Justo cuando me siento sola, es cuando soy capaz de romper en llanto. Nada estaba saliendo a como yo deseaba, había perdido el trabajo con el que soñé desde que estaba en la universidad, no conseguía que el chico al que amo corresponda a ese amor… todo, todo estaba saliendo mal, tal vez la vida solo se estaba desquitando conmigo por la forma en que me dediqué a jugar con los sentimientos de tantos chicos durante mi adolescencia en mi paso por la secundaria… tal vez la vida ahora estaba cagada de la risa al verme maldecir mientras me dedico a golpear las paredes del elevador para tratar de sacar aquella rabia que inunda mi interior. j***r, ¿Cuándo llegaría el tiempo en que mi vida se volviera a llenar de colores? ¿Cuándo volvería el sol a alumbrar mis días?
Me encuentro con Cassie en el estacionamiento, al verme llegar, la pelirroja se aleja de su auto de inmediato, cambiando su expresión a una cargada de preocupación mientras se apresura a colocar ambas manos sobre mis hombros.
—¿Qué te pasó?
—Me despidieron —suelto para luego rodearla con mis brazos y así comenzar a llorar sobre su hombro.