Iniciar una historia con una boda, debería de ser un momento feliz, lleno de ilusión y con la esperanza de que sea para toda la vida… lo único malo es que esa boda no sea la tuya.
Kendall luce preciosa con su sencillo y corto vestido blanco y su cabello perfectamente arreglado, su mirada brilla de la emoción al verse en el espejo y aquella linda sonrisa es incapaz de borrarse. Aquel enamoramiento hacia Audrey salía hasta por sus poros, lo que, en ese momento, me hizo feliz.
Debía de dejar de comportarme como una maldita perra, para darle paso a la dicha de ver a mi amiga feliz y así poder compartir esa felicidad con ella. Habían decidido casarse en Miami, una boda cerca del mar dado a que fue en ese lugar donde toda su historia de amor había comenzado. Con solo sus familias y amigos más cercanos como invitados, dado a que, al madurar, Kendall se olvidó de su vida cargada de fiesta para darle paso a la vida familiar que ahora llevaba, lo que había hecho que muchos de los que solían ser sus amigos, simplemente se alejaran de ella, cosa que simplemente no le importó.
—Luces preciosa —susurro a su oído al envolverla en un abrazo.
Sus manos me aprietan, mientras deja salir un pequeño suspiro.
—Y tú apagada —dice en respuesta—, ¿Qué sucede, Arizona? Soy capaz de reconocer cuando no estás bien —la rubia frente a mí coloca sus manos en forma de jarra a la vez de que ladea su cabeza para inspeccionarme tal y como lo haría un detective—, vamos, suelta la sopa, pequeña rata. ¿Qué pasa contigo?
Hago una mueca, paso por su lado y salgo al balcón que da una excelente vista al mar. Apoyo mis manos en la baranda y sonrío al ver a lo lejos a Dru acomodar la corbata de su mejor amigo, quien movía sus manos con impaciencia, en un notorio ataque de pánco.
—Tu hombre está nervioso y no sé por qué —digo al sentir a Kendall acercarse a mí—, si llevan como dos años viviendo juntos.
—Supongo que el compromiso no es fácil para nadie —la rubia chasquea su lengua, deteniéndose justo a mi lado para mirarme de medio lado—. Pero no me cambies el tema, Arizona.
—¿No deberías de estar allá?
—No, siempre es necesario hacerlos esperar —la seguridad en sus palabras me hace reír, era obvio que el idiota de Audrey estaba ansioso de verla llegar, y ella aún toda fresca, decidiendo hacerlo sufrir un rato más—. Dime que pasa y nos iremos.
—No es nada —digo al final en respuesta—, justo ahora no estoy muy bien con Dru, trato de evitarlo a toda costa.
—Ni siquiera preguntaré si piensas alejarte de él, porque sé que al final terminas cayendo —su entrecejo se frunce, a la vez de que se dedica a negar con la cabeza con notoria molestia—, aprecio a Dru, pero, odio ver lo infeliz que eres a causa suya. Aún no entiendo qué es eso tan especial que ves en ese chico que no has podido arrancarlo de tu lado después de tantos años.
—Nunca lo entenderías —confieso al sonreír como idiota—, Dru es un tipo único, capaz de meterse en la vida de cualquiera sin hacer un mínimo esfuerzo.
Un pequeño golpe en la puerta de la habitación nos hace mirarnos otra vez, a la vez de que compartimos una sonrisa cargada de complicidad. El gran momento de mi amiga había llegado, por lo que, era mi deber de hacer un esfuerzo tres veces más grande para ser partícipe de esa felicidad.
—¿Kendall? ¿Estás lista, hija?
—Sí, papá, vamos enseguida —responde ella al estirar una mano para que yo le permita tomar la mía.
(…)
Un arco de flores con telas blancas que se mueven con el viento es lo que improvisa el altar, un camino de pétalos de rosa, con enormes ramos de diversos lirios de colores a los lados, es lo que recibe a la novia, quien verdaderamente luce preciosa. Kendall Morgan era el tipo de mujer que se veía genial hasta con un pijama, pues había nacido con la bendición de tener buenos genes.
Me acomodo al lado de Dru, dedicándome a ver la forma en que Audrey observa su novia al caminar del brazo de su padre hasta encontrarse con él. Una sonrisa de idiota se forma en sus labios, a la vez de que soy capaz de notar la manera en que sus ojos brillan, demostrando un amor puro hacia aquella mujer.
Observo a Dru, conteniendo las ganas de querer golpearlo por no verme de aquella manera. El rubio a mi lado sonríe, mientras se inclina hacia mí para hablarme al oído.
—Estás muy bonita —susurra, logrando erizarme la piel—, deberíamos de dar un paseo por la playa cuando caiga el sol —me guiña un ojo, lo que me hace sonreír. Sabía a qué venía aquella propuesta, y de solo imaginarla, hacía que mi corazón se acelerara.
—No. No quiero perderme de la fiesta —me niego, al tratar de concentrar toda mi fuerza de voluntad en cada una de mis palabras.
—¿En serio? ¿vas a rechazarme ahora?
Me encojo de hombros, ignorándolo por completo. Trato de volver a concentrarme en el acto civil que unirá las vidas de mis amigos, ignorando el aroma embriagador que me transmite Dru. Escucho todo lo que el abogado dice hasta el momento en que dedo de ir a firmar. Unas cuantas palabras más y ambos ya estaban siendo declarados marido y mujer.
La velada es acogedora, habían colocado una enorme carpa la cual se encontraba rodeada de numerosos faroles, un grupo de tres músicos entonan canciones de Ed Sheeran en un pequeño escenario, unos cuantos meseros bastante guapos se mueven entre los pequeños grupos de personas repartiendo copas de champaña, de las cuales ya había tomado las suficientes para sentir mi cerebro burbujear. Algunas parejas bailan en la pista improvisada, compartiendo sonrisas y miradas cargadas de amor, demostrándome una vez más que todos eran felices con sus romances eternos, excepto yo.
Camino entre las personas sosteniendo una nueva copa de champaña en mi mano, buscando a algún tipo que estuviera solo para invitarlo a bailar, esa noche me sentía hermosa, había comprado un vestido bonito y definitivamente sería un completo desperdicio no lucirlo con alguien que valiera la pena, aunque sea por esta noche.
Dru era un idiota y, en definitiva, no se merecía ningún tipo de atención de mi parte justo en este momento.
Sonrío al percibir a un guapo y alto moreno a unos cuantos metros delante de mí, quien mantiene sus manos dentro de los bolsillos de sus pantalones de vestir, observando fijamente a las parejas que bailan a la vez de que sonríe. Sujeto la copa con fuerza en mi mano y tomo todo el contenido de un solo trago, para después colocarla sobre una bandeja justo cuando pasa un mesero a mi lado.
Paso mis manos sobre mis muslos, tratando de alisar mi vestido dorado para luego acercarme a él. Me detengo a su lado y formo una sonrisa con mis labios, dedicándome a ver en la misma dirección en que él lo hace.
—¿Vienes solo? —pregunto directamente, pues, en definitiva, los rodeos jamás fueron lo mío.
Por primera vez, él se fija en mí, dedicándose a escanearme con gran rapidez antes de enfocarse en mi mirada. Posee unos bonitos ojos color miel, que, en compañía de aquella sonrisa cargada de hoyuelos, lo hacía lucir mucho más apuesto de lo que logré percibir a la distancia.
—Sí —responde al mover su cabeza en afirmación—, soy amigo de Audrey, compartimos la dirección de un programa de espectáculos en San Francisco, me invitó a su boda, vine sin pensar que iba a aburrirme tanto al no tener compañía —murmura al no alejar su mirada de la mía.
Sonrío en respuesta, a la vez de que estiro una mano en su dirección.
—Soy Arizona, mejor amiga de Kendall y su madrina de bodas.
—Te vi desde que entraste antes que ella —dice en respuesta al tomar la mano que le ofrezco para llevarla hasta sus labios—, Dallas, es un placer, Arizona.
Levanto una ceja mientras muerdo mi labio inferior para evitar reír al escuchar su nombre.
—Como que nuestros padres no fueron muy creativos con nuestros nombres, ¿no?
Él se ríe asintiendo con la cabeza.
—Estaba por comentarlo —casi se me sale la baba al ver la forma en que aquellos hoyuelos se marcan en sus mejillas mientras desordena su cabello oscuro con una mano.
Sin ninguna duda, Dallas era un tipo bastante guapo al cual podría comerme sin ningún problema, después de todo, sabía que el imbécil de Dru veía a alguna que otra chica de vez en cuando, no es como si fuese un chico exclusivo para mí.
—Dallas y Arizona —comenta nuevamente al desviar su mirada—, ¿Qué saldría al mezclarlos? ¿Una Kansas tal vez? ¿O un Austin?
Cualquier atisbo de sonrisa me es borrada de inmediato al no comprender a qué se refería con dicha oración. ¿Acaso hablaba de un bebé?
Una estruendosa carcajada sale de sus labios mientras estira una mano en mi dirección.
—Solo bromeo, Arizona. ¿Quieres bailar?
Sonrío con timidez a la vez de que trato de asentir con la cabeza.
—Sí, me encantaría.
Envuelvo mis manos alrededor de su cuello mientras él coloca las suyas alrededor de mi cintura, nos movemos con suavidad, Photograph es la canción que entonan en ese momento, me pierdo en la letra, tratando de concentrarme en sus bellos ojos color miel que me observan con tanta curiosidad. Sus manos se deslizan con suavidad a través de mi espalda, trato de sentir algo, deseo sentir algo similar a lo que mi hermoso rubio me hace sentir con una sola mirada, pero, no hay nada. Mientras la canción continúa su curso, el único chico al que esa letra me hace recordar, es a Dru.
—¿Dónde vives, Arizona? —pregunta al inclinarse levemente hacia mí.
—Connecticut —respondo al formar una mueca con mis labios.
—Mierda —susurra—, estás al otro lado del país.
Asiento con la cabeza, observándolo con interés.
—Al menos tal vez podamos divertirnos esta noche —digo al deslizar una mano por todo su pecho.
Una maliciosa sonrisa se forma en sus labios mientras toma una de mis manos para darme una vuelta.
—Eso suena como una buena idea —farfulla a mi oído cuando mi espalda está presionada contra su pecho.
Sonrío, para luego dejar salir un lento suspiro. Cierro los ojos y trato de convencerme de que está bien si me divierto un poco con Dallas, después de todo, no tenía compromiso alguno que me impidiera no hacerlo, y tal vez, esta sería una buena oportunidad para dejar de hacerme tantas ilusiones con algo que jamás sucedería con Dru. Kendall tenía razón, debía de dejarlo ir, debía de dejar de aferrarme a algo que no tenía ningún futuro, y tal vez ahora, ver a otros chicos algunas veces, sería lo que me ayudaría a lograrlo.
Mantiene mis manos presionadas bajo mi abdomen, a la vez de que continuamos moviéndome, su respiración se estrella contra la parte trasera de mi cuello, haciendo que mi piel se erice por completo. Vuelve a tomarme de una mano para darme una nueva vuelta, pero, antes de volver a él, siento a alguien más tomarme por la otra mano, jalándome por completo para alejarme de Dallas, me estrello contra un pecho bastante firme y tonificado que reconocía a la perfección.
—Mi turno —dice Dru con seriedad, justo cuando mi mirada se encuentra con aquel par de hermosos ojos azules.