Lucas suelta una carcajada mientras me lanza unas cuantas palomitas de maíz las cuales esquivo con facilidad. Mientras tomábamos el café de la tarde en la emisora, me había pedido que contara un chiste, el cual había sido tan tonto, que incluso lo había hecho reír. —¡Ja! Así que al final no resultó ser tan malo, ¿eh? —me burlo al levantar una ceja mientras le saco la lengua. —¡Claro que lo es! —exclama el moreno al dejar su tazón de palomitas a un lado—, si solo me he reído por ser un caballero contigo. Me recuesto en la silla y tuerzo una sonrisa, dedicándome a escuchar los malos chistes que cuenta mi compañero de trabajo. Llevaba ya dos semanas de trabajar en la emisora, y en realidad, no había sido tan malo ese tiempo. Había hecho nuevos amigos, además de que me sentía cómoda con