Narrado por Ian
Había pasado un mes desde el atentado. Todo había vuelto a la normalidad, supuestamente la célula terrorista había sido neutralizada, algo que causaba a todos mis compañeros de la compañía algo de duda. Retome al trabajo investigando casos privados de lo más tontos como de costumbre; y hasta me mude de apartamento.
Era uno grande y cómodo, cerca de un supermercado y de la infame librería de la mujer de ojos verdes. ¿Pensaba en ella? Un poco, pero solo en mi cama, por algún extraño motivo soñaba con ella con más frecuencia que cualquier otra persona.
Pero ya se me olvidaría. En eso estaba, hasta que saque a pasear a mi perro Ares, era un poodle que tenía más ladridos estridentes que tamaño, siempre había sido un débil con los perros de la calle. Ares había sido rescatado hace 2 años ya por mí.
Entonces la vi, allí estaba Agatha sentada en el parque. Tenía un vestido color verde, pero nada tan intenso como sus ojos, no apoyo su espalda del banco y su postura era algo rígida. Sentí ganas de ofrecerle algo, sentía que le debía algo, a pesar de ella decirme que era suficiente con mi agradecimiento. Se sentía incompleto.
Aun así no me acercaría a ella. Había dejado en clara sus deseos. Pero eso no me impedía que la mirase un rato esperando que Ares hiciese sus necesidades. Estaba hermosa y se notaba muy feliz, quizás ella era como esas personas que necesitan del sol para sonreír. Me alegraba por ella, aunque mi humor se agrio un poco cuando vi como un hombre le sonreía como un idiota, ¿qué hizo Agatha? Lo ignoro y salió huyendo de allí.
Quizás debía ser lógico con el amargor que había sentido al inicio, pero lo que sentí fue más bien tristeza. A no ser que ya conociese al hombre, ¿sería así con todos los hombres? ¿Con todas las mujeres también? Ester me comentó que ella alegaba estar sola, sin familia o amigos en esta ciudad. No parecía que mintiese.
¿Era por qué de verdad era esquizofrénica? ¿Tenía fobia social? ¿Cómo alguien podía vivir así? ¿No podía hacer algo yo? ¿Estoy siendo un entrometido? Es probable que sí. Por eso cuando venía huyendo en mi dirección a pesar de hacerlo con la cabeza baja y de no moverme, no tener que tocarnos, di unos pasos al lado, me puse en medio de su camino y se chocó conmigo naturalmente.
Ella se sorprendió, yo me sorprendí, un poco de actuación para no espantarle, pero una vez más todo era un desastre con Agatha. Lo que esperaba fuese una sonrisa tímida algo confusa nunca aconteció, en cambio su sorpresa fue algo como más sorpresa y dolor.
Al bajar la mirada… Ares la estaba mordiendo.
─ ¡Ares! ¡Suéltala ahora!- el perro la soltó y no tenía rostro para pedirle disculpas.
Pero antes de hablarle ya se había sentado en un banco cercano, y estaba abriendo su cartera para sacar un pañuelo y un frasco de alcohol. Como si nada hubiese pasado, mojo su pañuelo con alcohol y comenzó a limpiarse la herida, sin hablar, sin una expresión de dolor. Ate la soga de Ares en un cubo de basura, lejos de ella y me senté a su lado
─ ¿Te encuentras bien?
─ Lo hago ¿tiene todas sus vacunas tu perro? - Dijo al secarse la herida.
─ Las tiene al día - Asegure.
─ Bien - se levantó y no podía creerlo pero se estaba alejando de mí a la máxima velocidad que su pierna ahora coja le permitía. No podía ser.
─ ¡Espera! – Me interpuse en su camino - ¿Te llevo al hospital a que te atiendan? Tengo mi auto cerca de –
Me coloco una mano en el frente para que callase, se hizo a un lado y siguió caminando. Estaba anonadado. No era un playboy, pero tampoco era tan desagradable como para que me ignorase de esta forma ¿no?
Derrotado y sin ganas de pasear a mi pequeña amenaza, desato a Ares y caminamos hacia el departamento nuevo. Pero había otro inconveniente, estaba repitiendo los pasos de Agatha por diversas calles.
Siempre he tratado de ser un hombre correcto con las mujeres. Cuando una deja en claro que no te quiere ver o hablar lo mejor es alejarse. Incluso cuando no lo dicen en palabras exactas. Pero el hecho de que parecía estar siguiendo a Agatha, no ayudaba mucho con mi lema de vida.
Lo peor es que ella se dio cuenta con varias miradas atrás. En fin la procesión de la vergüenza acabaría al llegar a mi edificio y … Agatha se estaba metiendo en mi edificio. No podía ser…. Era una broma ¿no?
Espere unos 15 minutos fuera, aguardando que se montase en el ascensor y yo pudiese entrar sin una denuncia policiaca, ni más momentos incomodos. Ya el tiempo había pasado y vi que la recepción estaba libre de Agathas. Por fin departamento, era hora de entrar.
─ No me digas que vives en este edificio - era Agatha se había quedado ¿esperándome? A un lado de la puerta de entrada.
─ Lo es, no te estoy siguiéndote Agatha - dije con la seguridad correspondiente viendo sus preciosos ojos. Después de una pausa negó con la cabeza ligeramente y se dio la vuelta.
Esa mujer quería subir por las escaleras aun con la pierna y espalda destrozadas. ¿Qué era lo siguiente Ian? ¿Es que no te cansabas de lastimarla y acosarla?
─ ¿No podemos ambos usar el mismo ascensor? ¿Si no quieres sube tu primero y yo después? Vivo en el 3 piso.
─ Yo también lo hago – lo pronunció atónita. No podía… no podía porque…. Pero la vi riendo un poco, era un chiste. Me relaje. Ella se esforzó por hablar conmigo.
─ Tienes razón. Podemos compartir el elevador- Y se subió al ascensor que ya nos estaba esperando. Yo también subí, un poco más nervioso de lo que debía estar.
Ares del cual me había olvidado en lo que subimos al ascensor comenzó a gruñirle a la pobre Agatha, lo tuve que regañar y ella se lo tomo con naturalidad.
─ Lo siento tanto Agatha ¿qué puedo hacer para –
─ No hay nada que puedas hacer… - no sabía mi nombre ni siquiera – de todos modos me mudaré de apartamento pronto.
El ascensor se había abierto, ella salido y yo no pude evitar decirle.
─ Ian, mi nombre es Ian - exclame en una sonrisa de disculpa. Ella asentó con suavidad, y me dio la espalda mientras las puertas del ascensor se cerraban.
¿Quién era esta mujer?