Capítulo 5: Quisiera, pero no puedo

1165 Words
Estaba viva. Por supuesto que lo estaba. Siempre terminaba viva en mis malditas pesadillas siendo un fantasma y al parecer también en las pesadillas en las que estaba de cuerpo presente. Y si algo comprendí es que efectivamente es posible morir de dolor, también por un pedazo de ventana clavado en tu espalda. No sé cómo lograron sacarlo y los hematomas en mi espalda, al igual que la cicatriz que me dejaría, “no eran nada” en comparación a otros que perdieron la vida. 50 personas creo… no quiero, saber de ello. Todavía no. El dolor que provoca la enfermera limpiando mi herida mientras estoy boca abajo es una buena excusa para distraer mi mente. Ella es agradable pero también lo son las otras enfermeras que me han atendido, a lo largo de mi recuperación de conciencia, eso fue hace menos de 12 horas. Todas me dicen algo como: ─   Es un milagro que estés viva. Sobrevivir a ese cristal en la espalda, tan cerca de tu espina dorsal – Me alabo Ester, es joven, más que yo. Quizás 25 años tiene. ─   Mala hierba nunca muere – Respondo sin expresión, me duelen sitios que ni sabía tenia. ─   ¿No tienes algún familiar al cual llamar? ─   Vivo sola en la ciudad. ─   ¿Ni siquiera un amigo? ¿un novio? ¿una novia? – Añadió en una risita cómplice. ─   No tengo – Le digo algo cortante pero lo cierto es que no veo la necesidad de contactar con nadie. Estoy sola por decisión propia, puedo cuidarme sola – Disculpa si te ofendí – agrego incómodamente, esto es difícil por qué intenta hablar conmigo. ─   No te preocupes. Pero tú también debes entender que estarás en recuperación por un tiempo considerable. No podrás trabajar y para el alta ¿Quién te ayudará? – me dijo con tranquilidad, ella seguía limpiando la herida. ─   Puedo contratar a alguien si así lo necesito. Y sobre el trabajo, podré continuar. ─   Sé que no eres muy habladora pero, me causa curiosidad ¿en que trabajas? ─   Ilustradora. ─   ¿En dónde? ─   En la Editorial Lua. ─   ¡No puede ser! ¡De pequeña me encantaba – su continuación de platica se vio interrumpida por los toques de la puerta. Ella exclamo que le diesen unos minutos, me ayudó a colocar una bata, y a sentarme con delicadeza, tenía razón necesitaría ayuda. Entonces procedió a abrir la puerta, eran dos policías. No tenían uniforme pero las placas colgadas en sus pechos me lo hizo entender. Placas, como la de ese hombre. Dónde estará. Debería estar vivo ¿no es así? Pero no quiero saberlo, no quiero saberlo, porque mi corazón no lo soportaría. Un dolor a la vez. Los hombres entran en la habitación y Ester, adopta un rostro muy serio, cierra la puerta con ella adentro y no abandona la habitación para mi sorpresa. ─   Detective López, señorita Agatha Blanco, mi compañero el detective Gómez – se presenta el hombre más alto, y señala seguido al otro – Hemos venido ya que ha recuperado la conciencia para hacerle algunas preguntas sobre el evento de hace unos días ¿lo acepta? Tiemblo y me pongo nerviosa de una sola vez. No quiero recordar, no quiero saber nada. No quiero estar aquí, no quiero que desconocidos me toquen o hablar con desconocidos. ─   No recuerdo mucho – puedo responder con voz baja. Pero Gómez me mira con seriedad y un aire frio. ─   Agatha como ciudadana entenderá que su cooperación es indispensable con respecto a este atentado, esperamos su colaboración con- López no puede terminar porque Ester tose interrumpiéndole. ─   Apenas tiene pocas horas de despertar por completo. Es casi atravesada por un pedazo de vidrio de más de 30 cm de ancho señores – les recordó Ester. Sí, Ester es agradable debo esforzarme en ser más amable con ella. Antes de que se disculpasen me adelante, quería salir de ello. ─   ¿Qué desean saber de mí? ─   Las cámaras de seguridad que no volaron en las explosiones la grabaron huyendo despavorida de diversos espacios del hospital Agatha. Incluso tenemos entendido que su ingreso en el hospital… ─   Me dio un ataque de ansiedad. Soy ansiosa – Dije mientras mis manos se contorsionaban de forma descontrolada. Si quería parecer no sospechosa, estaba haciendo un terrible trabajo. ─   ¿Estaba huyendo acaso? ¿De quién? –me pregunta con tono firme esta vez Gómez. ─   Tenía que ir a mi trabajo, mi jefa me estaba esperando – mentí, era evidente su expresión lo decía todo. ─   Tenemos entendido que trabaja desde casa Agatha. Su jefa nos comentó que perdió la fecha límite de entrega de ese día ¿por qué no es sincera con nosotros? –añadió con un toque de simpatía Gómez. ¿Me habían investigado? ¿Con cuánta profundidad? ¿De qué era sospechosa? ¿Será que alguno de los que me vio corriendo  sobrevivió? ¿Y lo contaron? ¿Sera posible? ─   ¿Agatha? No tenemos todo el día – me explico López. Al no poder responder, saco su teléfono celular y me lo ofreció, lo acepte temblorosa, había en la pantalla una foto de un hombre que no conocía – En mi celular encontrarás una serie de fotos de personas, desliza la pantalla y coméntanos si reconoces a alguna de ellas. Comencé a deslizar y no los reconocí, a nadie lo hacía pero mi boca se secó al ver una imagen. Era el guardia amable, deslice otra vez y estaba allí la madre de mi despertar, otra vez los dos niños, otra vez una de las enfermeras. ─   ¿Les conoces Agatha? – me volvió a preguntar, no sé quién, no podía subir mi cabeza. Asentí. ─   A algunos, me los cruce antes de salir del hospital. ¿Cómo están ellos? – espere, por favor, por favor. ─   Muertos, todos – dijo Gómez con la voz un poco quebrada. Y comencé a escuchar quejidos de llanto, pensaba que eran ellos pero era yo la que estaba llorando sin contención. ─   Quisiera, pero no puedo. Quisiera, pero no puedo  –  dije con las lágrimas mojando mi cara. ─   ¿Qué quisieras pero no puedes hacer Agatha? – intervino Ester con delicadeza ante el silencio profesional de los hombres. ─   Evitar que me sigan… Mis alucinaciones – El silencio se apodero de la habitación con mi respuesta. Tenía que hacerlo – Soy esquizofrénica diagnosticada desde los 8 años. Pueden comprobarlo en mi historial médico. Me perseguían y debía irme de allí, no lo puedo controlar, perdón, perdón… No hizo falta que los viese. Sabía lo que encontraría. Los policías parecieron satisfechos por el momento y se retiraron, no tenían nada en contra de mí, solo huía de algo invisible. Ester me dejo a solas también. Pero ¿estaba realmente sola? Con mis lágrimas ahogándome me repetía ¿por qué todos mueren y yo no muero? Quisiera morir, pero no puedo, lo siento, lo siento.
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