Capítulo 6: Agradecimiento

1376 Words
Narrado por Ian ¿Esquizofrénica? La mujer que me había salvado la vida era una enferma mental. Eso era lo que me había dicho Ester. Ester se volvió lo más parecido a una amiga en mi reclusión semi voluntaria en el hospital. Se podría decir que había pedido a todo el personal que me atendía, hombres y mujeres por igual, si me ayudaban a averiguar el nombre de mi salvadora. El caos del recinto no parecía mitigarse y ya yo estaba de salida con poca información de ella. Era algo como una mujer a principios de los 30, baja ¿1,50 cm?, pelo rubio oscuro, ojos ¿azules o eran grises? Que ah sí, evito mi muerte. Pero en un hospital colapsado supongo que no hay mucho espacio para las búsquedas con datos inciertos, sin un nombre real. Había familiares desesperados por sus muertos por los pasillos y recuperados del atentando paranoicos por estar otra vez en un hospital. Aun así ¿esquizofrénica? Según Ester, esta mujer, Agatha se parecía a mi descripción en un 0,30 % pero había recibido una incrustación de un vidrio en la espalda, algo que coincidía con mi relato, aunque lo cierto es que Agatha no había preguntado nunca por mí. También lo cierto era que Ester se burló de mí al enterarse de que era investigador privado porque mi descripción de ser esa la mujer que busco, era patética. Agatha tenía 27; media alrededor de 1,63 o 1,65 m; su pelo era marrón claro y sus ojos, eso no lo sabía porque la mujer no hablaba casi, no alzaba la mirada y mostraba signos de estrés postraumático. Me dijo que tenía algo que le gustaba, y que estaba sola, sin nadie para ella. Ni una visita había recibido. Fue algo revelador para mí y un tanto incómodo. Esperas que al agradecer a alguien por salvar tu vida, esta persona te recuerde o que lo hiciese con intención. Me he vuelto ambicioso en estos años, supongo que es lo que hay. ¿Qué esperabas después de esa salida de la librería y esa salida como demonio en contra tuya en el hospital? ¿Un amor de novela? Como sea. Estoy fuera de su habitación y toco la puerta para comprobar si puedo pasar. Visto ropa casual, es tiempo del alta por ello mi equipaje me espera en mi habitación. Toco con más fuerza, pero nadie contesta. Sé que es una habitación privada y la puerta no tiene seguro, la abro, y lo sé al instante, sus ojos son color verde, verde mezclado con tonalidades de gris y ámbar. Son preciosos. Toda ella es hermosa en realidad, a pesar de estar cubierta de cortaduras y un vendaje en la cabeza. Ester tenía razón tiene un aura agradable, aura, me he vuelto loco. Pero ella es la que más sorprendida parece, sus ojos no pueden estar abiertos. No puedo dejar de notar que tiene en sus piernas una especie de boceto y un lápiz. ─   ¿Podrías acercarte? – Lo dice de manera entrecortada como si no pudiera creerlo. Yo tuve que acercarme, era una especie imán y yo me había convertido en metal. Y una especie de tonto al parecer. Entonces arrime una silla al lado de su cama, me senté y ella hizo algo que complico mi respiración, tomo mi rostro con ambas manos y lo acaricio con una caricia inesperada – Realmente estás vivo – susurro. No sabía qué era más impresionante, el hecho de que ella fuese la que estuviese viva después de esas heridas y fuese a mí a quien veía como si hubiese estado en peligro de muerte; o las ganas de cubrir sus labios con los míos. Nunca había estado particularmente interesado en besar a mujeres desconocidas, hospitalizadas y diagnosticadas como esquizofrénicas. ¿Estaba húmedos sus ojos por mí? ─   ¿No deberíamos conocer el nombre del otro antes de tanta cercanía? – dije tratando de recuperar un poco el control, ya sentía mis mejillas sonrojadas. Pero ella en cambio se rio tímidamente, me soltó, y siguió dibujando con tranquilidad, como si un peso se hubiese quitado de encima. Observe lo que estaba dibujando, tenía talento era un paisaje pero colorido y lleno de flores, algo caricaturesco. – Tienes talento, te gusta dibujar por lo que veo. ─   Más vale que lo tenga, es mi trabajo. Soy ilustradora – me comento con voz baja mientras seguía dibujando. ─   ¿Es trabajo? ¿Qué clase de jefe manda trabajo en el reposo de una heroína? – le halague. ─   No soy una heroína – me replico con calma, seguía haciendo magia con sus manos. Más silencio, no sabía qué decir y ella se veía relajada dibujando, ojala para mi fuese igual. Estaba turbado. Quería que conociese mi nombre, tenía ansias de que me dijese por qué me salvo, pero Ester tenía razón, era tímida y posiblemente estaba traumada. ─   ¿Podría saber tu nombre? – pregunte. Ella me miro como si nada y su respuesta me dejo en evidencia. ─   ¿Si no sabes mi nombre cómo me encontraste? – Tenía un punto en eso. ─   Sí, pero quisiera que me lo dieses para yo darte el mío – agregue unas risas incomodas. Pero lo que me respondió me dejo más anonadado. ─   No hace falta presentarnos. ¿Cómo? Exclame en mi cabeza. ─   ¿Por qué lo dices? – trate de responder en tono simpático. ─   Porque solo vienes a agradecerme, acepto tu agradecimiento, cuídate y que te vaya bien –Sonríe un poco sin verme realmente y vuelve a su dibujo. ─   ¿Eso es todo? ─   ¿Debería haber más? ¿Conocen esa risa que se hace para no llorar de la incomodidad? La mía se asomaba peligrosamente a esa. ─   Es que nunca cruzo por mi mente el volver a verte en estas circunstancias después del episodio de la librería. ─   ¿Te acuerdas de mí en la librería?- Dijo con algo de recelo. ─   ¿Tú también te acuerdas de mí no es así? – espere una respuesta afirmativa o si no esto sería más vergonzoso de lo que ya era. ─   Nunca me olvidaré de tu rostro, créelo – Lo menciono sin mirarme siquiera. ¿Era que la incomodaba? este no era mi plan. Más silencio. Bueno Ian, hiciste lo que debías hacer. Me levanto con lentitud – Si necesitas mi ayuda con las medicinas, o con el contratar una enfermera yo- ─   ¿Cómo sabes que necesito de una? – Su mirada era acusatoria, me debía estar viendo como una especie de acosador. Aunque si consideramos mi profesión… -¿Cómo lo sabes? ─   ¿No es común después de tus heridas? ¿O tus padres te ayudaran con ello? quizás no vivan cerca de ti ¿no? ─   Me gusta la sinceridad. Es lo único que puedo decirte – Esta vez sí me vio a los ojos, ¿el amor a tercera vista existía? ─   Te busque por todo el hospital, y Ester me hablo de ti. Es todo – Me sincere – ¿Cuándo te den de alta podemos ir a comer algo o… Ella pareció meditarlo y después me dijo con simpleza. ─   ¿Podrías irte? – Olviden el casi llorar estaba que me golpeaba la cabeza en contra de la pared de la incomodidad en este momento –Me gusta estar sola, no quiero ser ruda contigo, ni grosera, pero no tenemos que vernos otra vez en esta vida – termino de decir. Su tono fue suave y sincero todo el tiempo, y lo comprendí, no había más que hacer aquí. ─   Gracias por salvarme la vida – Dije ya listo para irme cerca de la puerta. Ella solo me miro con calma y asentó, pero no podía irme sin preguntar – ¿Por qué me salvaste a mí de todos con los que te cruzaste? ─   Eras el que estaba más cerca cuando se me ocurrió la idea. Me persiguen ¿lo sabes? – agrego con algo de miedo viendo a los lados. Me iba está vez sí, lo juro, pero fue irresistible abrir mi boca. ─   A mí también me gusta la sinceridad Agatha – me fui dejándola a ella sin palabras. Aunque sea.
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