VANESSA
No sabía cómo tomar la visita de Alex Camil a mi casa al venir a verme a mí y no a Frida. ¿Por qué a mí? La mano del hombre frente a mí estaba sobre mi brazo tratando de detener que me largara de ese lugar en ese mismo instante. Por otro lado, mi hermanastra me fulminaba con la mirada, dispuesta a matarme si me atrevía a hacer algo que a ella le perjudicara.
Sentí la tensión en el aire, y no pude hacer otra cosas más que agachar la cabeza. Sí, fuera la yo de ahora, la que está contando esta historia, sin duda, habría hecho lo posible por hacer rabiar a Frida en celos, pero les vuelvo a repetir, esta historia es de como siendo una completa idiota, pasé a cobrar factura. Así que tengan paciencia, abrir los ojos no es fácil.
— ¿Disculpa? —fue lo único que salió de mis labios con apenas un susurro de voz, pues no podía creer lo que me estaba diciendo el hombre.
Hace unos momentos me había gritado y ahora se había aparecido en mi casa, de la nada pidiendo una cita conmigo. Vi a mi hermana de reojo, estaba hecha una furia andando, tan es así que me amenazó con la mirada y yo tan solo agaché la cabeza.
— Me gustaría que fuéramos a tomar una copa —volvió a rectificar Alex. Lo vi de reojo y puede ver sus ojos verdes posados en mí.
Tragué saliva.
— No deseo tomar más —le respondí tratando de zafarme de su agarré con suavidad, pero este hombre no se rendiría, por lo que veía.
— Que idiota de mi parte lo siento, entonces vamos a comer —nos quedamos en silencio por unos cuántos segundos— Vanessa, por favor acepta a salir conmigo, una cita, solo una comida y nada más.
— Lo siento señor Camil —tragué saliva— no puedo acompañarlo. En verdad no quería más problemas ni malos entendidos con mi hermanastra.
Las piernas me temblaron un poco al ver como mi hermana se acercaba, furiosa, a donde nosotros estábamos.
— ¿¡Qué te pasa imbécil!? ¡Se supone que estás saliendo conmigo no con la sirvienta de la casa! —le gritó Frida furiosa a Alex, tirándolo del brazo con brusquedad para apartarlo de mí.
Yo me quedé helada ante la reacción de Frida por haberlo apartado de esa manera de mí. Alex, por otro lado, vi que trató de mantener la calma, y tratar de tranqulizar a mi hermanastra.
— Frida ya te lo he dicho, no es momento de hablar, más tarde te lo voy a explicar.
Mi hermana se lo llevó del brazo unos cuantos pasos alejado de mí, para poder hablar con él lejos de mí. Yo aún seguía en el salón, pues entre la conmoción y la discusión que estaban teniendo no supe qué hacer, al parecer el problema era yo. Aun en la "distancia" pude escuchar todo, Frida actuaba a menudo de esa manera conmigo. Siempre veía una manera en que pudiera escuchar las pláticas donde en la mayoría me insultaba y se burlaba de mí.
Vi de reojo cómo Frida encaró a Alex, sin un atisbo de querer contener su furia.
— ¿Explicarme después? ¿explicarme después qué? ¿el cómo mi supuesto pretendiente se va con una sirvienta de paseo? —Frida agitaba las manos en el aire como una muestra clara de enojo. Yo tan solo sentí vergüenza porque mi hermanastra tenía razón.
— Sí, explicarte después es lo que escuchaste —le dijo Alex.
— ¿Cómo puede alguien cómo tú salir con ella que es de una clase mucho menor? Alex tú mereces a alguien de tu nivel que se vea y se comporte como tú, no una gata que se viste con harapos —me encogí de vergüenza porque todo lo que Frida decía era verdad, comencé a caminar despacio para desaparecer de ahí con un nudo doloroso en la garganta— ¿qué va a decir la gente? ¡Me estás humillando! ¡No te vas a ir con ella! —vi de reojo cómo le pegó con su dedo en el pecho y entonces algo pasó.
Alex le tomó la muñeca con cierta brusquedad apartando su mano.
— Te dije que me voy a ir con ella —le dijo entre dientes. Tenía el rostro rojo en furia.
Frida se quedó petrificada ante la reacción de Alex, tal vez nunca pensó que pudiera reaccionar de esa manera. Para ser honesta yo tampoco, pues siempre lo había visto en la televisión, las fotografías y los portales de internet como un hombre carismático de una sonrisa envidiable.
Asustada por lo que me podía esperar con Frida, aceleré mi paso con la intención de que Alex no me alcanzara y poder perderme para no verlo nunca más. De verdad no quería más castigos.
— ¡Y tú! —escuché la voz de él detrás de mí y cómo una fuerza que apoderaba de mi brazo llevándome prácticamente a rastras en la dirección opuesta— te dije que tenemos una cita pendiente.
Me jaló hacia la salida llevándome a tropezones y tomando mi mano.
— Pero no tengo vestido, ni estoy peinada —dije llena de pánico al saber que iba a estar con una figura pública.
— No te preocupes por eso, tengo todo solucionado.
***
FRIDA
Era la peor humillación que estaba viviendo en la vida. ¿Por qué siempre Vanessa se salía con la suya si yo era la exitosa y ella la sirvienta fracasada? Estaba furiosa y lo único que quería era que pagara muy caro lo que estaba pasando en ese momento.
Tan solo vi cómo se la llevaba tomada de la mano. La muy zorra sucia debía estar muy contenta por toda la humillación que tenía en ese momento. Alex Camil debería estar saliendo con una mujer con porte y elegancia como yo.
— ¡Alex! ¡Alex! —grité enfurecida, pero él tan solo me ignoró— ¡No puedes salir con ella! ¡No puedes! —vi cómo abría la puerta del vetíbulo saliendo con Vanessa— ¡Maldito idiota!
Cuando la puerta se cerró comencé a tirar todo a mi paso. No podía ser, este debía ser mi día, debía estar anunciando a la prensa mi compromiso con Alex, debía ser yo la que debería estar ahí con él yendo a nuestra primera cita.
— ¡Maldita Vanessa! —grité con furia— ¡Maldita, mil veces maldita! ¡Te odio! —comencé a tirar la colección de cristal cortado de figuras del medievo, que mi papi compró en uno de sus viajes a Europa, mientras maldecía a Vanessa.
***
VANESSA
Cuando Alex me habló de que tenía todo cubierto no me imaginé que tendría a un bulto de personas sobre mí. Y cuando hablo sobre mí, me refiero a que me subieron a un remolque donde todo estaba completamente equipado para peinar, vestir y maquillar.
— Buenas tardes señorita Vanessa, Ferdinand Shine un gusto conocerla —me saludó amablemente un hombre que tenía a la cintura todo un equipo de tijeras y cepillos de todas las formas y grosores.
— Buenas tardes —le saludé con timidez.
— ¡Ay pero niña! —dijo una mujer al lado de él— vamos a ver qué podemos hacer por ti. Definitivamente este vestido lo tenemos que desechar —me examinaba con sus ojos cafés mientras meneaba su melena afro al aire.
— ¡Manos a la obra! —dijo otra personas más.
— ¡Hasta que por fin llegas Giorgio! —dijo la mujer de cabello afro.
— Siempre exageras Isabela —respondió Giorgio.
Sentí un total de cinco pares de manos sobre mi rostro y pelo. Parecía que estaban haciendo una cirugía, pero me estaban depilando la ceja, poniendo tratamiento en mi cabello, cepillando, secando y puesto maquillaje, para mí era algo abrumador.
— No quiero maquillaje en mi cara —le dije a Giorgio, que se quedó con la base de maquillaje en las manos.
— Ay vamos mi reina —me observó por un momento y sonrió— mira, tu cutis aun está divino, pero por lo menos tienes que usar protector solar con color. Te maquillaré muy natural, tienes una facciones preciosas.
Lo mismo pasó con Isabela, que era la diseñadora de modas, y con Ferdinand, el encargado de mi cabello. Al final de cuentas no tardaron más de veinte minutos en transformarme por completo, a pesar de mis objeciones por lucir lo más natural posible.
***
ALEX
Estaba esperando en mi auto mientras mi equipo encargado de mi imagen estaban haciendo lo posible por obrar un milagro con esa mujer. Estaba nervioso, no lo voy a negar. Nunca había salido con alguien que luciera tan desaliñada, ni mucho menos con alguien después del acostón. Pasaron veinte minutos cuando la puerta del remolque se abrió saliendo de ahí Vanessa.
Me dejó sorprendido, pues nunca me había imaginado que un poco de arreglo pudiera hacer mucho por esa mujer. Traía puesto un vestido rosa pastel, sencillo, tan solo la tela se ceñía a su cuerpo, en conjunto con par de aretes que la hacían lucir muy natural. No era un arreglo ostentoso como el que había pedido para ella. Se veía como una persona normal, pero tenía un encanto particular que no me desagradó del todo.
Lo importante era que no se veía tan patética como anoche.
— Joven Camil —se acercó a mí Giorgio del lado del conductor, mientras Ferdinand e Isabela la ayudaban a subir al auto— sé que la pidió un arreglo ostentoso para ella, pero fue un poco difícil convencerla de todo.
— Espero que sea eso y no la ineptitud —subí el vidrio del auto, estaba molesto, pero no por ahora no me quedaba otra opción más que controlarme.
Vi cómo Vanessa subía con cierta dificultad al auto. La vi de reojo, realmente no se veía mal a pesar del arreglo tan simplón que mi personal le hizo.
— ¿A dónde vamos? —me preguntó con apenas un susurro de voz, no se atrevía a verme a los ojos. Tan solo la vi jugando con la soltura de su vestido.
— A comer, te dije que te iba a invitar a comer.
— ¿Por qué lo haces? —Tenía la cabeza agachada, parecía que la iba a comer o algo por el estilo.
— Te debo una disculpa. Me porté muy grosero contigo. No debí reaccionar de esa manera —le dije. En el fondo si lo creía, de alguna manera, o eso quería creer para que fuera más soportable la situación, aun tenía la sensación de que fuera una oportunista.
— Nunca nadie se había disculpado conmigo —me vio de reojo. Sentí cierta simpatía por ella, aunque no sabía que pensar. Por ahora tenía que concentrarme en darle la mejor cita de su vida.
***
VANESSA
Llegamos a un restaurante de lujo, de esos que ves en las películas y las revistas. Yo nunca había ido a ninguno, aunque Vanessa y mis padres si que lo hacían muy seguido. Según ellos siempre me ponían el pretexto de que iban muy limitados de dinero, o que habían pasado porque "casualmente" les quedaba de paso. Frida siempre me decía que la verdadera razón por la que nunca me habían llevado a un restaurante de alta categoría era porque sentían vergüenza de mostrarme en público, razón por la cual dejé de insistirles a mis padres que me llevaran.
Verme ahora en un restaurante de alta categoría con Alex Camil a mi lado, sin embargo, era todo un sueño, pues había sido la primera persona en invitarme a un lugar así sin sentir vergüenza en hacerlo y mostrarme a su lado. Era un sueño hecho realidad ir a un lugar que siempre has querido ir durante toda tu vida acompañada de tu ídolo, de tu cantante favorito y el hombre más codiciado de todo el país.
— Reservación a nombre de Alex Camil —dijo Alex.
— Buenas tardes señor Camil —saludó la hostess— por aquí por favor.
Nos sentamos en una mesa que estaba pegada a la terraza. Desde ahí se podía ver cómo la puesta de sol comenzaba a anteponerse al cielo. Se sentó primero que yo, me apresuré a imitarlo.
— ¿Has probado alguna vez la comida francesa? —me preguntó en cuanto me senté.
— El chef de la casa me ha enseñado a preparar algunos platillos franceses —le respondí con honestidad. Omar siempre me había respondido todas mis inquietudes y enseñado a cocinar a escondidas de mis padres.
— Wow, eso si no me lo esperaba. Entonces veamos tu criterio con la comida. Este restaurante es catalogado como el mejor en comida francesa.
— Me encantaría probarlo —sonreí con cierta timidez.
— Los gastos corren por mi cuenta —me dijo— así que sientete libre de pedir lo que quieras.
No pude evitar sonreír de nuevo. Sí, mis padres siempre me tuvieron limitada en el costo de las cosas, por ejemplo solo podía conseguir comida rápida en el día de mi cumpleaños y solo podía elegir entre una hamburguesa de McDonald´s, con un cono sencillo o cajita feliz. Nada más.
Él se estaba ofreciendo a pagarme lo que yo quisiera del menú, sin escatimar, sentí que era el mejor día de mi vida y aun faltaban seis meses para mi cumpleaños.
Mi velada iba bien, le comencé a contar sobre cómo el chef me había dado clases de cocina internacional, y me había enseñado como especialidad la comida francesa, por lo que podía confiar en mí si un platillo era bueno o no.
— ...nunca había conocido a alguien que no sea chef, que cocine de la manera en que tú lo describes.
Teníamos un cóctel sin alcohol en las manos mientras platicábamos amenamente. Me sentí relajada al platicar con él, pues aparte del chef y la ama de llaves, no había nadie más que platicara conmigo sin insultos. La comida llegó con el mesero que traía la charola con sumo cuidado por encima de su hombro.
Me estaba saboreando la comida, cuando de pronto una persona pasó al lado del mesero y tropezó con él cayendo todo el contenido de la charola sobre mí. Me quedé por un momento helada al ver cómo el bonito vestido que traía se había arruinado.
— ¿¡Qué te pasa idiota!? —fue la primera reacción de Alex levantándose de su lugar furioso, tan solo le habían llegado unas cuantas gotas de la sopa de cebolla, en cambio yo estaba completamente empapada— Por poco me arruinas el traje.
— Una disculpa señor no fue mi intención —dijo el hombre apenado.
El mesero comenzó a auxiliarme al verme pasmada y sin poder moverme. Me quedé quieta mientras me ofrecía una servilleta de tela, y al fondo se escuchaban los gritos de Alex reclamando al individuo. Volteé hacia a través de la ventana que tenía a mi derecha y entonces vi a Frida burlándose de mí con una copa de vino en mano brindando por lo que me estaba pasando. Había sido obra de ella.