ALEX
Estaba cabreado, furioso, por la estupidez que el extraño hizo al haber empujado al mesero. Según él, su excusa fue de que había agua en alguna parte del piso y se resbaló. No lo creía nada, parecía que fuera provocado de alguna manera. No vi rastro de agua en el suelo. Parecía que tenía pies de jabón el muy imbécil.
— ¿¡Te das cuenta de lo que has hecho!? ¿¡Acaso no sabes quién soy!? —le grité al tipo. Me levanté de mi lugar— Me vas a tener que pagar la tintorería a menos de que tengas en este momento veinte mil dólares para este conjunto de armani.
— Le pido una disculpa señor —me dijo el imbécil— yo, yo le pagaré su lavandería.
— Más vale que te contactes conmigo a la brevedad, idiota —me levante de mi lugar y saqué mi cartera para sacar una tarjeta de presentación que le lancé al suelo.— De lo contrario mandaré a mi equipo a dar con tu paradero y pagarás caro las consecuencias.
Vi como el hombre se lanzó por la tarjeta de presentación al suelo y acto seguido bajó la cabeza apenado, yéndose del lugar a pasos torpes.
De mala gana me acomodé el traje que llevaba esa noche y me volví a sentar en mi lugar. Tomé mi copa de vino dando un sorbo para relajarme. Me tenía que tranquilizar si quería que la cita saliera bien.
— Como te iba diciendo Vane ¿te puedo llamar Vane? —le pregunté tamborileando con mis dedos sobre la mesa.
— Sí, Vane está bien —me dijo con apenas un hilo voz. Era normal que reaccionara de esa manera al ser ella una persona normal cenando con un hombre tan importante como yo. Al menos eso era lo que yo creía.
— Creo que la comida francesa es una de las cocinas más delicadas en el mundo —vi de reojo como se iba encogiendo a medida que iba hablando.— Así que espero probar alguno de tus platillos algún día —la verdad de las cosas es que no me fiaba en lo más mínimo sobre su criterio con la comida. Se debía tener una educación culinaria y ella era del tipo que carecía de ello, al menos por su aspecto eso me imaginaba.
Tomé de nuevo mi copa llevándola a mis labios para darle un sorbo al vino. Era cliente frecuente y el mesero me había traído la botella de siempre, a pesar de tener cócteles sin alcohol sobre la mesa, pues Vanessa no había querido tomar más alcohol, después de lo que había pasado ayer.
— Si tengo la oportunidad lo haré —se retorció de nuevo en su lugar.
— ¿Te pasa algo? —la noté extraña. Era una mujer tímida, pero antes del incidente había estado hablando mucho y estaba muy animada.
— Yo... —lo pensó por un momento.
¿Acaso se estaba aburriendo de mí? Era imposible, ninguna mujer huye de mí, al contrario son complacientes conmigo.
— Creo que debería llevarte a un tour culinario. Conozco un lugar de comida italiana que es exquisito. Sin duda creo que también podríamos ir a un lugar de comida española, las tapas son buenísimas.
Vi cómo se retorcía en su lugar.
— Estoy... un poco incómoda... creo que será mejor que me vaya —no sabía que pensar sobre ella. Estaba en mí compañía y eso era un privilegio. ¿Estaba ciega?
— No, espera —no podía dejarla ir— no te puedes ir.
— No creo que deba permanecer aquí —fue lo único que me dijo.
La vi confundido y entonces vi lo que estaba pasando. Su vestido, a comparación de mi traje, estaba hecho un desastre. No había sido consciente de ello hasta ese momento.
— Espera, esto tiene solución —fue lo único que pude decirle para persuadirla.
Cerré los puños furioso por lo que le había pasado. El tipo que había causado el accidente iba pasando cerca de ahí, le llamé furioso.
— ¡Hey tú! —le señalé con el dedo, elevando al mismo tiempo la voz para que me viera.
Pero en ese momento en el que me distraje Vanessa se levantó de su lugar y se echó a correr a la salida. Maldita sea, todo por este idiota.
El extraño, al ver como yo enfurecía, echó a correr también. Tuve que dejarlo ir para ir detrás de Vanessa. Solo eso me faltaba, tener que contentar a la impostora.
***
FRIDA
Me había divertido enormemente con la cara que puso Vanessa cuando le tiraron las cosas encima y su vestido se arruinó. Nadie se metía con lo mío. Parecía que no conocía cuáles eran la consecuencias de meterse con lo mío. Se había metido con mi familia y hubo consecuencias, y ahora se estaba metiendo con el que se suponía que debía estar comprometida en este día, pero esa lagartona muerta de hambre estaba con él.
Sentí tanto placer cuando la vi levantarse de la mesa y correr hacia la salida, pero lo que nunca esperé fue que Alex fuera corriendo tras de ella. Me encargaría de cobrármelas todas.
Aventé la copa al suelo, que se partió en mil pedazos al chocar contra el suelo. Estaba furiosa porque se atrevió a desafiarme.
***
VANESSA
Decir que me sentía incómoda era poco. De haber estado con un lindo vestido, estaba ahora con mi ropa completamente empapadas de comida. Olía a sopa de cebolla y tenía salsa de champiñones por todos lados. Había sido una tonta al creer que podía disfrutar de la compañía de alguien tan importante como Alex.
Frida tenía razón ¿cómo pude pensar que podía salir con alguien como él? Tenía que reconocer mi lugar. Sentí como la garganta se me cerraba por el llanto que tenía atorado ahí. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no llorar. Todo esto me traería consecuencias con mis padres. Mi hermana estaba furiosa conmigo con justa razón. Me había acostado con su pretendiente en mi primera borrachera. Ver las cosas de esa manera hacía que me sintiera peor.
Salí disparada del restaurante corrí por la banqueta doblando hacia la izquierda. Tan solo quería alejarme de ahí y perderme. Sin embargo, a pesar de que corrí dejando mis pulmones en el aire, una mano me atrapó del brazo jalándome en dirección contraria y chocando de lleno con una superficie dura.
Parpadeé un par de veces antes de ver que había chocado con el duro pecho de Alex y éste me detenía con su mano aferrada a mi brazo. Sentí que su agarre era suave, me había jalado hacia él con sumo cuidado. Era la primera vez que alguien era amable conmigo dentro de su enojo.
Su pecho subía y bajaba por el esfuerzo de haber corrido detrás de mí. Lo vi directo a sus ojos verdes, sorprendida que haya venido corriendo solo para alcanzarme. Me vio por un momento a los ojos en silencio, tratando de recuperar un poco el aliento.
— Joder —dijo jadeante— deberías estar compitiendo en los mundiales de atletismo —recargó su mano en mi hombro.
— Creo que me voy —le respondí apenada. Vi de reojo mi vestido.
— De ninguna manera, si es por tu vestido, todo esto tiene arreglo —señaló mi vestido con una de sus manos y me tomó de mi otra mano para asegurarse de que no me fuera y me jaló camino hacia una plaza que estaba muy cerca de la avenida.
No supe cómo reaccionar esa vez, pero si de algo estaba segura es que no quería regresar a casa. El trato que él me estaba dando era muy diferente al trato que mis padres y Frida me daban. Sabía que habría consecuencias, tan solo me dejé llevar.
Llegamos al centro comercial y me llevó a una de las tiendas de ahí. Al entrar las empleadas del lugar no pudieron ocultar su sorpresa y emoción, por lo bajo, al ver que Alex Camil había entrado a la tienda de ropa.
— ¿Alguien que me pueda atender? —preguntó y en menos de un segundo había cinco empleadas rodeándolo a él e ignorándome a mí.
Me sentí un poco fuera de lugar estar a su lado.
— ¿En qué le podemos ayudar señor Camil? —se apresuró a preguntar una de ellas.
— Quiero que le ayuden a elegir un vestido para ella, no importa el precio, solo quiero que sea el que le venga mejor —me dio un ligero empujoncito hacia el grupo de empleadas— que se vea preciosa.
Sus palabras "que se vea preciosa" resonaron en mi mente como un eco en la cima de una montaña. Espero que vayan entendiendo el por qué fui cayendo poco a poco enamorada de éste imbécil.
— Nosotras nos encargaremos señor Camil —dijo otra de las empleadas. Todas lo veían comiéndoselo con los ojos.
Las empleadas me llevaron de la mano al probador y cuatro de ellas se repartieron en toda la tienda en busca del vestido perfecto para mí. Nunca nadie me había hecho sentir tan importante al grado de llevarme a una tienda y buscar el vestido ideal. Me sentía bien, me sentía que estaba dentro de un cuento de hadas. Aunque saber que al llegar a casa aterrizaría en mi realidad, atesoraría ese día como el más feliz de mi vida, tan solo por ese día.
Me hicieron probarme casi toda la tienda y modelar para Alex, que cada que salía con una nueva prenda se llevaba la manos al mentón y terminaba descartándolo. Fue hasta que me probé el vestido número treinta que por fin lo convenció. Y había dado gracias porque había elegido un vestido veraniego en color beige, que acentuaba mi cintura y tenía esa caída suelta en las piernas que me hacía sentir cómoda.
Salimos de la tienda. Él le había dado la orden a las empleadas del lugar que tiraran el vestido que traía puesto, pero vamos, me había quedado sin ropa y ese vestido con una buena lavada quedaría como nuevo y yo tendría una nueva prenda con la cual vestirme. Me compró una bolsa que hacía conjunto con mi nuevo outfit donde guardé en secreto mi vestido.
Que mi ídolo, mi cantante favorito, me haya comprado un vestido exclusivamente para mí, era una de las mejores cosas que había pasado en mi vida.
Salimos a caminar rumbo al parque, donde la gente solía pasear. Esta vez estaba lleno de parejas, pues el cielo nocturno ya estaba decorado con las estrellas.
— Siento mucho lo de tu vestido y no darme cuenta a tiempo —caminamos al lado del lago que estaba iluminado por luces decorativas, que al mismo tiempo iluminaban el camino adoquinado y las lámparas del alumbrado público.— Creo que aun te debo una cena, ya que nos la echaron a perder.
— No hace falta, creo que comprarme un vestido fue más que suficiente para disculparte —sonreí con cierta timidez viendo hacia mis pies mientras caminábamos.
Pude distinguir de reojo, unas luces blancas que venían en dirección de los árboles, que se apagaron de inmediato. Como una especie de flash de cámara.
— Espero me dejes invitarte esa cena, Vane...
— No me gustaría tener problemas con mi hermana —dentro de mí, mi pecho temblaba por el nerviosismo que me causaba tomar el tema con él.
Vi cómo la seriedad en su rostro apareció de pronto. Reprimió una mueca y entonces se hizo a un lado, yendo a un pequeño puesto de flores. Compró un ramo de rosas rojas para mí.
Al regresar me extendió el ramo y depositándolo en mis brazos. Tan solo evadió el tema de Frida. No me dio tiempo de volver a preguntar, pues una vez que tenía las flores en mis manos, un tumulto de reporteros de pronto nos rodeó de la nada, como si fueran un escuadrón de asalto en plena guerra.
Los flashes quemaron mi vista haciendo más difícil distinguir entre la gente.
— ¡Alex Camil! Por aquí por favor! —gritaban algunos.
— ¿¡Nos puedes decir si esta chica es la misma del hotel!? —gritaban otros.+
— ¿¡Cuánto tiempo tiene de relación!? —preguntaban sin cesar.
Yo me sentía tan aturdida, que no hice otra cosa salvo taparme la cara con un brazo. No estaba acostumbrada al hostigamiento, ni a los flashes de las cámaras. Me puse nerviosa y tan solo me quería ir de ahí.
— No tengo nada que hablar —dijo Alex mientras me tomaba de un brazo para caminar entre los reporteros y perderlos.
— ¿Es su actual novia?
— ¿Qué relación hay entre ella y tú? Tus fans quieren saberlo.
No paraban de decir. Caminamos con dificultad. Alex me guiaba y yo tan solo caminaba sin ver hacia dónde íbamos. Llegamos a la orilla del parque, donde un carro n***o, no vi bien la marca pero se veía elegante, estaba estacionado. Nos abrieron la puerta y Alex me empujó para entrar al vehículo.
Una vez dentro los flashes aun no cesaban pero al menos estábamos en un lugar relativamente a salvo. El motor dio marcha alejándonos de los paparazzi.
— ¿Y bien? ¿cómo les fue? —dijo una voz masculina. Alcé la vista para toparme de lleno con Ricardo el manager de Alex.
— Desastroso —dijo Alex recargándose sobre el asiento frente a mí y cruzando sus brazos.
— Siendo así, tengo que hablar con los dos de un asunto de suma importancia —dijo Ricardo y yo presentí que mi mundo se vendría aún más abajo.