Prólogo
VANESSA
En una noche de copas intentando olvidarme de la vida tan miserable que tenía, perdí mi virginidad con un extraño y me embaracé. Ese extraño resultó ser uno de los hombres más ricos y codiciados de todo el país.
Pasé de ser una esposa sumisa a una mujer domadora de hombres, mejor dicho, una domadora de mi propia vida. Imaginen haberse casado con un gran hijo de put@ y tiempo después de no verlo, lo encuentras por casualidad en un evento social. No se dio cuenta que era yo hasta que estuvo a dos escasos metros de mí.
Había ido a esa demostración de vinos. Tomé una copa de champagne de la charola de un mesero que me ofreció la bebida, caminé hacia el balcón del salón de eventos para tomar un poco de aire mientras escuchaba a lo lejos al pianistas tocando "Just the two of us". Me di la media vuelta y me crucé con esa mirada helada que años atrás me había hecho perderme. Alex Camil.
Y todo empezó porque me enamoré de un hombre que no tenía ningún interés en mí, pero yo por él habría dado la vida entera. Hoy ni en sus mejores sueños lo haría.
***
ALEX
Vi a lo lejos a una mujer que vestía un vestido color champagne que acentuaba muy bien su figura. En medio de toda esa gente, era la única mujer que había llamado mi atención en esa noche. No era en realidad la forma de sus curvas lo que me había atrapado, había algo más que no podía descifrar.
Tal vez era la elegancia con la que sostenía su copa, o la delicadeza con la que caminaba, o aquella sonrisa que iluminaba a lo lejos.
Vi que se había ido hacia el balcón para tomar un poco de aire. No perdí mi tiempo, caminé entre el tumulto de gente con el sonido del piano acompañando las conversaciones ajenas. Y entonces la vi de cerca y supe la razón por la cual me tenía cautivado. Vanessa Santamaría.
Era el momento de hacer las cosas bien con ella, de rectificarme y hacer las pases. Me arrodillé ante Vanessa abriendo mi corazón y diciendo las palabras más sinceras desde el fondo de mi ser.
— Vanessa quiero pedirte perdón por todo lo que ha pasado entre nosotros.
Pero ella tan solo me vio de arriba a abajo, sonrió con sutil malicia, se dio la media vuelta y me dejó ahí como un idiota arrodillado. En ese momento comprendí que estaba jodido, porque daría mi vida entera por ella.