VANESSA A esa altura de mi vida haber tomado alcohol aquella noche, lo estaba viendo como el mejor día de mi vida. No era por el hecho de haberme acostado perdiendo mi virginidad con el hombre soltero más codiciado de todo el país, sino porque me había salido de vivir en un nido de víboras, de esas que están esperando a su presa, listas para inyectar veneno. Estaba decidida a enfrentarlas. Me sentía furiosa, tenía ganas de gritarles que habían sido un par de arañas ponzoñosas que me habían hecho creer que me amaban como una hermana y como una madre. Quería sacar todo mi enojo con ellas. Agarrarlas de los pelos y barrer el suelo con ellas, tal como hicieron conmigo. Quería insultarlas en su propia cara, escupirles los pies y gritarles lo hipócritas que habían sido conmigo. Me apresuré