Como perdí la virginidad

1886 Words
VANESSA Pasé de ser una esposa sumisa a una mujer domadora de hombres, mejor dicho, una domadora de mi propia vida. Imaginen haberse casado con un gran hijo de put@ y escuchar decir a la gente que era la mujer más afortunada del mundo, por haberme casado con un hombre como él, tan carismático, guapo y con un talento impresionante a la hora de cantar. Por suerte, descubrí que las cabronas pueden más. Uno de los consejos más sabios que les doy es nunca mezcles vino tinto y tequila, es una pésima idea si crees que tu vida apesta. Todo comenzó cuando mezclé ambas bebidas en una noche donde me entregué a los efectos del alcohol para huir de mi realidad. Perdí la consciencia de lo que hicía. Tan solo imaginen lo confuso que fue para mí despertar a la mañana siguiente, por los rayos del sol que se filtraban, a través de las cortinas mal cerradas, y me daban directo a la cara, para encontrarme desnuda al lado de un hombre extraño que también estaba desnudo. No recordar absolutamente nada. El destino me estaba jugando una nueva pasada y yo era tan solo la chica que acababa de perder su "pureza". Lo que no sabía es que me iba a enamorar de él de una manera en que habría dado hasta mi vida entera. Lo adoraba y hacía lo que fuera con tal de mantener su atención. ¿Qué se le podía hacer si en verdad estaba enamorada? Hice tantas cosas por él y al final de cuentas me trató con la punta del pie, como un trapeador limpiando el suelo sucio, como un perro de la calle. Y aquí les pregunto ¿las cabronas nacen o se hacen? para mí, toda mi vida ha sido un largo aprendizaje y sin duda les puedo decir que las cabronas se hacen. Oh sí señores, después de haberlo pasado tan mal, la venganza es un arma bendita para personas sumamente inteligentes. Era la fiesta de aniversario número veinticinco de mis padres adoptivos. Sí adoptivos, más adelante les platicaré ese pequeño detalle, lo que les puedo decir por ahora es que era la huérfana que rescataron de dormir en el suelo mojado y frío. Estaba probando vestidos en el closet de Frida, mi hermanastra. Siempre la había admirado por ser una mujer con clase y elegancia. De esas mujeres altas, con curvas envidiables y una cara de princesa, no por nada era una de las principales modelos del país. En cambio yo, era la mujer de los vestidos desgastados, que dormía en un rincón al lado del cuarto de lavado, según mis padres era lo único que tenían para ofrecerme. Yo acepté encantada al no dormir más en el orfanato. — Vane ¿me pasas el vestido n***o de Prada? —me preguntó con su tono chillón mientras se veía al espejo en un vestido verde satinado. Yo la obedecí y le pasé un "arma mortal" de vestido. Se lo probó modelando frente al espejo lo perfecto que encajaba en su cuerpo. Sonrió satisfecha. — Creo que el verde se ve mejor —le dije con cierta timidez admirando la prenda. Yo prefería la elegancia a enseñar mucho, pero Frida era más de vestir con sensualidad. — ¿Y a ti quién te pidió tu opinión? —me dijo de manera golpeada. Se dio la media vuelta para encararme— no tienes derecho a decirme nada, ignorante. Yo me veo bien con lo que sea, a comparación tuya. Este vestido se ve increíble. — Lo siento Frida, no te quise ofender —Me disculpé con ella agachando la cabeza. No quería que me acusara con mis padres y tener otro día sin comer. — Así está mejor. Conoce tu lugar. Ahora ve y limpia mis zapatillas negras de armani, y no te tardes que mi mamá dijo que ayudaras en la cocina antes de que te cambies para la fiesta. Me apresuré a tomar las zapatillas que me había dicho y comencé a limpiarlas con extremo cuidado. Guardé silencio durante un rato mientras veía de reojo cómo Frida se maquillaba. Por un momento me imaginé verme como ella, con ese maquillaje y ese peinado perfectos. En realidad era la aspiración a poder tener maquillaje y usarlo. Su guardarropa era envidiable ¿quién no ha deseado alguna vez tener colecciones de bolsos, vestidos y zapatos? — Frida —me vino de pronto algo a la cabeza, al ver que ponía más empeño de lo normal en su arreglo personal— estás más guapa hoy que otros días ¿hay alguna razón en especial a parte de ser la fiesta de papá y mamá? Frida se estaba viendo al espejo nuevamente mientras se ponía un poco de relleno en los pechos para que el escote luciera más. — Pues ¿por qué va a ser? Viene Alex Camil a la fiesta —me dijo con una sonrisa triunfante— mis papás lo han invitado. No dije nada más por miedo a que Frida mal interpretara las cosas, pero siempre había sido una fiel admiradora de Alex Camil, era el hombre del momento, el más codiciado de todo el país y no podía estar más que emocionada por conocerlo en persona. Me sabía todas sus canciones de memoria e incluso tenía una fotografía de él, en una de sus vacaciones en la playa, que había impreso en una papelería. En realidad tenía una cuantas, pero esa era mi preferida. Minutos más tarde bajé a la cocina para ayudarle al chef con todo lo necesario para la fiesta. — ¿Qué hace aquí señorita Vanessa? —me preguntó Omar, el chef. — Mi mamá me ha dicho que venga a ayudar a la cocina —le dije al momento que fui directo a la charola para comenzar a apilar las copas y llenarlas de vino. — La señora Santamaría debería tener más consideraciones contigo —me dijo Omar molesto mientras estaba revisando la sopa que daría como parte del menú esa noche— pero si ella no las tiene, yo las tendré contigo. Así que ve a cambiarte somos suficientes personas aquí en la cocina. El chef me guiñó un ojo y no pude más que sonreír agradecida por el gesto. Le di las gracias y me fui a mi "intento de habitación" tratando de encontrar lo mejor que tenía en mis pocas pertenencias, pues todas la ropa que tenía era de al menos cinco años de antigüedad, pues era ropa que Frida decidía desechar a la basura. Después de tanto buscar, al final encontré un vestido blanco y primaveral. Eran las nueve de la noche cuando la cena empezó y yo me decidí a salir con la única intención de encontrarme con Alex Camil y que me autografiara la foto que había impreso. Sería el día más feliz de mi vida. Llegué al jardín que estaba iluminado por un montón de luces que colgaban sobre las cabezas de los invitados, que lucían elegantes, tan elegantes que me sentí fuera de lugar con la mejor ropa que traía puesta. Era el patito feo de la fiesta. Los meseros estaban con sus charolas ofreciendo vino. Las mesas y todo el lugar en general estaban adornados con flores blancas y de colores pálidos. *** FRIDA La noche era perfecta. Tenía listos el vestido y el maquillaje perfectos para que todo saliera perfecto, tal cual lo había planeado. Mi papi me había hecho el favor de invitar a Alex Camil, era el hombre del momento y yo estaba más que encanta porque hubiera rumores dentro de las noticias del espectáculo sobre una supuesta relación. Sería la envidia de todo el mundo sin duda alguna. La hora de la fiesta llegó y yo bajé las escaleras para ir al jardín y tener todo mi plan listo. Estaba de buen humor saludando a los invitados hasta que vi a lo lejos a Vanessa queriendo entrar a la fiesta. No podía permitirlo, esa vulgar arruinaría la reputación familiar con lo que llevaba puesto, parecía más una sirvienta que alguien de la familia. Me acerqué de inmediato a mi padre, que estaba con unos amigos, los saludé y le susurré al oído. — Papá, Vane quiere arruinar mi cita con Alex. Escuché a una sirvienta decir que planea dejarme en ridículo, tan es así que no le ayudó al chef y vino directo aquí—vi como los hombros de mi padre se tensaron— Vane siempre me ha tenido envidia. Papi tengo miedo de que algo malo pase por ella. Me quejé haciendo un puchero. — No te preocupes cariño ahora lo resuelvo —me dijo mi papá— tú quédate tranquila. Tu hermana aún no aprende su lugar en esta casa. *** VANESSA Entré a la fiesta en busca de mi ídolo y entonces al entrar al jardín una mano me agarró tan fuerte del brazo que dejé escapar un chillido. Me llevaron a rastras lejos del evento. A la parte oscura del jardín. No entendía lo que estaba pasando. — ¿A dónde crees que vas? —me dijo mi padre con una voz amenazante y una mirada que quería asesinarme. Vi cómo apretaba los dientes en un intento por no gritar. — A la fiesta —dije temerosa. — ¿Y avergonzarnos con tu presencia? ¿o dejarnos en ridículo con tu comportamiento? —no sabía a lo que se refería. — Pero papá es su fiesta y deseo... —me dio una cachetada para que me callara. — Cállate, no eres digna de venir aquí y estar entre nuestros invitados. Ve a tu cuarto y enciérrate —Me dijo mi padre con la furia entre sus dientes— no se te ocurra asomarte en ningún momento —me escupió a los pies. Me llevé la mano a la mejilla con lágrimas en los ojos y mi corazón acelerado por los nervios de no saber qué caramba había hecho. En ese momento Frida se acercó al lugar con nosotros. — Papá no seas tan severo con ella, es mi culpa después de todo. Creo que no debí pedirle ayuda con limpiar mis zapatos —le dijo mi hermana a papá. ¿Qué tenía que ver lo zapatos con la bofetada que me acababa de dar papá? — No es culpa tuya cariño, de algo tiene que servir Vanessa, ahora ve a tu cuarto y enciérrate antes de que pierda más la paciencia contigo —me ordenó tajante mi papá. Me fui corriendo del lugar. Estaba harta de no ser aceptada en la familia por más que me esforzaba en ser una buena hija. Entré por la puerta de empleados. La cocina estaba a reventar de personal que iban y venían del jardín atendiendo a los invitados. La verdad de las cosas es que no quería causar molestias, tan solo quería olvidarme de la vida tan dura que me había tocado vivir. Tomé a escondidas una botella de vino y me escabullí al rincón más lejano y oscuro de la casa. El jardín número dos, desde donde podía ver toda la fiesta y emborracharme por primera vez en mi vida hasta perder la conciencia. Aunque debo decir que dos horas más tarde tuve la compañía de un extraño y mi vida estaba a punto de cambiar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD