Venerar la virginadad

2769 Words
ALEX Me habían invitado a la fiesta del aniversario de los Santamaría. Acepté a ir porque son personas importantes, al igual que yo y construir relaciones entre gente de alto nivel era sin duda una de las mejores inversiones. Aunque para ser honesto las fiestas siempre me daban igual, pero asistía como parte de mi trabajo al ser una persona pública. Llegué a las nueve de la noche, hora en la que habían citado a todos los invitados. Entré por la puerta principal causando un poco de conmoción entre las mujeres, como era de esperarse, era el hombre del momento. Saludé a las personas conforme iba acercándome al área de los bocadillos y las bebidas. No había comido en todo el día, y moría por comer algo. — ¡Alex! ¡Qué emoción que hayas venido! —me saludó una voz femenina. Era Frida Santamaría. Estaba más guapa que nunca. — Frida un gusto volverte a ver —le saludé al verla. — Me da mucho gusto que hayas venido a la fiesta de mis padres, van a estar muy emocionados de verte por aquí —me dijo. Me tomó del brazo y yo me retiré de su agarre cuando sentí las miradas en nosotros. No quería causar problemas con su imagen o algo por el estilo. Ella era una mujer respetable y quería tratarla de esa manera. Había pocas mujeres así en el mundo y sentía que debía tratarla con cuidado. — Vamos ¿acaso le tienes miedo a la gente? —me dijo mientras caminábamos hacia un tumulto de personas. — No, pero con todos los escándalos que he tenido no quiero que tu imagen se vea afectada. Llevemos las cosas con calma. —le guiñé un ojo y continuamos platicando por un momento más. No supe en realidad cuánto tiempo pasó desde que me quedé platicando con Frida, el tiempo había volado cuando buscamos nuestra tercera copa de vino. Uno de los meseros, por casualidad, pasó con una charola con tan solo dos copas. Mi acompañante vio al mozo que le entregó una copa a ella y la otra a mí. A mi alrededor comencé a escuchar algunos murmullos de las mujeres de alrededor que nos veían pasar juntos. — Qué envidia, ojalá fuera la señorita Frida, está en compañía de Alex Camil. — ¿Alex Camil? Está guapísimo. Ojala tuviera el cuerpo y la cara de Frida. — Ah, ellos si que hacen bonita pareja. — Se imaginan si se casan. Serían la pareja envidiable del momento. A mí me tenía sin cuidado, pero vi que Frida tan solo sonreía sonrojada por la situación. Le dimos un trago a nuestra copa y seguimos caminando hacia las mesas donde estaban por servir la cena. Nos entretuvimos en el camino saludando a unos conocidos mientras tomábamos nuestro vino. — ¿Te apetece ir a un lugar más privado? —me preguntó Frida de pronto, con su mirada un tanto juguetona. Vi de reojo a las personas de alrededor arrugando mi frente al no ver un lugar privado. — ¿Se puede? —le pregunté por lo bajo. — Sí. Iré un momento adentro, espérame en el jardín dos. Tú ya sabes donde —me guiñó un ojo. Se dio la media vuelta y se fue, con un sonrisa en los labios. Vi cómo se alejaba hacia dentro de su casa. Yo saludé a unas cuantas personas más y me escabullí detrás de la barra de bebidas improvisada del jardín, para robar una botella de tequila y escabullirme en la oscuridad del jardín dos. Al llegar al jardín me senté en el pasto, relajado por la noche que tendría ese día, pero tal parecía que el destino tenía preparado algo más para mí. Estuve esperando por aproximadamente una hora y Frida nunca llegó. *** VANESSA Nunca en mi vida había tomado alcohol. Tampoco es que me apeteciera tomarlo como lo hacía Frida, que podía acabarse dos botellas ella sola y estar solo mareada. Esa vez necesitaba saber qué se sientía olvidar los problemas con alcohol. No sabía cuánto tiempo llevaba en la oscuridad del jardín dos, pero definitivamente me sentía mareada y feliz, sin importar la vida tan espantosa que estaba viviendo. Me levanté con la botella en mano para dar un fresco paseo a la luz de la luna antes de irme a dormir. Mañana tendría un día pesado, pues era seguro que me pondrían a limpiar todo el desastre de la fiesta como castigo. Siempre que mi padre se enfurecía me castigaba de muchas maneras, y limpiar era una de sus muchas maneras. Me puse a bailar como si quisiera atraer la lluvia, una danza que no tenía ni pies ni cabeza porque solo saltaba mientras daba tragos a mi vino. Aaah, dejé escapar un grito al dar un trago de la botella. Suspiré, si tan solo me hubiera criado con mis padres verdaderos y no los postizos, mi vida sin duda sería otra. Oh bueno, quién sabe, por algo me dejaron en el orfanato. — ¡Auch! —De pronto tropecé con algo que no vi y en menos de un segundo estaba abajo. Me había caído sentada encima de ¿un hombre? Comencé a reír a carcajadas. — Una disculpa... se...señor —dije con dificultad por el estado de borrachera en el que estaba. Estaba entrecerrando los ojos para ver si veía mejor, pero eso es un mito en mayúsculas. Me hice a un lado mientras, el hombre se retorcía de dolor por haber caído encima de su entrepierna. — ¿Está..está bien? —traté de levantarme de él. — Creo que puedo tachar de mi lista de supervivencia a mujeres que me caen encima de la nada —escuché la voz masculina más sexi que jamás haya escuchado. Seré virgen y no sabré muchas cosas, pero eso definitivamente si podía saberlo. — Como un acto de apariciones. —Ahora comenzaba a entender lo que el alcohol hacía a las personas, no habría dicho eso en mi sano juicio. Él comenzó a reír a carcajadas, al igual que yo. — Que pase buena noche señor extraño —comencé a gatear debido a que estaba lo suficientemente mareada como para levantarme y caer de rodillas nuevamente. — Espera, ¿por qué no te sientas conmigo? Lo vi con los ojos entrecerrados y me señalé a mí misma. Nunca nadie en la vida me había invitado a sentarse a su lado, quería su compañía. Lo vi asentir. — Bueno —me senté al lado de él. No perdía nada. — ¿Qué haces aquí tan sola? —me pregunto. Yo le di un trago a mi vino antes de responder. — Porque me excluyeron de la fiesta —le dio un enorme trago a su botella, no supe qué estaba tomando. — Tienes suerte. Es cansado estar de fiesta en fiesta, a veces casi todos los días, sonreír y tener que tomar de copas de vidrio con un dedo al aire porque así lo dicta la sociedad. — Hablas como si te hubieras divertido demasiado en la fiesta —le dije con sarcasmo. — No quiero estar en la fiesta — Yo quiero estar en la fiesta —Ambos nos vimos por un momento a los ojos y nos echamos a reír— ¿qué estás tomando? — Vino tinto. — Prueba esto —me dijo quitándome mi botella de vino y dándome su botella. Le di un trago sin dudarlo, era tequila. Dios, si que quemaba la garganta, aunque la botella llevaba más de la mitad. — Oh dios, es tequila —dije. Nos quedamos un momento en silencio— ¿Has pensado alguna vez que la vida no merece la pena? Pregunté. Él se me quedó viendo un momento. — La vida puede ser una mierda, pero hay que vivir cada momento con intensidad. Si pudieras elegir un deseo ¿cuál sería? Nunca me había preguntado acerca de los deseos. — Tal vez, que mi vida cambiara de manera drástica —Debí tener cuidado con lo que estaba pidiendo en ese momento. Aun no lo reconocía en la oscuridad y el alcohol— hacer cosas nuevas ¿cuál es el tuyo? Se me quedó viendo por un momento. Dio un trago profundo al vino tinto, lo imité. — Cambiar tu vida. Es bueno desear un cambio. Aunque podría cumplir un deseo para ti en este momento. — ¿Deseo? ¿Cuál de todos? — Hacer nuestra propia fiesta, créeme no te pierdes nada de esa fiesta. — ¿De verdad harías una fiesta solo para mí? —sonreí como una niña de siete años recibiendo un kit de juguetes en navidad. Me sonrió. — Con mucho gusto. Nos vimos a los ojos durante un momento antes de que él se lanzara hacía a mí para besarme. Fue el beso más ardiente y apasionado que había sentido sobre mis labios hasta ese momento. Si no tomo en cuenta el que me había dado en el orfanato a los cinco años por tropezar encima de un niño, y besarlo por accidente. Sus labios despertaron ese mariposeo en el vientre dentro de mí. Eso en verdad no era un mito. Tan solo me dejé llevar. — Vamos a un lugar más privado —me propuso. — ¿A qué lugar más privado? — A un hotel. Mi corazón se aceleró, pero la verdad de las cosas es que a esa altura de la vida poco me importaba lo que pasara. Nunca había experimentado el s*x*o y era una buena oportunidad para hacerlo. ¿Esa era la fiesta? No sabía si sentir nervios, miedo o ¿excitación? El alcohol me hizo pensar "al carajo solo se vive una vez". Nos escabullimos entre los arbustos para que nadie nos viera dejar el lugar de la fiesta. Él me tomó de la mano y entre la adrenalina y la borrachera vi una luz, como una especie de flash mientras salíamos a la calle usando el escondite que siempre había usado cuando quería escapar de mi casa. Subimos a un taxi y nos llevó a un hotel que estaba a media hora de donde yo vivía. Nos dieron una suite, y tan solo entrar a la habitación, el extraño me tomó de la cintura y me atrajo de nuevo hacia él, besándome hasta meterme la lengua y acariciar mi paladar. Yo traté de corresponderle con cierta torpeza. Eran besos con sabor a vino, tequila y lujuria. La lujuria me estaba sabiendo a gloria. Sus manos se iban deslizando con lentitud recorriendo mis curvas hasta llegar a mis nalgas y apretarlas con fuerza. Sentí algo duro, que estaba debajo de sus pantalones, sobre mi vientre. La sensación entre mis piernas, ese cosquilleo por una necesidad de "algo" iba creciendo a medida que su mano se deslizaba por debajo de mi vestido desgastado. Sus dedos rozaron mi parte íntima y yo no pude evitar dar un brinquito de exaltación al sentirlo. — Tranquila —me susurró al oído mordiendo mi lóbulo. Sentí cómo mi cuerpo respondía con pequeñas erupciones por toda mi piel— estás super mojada —me volvió susurrar— ¿estás así para mí? Tragué saliva y asentí sin saber a qué se refería exactamente con estar "mojada". Lo único que sabía es que esté hombre me estaba desnudando bajando el cierre de mi vestido, y yo tenía esa "necesidad" creciendo en mi interior. Mi vestido cayó al suelo como una barrera que se estaba deshaciendo, llevó sus manos a mis pechos apretándolos con suavidad, mientras se abría paso entre mi cuello acariciando con su lengua y depositando un camino de besos ardientes. Mi cuerpo reaccionó pegándose más hacia él. Le ayudé a quitarse la corbata que tenía puesta. Con mis dedos torpes me apresuré a quitarle la camisa, para toparme de lleno con unas pectorales de gimnasio bien trabajadas. Nunca había sentido lo que era la excitación en mi vida. Tal vez mi primera vez no era como lo que había soñado, pero quería hacerlo en ese momento. Me dio una nalgada que hizo que mis pezones duros casi reventaran. Me quitó el sostén con tal maestría que no supe en momento cayó al suelo. Tan solo estaba sintiendo la caricia de su lengua sobre mis pezones. Me dio un pequeño mordisco lo que hizo que un gemido se me escapara de los labios. Subió nuevamente a mi rostro para una vez más sentir su lujuria en mi boca y tirarme a la cama para quedar tendida a su merced. Se comenzó a desabrochar el cinturón frente a mí deshaciéndose de sus pantalones y su ropa interior al mismo tiempo. No sabía que hacer en ese momento. Lo único que supe es que mis mejillas se encendieron un poco al ver a un hombre completamente desnudo frente a mí tocándose mientras me tenía frente a él a su merced. No me quitaba sus ojos de encima. — Eres preciosa —me dijo con su voz grave y varonil acercándose a mí— eres condenadamente hermosa. Mereces ser venerada por tener ese culito tan bonito que tanto me está prendiendo. Se arrodilló ante mí abriendo mis piernas con cuidado. Me alzó los pies despojándome de la única prenda que cubría mi s*x*o de una manera tal, que cuando la tuvo en sus manos me vio con esa mirada lujuriosa oliendo mi prenda y haciéndola a un lado. Nunca nadie me había dicho que era hermosa, y antes de que pudiera decir algo me hizo tocar el cielo haciéndome reverencias con su lengua entre mis piernas. No pude evitar gritar en placer ante aquella experiencia única y nueva que estaba experimentando. Una vez satisfecho por devorarme con su boca, se subió encima de mí y pude sentir aquellas intenciones de estar dentro de mí. Cerré los ojos esperando la embestida y el dolor que me provocaría. Había escuchado alguna vez a las chicas de cocina decir que la primera vez duele. — No tengas miedo —me susurró al oído mientas mordía el lóbulo de mi oreja con suavidad— todo va a estar bien. — Es la primera vez... — Que lo vas a hacer. Lo pude notar. Déjame estar dentro, confía en mí. Me vio a los ojos, acarició un poco mis mejillas con una de sus manos y se introdujo en mí mientras me ayudaba a olvidar el dolor de la primera vez con sus besos. Hubo dolor, pero logró distraerme con sus caricias a medida que me mi cuerpo se iba adaptando a él. Cada embestida era mejor que la otra y ahora iba entendiendo a lo que se refería con "mojada". Llegó un punto en el que e dolor desapareció y él pudo notarlo cuando comencé a gemir por su culpa. Era su maldita culpa y me encantaba. Sus movimientos comenzaron a ser cada vez más fuertes y delicados, no podía pensar en nada más, más que en ese momento donde un hombre se estaba saciando de mí por primera vez. Fui increíble la manera en cómo devoraba mi cuerpo con frenesí en medio de mordiscos, nalgadas y besos. Me hizo experimentar el orgasmo tres veces, antes de quedarnos dormidos, el alcohol no nos había permitido quedarnos despiertos toda la noche. El alcohol hace de las suyas. Sabía que había sido una mala idea irme con un extraño a un hotel, pero eso me había hecho sentir viva por un momento, había necesitado ese escape en mi vida para no volverme loca. Me desperté por los rayos del sol que se escapaban a través de la ventana y me daban directo a la cara. Era la primera vez que experimentaba el dolor de cabeza por la resaca y no era nada agradable. No me volvería a emborrachar de esa manera. Lo juro. Me estiré intentando reconocer en donde estaba. No recordaba cómo había llegado hasta ahí. Bajé mi vista y me vi envuelta en una sábana blanca, estaba completamente desnuda. Volteé hacia mi derecha y me encontré con un hombre desnudo que estaba completamente de espaldas, por lo que no pude ver su rostro. Me di de zapes en la cabeza mientras salía de la cama. Con el corazón acelerado por el nerviosismo de que despertara, recogí mi ropa del suelo y me la puse en inmediato. Y eso amigos, fue la parte fácil de la historia, pues no sabía las consecuencias que tendría abrir la puerta en ese momento y encontrarme de lleno con unos reporteros con sus flashes enfurecidos tomando fotos de mi y la persona que estaba a mi espalda sobre la cama.
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