VANESSA Pensar que mi vida estaba por cambiar era poco. Pareciera que el tequila y el vino tinto fueran una fórmula mágica, de esas que Harry Potter alguna vez tomó para poder cambiar su suerte. Siendo honesta, no sabía hasta qué punto esto me estaba afectando y no sabía cómo averiguarlo. Mientras Alex tenía mi mano entrelazada a la de él y los espectadores dejaban escapar una ola de "awww" al aire, mi corazón latía con violencia, como si quisiera salirse del pecho y agarrar a bofetadas a todo el mundo. Dentro de mí no sabía si quería mayugarle las bolas al señor Ricardo, a Alex, al que se me cruzara en el camino, aunque, como siempre, terminé por reprimir mis ganas de matar al mundo y quedarme callada. Pensaba que era mejor ser empática con todos, menos conmigo. Ya lo había meditado.