Capitulo 3

3148 Words
Adán Parece que pasamos el resto de la comida en silencio. Al menos Eva y yo, porque Lilith no para de hablar, de contar historias sobre su trabajo. Escucho todo lo que puedo, hago algunos comentarios aquí y allá, pero mi atención está puesta en ella. En Eva. Ella no me mira. No me mira ni una sola vez. Sé que no debería haberlo dicho. Sé que debería haberme guardado mis opiniones, pero tiene sentido. Tiene mucho sentido. Además, si ella se va, quizás este deseo incesante por ella también se vaya. Veo que ya tiene moratones en el brazo. Veo los dedos de ese chico presionando su piel y siento un destello de rabia por haber tenido el descaro de hacer eso. Si su padre no fuera quien es, molería a ese pedazo de mierda ahora mismo a palos. Cuando terminamos de comer, pagué la cuenta y cogimos un taxi a casa. No pensaba beber, pero estando allí sentado, con Eva delante y su madre al lado, necesitaba algo para calmar los nervios. Además Lilith bebe lo suficiente como para no hacer ningún comentario. Lilith se pone delante y yo me siento detrás junto a su hija. Mira por la ventana. Inclina su cuerpo de modo que su espalda está en ángulo hacia mí. Todavía puedo distinguir el moratón. —¿Ha hecho eso antes?— Pregunto en voz baja. —¿Hacer qué?— Dice mirando hacia atrás. —¿Agarrarte, hacerte daño? Ella entrecierra los ojos. —¿Te importa?— Medio susurra. Está tan enfadada ahora mismo y ni siquiera entiendo de dónde viene todo eso. —Me importa Eva. —¿Entonces por qué me envías lejos? —No lo hago—. Respondo mirando hacia donde está sentada su madre, sólo que ha bebido tanto que está medio adormilada y felizmente ajena a esta conversación. —Sí que lo estás. Dijiste que sería lo mejor. —Eva. Tengo que protegerte. —¿Es eso lo que estabas haciendo antes?— Ella pregunta. —¿Protegiéndome? —Mierda—. Gruño y siento que el taxista me mira por el retrovisor. Sacudo la cabeza, me muerdo la lengua. No puedo decir nada más ahora mismo aunque quisiera, porque hay otra persona oyendo todo esto y yo soy lo bastante importante en esta ciudad como para que cualquier indiscreción sea noticia de primera plana. Paramos junto a la casa. Lilith se despierta cuando nos detenemos y la ayudo a entrar. No miro a Eva, pero sé que está detrás de nosotros, caminando despacio, como si se dirigiera a su propia ejecución. Medio llevo a mi mujer dentro, maldiciendo sus hábitos con la bebida y tomando nota de volver a planteárselo. Cuando se desnuda, cuando está en la cama, la dejo. Ella puede dormir, roncar mientras yo duermo en la habitación de invitados. Me dirijo a la cocina a por una última copa. —Si me hubiera pegado, si me hubiera hecho daño de verdad, ¿habrías hecho algo?—. Eva pregunta y yo doy un respingo porque no me había dado cuenta de que estaba allí. Sentada en la oscuridad. Cavilando. —Por supuesto que lo haría—. Le digo. —Y te hizo daño. Tienes moretones. Ella sacude la cabeza. —Estás lleno de mierda. —¿Perdona? —Eres tú. Actúas como si quisieras lo mejor para mí, pero te importa una mierda lo que yo quiera—. Me devuelve el golpe clavándome los puños en el pecho antes de que pueda detenerla. —Eva.— Gruño, agarrando sus manos. —No me toques—. Dice apartándose. —No te atrevas a tocarme. —¿Qué quieres de mí?— Pregunto y ella se tambalea ligeramente hacia atrás, como si también estuviera borracha, sólo que no ha tomado ni una gota de alcohol. —Sabes lo que quiero—. Ella medio susurra antes de salir de la habitación. Corriendo hacia la suya. Y mientras veo desaparecer su sombra, deseo desesperadamente seguirla. *** Eva Vamos a celebrar una fiesta en la piscina. Una reunión familiar más extras. Mi madre ha invitado a amigos del trabajo, a su jefe y a otros colegas. Adán, por supuesto, tiene a Ángelo y Theodoro aquí. Le pregunté a Carly pero ella también está ocupada con algún asunto familiar. Así que soy yo, y toda mi familia que me mira como la oveja negra, como la piedra de molino alrededor del cuello de mi madre. Como si yo fuera la responsable de que mi padre nos abandonara cuando yo era una bebé. Pecados del padre y todo eso supongo. Sólo que a ella no le ha ido tan mal a pesar de mi existencia. Adán le ha dado una vida que nunca hubiera soñado. Nunca la hubiera tenido, si mi padre se hubiera quedado. Pero ese hecho es convenientemente ignorado. He pasado la mayor parte de la tarde charlando con tíos y tías. Parientes varios. Todos parecen preguntar lo mismo: qué tal la universidad, qué tal mi trabajo, si tengo novio y qué quiero hacer cuando acabe la carrera. Como si mi vida fuera una cinta transportadora de monotonía. Cuando por fin escapo de ellos me siento como una pequeña misericordia. Mis primos pequeños gritan, corretean por el jardín y, en general, se portan fatal. Sacudo la cabeza, cojo un vaso y me voy a buscar la soledad del jacuzzi. Por suerte, no hay nadie más y está bien escondido, así que no tengo que entablar una conversación educada sobre mi trabajo, mi curso, mi vida o cualquier otra cosa. Puedo tener un poco de espacio y tiempo para pensar. Me quito el vestido, me hundo en el calor y me siento hasta que se me arruga la piel. Hasta que me he bebido toda la coca y he terminado de lamentarme por no haber podido pensar en una excusa lo bastante decente para librarme de todo este maldito día. Sé que si salgo sola tendré que enfrentarme a ellos y es más fácil quedarme aquí, jugar a la adolescente antisocial si se quiere, escondiéndome. Me recuesto cerrando los ojos, fingiendo que estoy en cualquier sitio que no sea donde estoy. Sólo entra alguien. Aprieto los dientes y decido no mirarle, no reconocerle. Pero se sientan a mi lado. Justo a mi lado, como si esta bañera no fuera lo bastante grande para ocho personas. Y entonces su mano se cuela por mi pierna. Me detengo, medio pensando que me lo estoy imaginando, porque ¿quién me estaría tocando ahora mismo? Pero cuando sus dedos se mueven entre mis muslos me sobresalto. —¿Qué mierda?— Digo. —Ssssh—. Theodoro dice sonriendo. —¿Qué estás haciendo?— Le digo. Me recorre con la mirada, como si yo lo hubiera alentado, como si lo quisiera. —No te hagas el tímido Eva. —¿Qué significa eso? —Te veo, tu forma de actuar, tu forma de ser—. Dice. —Bailando un vals en ese pequeño bikini tuyo. Eres una putilla como tu madre, ¿verdad? Se me cae la boca. No sé qué decir. Creo que estoy congelada en shock. Este es el Director Financiero de Adán. Su amigo. ¿Qué está pasando ahora? —Vamos, túmbate, déjame sentir las bondades que te ha dado la naturaleza y después te daré un capricho—. Murmura. —Vete a la mierda—. Medio escupo mientras salgo a trompicones de la bañera, asqueada. Me dirijo de nuevo a la casa. En verdad quiero correr, huir tan rápido pero con todos a nuestro alrededor no quiero hacer una escena, después de todo ¿quién me creería? Y lo que es más, incluso si lo hicieran pondría en peligro todo el negocio de Adán. Lo que ha pasado años construyendo. Yo no puedo hacer eso. No hay manera de que pueda hacer eso. No, mejor mantengo la boca cerrada y espero que capte la indirecta y me deje en paz. Pero cuando entro en casa siento que tiemblo de todos modos. Necesito una ducha, limpiarme. Puede que no me haya tocado, pero me siento muy sucia y la palabra —putilla— resuena en mi cabeza una y otra vez. —¿Qué estás haciendo?— Mi madre sisea. Parpadeo y me doy cuenta de que Adán y ella están de pie mirándome. Sacudo la cabeza y me rodeo con los brazos. —Estás chorreando agua por todas partes—. Ella chasquea. —Por el amor de Dios, Eva, ¿tienes sentido común? ¿No pensaste en usar una toalla? —Yo...— Trago saliva. Mierda, soy estúpida. Realmente estúpida. —Déjalo ya—. Adán le dice. —Es sólo un poco de agua. —No, no lo es—. Replica mi madre. —Está ensuciando todo. ¿Qué pensará la gente cuando vea esto? —Es sólo un poco de agua—. Adán gruñe. Sacude la cabeza y veo que sus ojos se mueven por un momento de una forma que me dice que está borracha. Parece que últimamente siempre está bebiendo, como si el hecho de estar en casa la empujara a ello. —Ve a secarte. Y ponte algo más decente. Andar por ahí vestida con casi nada. Parece que te lo estés buscando—. Ella gruñe y yo huyo entonces, conteniendo las lágrimas, huyendo de los dos. —Por el amor de Dios—. La oigo decir como si fuera yo la que está siendo dramática. —Voy a ver si está bien—. Dice Adán. —No sé por qué te molestas. Ella no vale tu tiempo Adán...— Afirma mi madre. Gruñe una respuesta, pero ya no los oigo. Estoy demasiado lejos subiendo las escaleras. Corriendo a mi habitación. Corriendo para alejarme del odio de sus palabras. Estoy en el baño cuando oigo los golpecitos. Sé que es él. Sé que sólo está siendo amable, pero ahora mismo no creo que quiera verle. Ni siquiera sé qué le diría. —¿Eva?— Dice en voz baja y jadeo porque está justo al otro lado de la puerta, en mi habitación ahora. —Vete—. Digo sintiéndome ahora como un niña llorona. —Voy a entrar—. Dice abriendo la puerta. Le fulmino con la mirada. No debería estar enfadada con él, pero lo estoy. Estoy enfadada con todo el mundo ahora mismo, pero especialmente conmigo misma. —No lo decía en serio—. Dice suavemente. —Sí lo hacia—. Respondo bruscamente. —Está borracha. —Y yo soy una puta—. Le respondo. Frunce el ceño. —¿Qué? —Es verdad, ¿no? Eso es lo que piensa todo el mundo. Entrecierra los ojos. —Nadie piensa eso Eva. —Sí que lo piensan. Lo veo en sus caras, mi madre lo ha dicho ahora mismo, y sé que tú lo piensas. —¿Por qué iba a pensarlo? Trago saliva. Ahora estamos en terreno peligroso. Un terreno realmente peligroso. Miro hacia la puerta. La ha cerrado tras de sí. Sólo estamos nosotros, en mi baño, en el rincón más alejado de la casa y yo con el diminuto bikini que no hace nada por ocultar mi cuerpo de su mirada. —Después de lo que hicimos—. Lo susurro. —No eres una put...—. Trata de no decirlo. —Y eso fue culpa mía. Yo soy el adulto aquí. No debería haber dejado que pasara—. Dice, pero se acerca, no se aleja. Respiro hondo, como para calmar los nervios y, sinceramente, para intentar calmar la necesidad palpitante que late en mi interior en este momento. —Yo también soy una adulta, al menos empezando a ser una—. le digo. Él asiente. —Sí, pero estoy en una posición de autoridad. Estuve mal. Me aproveché. Lo recorro con la mirada, encuentro su mirada y me lanzo. —¿Y si quisiera que te aprovecharas otra vez?—. Le digo. *** Adán No necesita decir las palabras. Ya sé lo que quiere. Veo cómo se le ven los pezones a través de los triangulitos del top, veo cómo se le dilatan las pupilas. Ahora está excitada. Está cachonda. Y me desea. Puedo oír la voz en mi cabeza. Diciéndome que pare. Diciéndome que es una idea estúpida. Una estupidez. Que tengo que dejarla ahora. Pero no lo hago. Mis manos están en sus muslos, rozándolos mientras se muerde el labio. Ni siquiera lo hace para seducir, lo hace inconscientemente, como si fuera un tic que tiene, una forma que tiene su cuerpecito de expresar su necesidad. Le doy un tirón en los laterales del bikini, donde las tiras lo mantienen unido, y se desprende con facilidad. No se mueve, no habla, solo me mira mientras la desenvuelvo para mí. Cuando la tela empieza a caer, la retiro y la veo allí, medio desnuda, respirando profundamente como si intentara no perder el control. La levanto, es tan ligera y me rodea con las piernas mientras la coloco en la encimera de mármol junto al lavabo. Sus piernas están abiertas, sus rodillas dobladas y tengo el mejor ángulo de su coño. Pero estoy mirando su cara, observando su reacción. Estoy a punto de cometer otro error, uno que llevo meses deseando cometer, y aunque mis deseos me consumen, necesito estar seguro de que ella también consiente. Porque por mucho que esté cruzando una línea que ningún hombre debería, por mucho que necesite a mi hija ahora mismo, no voy a forzarla. Si me dice que pare, si me dice que me vaya, me daré la vuelta ahora mismo y no miraré atrás. Al menos le debo eso. —Tócame—. Dice y puedo sentir que tiembla ligeramente. —Hazme sentir bien. Sonrío ligeramente. —Oh, no te preocupes por eso—. Murmuro mientras mis ojos caen hacia donde su coñito brilla con su húmeda bienvenida para mí. —Papi va a hacer que todo sea mejor. Paso mis dedos por ella, saboreando el hecho de que es tan suave, que está tan mojada también. Mi angelita está goteando sólo para mí. Se siente mejor de lo que imaginaba. Mejor de lo que esperaba. Suelta un gemido, un pequeño sonido que me hace repetirlo y su cuerpo segrega más jugos. Apenas me he puesto en marcha y mi pequeña descarada ya está muy receptiva. Le meto dos dedos, empujando tan fuerte como puedo en su interior, y ella gime con los ojos medio salidos. Apuesto a que ninguno de sus novios del colegio la ha tocado así. Apuesto a que nadie ha poseído su coño así antes. Se aferra a mí, sus pequeños músculos se aferran a mis dedos mientras bombeo. Es tan jodidamente maleable. —Adán—. Ella jadea mi nombre y yo sonrío. Es la primera vez que lo dice en un momento así y me doy cuenta de que no será la última, de que, sea lo que sea, ahora que estamos aquí de nuevo vamos a seguir haciéndolo, de que este error se perpetuará, de que continuaremos mientras podamos, deleitándonos en nuestro pecado, deleitándonos en nuestra condena hasta que ambos ardamos. Su conchita chirría, sorbe, con cada movimiento que hago debido a lo mojada que está y, por Dios, me encanta ese sonido. Pero se ruboriza, avergonzada, y me empeño en hacerlo más, más fuerte, lo que sólo la hace gemir. —¿Te sientes bien, cariño?— Le digo y ella asiente. —Si papi. —¿Quieres que te haga correr? —Sí—. Dice sin dudar. Sin un momento de pausa. Muevo la otra mano hacia su clítoris y sus ojos se abren de par en par. Mis dedos siguen dentro de ella. Utilizo el índice y el anular izquierdos para abrirle más los labios y el dedo corazón empieza a hacer círculos. Movimientos lentos y deliberados alrededor de ese pequeño manojo de nervios que la vi manipular a la perfección hace tantos meses. —Oh, Diosss—. Dice golpeando su cabeza contra las baldosas. No puedo evitar reírme de su reacción. —Apuesto a que esos niñatos con los que te metes nunca te han hecho sentir así ¿eh?—. le digo. Ella niega con la cabeza. —Dile a tu papi lo bueno que es. —Eres bueno papito. Tan bueno—. Ella jadea. —Por favor, no pares, papi no pares. —Oh, no lo haré. Te lo prometo Eva. Te prometo que cuidaré de ti y papi siempre cumple sus promesas, ¿verdad? —Sí.— Gime tan fuerte que agradezco que le hayamos dado esta habitación, con este baño, agradecido de que estemos lejos de donde se está celebrando la fiesta ahora mismo y de que la mitad de nuestra familia esté comiendo sándwiches y charlando patéticamente. Abre más las piernas, jadea y sus tetitas se agitan. Siento la tentación de arrancarle la blusa y verlas bien, pero tengo las manos ocupadas y ahora mismo mi atención se centra en sus necesidades, en sus deseos, no en los míos. —Llevo meses queriendo que hagas esto—. Ella jadea. —Me lo he estado imaginando. —¿Sí?— Le contesto. Ahora está sudando. Está a punto de deshacerse. Puedo sentir como su cuerpo empieza a derretirse. —Te... quería...— Se interrumpe cuando su cuerpo se sacude y empieza a gritar, a retorcerse, a empujarme. Muevo la mano para taparle la boca. Puede que estemos lejos de la fiesta, pero no voy a correr el riesgo de que nos pillen por haber sido imprudente. —Adán—. Gime contra mi mano y es el mejor puto sonido que he oído. Sus jugos resbalan por mis dedos, por mi muñeca, pero ella sigue, como si su cuerpecito no estuviera dispuesto a rendirse todavía. Empujo mi cuerpo sobre el suyo, usando mi tamaño para intentar ahogar el sonido, para absorberlo. Cuando siento que se hunde, sé que ha terminado y la miro a la cara, encontrándome con sus ojos mientras jadea. —Adán—. Ella susurra. —Por favor, no me digas que ha sido otro error. Sonrío, saco mis dedos mojados de ella y, mientras me mira, lamo sus jugos por donde han corrido por mi piel. Mierda, esta niña sabe a gloria. —¿Quieres que lo sea?— le pregunto. Ella niega con la cabeza. —¿Quieres que lo haga otra vez?—. Compruebo. —¿Mucho más?— Me pregunta. Inclino la cabeza. Sigue sentada abierta de par en par, expuesta para que la mire e incluso ahora mi angelita está goteando. —¿Cuánto más? —Tanto como tú me des—. Ella dice.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD