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Blurb

Cuando Adán descubre a su hijastra Eva, en una situación sumamente intima, no piensa en lo racional, sólo actúa. Cruzando una línea que ningún hombre maduro debe cruzar con su hijastra adolescente.

Ninguno de los dos puede resistirse al delicioso pecado, pero ellos no son los únicos que guardan secretos

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Capitulo 1
Entes de subir "mi papi, mi amante" y "padrastro, alumna, amantes" esta era mas o menos la historia de papi que quería subir, un poco mas kinky con el tema "daddy" y con un poco mas de drama en algunas situaciones. Y como las otras dos gustaron, tratare de terminar esta, espero les guste :) *** ESTA HISTORIA TOCA DE MANERA EXPLICITA LA RELACION TABU CON DIFERENCIA DE EDAD Y ROLES PADRE HIJA, CON ESCENAS EROTICAS Y PICANTES DE SEXO EXPLICITO, GRAFICO Y PROHIBIDO. *** Eva La primera vez que ocurrió fue un error. Pensé que la casa estaba vacía. Pensé que ambos habían salido. Era temprano por la tarde, a mitad de semana, no era una suposición irrazonable teniendo en cuenta sus horarios de trabajo. Estaba viendo porno. En la pantalla grande. Si vas a hacerlo, mejor hacerlo bien, ¿no? Ni siquiera era tan explícito, chica con chica, amateur, eso es lo que prefiero. No los vídeos perfectamente producidos. Me gustan los descuidados ángulos de cámara, la forma en que los cuerpos de las mujeres tienen más curvas, son más reales. Ni siquiera soy bisexual, simplemente me excita verlo. Llámalo perversión si quieres. Pero no me avergüenzo. Me gusta lo que me gusta. Y estoy sentada, con un vibrador, provocándome a mí misma, poniéndome de los nervios, haciendo un desastre húmedo que sé que tendré que limpiar, pero estoy bien con eso porque en este momento estoy muy caliente y necesito, necesito el placer, necesito correrme. Y entonces levanto la vista y Adán está ahí. Parado en la puerta. Mirándome fijamente. A saber cuánto tiempo lleva ahí. A saber cuánto tiempo lleva mirando, pero no me quita los ojos de encima. Supongo que el sonido de las mujeres en el vídeo llamó su atención. Tal vez mis gemidos también lo hicieron porque no me callé. La casa estaba vacía, no había necesidad de estarlo. Pero, ¿me he detenido? ¿Me he tapado? No. No, no lo he hecho. Le devuelvo la mirada con un pequeño vibrador plateado apretado contra mi clítoris, sintiendo el pulso, sintiendo cómo mi cuerpo se ruboriza a medida que me acerco más y más, y sus ojos caen, contemplando mi v****a, contemplando mi cuerpo extendido, viendo cómo me estoy preparando para un orgasmo ante sus propios ojos. Debería parar. Sé que debería. Tengo toda la intención de hacerlo, pero mis piernas se sacuden, mi cuerpo se estremece y, mientras él permanece mudo, me dejo caer y le doy el final. —Mierda—. Le oigo gruñir. También oigo la lujuria en su voz. No está conmocionado. No está enfadado. Está excitado. Así que sigo, sigo corriéndome, haciendo rodar el vibrador, dándole vueltas, asegurándome de que este orgasmo dure todo lo que pueda bajo la atenta mirada de mi padrastro. —Eva—. Dice dando un paso adelante y yo jadeo, dejándole mirar donde quiere. De todas formas, ya lo ha visto todo. —¿Te gusta el espectáculo?— le pregunto. Vacila antes de asentir un poco y me relamo los labios. Mis ojos ya se fijan en el bulto de sus pantalones. Sí, lo disfrutó. —¿No quieres probar?— Le digo. Es un riesgo. Un gran riesgo. Un riesgo estúpido, y sé que no debería haberlo dicho, pero lo hice en mi confusión post orgásmica. Está bueno. Siempre ha habido algo en él que me ha encantado. Ni siquiera puedo articularlo, pero su forma de ser, de comportarse, me hace sentir segura, me hace sentir querida cuando mi propio padre me abandonó. Sacude la cabeza y se marcha, pero apenas unos segundos después vuelve, cruza la habitación, se baja la cremallera del pantalón y se saca la polla. Me quedo boquiabierta. Este hombre ha sido mi padre desde que tenía diez años. Eso ya es tiempo. Y ahora ambos estamos cruzando una línea. Sólo que yo la empecé. Le miro. Sigue inseguro. Pero su polla parece lo suficientemente preparada. Diablos, nunca he visto nada tan atractivo como su pene. Venosa, gruesa, circuncidada también. Si mi limitada experiencia me sirve de algo, la polla de este hombre es una belleza. La perfección misma. Sonrío mientras me inclino hacia delante y paso la lengua por la punta. —Eva—. Gime. —¿Sí, papi?— Le respondo mirándole y sus cejas se levantan, pero puedo verlo, la palabra le excita. Nunca había usado esa palabra con él, pero está claro que le gusta que le llame así en este momento. —¿Quieres que te la chupe? Sonríe. Coge mi cabeza entre sus manos y lentamente desliza mi boca sobre él. Mierda, estoy haciendo esto de verdad. Lo chupo lentamente. Si vamos a cruzar esta línea, quiero aprovecharla al máximo, sobre todo porque puede ser la única vez. Gime mientras trabajo, lamiendo, chupando, saboreándolo. Le acaricio los huevos. Es peludo, pero no me importa. Me recuerda que este hombre tiene el doble de mi edad. Un hombre de verdad. Un hombre con experiencia. No un niño, no un chico. El sonido del porno llena el aire que nos rodea y, en todo caso, lo acentúa, nos hace sentir como si estuviéramos en una orgía. Hace que parezca que hay un sinfín de personas en esta habitación en este momento, todos rompiendo las reglas, todos siendo imprudentes, todos follando de una forma u otra. —¿Puedo correrme en tu boca?— Pregunta. Asiento, sacándolo con un sonido seco. —Sí, por favor, papito—. Digo y él gime antes de agarrarme la cabeza y obligarme a volver a caer sobre él. Sí, definitivamente le gusta que le llame así. Y me gusta que ahora él tome el control. Le agarro por la base y bombeo un poco mientras le chupo la parte de arriba. Sé que se me dan bien las mamadas. He tenido bastante práctica porque es una distracción genial cuando un chico quiere follarte pero tú no quieres follar con ellos. Chupársela siempre resuelve el problema y, además, disfruto de la sensación, del poder de tener el pene de un hombre en la boca y que literalmente se derritan con lo que puedo hacer. Dejo que se deslice hasta mi garganta. Me he vuelto buena suprimiendo mi reflejo nauseoso y quiero que Adán lo sepa y lo aprecie en este momento. —Ah, mierda—. Él gime y yo gimo en respuesta. Quiero que sepa que estoy disfrutando, que su pene me está excitando. —Tenemos que parar. Eva. Para—. Me agarra la cabeza, me tira del pelo, pero ya siento que está demasiado cerca. Que va a correrse y entonces su polla se sacude y derrama su leche caliente y salada por toda mi boca mientras gruñe. Me aparto y abro la boca. No sé por qué lo hago, pero quiero que lo vea, quiero que sepa lo bien que sabe. Su semen cae goteando sobre mis labios y él sacude la cabeza, sorprendido, pero claramente excitado. Trago saliva antes de parpadear. —Eva. —¿No lo disfrutaste?— Le pregunto. Debe haberlo hecho. Pude oír por sus gemidos que sí. Suspiró, dando un paso atrás. —¿Qué estoy haciendo?— Murmura pasándose una mano por la cara. —¿Papito? —Para.— Él chasquea. —Deja de llamarme así. Esto, esto no puede pasar. Esto...— Señala entre nosotros. —Esto nunca puede pasar. Lilith nunca puede enterarse de esto. Luego se da la vuelta y se marcha, y yo me quedo boquiabierta mientras las mujeres del porno siguen gimiendo de placer. *** Adán La primera vez que pasó fue un error. Yo lo sé y ella lo sabe. Ni siquiera iba a volver temprano, pero cancelaron mi reunión y decidí volver, tener un poco de tiempo para mí. Lilith y yo ya no somos tan íntimos. Hemos dejado el sexo. Parece que sólo follamos en ocasiones especiales o cuando la molesto lo suficiente como para que ceda. Y no es precisamente emocionante cuando follamos. Unos cuantos empujones, ella tumbada, mirando hacia arriba, probablemente imaginando que está con alguien que no soy yo. Decir que la chispa ha desaparecido es quedarse corto. Ahora vivimos prácticamente separados, ya que mis negocios y su nuevo ascenso la mantienen alejada durante semanas, así que el sexo es aún más escaso que antes. Y no ayudó que estuviera toda la mañana en el sitio escuchando a mis amigos hablar de sus últimas conquistas con infinito detalle. Necesitaba un poco de alivio del estrés y mis pelotas necesitaban un buen vaciado. Así que cuando abrí la puerta y la oí, sus gemidos, su voz como una canción, no sólo me sentí confuso, sino también curioso. La he considerado mi niña, mi hija, desde que me casé con su madre. La llevé a clases escolares, la ayudé a elegir su vestido de graduación, hice de padre protector no sólo porque estaba casado con su madre, sino porque me preocupo por ella. Me preocupo por Eva. Y entonces ella está allí, con las piernas mas que separadas. Masturbándose. Puedo ver su coño, incluso ahora puedo verlo. Está depilado, suave. Labios rosas perfectos y un agujero tan pequeño que sé que si le metiera la polla me agarraría con fuerza. Mierda, lo estoy haciendo otra vez. Fue un error. No volverá a ocurrir. Pero pensar en su boca sobre mí, sentir sus manos acariciando mis pelotas... Por Dios. Estoy duro. Ahora mismo, en esta reunión en la que debería concentrarme en lo que está pasando, estoy empalmado pensando en mi hijastra y en cómo dejé que me la chupara hace meses, cómo me corrí en su boca y lo increíblemente sexy que se veía mi semen chorreando de su rostro. Ojalá le hubiera quitado la blusa. Ojalá le hubiera visto las tetas. Aunque puedo imaginar lo bien que se ven, me gustaría haberlas sentido, sentir sus pezones endurecerse para mí. Para su papito, como ella dijo. Mi Eva. Mi propio trozo de paraíso. Mierda, necesito no pensar eso. No otra vez. No puede llamarme así. No puedo llamarla así. Es mi hijastra, por Dios santo, y si Lilith se entera se quedará más que destrozada. Y yo estaré arruinado. Uno de los inversores hace una pregunta. Algo sobre los últimos pasivos de nuestro balance. Theodoro, mi Director Financiero, contesta antes que yo, y menos mal que lo hace, porque sólo puedo pensar en cómo se sentiría mi hijastra mientras me la follo. Me doy cuenta de que soy un monstruo. Soy un pervertido. Hay algo muy malo en mí para siquiera pensar en Eva de esa manera. Y de todos modos han pasado meses. La he estado evitando desde entonces. Trabajando más, asegurándome de no estar en las partes de la casa que a ella le gusta frecuentar. —Bueno, creo que eso es todo—. Theodoro dice y yo asiento. Fingiendo que he estado prestando atención. —Gran trabajo.— Dicen los inversores. Pero claro que piensan eso, les he dado crecimiento año tras año, por encima del crecimiento del mercado. Mi empresa de construcción es la mejor de la ciudad, la mejor de la zona. Hemos ganado premios nacionales por nuestro trabajo y nuestra rama benéfica ha hecho quedar bien a todos los presentes. ¿Por qué no estar contentos? —Nos vemos en la gala—. me dice Michael, el jefe, y yo sonrío. Nuestra gala anual. Fue idea de Lilith, hace años, cuando mostró interés por lo que yo hacía, cuando nuestra relación era fresca, nueva, hay que reconocerlo, cuando ambos trabajábamos en ello. Y la gala es una forma de mostrar nuestra filantropía. Recaudar dinero. Y retribuir. Tenemos muchos proyectos en marcha, desde ayudar a los sin techo hasta sacar a los niños de la calle. Por supuesto, Lilith piensa que ahora todo es un desperdicio, pero yo no estoy de acuerdo. Yo fui un niño de la calle. Sabía lo que era pasar hambre, luchar por cada migaja y sólo porque ahora lo haya conseguido, sólo porque sea rico no significa que vaya a dar la espalda a mi lugar de origen. —¿Unos tragos?— Theo dice. —Sí. Me vendría bien uno—. Digo. Ha sido una semana larga. Y con Lilith fuera con el trabajo no quiero ir a casa ahora mismo y arriesgarme a que me pillen con Eva porque no sé lo que haría ella. Y más que eso, no sé qué haría yo. *** Eva Menos mal que es viernes. Es todo lo que puedo decir. He tenido una semana de mierda. Mi ensayo n la universidad ha salido con una nota de mierda, a pesar de que he sudado sangre de verdad en él, y mi jefe me ha apuntado a todos los turnos de noche que ha podido, así que tengo el reloj corporal estropeado, lo que me pone aún más de mal humor. La única buena noticia es que mi madre está de viaje de negocios, así que he conseguido evitar que se enfade por el estado de mi habitación y por el hecho de que he llenado la nevera con más comida chatarra que nunca. Ni siquiera soy una gran bebedora, realmente no me gusta el alcohol, pero esta noche, esta noche sólo necesito una copa y algo de tiempo libre. —Eva, por aquí.— Carly, mi mejor amiga, me llama mientras entro en el nuevo bar de moda que han decidido que visitemos esta noche. Tenemos la edad justa para entrar aquí, bueno ella si, pero que es la vida sin algo de riegos. ¿No es verdad? Y el hecho de que las dos llevemos vestidos cortos y algo guarros definitivamente ayuda. —¿Cuánto tiempo llevas aquí?— Pregunto mirando el cóctel a medio beber. —No hace mucho. Micah me recogió directamente del trabajo—. Dice dando un sorbo a su bebida. —Alex está aquí...— Añade sonriendo. —¿Dónde?— Pregunto mirando a mi alrededor. No es que no quiera tropezarme con él, es que estoy cansada y quería una noche de chicas, no una noche de complacer su ego. —Por el bar—. Dice moviendo la cabeza en dirección a donde está él mirándome. —Mierda—. Murmuro. —¿Qué pasa? Creía que se llevaban—. Ella dice. —Sí, lo haremos—. Respondo. Aunque no es exactamente cierto. Todo lo que hacemos es discutir estos días. Discutir. Y esta noche simplemente no puedo ser molestada con eso. —¿Quieres un trago? —Estoy bien.— Ella dice mientras Micah se da la vuelta pasando su brazo alrededor de sus hombros. —Alex te está buscando—. Dice. —Sí, lo he oído—. Respondo antes de alejarme porque si no hago un esfuerzo sólo conseguiré cabrearle más. —Nena—. Dice mientras me apoyo en la barra. Hasta su voz me molesta. ¿Y llamarme nena? Dios, ¿podría ser más cliché? —He tenido una semana larga—. murmuro. —¿Es por eso que has estado ignorando mis mensajes?— Dice entrecerrando los ojos. —He estado ocupada. He empezado a tener trabajos mas serios en la universidad y me han puesto en turnos de noche. Resopla. —No necesitas trabajar Eva. Ni siquiera sé por qué te molestas. Aprieto los dientes y me doy la vuelta intentando llamar la atención del camarero porque ahora mismo necesito una copa o le parto la maldita cara. Es cierto que no necesito trabajar. Adán me da una asignación. Una paga más que generosa. También paga toda mi matrícula universitaria a pesar de que mi madre gana suficiente dinero para hacerlo ella misma. Pero no lo hará. Tal vez por eso insisto en tener un trabajo, en pagarme lo que pueda. No quiero ser como ella, actuando como una cazafortunas, y todo lo que Adán me da pienso devolvérselo. Por supuesto, mi madre se burla de mí cuando lo digo. Como si fuera una niña tonta que no tiene ni idea de cómo es el mundo. Luego me dice que nunca lo entenderé, que nunca lo conseguiré. Que acabaré siendo como ella, dependiente de un hombre, y ella estará ahí diciendo —te lo dije—. Ella es la mitad de la razón por la que sigo en esta ciudad, porque no me dejó ir a la universidad en otro lado. Dijo que era por los gastos, que no quería que Adán gastara más dinero en mí, pero ambos sabemos que se trata de control. Me quiere aquí, donde pueda vigilarme pero no de forma maternal y protectora como harían otros padres. No mi madre. —Vodka con coca—. Le digo al camarero. —Sin hielo. —¿Identificación?— Pregunta y yo resoplo mientras Alex se ríe. —Es legal, colega—. Dice. —Claro que sí—. Responde el camarero. —Así que no tendrá problemas para probarlo. —Lo olvidé. Me la dejé en el coche—. Digo y él pone los ojos en blanco. —Seguro que lo hiciste amor. ¿Planeas conducir a casa después, añadiendo DUI a tu lista de crímenes? Cruzo los brazos. —Mierda. —Te diré qué, te daré una coca, sin vodka, sin hielo.— Dice. —Y dejaré pasar que eres demasiado joven para estar en este lugar. —Qué caballero—. Suelto un chasquido y él se ríe cogiendo un vaso y llenándolo. —De nada—. Dice. —Serán dos dólares. —Ponlo en mi cuenta—. Alex dice. —Vete a la mierda, puedo pagar yo mismo—. Afirmo sacando un billete de 5 y pasándoselo rápidamente. El hombre del bar mira entre nosotros y, mientras Alex se marcha molesto, coge el dinero. —Quiero el cambio—. Yo digo. De ninguna manera está recibiendo una propina en este momento. —Eva. Se me revuelve el estómago al oír su voz y me giro casi a regañadientes para mirarle. Me mira lentamente, desde los tacones, subiendo por las piernas hasta mi ajustado vestido, y se detiene al llegar a mi cara. Trago saliva. De todos los bares en los que tenía que estar, tenía que ser en éste, esta noche. Lleva una camisa. Está ligeramente abierta y puedo ver el vello de su pecho. A pesar del ceño fruncido, a pesar de la irritación, ahora mismo está jodidamente bueno. —¿Por qué estás aquí?— Me pregunta. —He salido con unos amigos—. Respondo. —Ni siquiera estoy bebiendo. —No es por falta de ganas—. Dice el camarero depositando mi cambio en el mostrador con su impecable sincronización. Me giro para maldecirle y Adán me agarra del brazo. —¿Cuánto has bebido?— Pregunta. —No lo he hecho—. Le digo. —Y además ya estoy grande, puedo tomarme una copa si quiero. Abre la boca para replicar, pero no espero a oírlo. Tiro del brazo y me alejo. Es la primera vez que me toca, que está cerca de mí, incluso que me habla en meses, ¿y así es como quiere estar? Y de todas formas tengo todo el derecho a estar aquí, igual que él. Me hormiguea la piel donde me agarró. Mi cuerpo se ruboriza por algo estúpido. Y sólo puedo pensar en cómo se le quedó la cara cuando me metí su polla en la boca. —¿No es ese tu padrastro?— Carly dice mientras me uno a ellos. Están sentados alrededor, todos mis amigos están aquí ahora, un gran grupo de nosotros. Alex me sigue lanzando miradas como dagas pero lo ignoro sorbiendo mi coca. —Sí—. Murmuro. —¿Y también bebe aquí?—. Dice. —Eso parece—. Respondo mirando hacia atrás, estúpidamente, y haciendo contacto visual con él de nuevo. Está con Theodoro, su director financiero, y mientras lo miro entra Ángelo, su hermano. Fantástico. Jodidamente fantástico. Ahora hay un montón de mujeres alrededor de ellos, congregándose. Ángelo y Adán son lo bastante conocidos en esta ciudad como para llamar la atención allá donde van y siento un ramalazo de algo parecido a los celos al verlos intentar ligar con el hombre al que sé que no debería querer nada. *** Adán —¿Qué te pasa?— me pregunta Ángelo mientras miro fijamente mi cerveza. —¿Tiene que pasar algo?— Le respondo. Suelta una carcajada, como si me conociera mejor que yo mismo. Como si el hecho de que seamos hermanos le diera la capacidad de leerme mejor que nadie. —Estabas bien hasta que entraste aquí—. dice Theo. Hay una mujer colgada de su brazo, pero él ya la ignora, con los ojos fijos en su teléfono. Y entonces la ve. Pero claro que la ve. —Jesús, ¿esa es Eva?— Dice. Asiento con la cabeza. Sin mirar. Porque sé que, si lo hago, no apartaré la mirada. Ese vestido que lleva es demasiado maduro, demasiado revelador. Dudo que algún hombre completamente ensangrentado de este lugar no se la haya quedado mirando, que no se haya imaginado acostándose con ella a estas alturas. Aprieto los puños. No debería importar, me digo. No tiene importancia. La chica puede llevar lo que quiera. Hacer lo que quiera. Es adulta. Tiene derecho a tener un poco de tiempo libre de vez en cuando. Ni siquiera importa que esté en este bar. Ella no es mi hija de todos modos. La verdad es que no. —¿Debería estar aquí?— pregunta Ángelo. Su hija, mi sobrina, acaba de entrar en la facultad de medicina y las historias que cuenta de lo que hace. Lo entiende. Sé que lo entiende. —Ella es adulta—. Afirmo. —Ya... es mayor de edad. —Colega, ¿cómo vives tranquilo?— Theodoro gime. —¿Qué?— chasqueo la lengua. Ángelo entrecierra los ojos medio mirando a Theo. —Mírala—. Theo dice y yo lo hago, en contra de mi buen juicio vuelvo la cabeza y sé que la estoy mirando, deseándola también. Está bailando. Todo el grupo. La pista de baile está abarrotada, todo el mundo está disfrutando de su noche de viernes, pero la única persona que veo es Eva, y amo y detesto la forma en que mueve su cuerpo. La forma en que mueve las caderas. Como menea su trasero. —¿Qué estás haciendo?— Le gruño a Theodoro. Él también ha estado mirando. Mirando a mi hijastra. —Lo siento amigo, pero si se viste así, ¿qué esperas? —Tiene apenas dieciocho—. Gruño. —Es legal—. Theo bromea y juro que podría golpearle. —Es su hijastra—. Ángelo dice mientras golpeo con el puño la encimera. Lástima que no me acordara de eso hace dos meses cuando me estaba sacando la polla ansiosamente para ella. —Sí, ¿y dónde está tu mujer ahora mismo?— Theo pregunta. —Porque ahí está su hija y veo que tú haces más por ella que esa mujer. —Déjalo ya—. Murmuro. Siempre está haciendo comentarios sobre Lilith. Dice que no es una buena esposa, que sólo quiere mi dinero, y aunque una parte de mí se pregunta si tiene razón, me casé con ella, me sigue importando en cierto modo y, además, no es sólo ella, Eva forma parte del paquete y no voy a defraudarla. Miro hacia atrás, echándole otro vistazo. Está con ese inútil con el que ha estado saliendo. Están discutiendo. Obviamente discutiendo. Sonrío porque me hace feliz verla ponerle en su sitio. Él la agarra, le agarra el culo y ella le da una bofetada, apartándose. Voy a levantarme, a intervenir, pero Ángelo ya me ha visto moverme y me retiene. —No—. Murmura. Y entonces ella se marcha furiosa, coge su bolso y sale del bar con su amiga Carly pisándole los talones. —¿Ves?— Ángelo dice. —Probablemente ya esté volviendo a casa a por una taza de leche caliente y a la cama. Pongo los ojos en blanco. Dudo que Eva esté haciendo eso, pero ahora mismo tengo que dejarlo pasar porque estoy actuando de forma sospechosa. —¿Dónde está Lilith?— pregunta Theo mientras me bebo la cerveza y pido otra para todos. —Bélgica. Tiene un gran proyecto que entregar—. Afirmo. Debería estar más orgulloso por ella. Es una mujer de éxito, tiene un buen trabajo, trabaja duro. Resopla como si no se lo creyera. Como si estuviera mintiendo o algo así, pero ese es Theodoro. No sé por qué odia tanto a Lilith, pero la odia. Actúa como si fuera una cazafortunas, pero fue ella la que eligió volver a trabajar, incluso cuando le ofrecí darle suficiente dinero para que se quedara en casa. Ella insistió. Y hace horas extras. Mi mujer trabaja duro. Y ese pensamiento me hace sentir aún más culpable. Por lo que hice. Sobre lo imbécil que fui. Ella no se lo merecía. No se merecía que la traicionaran así. ¿Y Eva? Ella tampoco se lo merecía, no importa lo interesada que estuviera en ese momento. Fue mi cagada. Mi error. Lo sé. Soy dueño de ello, al menos para mí mismo. Y sin embargo, incluso ahora, incluso en este momento, no puedo sacarme de la cabeza el pensamiento del joven coño necesitado de Eva.

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