Capitulo 2

3069 Words
Eva Salgo corriendo del bar. Por suerte, Carly viene conmigo, aunque esperaba que se quedara con su novio. No me habría importado que lo hiciera. Corre para alcanzarme justo cuando intento llamar a un taxi. —¿Qué pasa?— Ella pregunta. —Alex—. Murmuro. —Es un tarado. Pone los ojos en blanco. Sé que piensa que soy una algo dramática, pero estoy harta de que Alex me trate como así. Me trata como si estuviera aquí sólo para SU diversión. Que debería sentirme honrada por su atención, halagada de que siquiera considere mirarme. —¿Qué ha hecho ahora?— Ella dice. —No deja de presionarme—. Le digo. —¿Sobre qué? —Sexo. Ella sonríe. —¿Cuál es el problema? Me muerdo la lengua. Todos piensan que lo he hecho. Todos en nuestro grupo lo han hecho. Soy la única virgen. No es que sea un gran problema en realidad, es sólo que no quiero acostarme con Alex. En realidad, ni siquiera quiero estar con él. Sólo salí con él porque me ha estado persiguiendo por años y necesitaba una distracción, necesitaba algo para alejar mi mente de Adán. Necesitaba probarme a mí misma que había otros hombres. Sólo mira cómo resultó. —Aún no estoy lista para acostarme con él—. Le digo. —Llevan juntos casi dos meses—. Ella afirma como si hubiera un marco de tiempo establecido para todo esto. —Sí, eso no cambia lo que siento—. Respondo. Ya me han empujado a hacer más de lo que quiero con él, a ceder parte de mí, aunque sea a regañadientes, a un hombre acostumbrado a salirse con la suya por ser de su familia, y ya no quiero seguir cediendo. Un taxi se detiene y abro la puerta. —¿Vienes?— Le digo. Suspira antes de seguirme. —¿Dónde? —A mi casa. Ya he tenido bastante de bares por una noche—. Le contesto. —Bien, pero más vale que haya alcohol—. Me dice. Yo me río. Mi madre tiene un alijo entero, no se dará cuenta si faltan algunas botellas. Además, ¿qué hará Adán si me pilla bebiendo? ¿Tal vez me azotará como castigo? Sacudo ligeramente la cabeza, intentando borrar los pensamientos. Dios, necesito ordenarme. Fue un error. Un gran error. Uno, que Adán ha dejado más que claro, no se volverá a repetir, y cuanto más me aferro a esto, cuanto más pienso en mi padrastro y su gloriosa polla más me estoy cavando un agujero. —¿De qué te ríes?— pregunta Carly mientras me mira fijamente. —Nada.— Digo. Pero no es verdad. Pienso en él. Incluso ahora. Incluso cuando me digo a mí misma que no lo haga. Mi madre se fue hace dos semanas y sé que él ha estado evitándome, como si temiera que me abalanzara sobre él en cualquier oportunidad. Si estuviera en la cama ahora mismo, me correría ante esa idea, ante la idea de Adán perseguido por su hijastra libertina. Mierda, soy ridícula, pienso, mientras atravesamos la ciudad a toda velocidad hacia la casa de mi padrastro, donde me encantaría que me tocara. Donde me encantaría volver a tocarle. *** Adán Las luces están todas encendidas cuando vuelvo. Es de madrugada. Debería estar en la cama y sin embargo está más que claro que no lo está. Supongo que debería estar agradecido de que esté aquí. De que esté a salvo. Que el imbécil de su novio no ha hecho nada para dañarla y, sin embargo, todo lo que siento es fastidio. Theodoro está sonriendo como si supiera algo. Como si esperara que mi hija volviera a exhibirse. Abro la puerta y la música está a todo volumen. Entramos y su amiga está bailando sobre la maldita mesa de café mientras se ríe y bebe de una botella de vino. —¿Qué mierda es esto?— gruño apagando la música y el repentino silencio es ensordecedor. Eva traga saliva y me mira con la cara desencajada. —Baja ahora—. Le digo a Carla o como se llame. La forma en que tiene las piernas abiertas me permite ver bajo vestido, aunque mantengo la mirada fija en Eva. Su amiga tiene hipo antes de eructar y Eva jadea. —Por Dios Carly.— Murmura como si eso fuera lo más escandaloso que han hecho en toda la noche. —Tienes que irte a casa—. Le digo a la rubia. —No, no puede ir en ese estado—. Me responde Eva frunciendo el ceño. —¿Y de quién es la culpa?— dice Theodoro. Ella también le mira. —Sólo estábamos desahogándonos—. Murmura bajando los ojos, como si estuviera avergonzada de su comportamiento. Ni siquiera sé por qué me enfado tanto, no es para tanto y sé que estoy exagerando. Esta es su casa, debería poder traer amigas si quiere, demonios es una adolescente. Eso es lo que hacen los adolescente, idioteces. —Bien. Puede dormir aquí. Pero ya has terminado de beber—. Digo cogiendo la botella de su mano y ella asiente. —Lo siento—. Lo dice en voz tan baja que apenas la oigo. Ayuda a su amiga a levantarse y las oímos tropezar por la casa hasta la habitación de Eva. —Creo que disfruta manteniéndote ocupado—. Theodoro dice. —Creo que disfruta viéndote ser un manojo de nervios. Sacudo la cabeza. No. La verdad es que no. Eva normalmente no es así. Es una buena chica. Ha empezado a trabajar. De hecho, nunca la había visto borracha. Nunca la había visto así. Tal vez soy yo quien la ha hecho actuar así. Tal vez yo causé esto. Me paso la mano por la cara. —¿Un trago?— Dice Theo. —Sí—. Respondo. Vuelve con una cerveza, ya sin tapa, y le doy un sorbo mientras pone una película de guerra. Ni siquiera la estoy viendo, ni siquiera me gustan las películas de guerra, la verdad, pero cuando sugirió que volviéramos pensé que era una buena forma de asegurarme de no hacer ninguna estupidez. Nada imprudente. Pero a los pocos minutos la veo, bajando, sentada en el sofá frente a nosotros. Lleva un pantalón corto y una camiseta. Normalmente no me fijaría. Normalmente no me quedaría mirando, pero normalmente un padre no fantasea con follarse la cara de su hija mientras su mejor amigo está sentada a su lado. —¿Por qué no estás en la cama?— le pregunto. Se encoge de hombros. —No puedo dormir. He estado trabajando en turnos de noche. Mi reloj corporal es un desastre. Gruño a modo de respuesta. Supongo que tiene sentido, aunque no sé por qué tiene que sentarse aquí con nosotros. Se mueve y estira las piernas sobre el puf. No creo que quiera ser provocativa, pero Theodoro se queda mirando y yo le dirijo una mirada mordaz. Se bebe la cerveza y se levanta. —¿Quieres otra?— Pregunta. —Claro—. Respondo. Aceptaré cualquier cosa que me distraiga de Eva ahora mismo. —¿Eva?— Pregunta Theo. —No.— Digo antes de que pueda responder y ella sonríe un poco pero dice no gracias tan recatada e inocentemente que siento que mi polla se despierta. Se encoge de hombros antes de dirigirse a la cocina y nos sentamos incómodamente mirándonos el uno al otro mientras la película continua. —¿Qué está pasando?— le pregunto. Ella niega con la cabeza. —Nada. —Eva, sé que pasa algo. Esta no eres tú. No eres imprudente. No eres estúpida. —¿No?— Dice inclinándose hacia delante, cruzando los brazos bajo esas jóvenes tetas y no puedo evitar dejar caer los ojos en ellas por un momento. —¿Y lo que hicimos? ¿No fue una imprudencia? ¿No fue una estupidez? Sacudo la cabeza. Suelto un gruñido en voz baja. Soy tan consciente de que Theodoro va a volver a entrar en cualquier momento. —Tienes que olvidarlo. Finge que no ha pasado nada—. Afirmo. —¿Es eso lo que has hecho? ¿Olvidarlo? ¿Me has olvidado?— Dice mientras oímos pasos. Quiero contestarle. Quiero decirle que por supuesto que no. Que me paso todas las malditas horas que estoy despierto pensando en ella, pensando en cómo puedo estar con ella, y que cuando la veo me paso cada segundo devorando su piel, imaginando que me envuelve, imaginando que hundo mi polla en su pequeño y estrecho coño mientras me lo suplica y todo el tiempo me aseguro de no estar solo con ella porque si lo estoy, sé que no podré controlarme. Theodoro entra, colocando las botellas sobre la mesa. —Tengo palomitas para ti—. Dice pasándole el cuenco a Eva, que sonríe y le da las gracias. Y mientras se sienta, no puedo evitar mirar, envidioso, cómo se mete una palomita tras otra en la boca, cómo separa los labios, cómo el azúcar se pega a ellos como lo hizo mi semen. Me muevo, ajustándome los pantalones por el bolsillo lo mejor que puedo, mi polla está muy dura ahora mismo y cuando mis ojos vuelven a ella veo que lo ha visto. Que lo sabe. *** Eva Lo estoy evitando. En realidad es irónico. Primero él me evitaba y ahora yo le evito a él. Simplemente no sé cómo lidiar con esto. Quizá no soy lo bastante madura. Quizá no tenga suficiente experiencia, pero cuando mi madre al fin vuelve, por una vez agradezco su presencia. Salimos a cenar. Se jacta de querer pasar un buen rato en familia, aunque se pasa todo el tiempo mirando el móvil como si no estuviéramos allí. Elige un restaurante elegante. Todos tenemos que "disfrazarnos" y sin duda hará pagar a Adán. No es que le importe. Es demasiado amable, demasiado cariñoso para que le importe. Me he puesto un vestido envolvente de lunares. Me queda perfecto entre la parte superior de los muslos y las rodillas. Pero mi madre sigue mirándome mal, como si me hubiera puesto algo escandaloso. Llevo el pelo suelto, cayendo en gruesos rizos oscuros, y sé que tengo buen aspecto, de una forma presentable pero aún atractiva. Adán lleva una camisa de seda azul marino. Con pantalones negros, y un cinturón de Hermes que capta la luz al moverse. Parece como si se hubiera pasado los dedos por el pelo, con algunas mechas plateadas que resaltan su edad. Me muerdo el labio, intentando no mirar fijamente porque ni siquiera debería sentir lujuria por un hombre mucho mayor que yo, y mucho menos por lo que somos el uno para el otro. Mi madre lleva un vestido ajustado que se ciñe al cuerpo y muestra sus curvas. Mostrando lo atractiva que es. Y lo es. Incluso alguien con la mitad de su edad estaría orgullosa de tener su cuerpo maduro. Además no es que se haya operado para mantener su figura, hace mucho ejercicio, debería estar orgullosa. Adán coloca su mano en la parte baja de la espalda de ella, guiándola mientras caminan al frente y es difícil no sentir una punzada de celos. Pero ella no parece darse cuenta, ni siquiera reacciona cuando él la toca. Es como si no le importara su afecto, pero me pregunto si es sólo la amargura que hay en mí la que piensa eso. Nos sentamos, Adán frente a mí y mi madre entre nosotros. Mantengo la vista en mi menú, los ojos en mi plato. No puedo mirarle aunque siento sus miradas de vez en cuando. Cuando terminamos de pedir, mi madre se empeña en preguntarme por mi trabajo en la universidad. Le hablo, del nuevo proyecto que tengo entre manos. De que me han propuesto para un premio por mis ensayos. Ella se burla. Se burla y Adán frunce el ceño, le coge la mano y me dice que es un gran logro. Me dice lo orgullosa que debería estar y que merezco un premio por lo duro que estoy trabajando. —Ella no trabaja duro—. Dice mi madre cortando por lo sano. —Eso no es verdad Lilith. Ha trabajado sin parar estas últimas semanas—. Lo dice como si no hubiera estado escondiéndose, haciendo como si yo no existiera. Mi madre me lanza una mirada. —Pero no más que los demás. Pongo los ojos en blanco y bebo un sorbo. Sé por qué es así. Ve a mi padre en mí, mi padre biológico. Cuando me mira es lo único que ve, sus propios fracasos, sus propios errores. No ayuda que tenga su tono de piel aceitunado, su pelo oscuro, su aspecto. Si fuera rubia, si fuera pálida, si me pareciera más a ella, quizá le importaría más. Adán se levanta para ir al baño y mi madre llama al camarero para pedirle otra botella de vino blanco. Se ha bebido casi toda la primera ella sola, aunque sabe manejar bien la bebida, incluso yo me doy cuenta de que se está emborrachando. —No creas que no sé lo que estás haciendo—. Ella dice. —¿Con qué?— Le digo. —Con mi marido—. Afirma. Trago saliva. Es imposible que lo sepa. De ninguna puta manera. —Sé que lo estás poniendo en mi contra. No soy idiota. Puedo ver los juegos que estás jugando. Eres igual que tu padre. Manipuladora. Sacudo la cabeza. No es que le haya manipulado intencionadamente. Pero crucé la línea. Hasta yo lo sé. Supongo que merezco su burla ahora mismo. Adán vuelve y mira entre nosotros. —¿Qué han estado discutiendo en mi ausencia?— Dice sonriendo. —Sólo sobre su universidad—. Mi madre dice. —Eva está pensando en transferirse. Mis ojos revolotean hacia ella mientras habla. ¿Qué demonios está diciendo ahora? —¿Transferirse dónde?— Pregunta Adán. —Greendale—. Dice antes de dar un sorbo a su vino. ¿Pero que? Eso está a varios kilómetros. Diablos, casi a la mitad del maldito país. ¿Dice que soy manipuladora? Intenta echarme después de haberme obligado a quedarme. Adán frunce el ceño mirándome. —¿Es eso cierto?— Dice. Abro la boca para hablar, pero mi madre hace un gesto con la mano. —Claro que sí. Ella quiere un poco de independencia Adán, ella es una chica grande. Déjala desplegar sus alas. Que crezca un poco. Sacudo ligeramente la cabeza. No hay nada que pueda hacer en este momento y no voy a buscar pelea. Pero mi corazón se hunde de todos modos porque es una prueba más de que mi madre no me quiere de verdad. Que no me ama de verdad. Que soy una carga para ella. Que siempre lo he sido. —Discúlpame—. Digo en voz baja levantándome. Necesito aire fresco. Necesito espacio. Necesito recomponerme antes de acabar llorando. Me quedo fuera, dejando que la fresca brisa del atardecer me golpee. No quiero irme y estoy segura de que no dejaré que me intimide. Tal vez pueda hablar con Adán por separado, defender mi caso. Quizás me escuche. Aunque siento que no lo hará. Lo he estropeado todo. Lo he estropeado todo. —¿Eva?— Una mujer dice. —Creía que eras tú. Ahogo un gemido cuando veo a la madre de Alex dirigirse hacia mí con su marido y el pendejo de mi "novio" a cuestas. Pero, por supuesto, él estaría aquí ahora mismo. —Hola—. Digo sonriendo. —No sabíamos que estabas aquí—. Su padre dice como si esto fuera una gran salida pública. —Sólo salimos a cenar algo—. Le digo. Alex me está mirando. No hemos hablado desde que me fui. Aunque ha acosado mi teléfono con mensajes. —Bueno, nos vemos dentro—. Su madre dice mirando entre nosotros. —Me alegro de verte, Eva. Su padre asiente antes de que entren. —¿Por qué no contestas?— Alex dice tan pronto como están fuera del alcance del oído. —Porque me has cabreado—. Afirmo. Gruñe. —Así que me estás ignorando, ¿es eso? —No te estoy ignorando. Sólo no te hablo, hasta que me calme lo suficiente—. Afirmo. Se burla. —Eres toda una princesita. —Y tú eres un idiota.— Le chasqueo la lengua. Me agarra del brazo, me da la vuelta y me golpea la espalda contra la pared. —No me gusta que me hablen así—. Dice. —Y no me gusta ver a mi hija siendo maltratada así—. Adán gruñe como salido de la nada. Alex entrecierra los ojos. —No le estoy haciendo daño. —Me importa. Quita la mano antes de que la arranque yo. Hace ademán de soltarme. —Cálmate viejo, es mi novia. Los ojos de Adán brillan al oír la palabra. —¿Por qué no vas corriendo a buscar a papá y mamá? Sin duda te están buscando. Alex sonríe antes de agarrarme y besarme como si yo quisiera que lo hiciera ahora mismo. —Vete a la mierda—. Siseo mientras se ríe y entra en el restaurante. —Eva—. Adán dice tan pronto como se ha ido. —¿Qué demonios le ves a ese chico? Me encojo de hombros. No te incumbe. —Tiene dinero—. Continúa. —Tiene contactos, claro, pero yo creía que aspirabas a más cosas que a ganancias materiales. Frunzo el ceño. —¿De verdad quieres tener esta conversación ahora mismo? Frunce el ceño y niego con la cabeza. —¿Por qué no me envías lejos? Así no tendrás que pensar más en mí—. Declaro que voy a entrar, pero él me agarra. No tan fuerte, ni tan agresivamente como Alex. —No quieres irte, ¿verdad?— Dice. —¿Por qué iba a hacerlo?— Le contesto bruscamente. Me recorre con la mirada, como si intentara leerme. —Puede que sea lo mejor—. Murmura. —Quizá para ti—. Me libero y vuelvo a entrar antes de decir algo de lo que me arrepienta.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD