Pov Valentina.
Las cosas en mi vida simplemente parecieron empeorar. Había repensado cada cosa sucedida desde que murió mi padre, me pasé horas recordando cada detalle de lo sucedido y seguía sin poder entender como Nick había sido capaz.
Pasé gran parte de mi infancia en Argentina, papá manejaba sus negocios desde allá, crecí rodeada de la familia de mi madre hasta que un día tuvimos que volver.
Recuerdo la mayoría de mis amigos, con algunos de ellos sigo hablando y con otros perdí completamente contacto. No fue fácil empezar acá, pero me acostumbre y al final, solo quería huir.
Todo fue hace unos días, una semana y media mamá había salido de casa para ir al banco a buscar dinero pues debía pagar algunas cosas que quedaron pendientes.
El problema recayó en qué la cuenta bancaria no había cambiado, los números no aumentaron, eso quería decir que no se había depositado la plata de la empresa.
Me pidió que la acompañara para ver qué pasaba, además de corroborar cómo iban los empleados, no tuvimos que anunciarnos y subimos sin problema, hasta que llegamos a la dirección.
— Miranda —Nick se levantó con sus brazos abierto —, Valentina —beso mi mejilla —¿Qué las trae por aquí? —señalo el sillón.
— Nick, ¿Cómo estás? —la voz de mamá salió melodiosa.
— Acá, intentando llevar las cosas —suspiro —la perdida de Óscar —bajo la vista —¿Ustedes?
— Tratando de seguir —susurró ella y yo miré mis manos —¿Cómo está todo por la empresa? —los ojos de Nick se entrecierran.
— Bien —juntó sus cejas —¿Por qué preguntas?
No tenía lógica su pregunta, es obvio porque preguntaba, hablamos de la empresa de mi padre, debemos estar al tanto de cómo van las cosas.
— Es nuestra empresa, tenemos que saber cómo va el manejo —interrumpí su charla —, no enviaste los informes.
Una risa abandono sus labios, su rostro se movió de un lado al otro negando, solo lo hizo unos momentos antes de mirarnos directo a los ojos.
Mi cuerpo se tensó, avisando lo inminente, se inclinó hacia adelante, me observó un momento antes de ir a mi mamá.
— ¿Su empresa? —chasqueo la lengua de forma negativa —, es mi empresa, me cediste todo —parpadee.
— ¿De qué hablas? —una sonrisa ladina ocupo sus labios.
— De que está es mi empresa —movió la mano —, no es tuya ni de tu madre, solo mía —miró a mamá —, me la regalaste Miranda —mamá negó.
— No te regale nada —volvió a reír.
— Deberías ver que firmas.
— ¿Qué dices? —mamá lo miró sin comprender.
— Tú me regalaste la empresa familiar, hoja cinco —sonrió —, ahora si me disculpan, tengo que hacer cosas.
— Eso no es cierto —balbucea mamá a duras penas —¿Qué hiciste?
— ¿Yo? Tú —la señalo —, has dejado a tu hija sin un futuro, perdido todo por lo que trabajo tu marido —abrió la puerta —, ahora, si me disculpan.
Estaba por ponerme a pelear con él, quería golpearlo, pero mamá se levantó de su lugar y comenzó a caminar para salir, miré al hombre que se había sentado en la mesa de casa y luego a mi madre que se iba caminando en silencio.
La seguí llamándola, trate de detenerla, pero solo bajo por el ascensor, salió a la calle y se desplomo.
— Mamá —me acerqué a ella para moverla —¡Mama!
Grité, pedí ayuda, las personas se aglomeraron a mi alrededor, algunos empleados salieron, me ayudaron, un sujeto comenzó a comprimir su pecho.
Lo hizo hasta que llego la ambulancia. Me estaba durmiendo cuando observé la puerta de la empresa donde estaba Nick con una sonrisa.
Termine en el hospital esperando que alguien me diera una respuesta.
Desde ese momento las cosas simplemente empeoraron, todo se fue por la borda y cada día que pasaba simplemente era peor.
No sabía que hacer, las deudas aumentaron, los empleados tenían que cobrar su sueldo, porque claramente nadie trabaja gratis y yo no sabía cómo solucionarlo.
Tom no volvió a hablarme y en muchos aspectos se lo agradecí, no quería volver a verlo mi vida, me había usado, jugo conmigo y ni siquiera tuvo la decencia de hablarme cuando pasó lo de mi padre.
Estaba sola, mamá no mejoraba y cuando parecía querer hacerlo, algo sucedía y las cosas empeoraban de nuevo. Las deudas estaban por las nubes, iba a tener que vender la casa, una casa que tenía los recuerdos de papá.
Tenía que tomar decisiones por ella, hacer lo que creía mejor y esperar que no me odiara en el proceso.
Mi celular sonó y observé el nombre de Ash en la pantalla, había ignorado sus mensajes los últimos días, cada uno de ellos.
Ahora parecía que no tenía más chances, su mensaje diciendo que haría la denuncia a la policía me hizo responder cuando volvió a marcar.
— Ash —miré a mamá en la cama.
— ¡¿Qué mierda, Valentina?! —me alejé el teléfono —, estaba por declararte como desaparecida ¿Dónde estás? —miré el techo.
— En el hospital —mis ojos se llenaron de lágrimas —, lo perdimos todo, yo… —mi labio tembló —, ella simplemente…
No podía hablar, esa era la razón principal por la que no había contestado, no podía hablar, no quería hacerlo porque sabía que me derrumbaría.
— ¿En el hospital? ¿Qué hospital? —otro sollozo salió.
— Massachussets —balbucee bajo —, ella está mal.
— Estoy en camino.
No respondí, solo colgué la llamada y me quede mirando a mamá, mi mano tomo la suya, entrelace nuestros dedos y suspire.
Mi frente se apoyó en su mano, mi labio volvió a temblar, no me gustaba sentir esta impotencia, no saber que hacer, la falta de herramientas.
Termine por publicar casa, solo esperaba que la compraran. Debía ir por algunas cosas, guardarlas en cajas y llevarlas a mi departamento.
Estaba rogando que mamá no me odiara luego por esto, aunque el pronóstico no era el mejor de todos. Mi teléfono volvió a sonar, era la agencia, la casa estaba vendida.
Mordí mi labio, la habían publicado hace unas horas, solo unas malditas horas y ya estaba vendida.
Señora Olson: Han pagado con cheque a cobrar inmediatamente ¿Quiere que termine con todo el trámite?
Valentina: Sí, por favor, sigo en el hospital.
Señora Olson: Depositare en su cuenta al plata.
— Mami, la casa se vendió —mi español salió a relucir —, sé que no es lo que quieres, porque tiene todo lo tuyo, pero tengo que evitar que los empleados nos demanden —mordí mi labio —, lo siento mamita, lo siento mucho.
Me quedé llorando un poco más hasta que los ojos se me cerraron, me desperté por una mano que acaricio mi cabello. Me senté de golpe y miré a Ash que tenía una mueca en los labios.
— Nena ¿Qué paso? —suspire.
— Le dio un ACV, ella simplemente se desconectó y…
Me cuesta hablar, pero termino comentando todo lo que ha pasado en estos días, sus ojos se cristalizan y me abraza.
Ash no tenía padres, ellos murieron cuando era una adolescente, por lo que se podía decir que me entendía.
Se la había pasado en una casa de acogida hasta la mayoría de edad, después de eso comenzó a trabajar y estudio.
— ¿Lo entiendes? —la observé —, perdí todo, no tengo nada, simplemente nada —negué.
— Siempre hay solución para todo —negué.
— Tuve que vender su casa —la observé —, ¿Comprendes?, su casa, yo…
Me sentía pésimo, sabía que era para pagar sus gastos médicos, pero sentía culpa por hacerlo. Pero no podía mantener una casa de dos pisos con seis empleados.
Mi departamento no era la gran cosa, pero al menos con un trabajo de medio tiempo podría mantenernos a ambas, solo necesitaba encontrar un trabajo.
— Necesito un trabajo —tomé aire —, podría invertir un poco, generar ganancias —la mire —, no tengo idea de cómo se hace, si me va mal yo…
— Detente, por favor, solo para un momento —Ash levantó la mano —, te van a pagar la casa, le pagaras a los empleados sus años de servicios —afirmó — ¿Te va a quedar plata?
Era una buena pregunta, no sabía cuánto me quedaría, no sabía nada del manejo de la casa, nunca pregunte. No sabía si había papeles, tampoco si papá tenía testamento, su abogado era el mismo que el de la empresa.
— No sé —puse las manos en mi rostro.
— ¿Tu papá no dejo testamento? —tomé aire.
— Eso no lo sé, no sé si mamá sabe —la miré —, no tengo idea de si hay o no un testamento, creo que su abogado es el mismo que el de la empresa —mordió su labio.
— ¿Podemos ir a tu departamento y hablar? —junte mis cejas —, por favor.
No entendía cuál era la necesidad de salir en el hospital e ir a mi casa, no quería irme ni dejar a mamá sola tampoco me gustaba la idea.
— No quiero irme.
Mi voz salió cargada de alarma
— Lo sé, pero respeto mucho a tu mamá como para hablar de esto delante de ella.
Me iba a negar, pero la curiosidad fue más grande, por lo que termine cediendo a lo que quería.
Salimos del hospital y fuimos cada una en su auto, mi curiosidad aumentaba, sobre todo porque había parte de la vida de Ashley que no sabía, ella nunca decía mucho, siempre se mantenía callada.
Bajamos en casa y la observé tecleando con velocidad, a esta hora siempre se encontraba trabajando, pero estaba acá, había ido al hospital.
Entre en la casa y ella me siguió, señale la silla y negó. Solo se quedó parada y me observó.
— Solo quiero que me escuches y no me juzgues —la última palabra hizo un clic en mi cabeza.
— Dime que no eres narcotraficante —las palabras salieron solas.
— ¿Qué? ¡No!
— ¿Asesina serial? —parpadeo.
— Valentina, por favor —negó —¿De dónde sacas eso?
— Es lo que pasa siempre en las películas de ustedes — suspiro.
— ¿No lo hacen donde naciste?
— ¿Argentina? —resople —, sí, hay de todo —sacudió la cabeza.
— ¿Cómo se les dice a las mujeres que trabajan atendiendo a hombres en privado?
— Putas, prostitutas —respondí.
— ¿Y qué hacen?
Abrí mi boca, no podía creer que ella fuera eso, vamos, ella no podía…
— ¿Trabajas como puta? —arrugo la nariz.
— Escort, dama de compañía —abrí la boca.
— ¿Te acuestas con tipos para vivir? —negó.
— No, yo no —pensó —, no siempre, algunos estan buenos, el resto es solo acompañarlos, no tienes que hacer nada más que estar con ellos en algún evento —mi amiga era una escort —, está muy bien p**o, muy, tú decides cuanto das y el precio de algunas cosas, la paga es mensual o semanal —joder, en serio lo decía —y estan buscando chicas nuevas.
Me estaba ofreciendo un trabajo, como puta, escort, dama de compañía o como quiera decirle, ella me estaba ofreciendo venderme para vivir.
— Yo…
— Se lo que piensas, pero en Elegant mantienen un protocolo estricto —se acercó —, solo necesito que me escuches.
Sus palabras llegaron y mi boca se abrió a medida que explicaba todo lo que hacía. Era mucho, demasiado y estaba por aceptar hacerlo.