—No, no puedes.—Después de la cena, Lisa se marchó a su habitación y Cameron y yo nos quedamos hablando de negocios. Ese era el motivo principal de mi visita. Hace tres días que pasó nuestra cita, pero él la había cancelado por asuntos más importantes. Y fue ahí donde me di cuenta cuales eran esos asuntos importantes.
April Maxwell, el nuevo juguete de Cameron.
Ese era su asunto importante. ¿Cómo es que su obsesión creció hasta ese punto? Había dejado muchas cosas de lado y solo estaba detrás de esa mujer.
—¿Cómo que no puedo?—se puso de pie, arrojó un jarrón con flores que había en la mesa y este hizo un estruendo, rompiéndose en muchos pedazos.—Sí, sí que puedo.—replicó.
—No, he dicho que no.—apoyé mis codos en la mesa, empujando mi cuerpo un poco hacia adelante.—Es mí puerto, mí territorio y yo digo que no. No puedes invadirlo solo porque sí, hay reglas, Cameron y no siempre puedo hacerme de la vista gorda porque esto no solo se trata de mí. ¡Mi ciudad depende de esto!
—Somos amigos, somos familia.
—Y estos son negocios, Cameron. ¿No se te ocurrió preguntarme? Avisarme sobre tus planes, solo…lo hiciste. Es mi territorio y son mis reglas. La mercancía me la quedo.—sus pasos resonaron en el piso debido a lo fuerte que pisaba, tomó el cuello de mi chaqueta y me levantó por él. El típico Cameron impulsivo, sin cambio alguno.—¿Qué? ¿Ahora hablaremos con los puños o es ahora cuando me sueltas? Suéltame.
—La…mercancía…es mía.
—Está en mi puerto, la enviaste allí. La entraste sin mi permiso, no saldrá de allí. A menos que lleguemos a un acuerdo.
—¡No voy a negociar con lo que es mío!
—Pues intenta tomarlo.—El puerto era mío, solo mío. Tomarlo era irse a la guerra.
Lo que entraba y salía era mío, y lo que entraba sin mi permiso…yo me lo quedaba. Aquel cargamento llegó hace menos de quince días, esperé con paciencia a que Cameron me dijera algo al respecto, pero no lo hizo, por eso cuando sus hombres fueron a recogerlo, no se les fue entregado. Las cosas no funcionaban a su modo, un trato tenía que respetarse, no violentarse cada vez que a él le diera la gana.
—Noah…—liberó el cuello de mi chaqueta, sus manos se posaron en mis hombros, soltando unas palmadas en él.—No pienso llegar a un acuerdo. Creí que no tenía que pedirte permiso, por eso lo hice.
—No es que me pidas permiso, estás usando algo que es mío y si lo usas y yo no hago nada, los demás lo notan, Cameron. Esta mierda no es un juego de niños. Tú controlas esta ciudad y yo controlo Ciudad Azul. No vas a decirme qué o cómo hacer lo mío.
—¡El puerto está en mi territorio!
—Y tengo acceso a él, porque es mío, Cameron. ¿Entraremos en detalles otra vez? ¿Cada vez que te de la gana de romper las reglas? Para recuperarla, tenemos que llegar un acuerdo.
—¡No haré un acuerdo contigo!—repitió más enfadado, tiró su silla al suelo y después se retiró.
El puerto estaba en esta ciudad, pero era mío, me pertenecía y ser el dueño del puerto venía con acceso a la ciudad, por agua y por tierra.
Tanteé el bolsillo de mi chaqueta y salí al patio para fumar, la luna estaba llena, el viento era frío y la noche muy silenciosa.
Caminé por el jardín mientras fumaba, sin darme cuenta ya iban tres y mi mente no dejaba de dar vueltas
En algún momento tenía que ponerle un alto a Cameron y no podía perder un solo segundo más con sus estupideces.
El maldito puerto era mío, pagué un alto precio por él. Y se trataba de uno de los motores para que mi ciudad creciera del modo en el que lo hacía, mis negocios eran fructíferos y tenía el control de todo lo que entraba y salía por el único puerto en toda la zona sur, no había otra manera de cruzar. Lo que antes fue un puerto pesquero, ahora lo había convertido en un puerto industrial, con mercancías que solo podían entrar por ese lugar. Los negocios cambiaron y la familia Davies ya era de respetar, aún sin que nuestro apellido haya sido de los fundadores, estaba en la cima.
La unión con Cameron y Lisa fue una de las fuentes que impulsó todo, dándonos ese plus que hacía falta, afirmó mi puesto y eso fue como un voto de confianza que los demás pusieron en mí.
Pero Cameron…no éramos niños y él quería seguir con los juegos, porque él podía seguir jugando, podía darse el lujo de eso, yo no.
Tiré el cigarro al suelo, ya no quería fumar más, lo pisé con mi zapato y caminé hacia la casa. A veces fumaba de más y luego comenzaba a sentirme saturado, como si lo odiara, pero luego pasaban unas horas y ya lo necesitaba.
Entré a la habitación donde solía quedarme cuando venía. Me desnudé junto al armario y luego fui al baño para darme una ducha, en la tarde hizo calor y yo necesitaba refrescarme.
Me pareció extraño ver la ducha húmeda, pero no le presté atención. Lavé mi pelo y lo sequé bien con una toalla.
Cepillé mis dientes con toda la calma, no me gustaba acostarme con el sabor a tabaco en mi boca.
Era perder el tiempo preguntarme porqué Cameron era así, no entendía que esto solo eran negocios, pero era también mi amigo y no me gustaba que se crearan conflictos entre los dos.
Apagué la luz del baño y como sabía dónde quedaba exactamente la cama, caminé hacia ella en medio de la oscuridad.
Me deslicé debajo de las sábanas, segundos después sentí algo muy caliente, era como una pierna, pues era larga, suave y delgada, mi mano tanteó a la altura de mi pecho, pero del otro lado de la cama, en mi mano había ¿un seno? Apreté un poco para comprobar su firmeza, en caso de que fuera eso, lo liberé y mi mano bajó hacia su vientre, una tela fina lo cubría, parecía seda según el tacto, me deslicé debajo de ella y aquel cuerpo seguía con una temperatura perfecta, pero…¿quién se había metido en mi cama?
Comenzó a moverse poco a poco, parecía que realmente estaba dormida, ¿sería…April Maxwell?
Me giré un poco para encender la luz de la mesa de noche, pero aquel cuerpo se subió sobre mí, arrojando golpes a mi cara, impidiendo que encendiera la luz.
—¡No dejaré que me toques! ¡Desgraciado! ¡Maldito miserable!—en efecto…era April y no tenía idea de lo que ella me decía si ella fue la que se metió a mi cama. Sujeté sus brazos con fuerzas, mientras la mujer se movía sobre mí, sentía su peso sobre mi estómago y sus piernas aferrarse a mis costados. Luchaba como una fiera y yo iba aflojando mi agarre en ella, porque no sabía de qué iba esto.—¡Suéltame! ¡Que te encuentre atractivo no significa que te quiera en mi cama! ¡Que seas tan sexi no te da el derecho de insistir de este modo! ¡Suéltame ya!
¿Cómo iba a soltarla si ella quería pegarme? ¡¿Pero de qué hablaba?!
¡Vaya mujer!
La puerta de la habitación se abrió y la luz del techo fue encendida, miré su cara de sorpresa al verme. Mordió su labio inferior y aquellos ojos se volvieron enormes.
—¡¿Pero qué diablos es esto?!
Cameron.
Justo él.
Ahora, bajo la blanca y brillante luz, podía ver el pijama de April, llevaba un top de tirantes, con encajes por los lados y un short, era de color vino. Cameron se acercó a la cama y la tomó de los brazos, yo solté sus manos y la mujer arrojó tremenda cachetada a Cameron, ese golpe sonó en toda la habitación, mi boca se abrió por la sorpresa, pero de inmediato me incorporé para poder detener el golpe que luego arrojaría Cameron hacia ella, eso era seguro.
Hice que él soltara su mano y la mujer se refugió detrás de mí, huyendo de él.
¿Le pegaba y luego huía? ¿Por qué le pegó? ¿Qué mierdas hacía yo en medio de eso?
Yo no entendía lo que pasaba. Ni qué hacía ella en mi cama o porqué Cameron irrumpió así en la habitación.
—¡Animal!—rugió ella, estaba al borde del llanto, sus manos se aferraban a mi espalda desnuda, sin salir de detrás de mí.
—¡Sal de ahí, zorra! ¡¿Qué diablos haces en la habitación de Noah?!—la pregunta iba dirigida a ella, pero Cameron me fulminaba a mí, él estaba en calzoncillo y yo estaba desnudo, sintiéndome un poco incómodo entre ellos dos.
Yo desnudo, tres en una habitación y una mujer de por medio. Podía ser el inicio de una película porno, pero a ninguno de los dos nos gustaba compartir.
—No sé qué pasa aquí, pero hay que calmarnos, tengo sueño y estoy cansado.—les advertí, no queriendo que esto fuera para largo.
—¡¿Te acostaste con ella?!—enarqué una ceja, pareciéndome esa pregunta muy absurda.—¡Ella estaba sobre ti y tú estas desnudo!—para él parecía muy obvio algo que no había pasado, algo que no podía pasar. ¿Cómo iba a acostarme con su amante?— ¡Maldición, Noah! ¡¿Lo has hecho solo para cabrearme?! ¡Te dije que ella era mía!
—Ya sé que es tuya, no la tocaría, Cameron.
—¡Yo no soy de nadie, Cameron! Y mucho menos tuya.—dijo la mujer con total desprecio en su voz. A Cameron no le bastó que yo estuviera en medio, buscó la manera de sacarle detrás de mí. La empujó con fuerzas hacia el suelo, la mujer cayó boca abajo. Estaba hecho un animal, creyendo que aquí pasó algo, como si me creyera capaz de yo tocar a una de sus putas. Pero aún así, Cameron no se enojaría de ese modo si eso pasaba, ¿por qué se veía tan afectado al creer algo que había pasado?
¿Por qué?
¿Por qué toda esa ira y rabia que no lo dejaba ver o razonar? ¡Podría darle igual! Porque al final solo era una mujer que sería reemplazada por otra, ¿no? De eso se trataban sus amantes, esta no tenía nada de especial.
—No la toques, Cameron.—le advertí. ¿Cómo iba a dejar que la tocara? No podía permitírselo, la mujer se veía aterrada, su rostro bañado en lágrimas y esos ojos suplicantes por ayuda.—Es mía ahora.
Con aquello Cameron dirigió su atención a mí.
¿Por qué dije eso?
—Repítelo.—estaba enojado, muy enojado. Un poco por esto, pero yo estaba seguro que también tenía mucho que ver lo que pasó antes, la mercancía, el puerto.—Repítelo, Noah.
—¡Soy tuya!—gritó ella en mi dirección, corroborando lo que to dije, estaba de rodillas, intentaba ponerse de pie, pero los nervios no la dejaban, sus piernas temblaban.—Tú y yo no hemos tenido nada, Cameron.—aquella confesión me dejó con la boca abierta, ¿ella no había tenido nada con Cameron? ¿Nada de nada?—Y me seguiré negando una y otra vez. ¡No seré tu amante! ¡Antes muerta!
—¡Pues eso será fácil de arreglar!
—Es…mía.—le volví a repetir cuando él se giró hacia ella con muy malas intenciones.—Y lo mío…no se toca, Cameron.—avancé hacia ella y le di la mano, poniéndola de pie.—Regresa a la cama, April. Hay que terminar lo que empezamos.
En los labios de Cameron se fue asomando una sonrisa.
Admito que si hubiera sido cualquier otra persona, no hubiera intervenido, me hubiera dado igual, esta situación no se hubiera dado y yo estaría ya dormido, acurrucado en la cama.
Pero ¡demonios! ¡Era April Maxwell! Y contrario a lo que se decía en el maldito pueblo o a lo que el propio Cameron insinuó, ella no se había acostado con él, ella…lo rechazaba, aún cuando veía el peligro en eso, se resistía. Incluso cuando antes dijo que le parecía atractivo, se seguía negando a ser su amante. Pero no enloquecía por él, no estaba a sus pies y menos se veía dispuesta a caer en sus brazos.
—Todo lo que está de este lado, es mío, Noah.—me recordó.
—April no.
—Está en mi ciudad.—señaló.
—Mañana se irá.—dije.
—No puede.—¿Era su prisionera?
—¿Quién lo dice?
—El dueño de la ciudad.—golpeó su pecho con fuerza.
—Pero no dueño de ella. Ella decide, está de paso, de paso conmigo y yo tengo mi maldita inmunidad. April viene conmigo.
—¿Quieres hacerlo así, Noah?—Me seguía metiendo en problemas por esta mujer, cuando podía salir de la habitación y que ellos resolvieran sus asuntos, ¡no me incumbía!—¿Quieres seguir las reglas? Solo lo que entra contigo, tiene inmunidad y esa perra no entró contigo. ¡Y ya deja de decir que es tuya! ¡Recién la viste hace un par de horas! ¡¿Cómo demonios puede ser tuya?! ¡¿Qué hacía en tu cama, sobre ti?!—eso ya era un problema.
—Por favor…—me suplicó ella. Si ahora, luego de que le brindé mi apoyo, la abandonaba, le iba a ir mucho peor con Cameron. No podía abandonarla, pero Cameron tenía razón y yo lo sabía. Solo lo que entraba conmigo tenía inmunidad. A April la encontré aquí.—Por favor.
—Lleguemos a un acuerdo, Cameron.—se me ocurría una única cosa para sacar a la mujer de este apuro.—La mercancía, por April Maxwell. Sales ganando, solo es una puta más.—dije.—Elige, no cuestionaré tu decisión ni haré nada más.—su rostro se tensó ante mi propuesta. Tenía que aceptar, porque aquello valía millones y esta mujer no valía nada.
Pero ¡¿cómo demonios es que se lo estaba pensando?! ¿Por qué carajos tardaba tanto en aceptar? ¿Tanto interés tenía en April? Era solo una mujer con la que ni se había acostado, ¿tantas ganas le tenía?
Caminó en círculos, ya tardaba, observando a April detrás de mí.
De estar en su posición, sin pensármelo elijo la mercancía, él tenía que hacer lo mismo.
¡Vamos, Cameron!
—La mercancía.—eligió con sabiduría después de pensárselo unos largos minutos en los que no creí que aceptaría. Sus pasos lo llevaron hacia la puerta y él la abrió, quedándose en ella unos segundos, miró hacia atrás por encima de su hombro y luego se marchó.
¿Hace cuánto que Cameron y yo no teníamos una discusión tan fuerte? Faltaron los golpes.
—April Maxwell, he renunciado a millones, millones de dólares solo por…defenderte.—Y aún no me lo creía, no me lo podía creer. Como tampoco creía que Cameron tardara tanto pensándoselo.—¿Sabes lo que significa eso?—me acerqué a uno de los cajones con la esperanza de que hubiera un calzoncillo, pero allí no había nada, solo estaba la ropa que me acababa de quitar.
—Que…soy…tuya.—dijo entre gimoteos.
Lo comprendía, eso hacía las cosas más fáciles.
—Me alegro que lo tengas claro. Ahora explícame una cosa, ¡¿Qué diablos haces en mi cama?! ¡Toda esta mierda se pudo haber evitado si tú no estuvieras en mi puta cama! ¡Explícate!
—Yo…—su rostro puso una expresión extraña y ella comenzó a llorar, cubrió su rostro y bajó de la cama, encerrándose en el baño.
Este era el colmo.
¡Cambié millones por esta mujer! ¡¿En qué cabeza alguien haría esa maldita estupidez?!