—April Maxwell, tienes cinco segundos para salir del baño antes de que yo salga por esta puerta y te deje a merced de Cameron, seguro que se divierten juntos.—me crucé de brazos, ya cansado de escucharla llorar allí dentro. ¡Yo solo quería dormir! ¿Qué tan difícil era poder hacerlo?—Cinco, tres, uno.—Caminé hacia la puerta para irme de aquí.
—¡Espera! ¡Espera! ¡No contaste bien!—salió corriendo del baño, chocando con mi espalda al no poder detenerse. Cayó de nalgas al suelo, allí la vi cuando me di la vuelta.—No…te…has…vestido.—notó, clavando sus ojos en mí.
—Tengo sueño, April. Quiero dormir. Si sigues llorando, no podré hacerlo. Métete a la cama.
—¿Qué?—¿Qué parte no entendía?
¡Quiero dormir!
—¿Quieres apartar la vista de mi pene?—Lo miraba fijamente y entonces…
—¡Es que se está poniendo duro!—notó April.
—¿Cómo sabes que está duro si aún no lo tocas?
—Y-Yo…
—Deja de mirarlo o solo seguirá creciendo.—Le advertí, para que luego no se quejara.—Tiene una reacción rápida ante una mujer hermosa y más si es de mi propiedad. Suele emocionarse.
Si ya estaba todo emocionado cuando ella saltó sobre mí, atacándome. Era la primera vez que una mujer me hacía eso en una cama, una extraña manera de conquistar.
—¿Propiedad?
—¿Se te olvidó que eres mía? ¿Es que las lágrimas te secaron el cerebro? Solo han pasado unos minutos, April.
—Lo sé, es que…es difícil de aceptar, es…complicado. No quiero ser de nadie. Yo lo único que quería era salir de esta ciudad, pero Cameron me lo impidió y ya…no sabía qué hacer.
—Porque eras suya.—le recordé.
—¡Nunca fui suya!
—Es lo que dicen todos por aquí. Y si algo tienen los rumores, es un poco de verdad.—ella había dicho antes que no lo era, cosa que le creí porque esa era una de las razones del enojo de Cameron, que ella no había sido suya.—Entonces, ¿qué opinas?—me agaché frente a ella.—¿Eres mía?—dejé mi mano derecha debajo de su mentón y levanté su rostro. Una vez dije que me casaría con April Maxwell aún sin conocerla, pero ahora, observaba su rostro, la suavidad de su piel, la fuerza de su mirada y esos ojos tan penetrantes, y sí, podía repetir que me casaría con esta mujer.
Era mía.
Ya no estaba a discusión y pagué un muy alto precio, me pertenecía.
Ella era mi propiedad.
Quizás siempre estuvo destinada a serlo.
Sequé esas lágrimas que salían de sus ojos, pero aún así sus ojos huían de los míos.
—Soy…tuya. Lo soy.—confirmó.
—Vamos a la cama, realmente tengo sueño. Y mañana tenemos que salir de aquí.—la ayudé a ponerse de pie y me metí a la cama.
—No quiero dormir contigo mientras estás desnudo y con una erección.—¿Ya comenzaría a quejarse?
—Oh, señorita delicada. No soy capaz de dormir con ropa que me ajuste al cuerpo, por eso mi desnudez. Y antes…estabas en mi cama mientras yo estaba desnudo. Olvidas muy rápido.
—Solo fue una confusión. Me cambié de habitación y no sabía que esta ya era de alguien.
—Lo es, ahora entra debajo de las sábanas, duerme y déjame dormir.
Caminó con calma y se sentó al otro lado, yo me cubrí con las sábanas, observando su espalda.
—¿Qué pasará ahora? Tengo mucho miedo.—dijo en voz baja. ¿Miedo de qué? ¿Específicamente de qué tenía miedo?
—Necesito reponer todo ese dinero que dejé de ganar. Tendrás que serme útil, sea como sea. Te vienes conmigo a Ciudad Azul.—Y allí ya vería qué hacer con ella.
—Tu ciudad…—entró debajo de las sábanas, seguía dándome la espalda.—¿Qué pasará con mi abuela?
—Esta es su ciudad, no le pasará nada. El problema eres tú, no ella.
—¿Podría llevarla conmigo?
—Te dirá que no.—eso era seguro.
—¿Cómo lo sabes?
—La conozco y la señora Maxwell no querrá salir de aquí. Esta es su ciudad.
La conocía mucho mejor que ella.
La señora Maxwell era muy bondadosa, pero algo terca y creo que April Maxwell era igual.
—¿Seguro que no le pasará nada?
—Duerme. Tenemos que madrugar.
(…)
¿Dormir?
Pasé semanas rechazando a un hombre que me creía su pertenencia, como si tuviera algún poder heredado sobre mí, como si yo fuera solo un objeto que él pudiera poseer y me reclamaba.
Pero ahora…yo había pasado a ser propiedad de otra persona. ¿Cómo es que esto pasó? ¿Por qué se me trataba como un objeto?
No era mejor ser de uno o ser de otro, yo no quería ser de nadie y menos de un par de hombres posesivos que me veían como a un objeto.
Yo sabía muy bien las intenciones de Cameron Scott, él quería poseer mi cuerpo, doblegarme a sus deseos y hacer conmigo lo que le diera la gana, lo que dictaran sus instintos.
Al menos en esa parte era muy claro. Había sido directo desde el primer segundo que cruzamos palabras.
Pero…¡¿Qué diablos quería Noah Davies?!
Según él, renunció a ganar millones, solo por defenderme de Cameron. Y sí, se lo agradecía, me sentía en deuda con él porque Cameron ya iba a por todas y me aterraba de lo que fuera capaz por poseer mi cuerpo, pero ¿qué quería Noah? ¿Cómo es que yo le sería útil si no sabía lo que él quería o necesitaba?
No sé cuántas horas pasaron, pero sí, me quedé dormida al lado de este hombre desnudo que ahora parecía ser mi dueño.
—April.—sentí algo en mi cara.—¡April!
—¡Demonios!—grité con sobresalto al abrir los ojos y escuchar su voz.—¿Qué? ¿Qué pasa?—observé a todos lados y él estaba de pie junto a la cama, ya vestido. Miré hacia la ventana y vi que aún no amanecía.—¿Ya nos vamos?
—No podemos esperar al amanecer.
—Bien, pero ¿por qué?—no es que me opusiera, pero sentía que había algún motivo.
Noah encendió la luz y ahora pude ver a Cameron junto a la puerta. Me aferré a las sábanas, llena de miedo.
¿Qué hacía él en la habitación?
—April Maxwell, una zorra con suerte.—escupió con resentimiento, tenía aquella sonrisa tan perturbada, ira, enojo, deseo, todo eso arrojado contra mi persona. No le había hecho ni un poco de gracia la extraña transacción que había hecho con Noah hace solo un par de horas, se le veía en la expresión.—Tengo cinco minutos contigo, Noah me los ha cedido.
—Para charlar.—repuso Noah.—Vístete. Nos vamos en cinco minutos.
—¡No me puedes dejar a solas con él!—tomé su mano y él me miró desde arriba.
—April…tranquila.—¿Cómo podía pedirme eso? ¡Ahora Cameron estaba más enojado! ¡¿Y me dejaba con él?! ¡¿Cinco minutos?! Eso era toda una eternidad. —Cameron no puede tocar lo que es mío.—dijo con seguridad, pero en cinco minutos podían pasar muchas cosas y yo no sabía de qué podría hablar Cameron conmigo.—Vístete, te espero fuera.—comenzó a alejarse de la cama, yendo hacia la puerta.
Mi cuerpo se quedó inmóvil sobre esa cama, mientras mi mano estaba levantada en dirección a él, quien ya se marchaba.
Cinco minutos, junto a Cameron, él haría lo que se le diera la gana y Noah no estaría.
¿Por qué lo permitía? ¿Por qué?
¿Cómo sabía que no iba a tocarme si él no estaría aquí dentro para confirmar eso?
¿Era ingenuo, loco o…cruel?
Pensé en rogarle y suplicarle pero ya Noah había salido de la habitación.
Bajo estaba luz, las lágrimas que empañaba mi vista, Cameron se veía como el mismo demonio.
Podría jurar que su piel ardía.
Si antes pensé que podía pelear contra él y tener la más mínima oportunidad de salir victoriosa, ahora mismo me encontraba hasta sin fuerzas.
Subió a la cama, arrojó la sábana al suelo y capturó mis manos.
Sonreía y yo ya comenzaba a odiar esa maldita sonrisa.
—Bésame.—me pidió. Y por primera vez no pareció estar dándome una orden o exigiéndome alguna cosa. Era como una suave súplica.—No puedo permitir que él te pruebe primero. Por favor, April, bésame.
Había pedido…por favor.
¡Cameron acababa de suplicar!
—¿Be-Besarte?—¿Me pedía que lo besara y no asaltaba mis labios, tomando ese beso?
¿Qué había pasado con todo su enojo?
—Sí. Quiero que me beses, sentir tus labios, probarte antes que él.—De eso se trataba todo. No quería perder ante Noah y no se resignaba a mi rechazado, recurría a la súplica.
—No puedes tocarme, Cameron.
—Y por eso te pido que lo hagas tú, es diferente. Bésame. Necesito que me beses, realmente lo necesito, April.
—No.—viendo que podía negarme, claro que lo haría, pero eso no agradó a Cameron y su aspecto de enojo, siendo común en él, salió a relucir.
Bajó de la cama, arrastrándome con él. Mi espalda crujió cuando él me pegó con fuerzas contra el armario. Solo tocaba mis brazos, sujetando mis manos. Realmente…no podía tocarme.
Ser propiedad de Noah me daba esa pequeña inmunidad y él no podía hacer nada. Esperaba no equivocarme o estaba frente a una bestia.
Su respiración era ruidosa, se acercaba a mi rostro, observándome, como si me estuviera dando caza.
—Tu abuela se queda, ¿ya lo sabías? ¿Qué será de la vieja Maxwell? ¿Eres consciente de que no puedes entrar a esta ciudad a menos que entres con Noah? ¿Sabes las pocas veces que él entra al mes o al año? ¿Y quién dice que te traería con él? Solo viene por negocios.
—No te atreverías a hacerle nada a mi Abue.—dije, pero sabía, era consciente, que Cameron era capaz de todo.
—Tres minutos, solo eso queda. Haz lo que te digo y…será como si no te fueras, la vieja Maxwell tendrá una vida tranquila, habrá recuperado su casa, sus cosas y no se preocupará por nada.
—La llevaré conmigo.
—Se acaba el tiempo, April. Ella no querrá irse, no lo hará. A esa edad solo quiere estar en el lugar donde siempre estuvo. No se irá a morir a otro lado.
—Eres…el mismo demonio.
—¿Eso es un sí?
—¡Desgraciado!
—Tócalo…—me pidió y al hablar su voz cambió. Bajó su mirada hacia su entrepierna e hizo ir mi mano en esa dirección.—Tócalo.—intenté resistirme, pero él empujó su mano y ahora mis dedos estaban sobre su miembro.—Bésame, April.—su rostro estuvo a escasos centímetros del mío, esperaba que mi boca se uniera a la suya. ¿Tenía que hacerlo? Haría sufrir a mi abuela si yo me negaba, eso era seguro.—Bésame y tócalo. Hazlo bien, que sienta que una mujer me está tocando, vamos, te va a agradar.—había algo en sus ojos y esa era la sensación de victoria. Al final él había ganado. Soltó mi mano para sacar su m*****o del pantalón y yo me sobresalté, viendo su erección. Tendría que tocarlo desnudo, piel con piel y al mismo tiempo besarlo. Y era…enorme.
¿Eso era todo para que esto acabase? ¿Ya?
Mi mano tocó su m*****o y mis labios se posaron en los suyos, comenzando el beso, apretaba mis ojos con fuerzas, Cameron se había apoderado de mis labios y lideraba el beso, mientras mi mano estaba sobre su pene, sin moverla ni un poco, pero estaba allí, sujetando eso caliente entre mis manos.
Su lengua hurgaba en mi boca, pensé que sería desagradable el beso, porque Cameron era desagradable, pero no estaba siendo así. Yo también participaba en este beso. Los latidos en mi pecho se aceleraron y mi cuerpo avanzó hacia él, teniendo contacto con Cameron.
¿Al final era yo la que cedía?
No, solo…era producto de toda esta confusión, el beso que no era malo, su pene en mi mano, mi cuerpo en pijama y esta habitación, solos los dos mientras él dejaba mi cuerpo contra la pared.
Fue a esto a lo que siempre me negué, no quería ser su amante, no quería doblegarme a él pero lo terminé haciendo y…no se sentía tan mal. El beso continuó y de mis labios se escapó un gemido, escuché su suave risa y su cuerpo pegarse más al mío. Mis caderas buscaron contacto con él y mi mano movió su pene hacia mí.
Quería más contacto con él.
La puerta se abrió y Cameron no soltó mis labios, mis ojos se abrieron, enfocando a Noah, de pie en medio de la puerta. Solté aquel pene y empujé a Cameron por el pecho, alejándome jadeante, cargada de deseo y a punto de hacer algo más.
¿Qué diablos hice?
¡¿Qué diablos hice?!
—Yo…—no podía ni mirarlo. No podía, a ninguno de los dos.
—No la toqué, ella lo hizo. Y se sintió bastante bien, Noah.—ese maldito hombre guardó su pene y se dirigió hacia Noah, dejó una mano en su hombro, soltó una carcajada y habló.—De cierto modo, Noah, siempre fue mía—Y así fue, yo…lo había dejado ganar. Me recorrió todo un escalofrío ante la mirada de Noah y más cuando Cameron se retiró, riendo a todo pulmón.—¡Siempre será mía! ¡Vaya propiedad te has llevado, Noah! ¡Ya tiene mi marca! ¡Es mía!