Capítulo 8 Algo útil

1674 Words
Mi espalda se puso rígida ante su mirada. Observé mi mano, siendo muy consciente de lo que había hecho, a lo que cedí. Levanté mis ojos de regresa a él y no me gustó lo vi. Decepción. Retrocedió sin dejar de mirarme, lo perdí de vista en el pasillo, corrí hacia la puerta, con miedo de que Noah decidiera dejarme aquí, pero…no sé que pasaba. Cameron estaba en el suelo y Noah sobre él, golpeando su cara. —¡La tocaste!—gritaba con ira, resonando su voz en todo el pasillo.—¡Ya era mía! ¡La cambié por tu maldita mercancía! —¡Ella me tocó a mí! ¡¿Es que ahora eres ciego?! ¡Mírala…! Pregúntale a tu nueva puta. Eso sí, Noah…no creo que jamás se borre la sensación de mi pene en su mano, mi lengua dentro de su boca o lo excitada que estaba con solo eso, queriéndome entre sus piernas y a punto de eso. Apuesto que hasta se mojó, ¿quieres revisar sus bragas?—Noah soltó otro puñetazo en su cara y seguido se quitó de encima de Cameron. Miró hacia atrás, observándome en el pasillo. —Quédatela.—dijo lo suficientemente alto como para que yo lo escuchara.—A ella y a la mercancía, creo que salí perdiendo al no tomar lo que sí valía, el dinero. Esta mujer…me es inútil. Consérvala para ti, como un obsequio de mi parte. Aquella cosa es tuya. Mis pies temblaron al escuchar como me cedía de regreso a Cameron y él se marchaba. Corrí tras él con todas mis fuerzas, evadiendo las manos de Cameron que intentaron apoderarse de mí. —¡Espera…!—me interpuse entre el coche y él.—¡No quise hacerlo! ¡Me amenazó con mi abuela y no me quedó de otra!—intenté explicarle de forma rápida y breve.—¡No quise! Solo fue porque él me amenazó con molestarla a ella cuando yo me fuera contigo, Noah. —¿También…te obligó a que te gustara?—enmudecí ante esa pregunta. Me había gustado y él lo sabía porque nos vio cuando entró, me vio allí, acaramelada a Cameron, besándolo y tocándolo.—Te verás bien como su amante, April Maxwell, mucha suerte. —Por…favor. ¡Por favor! ¡No me dejes aquí! ¡Por favor! Si me quedaba, ahora que Cameron sabía que sí me atraía, entonces no se me haría nada fácil rechazarlo y él no me dejaba salir de la ciudad. —El favor ya te lo hice, pero me lo arrojaste a la cara, dándome a entender que no debí meterme entre ustedes dos. Si sientes algo por él, ¿por qué te resistes? El resultado final siempre será el mismo.—sacó la llave de su bolsillo y quitó el seguro a su coche. No permitiría que me dejara aquí, así tuviera que arrodillarme para convencerlo, entrar a su coche sin permiso y suplicar para que me diera otra oportunidad, porque seguía pensando que era mejor estar del lado de Noah…que de el de Cameron. De ese modo podría salir de aquí.—April, me eres inútil, no me sirves para nada. —¡Eso no lo sabes! Solo…dame otra oportunidad, por favor. Sácame de aquí.—corrí a su lado y tomé sus manos entre las mías. No sabía si podría convencerlo, pero necesitaba que ser suya me siguiera protegiendo de Cameron y no que me dejara a merced de él.—Te seré útil, con lo que sea. —Me eres inútil, ya te lo dije.—Me empujó con una mano y luego se acercó a su coche. Cuando escuché la puerta abrirse, sentí que toda esperanza huía de mí. Tenía que convencerlo de algún modo, que me creyera útil para lo que sea. —¡Noah! Puedo demostrarte que no soy algo inútil.—dije con firmeza, ya sin rogar, dispuesta a todo, a todo.—Llévame contigo, verás que te sirvo para lo que necesites. Se dio la vuelta, encontrando atractiva mi propuesta. —Perdí millones por ti y en tan solo cinco minutos la pérdida aumentó al perder de ese modo contra Cameron, avergonzándome. Tú le diste una oportunidad para que me avergonzara. Te necesito para reponer ese dinero, verte solo me recuerda que no vales tanto, April Maxwell.—dejó su mano en mi cara y luego bajó su mirada por mi cuerpo, observándome en pijama.—¿Puedes serme útil en eso? ¿Puedes serme útil para reponer aquel dinero?—se acercó a mi oído y susurró con su aliento cálido golpeando mi piel.—¿Me…serás…útil?—preguntó con voz gélida.—Afírmalo. La palabra es algo que vale mucho para mí. Que salga de tus labios. —Te seré útil.—confirmé. —Pues vámonos.—le dio la vuelta a su coche y me abrió la puerta, ahora me sonreía, pero no era una sonrisa amable, sino…un poco parecida a la de Cameron. Sentí terror, pero de igual modo me acerqué para entrar. —¿Recuperas tu propiedad?—escuché la voz de Cameron detrás de mí.—Bien. Iré a tener sus servicios en el MoonLovers. ¡Nos vemos, April Maxwell! ¡Cuidaré bien de la vieja Maxwell! Aquel camino lo recorrimos a una velocidad muy alta, parecía que los árboles estaban compitiendo con nosotros. Cuando llegamos a los campos de golf, el amanecer ya empezaba, mis ojos se perdían en ese brillo anaranjado mientras lloraba en silencio. ¿Cómo es que una persona podía llegar a ser propiedad de otra? ¿Cómo es que…pasé a ser propiedad de Noah? Cuando Cameron también me consideró su propiedad, pero Noah perdió dinero por no dejarme en sus manos, luego de que le supliqué por ayuda. —Lo siento.—Le dije.—No fue mi intención dejarte en ridículo frente a Cameron.—él no me respondió, yo intentaba ver algo en su rostro, pero no había nada, ninguna expresión, sus manos aferradas en el volante, su vista fija al frente, nada más. Me causó mucho alivio salir de la ciudad, pero aunque no me dio tiempo a despedirme de mi abuela, tenía las esperanzas de que ella iba a estar bien, así como lo estuvo todo este tiempo sin mí, pues la del problema siempre fui yo. Vi el enorme y llamativo cartel que decía “Ciudad Azul. Bienvenidos.” Y sonreí, entrando a un nuevo lugar, la ciudad de Noah Davies, a pesar de que, según mi abuela, él se había criado en el mismo lugar que Cameron. Seguí viendo los carteles y no dejaban de aparecer nombres de casinos, enormes carteles de bares y así hasta que dio inicio la ciudad, los edificios y…esto parecía Las Vegas. Mis ojos iban de un lado a otro, las calles estaban llenas y apenas serían las ocho de la mañana, como mucho. Creo que estas personas recién salían de los lugares de diversión. En su mayoría era gente joven, como de mi edad, habían coches lujosos por todos lados, las calles estaban llenas de deportivos y todo era muy colorido. —Guau, me asombra mucho. —No es un pueblo pesquero, no tenemos playas, no tenemos mar. Aquí se vive de otra cosa, la diversión es lo nuestro. Ya verás. ¿Eres divertida? —En lo más mínimo, al menos no hace un tiempo. —Ya sacarán tu espíritu de diversión.—me dijo. Comenzaba a hablarme. Creo que ahora que estaba en su ciudad ya estaba más relajado. —Aún voy en pijama y no me traje mis cosas. —No te preocupes, a donde te voy a llevar no te hará falta nada. Tendrás de todo. —¿Y dónde es ese lugar? —Casi llegamos. —¿Qué haré en ese lugar? ¿Qué lugar es?—él no me daba mucha explicación. —Pues…serme útil, ¿no? Dijiste que podías y ya busqué la manera en la que, al menos, me hagas generar ingresos, April Maxwell. Me crucé de brazos, me sentía algo nerviosa y no me agradaba toda esa calma de Noah, me generaba mucha desconfianza. Aparcamos en un pequeño edificio algo lujoso, de él salió inmediatamente una mujer semi desnuda, detrás de ella iba un hombre enorme, brazos demasiados anchos, músculos por todos lados, hasta en el cuello, intimidaba mucho. —¡Noah! ¡Noah!—él bajó del coche y yo lo seguí, ella se arrojó a sus brazos, besando sus labios. —Hermosa, ¿me esperaste con ansias?—ante ella parecía el mismo Noah que habló con mucha amabilidad al llegar a casa de Cameron, pero conmigo se comportaba diferente, más…rígido, seco, distante. —No sé porqué tardaste tanto. Creí que llegarías para el espectáculo de la madrugada. Estuvo increíble. —Ya sabes como es Lisa. Insistió para que me quedara. Pero gracias a eso te traje algo, quiero que la pongas a generarme dinero. Prepárala para que sea de las clase Deluxe.—vino a mí, tomó mi mano y me llevó con aquella mujer.—Ella es Honey y tú harás lo que ella te diga, hará que me seas útil. Vendré en la noche.—Noah regresó al coche y yo lo seguí. —Explícame al menos algo, por favor. ¿Qué es lo que haré?—pretendía dejarme aquí sin decirme nada más. —Dijiste que me servirías para lo que necesite,—me recordó.—ahora te necesito en esto, es aquí donde único me sirves. —¿Pero qué haré?—miré el edificio detrás nuestro y a las dos personas en espera de mí. —¿Importa? —¡Claro que sí! ¡Dime algo al menos! —Serme útil, April Maxwell. Regresa con Honey y haz cada maldita puta cosa que ella te diga, ¿queda claro?—avanzó hacia mí y yo retrocedí.—¿Queda claro? —Queda…claro. —Nos vemos en la noche. Se buena chica. Y se marchó.
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