Después de mirarle la temperatura, que de verdad la tenía alta. Le dejé viendo la televisión en mi cama, mientras yo terminaba los últimos capítulos del libro.
— Tengo frío –Se quejó el chico, mientras se acercaba más a mi.
— Pues tápate más.
No soy una persona cariñosa o afectiva, menos si es alguien con el que aún no hay esa confianza física. Lo que me lleva a preguntarme ¿ya la hay? Al menos por su parte. O tal vez sea por estar enfermo.
— Eres más borde que yo. –susurró abultado sus labios en un puchero enfadado.
Rodé los ojos y dejé el libro a un lado, para centrarme en él. Sonrió de forma adorable al darse cuenta de que había conseguido lo que quería. Mi atención.
— Ya duérmete, debes descansar o mañana estarás peor.
Esta vez parecía yo la mayor, asintió con la cabeza, mientras acomodaba su cabeza en mi hombro. Hacía tanto que no estaba así con alguien, añoraba no dormir sola. Pero me comía por dentro que no fuera Kenan.
Apague la televisión, me asegure de mirar de nuevo su fiebre con mi mano y me dispuse a dormir por fin.
Pensé que sería una noche tranquila, pero creo que no lo pensé bien. A las tres de la mañana, Kyree lloraba y Mingi tenía un ataque de tos. El chico no dejaba de quejarse tal cual niño pequeño, mientras sonaba su nariz cada dos minutos.
Tuve que llevarlos a la sala, Mingi estaba intentando limpiar su nariz con el vapor del agua hirviendo. Mientras a mi me tocaba caminar en círculos dando el pecho a Kyree.
Tomé asiento en el sofá, dejando escapar un largo suspiro cansado. Me dolía la espalda por el peso del bebé. El chico me miró con los ojos entrecerrados por el sueño y el malestar, volvió a acercarse a mí en busca de calor.
— Ustedes dos duerman de una vez… Mañana debo trabajar.
De nada me sirvió suplicar. A las cuatro de la mañana, por fin volvimos a la habitación. Me dejé caer de nuevo en la cama, después de haberme asegurado de que Kyree durmiera.
Le di la espalda al chico, quien ya llevaba un rato dormido. Respire profundamente intentando relajarme, pero todo se fue a la mierda, cuando los brazos del chico me rodearon por la cintura pegándome a su cuerpo.
Me quedé tensa como palo, sintiendo los latidos de su corazón en mi espalda y su respiración entrecortada por los mocos, en mi nuca.
Quería quejarme, pero mi cuerpo no quería hacerlo. Sentirme protegida por sus brazos hizo que me rompiera por dentro. Miles de flashback de mi vida con Kenan, vinieron a mi mente.
Me arrepiento tanto de no haber pasado más tiempo con él, de haberle mirado sonreír más veces y de haber discutido con él, esa trágica mañana. Fue mi culpa, por mi maldita culpa, él no está aquí.
Debí haber sido yo, en vez de él. Yo no tengo a nadie, pero él tenía a su familia. Kenan no merecía morir de esa forma. Su familia tiene razón, yo soy la culpable.
No pude reprimir las lágrimas, me pasé media madrugada llorando en silencio mientras repetía una y otra vez la discusión tan estúpida que tuvimos antes del accidente.
Me quedé dormida entre lágrimas y lamentos.
La siguiente mañana me desperté exhausta y sobresaltada por la alarma de mi teléfono. El chico seguía dormido justamente en la misma posición que ayer. Alargue con cuidado mi brazo para agarrar el moví. Apague la alarma de las diez de la mañana y resople girando un poco mi cabeza para mirar al de tez pálida.
Dormía como un bebé, con sus labios abultados y entreabiertos, mientras algunos mechones de su cabello n***o tapaban sus ojos. El se veía tan cansado y yo no tenía ganas de ir hablar con nadie después de la mierda de noche que había tenido.
Marqué en silencio a la doctora Hyn, para decirle que no iría hoy a la sesión de terapia. No pasaría nada porque faltaría un día.
La mujer rechisto y me dio un pequeño sermón sobre lo importante que es ir, según ella mi estabilidad mental debe ser prioritaria a cualquier otro tema. Y es que claro mi excusa para no ir, se nota bastante falsa. Pero en realidad fui sincera, le dije que Mingi está enfermo y debía cuidarlo. No sé creyó qué un Idol multimillonario necesitara mi ayuda y atención pudiendo tener a cualquier médico a su merced.
Supongo que en su trabajo está acostumbrada a que le mientan y pongan cientos de excusas para no ir.
Sin embargo, cuando llame al club de madres para avisar, fueron comprensivas y me dijeron que no fuera hasta que Mingi estuviera recuperado, y no hubiera peligro de contagiarse.
Deje el teléfono de nuevo en la mesita y cerré los ojos, dejándome impregnar del extraño olor a perfume de hombre que tenía siempre el pálido de mi espalda.
Hasta su pijama apesta a hombre rico. No puedo negar que me gusta el olor. Me quedé de nuevo dormida, sintiendo ese gran vacío en mi corazón.
— Hyung, hyung despierta.
Notaba cómo movían mi hombro, gruñí aferrándome a mis ganas de seguir durmiendo. Pero Yeon Kook seguía insistiendo con su llamado, pero en susurros.
—¿¡Qué mierda quieres!? –exclame ya molesto y adormilado.
— Son las tres de la tarde, Haelyn llegará tarde a trabajar y Kyree no deja de chillar. Ya le di de comer, pero no quiere estar conmigo.
Bostece mientras me frotaba uno de mis ojos, mi otra mano estaba atrapada. Abrí al fin los ojos, Kook me miraba suplicante y se veía frustrado.
No se le da nada bien atender a Kyree y se desespera muy rápido. Mire a mi lado, donde Haelyn dormía tranquilamente utilizando mi brazo de almohada. No le di mucha importancia, ya que estaba más concentrado en el horrible dolor de cabeza que tenía.
Saqué con sumo cuidado mi brazo y me aseguré de cubrirla bien con la manta cuando salí de la cama. Ya empieza el frío fuerte del invierno y se nota bastante.
Me fijé un poco más en la chica, ya que me parecía raro que durmiera hasta esta hora. Ella estaba sudando, lo que me alertó. Busqué el termómetro y lo pasé por su frente. Chasquee la lengua al ver que ahora era ella la enferma. ¿Se lo contagie? Espero no haberlo hecho también con Kyree.
Salí de la habitación llevándome su teléfono. Jay estaba de pie en la sala, con un Kyree más que enfadado en brazos. Él pequeño no dejaba de chillar y berrear enfadado.
— Hyung no se calma, ya no se que hacer y Kook ya se niega a cargarlo en brazos. –Se quejó acercándose a mí, en cuanto me vio.
No me quedó más remedio que agarrar al pequeño en brazos, cosa que ocasionó una tremenda estampida de los dos menores del piso.
Jay gritó "Ahora Yeon" y ambos salieron a toda prisa del piso, dejándome con la palabra en la boca y confuso por la escena irreal.
— ¡Serán hijos de… Mocosos desagradecidos…
Lo único bueno es que el niño se calmó en cuanto lo tuve en brazos. Este me observaba mientras agarraba mi camiseta, babeandola por llevársela a la boca.
Caminé hasta la cocina y desbloqueé el teléfono de Haelyn. Su contraseña es la fecha de nacimiento de Kyree, así que es fácil. Busqué el número del dichoso compañero de Haelyn, mientras me tocaba dar pequeños saltitos para que Kyree no llorará.
Marqué el tipo llamado Donghae y espere hasta tres toques, cuando él respondió al fin.
— ¡Lyn! ¿Cómo estás? Pronto pasaré por tu edificio, si estás lista ya, podemos ir a tomar café antes de entrar a trabajar.
Bufé ante la proposición del chico. No me agrada su actitud mujeriega, solo nos cruzamos una vez, pero no le soporte. No me agrada la gente falsa y creo que él lo es.
— No soy Haelyn. Soy el señor Moon, y no, no podrán ir a tomar café. – el chillido que Kyree soltó en forma de risita debió atravesar el teléfono, mientras que a mi me hizo reír. – Haelyn está enferma, por lo que no podrá ir a trabajar.
— Oh… comprendo señor, espero que Haelyn se recupere pronto. Si no es molestia, me gustaría saber de su estado, cuando esté mejor.
— Le diré que te llame, después. –colgué el teléfono – o tal vez no le diga nada, ¿Verdad Kyree?
El bebé me sonrió, por lo que comprendí que estaba totalmente de acuerdo. Al final no me caerá tan mal el pequeño demonio.