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1205 Words
Estaba solo con el dichoso bebé en brazos. Ni siquiera sabía cómo acomodarlo, era una sensación de incomodidad y miedo, la que sentía. Maldeci en voz alta cuando el timbre sonó. ¿Cómo me levanto con el bebé? Lo mire asqueado, mientras él me sonríe. ¿Cómo pueden decir que estas cosas son lo mejor que le puede pasar a una persona? Para mí es solo una molestia. Si el mundo dependiera de mí, sé iría a la mierda. Acomode como pude mi brazo, para evitar que se me cayera y me levanté del sofá. Al llegar a la puerta tuve que abrirla con el codo y me costó la vida. Un bombero de unos treinta años entró por esta. Él iba vestido de diferente modo al resto, no llevaba el traje pesado. — Vengo a revisar al pequeño ¿No hay problema, cierto papá? Negué con frenesí. –No, no, no soy su padre. Todo tuyo. Hice el amago de pasárselo, pero él negó para centrarse en su maletín. Sacó un par de objetos extraños y una máquina de oxígeno. — Revisaremos si tiene la respiración sibilante o si le cuesta respirar. Después por seguridad le pondremos un poco de oxígeno. Me limité a asentir con la cabeza. Lo bueno es que el bebé no lloró en todo el rato que llevaba conmigo. El hombre empezó a revisarlo teniéndolo aún en brazos. Toda esta situación era incómoda e irreal para mi. Esa chica no tiene suerte, está maldecida o gafada y todo le sale mal. Primero se queda embarazada, que eso ya es un suplicio, segundo se muere su pareja en un accidente terrible. Tercero, nace el dichoso bebé. Cuarto se le incendia la casa y quinto, no tiene seguro para arreglar los desperfectos… a esa chica la debió de mirar un tuerto. — El bebé está bien, aunque creo que sería bueno que mañana lo llevarán a revisión con su pediatra. De nuevo solo asentí con la cabeza. El hombre le puso un poco de oxígeno con una mascarilla. — Sujeta la mascarilla con cuidado, no aprietes de más. Yo debo irme. — ¿Qué? ¿Me va a dejar solo? El hombre me sonrió, mientras asentía. Guardo sus cosas en su maletín. — En unos veinte minutos le quitas ya la mascarilla. Cuando termines se la devuelves a uno de mis compañeros. Dicho eso, se fue dando un leve portazo. Suerte que mocoso estaba callado con la mascarilla de oxígeno. Estuve aproximadamente media hora más con ese bebé. Al quitarle la mascarilla, empezó a llorar y entré en pánico. Por suerte conseguí calmarlo con mis maldiciones. Literalmente ese mocoso adora que diga malas palabras, se reía cada vez que decía una. Estaba viendo un partido en televisión, cuando entraron por fin la madre del mocoso y kook. Me sorprendió ver también a Jay. La chica vino directamente a mí, quitándome al bebé. Se fue junto a Jay hacia una de las habitaciones. — ¿Cuándo se van a ir? Pronto será tarde, es mejor que lo hagan cuanto antes. –Comenté, cruzándome de brazos. — Se quedarán aquí, hyung. — ¿Cómo? ¿¡Cómo qué aquí!? No puedes meter a una desconocida en casa. —Me quejé, claramente molesto. — Lleva dos años siendo nuestra vecina, su marido Kenan era el chico que recogía constantemente nuestros paquetes o cartas cuando estábamos fuera… y ella, ella ayudó a Jae con Yeo y su comportamiento. No es una desconocida para nosotros, lo será para ti. No pude objetar nada más, puesto que debía ser cierto. Tuve unas cuantas malas etapas y mi vida se basaba en ir al trabajo y volver a casa tarde o ni siquiera volver. Muchas veces me quedaba en mi estudio a dormir. Pero desde que ese bebé nació y su llanto se metió en mi cabeza, voy tarde a trabajar y vuelvo antes a casa por el cansancio que lleva mi cuerpo. — Se agradable con ella, no lo está pasando bien. Le dejamos la habitación de Jimmy y te pido que mañana la acompañes al médico. — Osea que no contento con tener que aguantarla en la habitación de al lado, me toca hacer de chófer y llevarla… genial. — Por favor hyung, deja de ser un estúpido. Se amable con ella y ponte en su lugar. ¿Te gustaría que te ayudarán? ¿O preferirías quedarte solo en la calle? Piénsalo bien y no seas un cretino. Kook siempre fue una buena persona, no puedo negarme a nada que él o Jay digan. Son mis hermanos pequeños y en ocasiones son más maduros que yo. Este era un claro ejemplo de ello. — Está bien, lo acepto. No dije más, me levanté del sofá y me encerré en mi habitación. Tenía trabajo pendiente, así que, me puse con ello. Cene justamente encerrado en mi habitación. Escuchaba a los chicos hablar en la sala, Jin ya estaba en casa, porque escuché su famosa frase de entrada. Me fui pronto a la cama, con intención de olvidar el día de hoy y dormir. Pero justamente a las dos de la mañana, el dichoso bebé lloraba de nuevo. Se escucha igual de intensamente. Salí de la habitación más que molesto, justamente la chica salía con este en brazos. Ambos nos miramos, no pude quejarme, me quedé mudo al ver que de nuevo iba dándole el pecho. Por eso se había callado el dichoso bebé. Sentí como mis mejillas se ruborizaban, lo mismo que le pasó a ella. Creo que ella pensaba que no habría nadie despierto, lo mismo que pensé yo, ya que tenía pensado atacar la nevera en busca de comida, para calmar mi enfado. — ¿Por qué sigues mirándome el pecho? Es extraño e incómodo… Aparte la vista inmediatamente. — ¡Lo siento! Yo no pretendía… solo lo siento… –Me crucé de brazos, intentando mantener la vista en su cara – Pero no deberías salir así, estando en una casa llena de hombres, no es lo más adecuado. — Es curioso que tú hayas seas el único de los cuatro que se queda empanado mirándome los pechos… y que se haya quejado de ello. –Hizo una pausa dramática – Pero es tu casa y lo respeto. Salí de la habitación para ir por agua, no pensé que alguno estuviera despierto, así que, aproveche… no volverá a pasar. Sin más que decir, la chica volvió a la habitación y cerró la puerta en mis narices. Fui demasiado borde de nuevo. Ella no tiene la culpa, pero su mera existencia aquí, me molesta. Fui a la cocina y agarré un vaso que llene de agua. Volví al pasillo hasta la puerta de la chica y entré sin llamar. La chica admiraba al bebé dormir sobre la cama. — Toma. – Fui aún borde, pero no me salía de otra forma. Deje el vaso de agua, sobre la mesita de noche, bajo su atenta mirada. Estaba por salir, pero su voz me frenó el paso. — Gracias. Asentí con la cabeza y salí por fin de la habitación. Volví a la mía y me acosté de nuevo en la cama, aprovechando que ahora el ruidoso estaría durmiendo.
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