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1252 Words
No dejaba de darle vueltas al imbécil del vecino. ¿No sabe lo complicado que es atender a un bebé? Tuve que morderme la lengua cuando ese tipo entró conmigo en el ascensor. "El bebé llora mucho" –Repetí intentando imitar su voz ronca. Si claro, ¿¿cree que no escucho como llora?? Y encima pretende que lo calle, como si está cosa tuviera botón de apagado. Idiota… Esperaba ansiosa a que Yunho saliera de la empresa, para ir a tomar un café. Odio no poder trabajar, echo de menos la empresa y producir música. Vi a Yunho bajar del coche, con el resto de chicos de su grupo. Les comento algo y se alejó de ellos para venir directo a abrazarme. Conozco a este idiota desde que llegué a Corea hace dos años. Era muy amigo de Kenan y a día de hoy, me ayuda muchísimo con el pequeño Kyree. Trabajamos en la misma empresa, Kenan era el productor principal de KJ entertainment y yo era la segunda productora. Ahora no trabajo, ser viuda y madre no es fácil. Lo único que siente la gente por mi, es lástima. Me canso de escuchar constantemente "pobre chica" o "debe ser tan duro". Pero nadie se atreve a preguntarme a mí, solo cuchichean sin darse cuenta de que tengo oídos y no soy estúpida. — ¡Haelyn! Me alegro de verte, hacía una semana que no quedamos. — lo sé, añoraba desayunar contigo. Pero quiero pegarte por hacerme madrugar sabiendo que no duermo ni dos horas… — ¿Aún se despierta tantas veces? –Preguntó mientras empezaba a empujar el carrito hacia la cafetería. — Tiene dos meses, Yunho. Se despierta cada dos, tres horas para comer… Creo que no se está alimentando bien y no aguanta tanto. — Deberías ir al pediatra y preguntarle. Ambos entramos en la cafetería de al lado de la empresa. Tomamos asiento en una mesa alejada, para que él pudiera estar más agusto y no lo acosaban. — Lo sé, pero no tengo nadie que me acompañe. No tengo coche y no es agradable ir en metro o en autobús con el carrito y el bebé en sí. La gente me mira raro todo el rato. — Puedo buscar un día en mi horario y acompañarte. –Se ofreció, mientras se quitaba su mascarilla. — No es necesario, se lo complicado y lo apretada que es tu agenda… bastante hiciste por mí acompañándome a las citas médicas y a la terapia. Me levanté sin esperar una respuesta por su parte. Caminé hasta la barra y pedí dos cafés. Hablamos por un buen rato, hasta que llegó su hora de ensayo. Y sabía que quedaba poco para que Kyree despertará pidiendo comida. Me despedí de él, con un abrazo. Y caminé de nuevo hacia casa, no me daría tiempo a comprar. Me tocaría ir a casa, atender a Kyree y después volver a salir de casa. Ya en casa, le di el pecho y lo acuné hasta que se durmió de nuevo. Aproveche el momento para darme una buena ducha. Me vestí con ropa cómoda y tapé mis ojeras un poco. Se nota demasiado que llevo meses sin dormir y me he dejado demasiado desde que nació Kyree. Mis días se basan en alimentar, limpiar y dormir a ese pequeño ser. El tiempo que tenía libre lo utilizaba para dormir, comer o trabajar desde mi MacBook. Me senté unos minutos en el sofá, pero tarde dos minutos en levantarme de nuevo asustada, al escuchar el estruendo en la cocina. Me levanté a toda prisa viendo el humo que salía de la cocina. Por instinto lo primero que hice fue agarrar el carrito de Kyree y salir a toda prisa del apartamento. Aporreé la puerta del vecino desesperada y asustada. Pero no contaba con que la casa estuviera vacía y él apareciera por mi espalda. — ¿Qué haces loca? –Susurro pensando que no le escucharía. Pero lo hice. Agarré su brazo haciendo caer la bolsa que llevaba y tiré de él hacia el interior de mi apartamento, donde seguía saliendo humo. El por fin entendió la situación y se espantó aún más que yo. Sacó su teléfono y marcó a los bomberos. Yo entre más en pánico al ver que tipo de piel pálida y ojos gatuno no hacía nada para parar el fuego. Salí de nuevo del apartamento y agarré el extintor del pasillo, no pensé que el aparato tuviera tanta fuerza y terminé llenado todo con la espuma blanca. — ¿¡Pero qué cojones te pasa!? ¡Me disparaste con esa mierda! –me señaló mientras se quejaba el tipo lleno de espuma blanca. — ¡Se está quemando mi casa y no hacías nada! ¡Estabas en el punto medio, idiota! –Le Grité cruzándome de brazos. — ¡Era un puto pollo! ¡Se estaba quemando el pollo que tenias en el horno, imbécil! No se iba a quemar tu maldita casa, solo había que abrir las ventanas y apagar el horno. ¿Cuando metí un pollo al horno? No recuerdo haberlo hecho. Mi memoria está horrible. — ¿Por qué llamabas a los bomberos entonces? –Pregunté algo más relajada. — Para que revisaran si había fuga de gas y para que atendieran a tu dichoso bebé por el humo. –Habló con un tono de obviedad. — ¡Oh mierda el bebé! ¡Lo deje en el pasillo! Salí a toda prisa en buscar del carrito del bebé, pero me espanté aún más al ver que no estaba. — ¡No está! –Le grité al chico que me seguía de cerca. Ambos nos miramos después de haber revisado el pasillo. No había rastro del carrito, más que el peluche de patito que lleva Kyree consigo siempre. — No, no, no, no puedo perderlo… ¿¿Dónde puede estar?? ¡Es un bebé no puede irse solo! –Hablaba rápido y a punto de entrar en una enorme crisis de ansiedad. El chico agarró del suelo el peluche, miró de nuevo en el pasillo, llevándose las manos a la cadera. — No debe haber ido muy lejos. Seguro algún vecino lo metió en su casa al verlo solo. — ¿¡Y si lo secuestraron!? Seguro lo venden a otra familia, dios debo encontrarlo. — No sea dramática, vamos a la recepción y le pides a Jang que revise las cámaras. Estaba decidida a ir a recepción, pero el llanto de Kyree prominente del apartamento del chico me frenó. Ambos nos miramos, él me mostró las palmas de sus manos en señal de que él era inocente. — ¡abre la puerta de una maldita vez! Abrió la puerta y rápidamente entró. Un chico de piel morena y fuertes brazos estaba junto al carrito de Kyree, mientras se tomaba un batido de algo verde. Ignore al tipo y fui directa al bebé. Lo agarré agarré brazos pudiendo respirar al fin tranquila. — ¿¡Qué haces aquí John!? –Gritó de nuevo molesto el pálido. — Solo vine a recoger unas cosas de mi antigua habitación. Ya me voy, no hace falta que grites… por cierto, no dejen al bebé solo, cualquier psicópata podría robarlo. – Su sonrisa final me asustó. No parecía un consejo, si no, una amenaza. Por inercia al ver que se acercaba al bebé, me escondí tras el pálido. — Vete, John. Y dile a Seok, que deje de mandarme indirectas por i********:, es ridículo.
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