La chica me miraba de brazos cruzados, notaba un leve enfado por su parte.
— ¿Qué pasa?
— Podrías avisar si vas a secuestrar a mi hijo y desaparecer… Lo estuve buscando por toda la casa e incluso por el pasillo. –Se acercó a mí y agarró en brazos al bebé que aún estaba en el carrito.
No puedo objetar nada, porque era cierto que debí haber avisado de mi salida.
— Ajam. ¿Estás ya lista? No quiero perder más el tiempo, tengo cosas que hacer.
— Yo también tengo cosas que hacer, usted no es el único ocupado.
Rodé los ojos al escuchar que me trato de usted. Es incómodo que lo haga, me hace sentir mayor. Algo estúpido porque es lo normal aquí, pero al ser extranjera, es raro.
Ambos salimos del apartamento, bajamos en el ascensor hasta el parking. Allí nos tiramos aproximadamente diez minutos para desmontar el dichoso cochecito y poder acomodar al bebé en la sillita del coche.
Después subí de conductor en mi Hyundai y ella subió en la parte trasera, justamente en el asiento del medio.
— ¿Por qué te pones atrás? No soy un taxista.
— Debo ir con él, para que no llore… Si prefieres que se tire el trayecto llorando, voy delante, señor Moon.
— Por favor, dime Mingi.
El resto del camino fue en silencio, él bebé no lloró, estaba dormido después del paseo que dimos.
Bajamos del coche y estuvimos otra media hora para montar el puto carrito de las narices. Esas cosas las carga el diablo. Entramos a la par en el hospital. Ella estaba nerviosa, por lo que veo a simple vista, no le agrada el ambiente del hospital. Bueno, creo que a nadie le agrada ir al hospital.
Me entretuve observando la sala de espera de la sección infantil. Había varias madres con sus hijos, rondaban desde los primeros meses de vida, hasta los siete años. No había más mayores en este momento.
La sala era muy colorida, diría que demasiado. Dos de los niños estaban jugando en una pequeña mesa de color rojo, estaban entretenidos y sus madres no es que les hicieran mucho caso. Ambas señoras estaban entretenidas con revistas de cotilleos.
Me sentía incómodo en el ambiente, muchas de las madres me inspeccionaban a cada rato y notaba que mi acompañante estaba igual de incómoda e inquieta.
— Zhou Kyree, pase a consulta. –me sobresalte al escuchar al pediatra.
La chica se puso en pie, imite su acción. No sabía si debía entrar o no, con ella. Pero cuando cruzamos miradas entendí que ella necesitaba que alguien la acompañara.
Caminamos a la par, hasta entrar en la consulta y tomamos asiento. Me mantuve en silencio todo el rato, ya que no era algo en lo que pudiera intervenir.
Por lo que entendí, la chica estaba preocupada por la alimentación del demonio con pañales. Supuestamente él se despertaría tantas veces por la noche, por hambre.
Hasta ahí fue todo más o menos normal, pero llegó un momento, que la conversación se fue a algo más privado y sentí que yo sobraba ahí.
— ¿Crees que el momento tan duro que pasaste puede aún estar afectando te y por eso no terminas de adaptarte con Kyree, Haelyn?
El silencio por parte de la chica dejó en claro la respuesta. El médico soltó un gran suspiro y se recargó en su silla.
— Haelyn, para poder atender correctamente a Kyree, necesitas estar bien y es obvio que no lo estás… y eso le afecta a él.
— ¿¡Cree que no lo intento!? ¡Mi vida era perfecta! el trabajo perfecto, el novio perfecto e íbamos a tener la familia perfecta… Pero eso se fue a la mierda y ahora soy la puta viuda, dando lastima donde quiera que vaya.
Ella terminó explotando y yo solo podía observar en silencio.
— Haelyn relaj–
— Ahora me dice que me relaje… No puedo relajarme. Llevo dos putos meses sin dormir, mi cuerpo está en un limbo de destrucción. ¿¡Se hace una idea de lo jodido que es ver a todas esas madres de revista o en i********:!? Ver lo felices que son otras, con sus cuerpos perfectos dos malditos días después de parir, me destruye… a mi nadie me dijo que ser madre era una grandísima putada y que no era como lo vendían en r************* .
Hasta el doctor perdió el habla en ese momento. Pero claro, ¿Qué iba a decirle? La chica se mordía el labio intentando reprimir las lágrimas y mantenerse serena.
— Creo que es necesario asistir a un par de sesiones con el psicólogo, Haelyn… Yo no puedo ayudarte más, solo puedo encargarme de la salud de Kyree.
Ella intentó relajarse y suspiró varias veces antes de tomar la palabra.
— ¿Entonces qué debo hacer con Kyree? Ya no se que hacer para que deje de llorar.
— Kyree nota tu malestar y se lo transmites. Lo único que puedo aconsejarte por ahora es ir a las sesiones y asistir a clases para madres primerizas. Suele venir bien, tanto para las madres, al estar con otras mujeres en su situación, como para los bebés que socializar más.
— Entonces sesiones de terapia y clases para madres, genial. –Su sarcasmo no fue muy agradable.
— También te aconsejo encontrar momentos para ti sola, donde Kyree estaba con otra persona y tú puedas tener tiempo para descansar.
Note que eso era una indirecta para mí, puesto que el doctor me miró fijamente. Desvié la mirada, mientras me rascaba la nuca.
Pero la vista de todos fue hacia el pequeño Kyree, quien empezó a llorar. Se notaba que era por hambre y era lógico, llevaba más de dos horas sin comer. Y en parte es culpa mía, ya que me lo lleve de casa sin preguntar.
Ella suspiró con resignación con intención de levantarse, pero me adelanté.
— Me encargo yo, debo salir para hacer una llamada. –mentira, pero necesitaba salir de la consulta y dejar que ellos dos hablaran sin mi presencia.
Haelyn asintió con la cabeza, agarré el carrito y salí de la consulta dirigiéndome al pasillo. Movía el carrito de delante hacia atrás, pero eso no parecía gustarle.
— Ya, ya, cierra la boca mocoso… nos está mirando la gente y van a reconocerme por tu culpa.
Me vi en la obligación de agarrarlo en brazos. En cuanto lo tuve entre mis brazos se cayó y sonrió triunfante.
— Demonio con pañales… eres un manipulador eh.