El picnic.

1768 Words
POV MAR La semana transcurrió normal y yo no terminaba de descifrar que era lo que había pasado con Ezequiel. Por momentos, como el día del cumpleaños de mi primo, se mostraba interesado en mí y los siguientes días ni siquiera me dirigía la palabra. Su inestabilidad me estaba sofocando. Era viernes y por fin terminaba nuestras horas de tortura, estábamos a punto de irnos cuando Lean me increpa. -Mar no te vayas, espérame a fuera que tengo que decirte algo.- Su mirada era suplicante. -Claro, no hay problema. Solo no tardes tanto.- Le sonreí -No, solo tengo que hablar algo con la directora y soy todo tuyo.- Sonreí y le di un golpe juguetón en su brazo. -Andando Romeo, no me hagas esperar una hora.- Sonrío y salgo hacía la calle. Estaba en la esquina sentada esperando a Lean cuando divise a Ezequiel haciendo tiempo en el kiosco de enfrente. Cinco minutos después el enorme cuerpo de mi amigo me cubre del sol y es ahí cuando me doy cuenta que estaba a mi lado. Me ayuda a levantarme y me habla. -Mañana a las cuatro de la tarde espero que no tengas nada que hacer. Te voy a llevar a un lugar para compensarte por lo de tu cumpleaños.- Me dice sonriendo de oreja a oreja. -Bien, ¿Y se puede saber a dónde vamos?- De pronto la curiosidad me estaba matando. -Solo te voy a decir que iremos a la plaza, pero no te diré lo que haremos allí.- Para ese momento me preocupaba que cosas se estarían pasando por su mente. - Ok, pero ¿Debo llevar algo?- A estas alturas ni siquiera sabía que se traía entre manos. -No, yo me encargo de eso. No te preocupes.- Me guiña el ojo. A solo unos metros Ezequiel escuchaba muy atentamente. ¿Por qué de repente le importaba cualquier cosa que fuera que hablábamos entre nosotros? ¿Acaso con su frialdad no me había dejado en claro que no le importaba? -Bueno, nos vemos mañana entonces.- Me acerque a él y poniéndome en puntitas de pie le di un abrazo y un beso en su mejilla. Él me devolvió el saludo y ambos nos marchamos en direcciones opuestas. Sin mirar hacia atrás comencé a caminar tan rápido como mis pequeñas piernas me lo permitían. Unos pasos se empezaron a escuchar detrás de mí, unos segundos después Ezequiel estaba a mi lado con cara de pocos amigos. -¿De verdad vas a salir a solas con él?- Dijo con el ceño fruncido. -¿Acaso estabas escuchando mi conversación privada?- Le dije enojada. -Muy privada no era, estaban hablando en la vía pública.- Su sarcasmo lograba irritarme. -Sí, voy a salir con él. ¿Feliz de que te lo haya dicho?- Seguía caminando sin siquiera cruzar una mirada con él. Ezequiel detiene mi marcha tomándome del brazo. -¡No quiero que salgas con él!- Sus palabras salían con rabia y su agarre se hacía cada vez más fuerte en mi pequeño brazo. -¡Suéltame! Me estas lastimando.- De verdad comenzaba a dolerme. -Lo siento. No era mi intención hacerte daño.- Me soltó de inmediato. Su mirada se veía como si un caos estuviera desatándose en su cabeza. -¿Por qué no quieres que salga con él?- Intentaba que me dijera aunque fuera una pequeña parte de los sentimientos que había dentro suyo. -Porque no me gusta.- Negué con mi cabeza. -Esa respuesta no me basta.- Comencé a caminar de nuevo. - ¿Y si quiere sobrepasarse contigo?- Él salió de un pequeño debate interno y corrió hacía mi. -No te preocupes, se cuidarme sola.- Solo avanzaba, evitaba cualquier tipo de contacto con él. -Solo quiero protegerte.- Murmuro algo triste. -No lo hagas, he sobrevivido sin ti hasta ahora. Como ves no me ha ido tan mal.- Me estaba hartando de esta situación. Si él no estaba dispuesto a revelarme sus verdaderos sentimientos, era mejor que se hiciera a un lado hasta que aclarara el lio que tenía en su mente. Estábamos llegando a la esquina de su casa y él aun se debatía entre dejarme ir o decir algo más. -Eres tan cabeza dura.- Expreso resignado. -Y tu das tantas vueltas con el mismo tema.- Frene mi caminata, ya estábamos en la bifurcación en que nuestros caminos se desviaban. -¿Hay algo que pueda decir que te haga cambiar de opinión?- Él jugaba con la tira de su mochila. -Quizás, pero no sé si estás listo para eso.- Me miro un tanto confundido, no entendía a que hacía referencia. -No entiendo. ¿De qué hablas?- Su cara era de absoluta confusión. -De tus sentimientos. Dime qué quieres, que sientes y tal vez pueda cambiar de opinión. ¿Estás listo para abrirte a mi?- Lo desafié. -No puedo hacerlo.- Entristecí, tenía una leve esperanza de que por fin me dijera algo. -Bueno entonces espero que goces de tu decepción.- Di media vuelta y me marche. Llegue a mi casa hecha una furia, es que no me quería con él pero tampoco con otro. ¿Qué demonios pretendía? ¿A caso solo él podía divertirse? ¿De verdad podía ser tan egoísta? El sábado llego, faltaba una hora para que Lean pasara por mí y yo estaba saliendo de la ducha. Me dirigí a mi habitación, abrí el armario y comencé a buscar entre algunas opciones que tenía como para ir a la plaza. Bueno definitivamente no sabía que se traía entre manos por lo que tendría que estar cómoda pero tampoco desarreglada. El día era soleado pero era invierno por lo que tampoco podía desabrigarme mucho. Lo que más me atrajo fueron unos leggins negros, una camiseta manga larga gris, una sudadera negra con una calavera dibujada en el centro y unas zapatillas de tela lo suficientemente cómodas. Recogí mi cabello en una coleta, aun estaba húmedo, me maquille con un poco de delineador y mascara para pestañas, me puse un poco de perfume y ya estaba lista. En la cocina mi madre me increpo. -¿A dónde vas tan arreglada?- Podía ver la curiosidad en sus ojos. -Leandro me invito a la plaza, parece que van otros chicos de la escuela también.- Mentí, sino no me dejaría salir. -Ese chico me cae bien. Solo no llegues tan tarde.- Ella siempre se preocupaba por qué no llegara de noche. -No te preocupes él me viene a buscar y supongo que también me traerá a casa.- Ella sonrío como si ese gesto en él le diera orgullo. -¿Son novios?- Me atragante con el vaso de agua que estaba bebiendo. -¿QUE? No, mamá. Él solo es mi amigo.- Mi cara se transformo completamente ante su pregunta. -Creo que a ese chico le gustas. Deberías considerarlo.- De pronto ella quería hacer el papel de Cupido. -Mamá, no. Deja de querer ofertarme ante el primer chico que se cruza en el camino. Estamos bien así, no te metas.- Lave el vaso para luego colocarlo en el escurridor. En ese mismo instante el timbre de casa sonó y mi madre se apresuro a salir. -Hola señora. ¿Está su hija?- Le pregunto Leandro con una sonrisa por demás encantadora. -Sí, enseguida viene. Pero no la dejes venir sola tan tarde.- Ella quería asegurarse que él me acompañaría. -Claro que no, yo mismo lo traeré. No se preocupe.- Volvió a sonreírle. En ese momento salí para evitar que mi mamá dijera algo que me dejara en ridículo. Abrí la puerta y le di un beso en su mejilla. -Lean.- Sonreí y mis mejillas ardían de la vergüenza. -¿Estas lista hermosa?- Asentí. -Bien, que se diviertan.- Mi madre nos mira pícaramente y se marcha. -No le hagas caso. ¿Qué hay aquí?- Dije señalando una mochila. -No lo abras, es mi sorpresa.- Levante las manos en señal de rendición. Me subí en el caño de la bicicleta que separa su asiento y el manubrio y partimos hacía la plaza. Diez minutos después habíamos llegado, nos situamos debajo de un árbol, yo sostenía su bolso entre mis manos mientras él aferraba su bicicleta junto a un tronco cercano a nosotros. Una vez que termino lo abrió y saco una manta roja y blanca, junto a unas sodas y algunos sándwiches. Y entre sus ropas, como si no quisiera que lo viera hasta ese instante una rosa con un chocolate blanco. Definitivamente hasta había recordado que ese chocolate era mi favorito. -Wow lo recordaste.- Le dije sorprendida. -Sí, recuerdo cada cosa de ti.- Sonreí y mis mejillas se sonrojaron. -Gracias. Me encanta.- Sus ojos se achinaron y una sonrisa enorme apareció en su rostro. -Feliz cumpleaños Mar.- Reí. -Pero ya paso hace varios días.- Él tomo mis manos entre las suyas. -Lo sé, pero no estuve para decírtelo.- Con sus pulgares acariciaba mi piel. De pronto y cortando el hechizo, una pelota se dirigió hacía nuestra dirección. Mi sorpresa fue ver a Ezequiel viniendo a buscarla. -Oh perdona. No quería arruinar tu momento.- Le dijo él a Leandro mirándolo a los ojos. -No pasa nada, siempre que no se vuelva a repetir. Sino creeré que de verdad te molesta que estemos juntos.- Lean pone más énfasis en la palabra juntos y puedo ver como Eze aprieta sus puños a un lado de su cuerpo. -Me importa muy poco lo que hagan entre ustedes.- Dijo e inmediatamente se agacho para tomar la pelota entre sus manos y se alejo corriendo. Leandro me miro. -¿Qué hace aquí? ¿Cómo supo que estaríamos juntos?- Estaba confundido. -Nos escucho hablando, no quería que viniera.- Levante mis hombros como restándole importancia. -¿Le importas?- Su entrecejo se frunció. -No lo sé, nunca me ha dicho nada. No término de entenderle, por momentos es simpático y amigable y al día siguiente simplemente le soy indiferente y ni siquiera saluda.- Tomo una soda entre mis manos. -Bueno, como sea. No dejemos que nos arruine la tarde.- Él comenzó a sacar la comida de una lonchera. La tarde fue muy amena, pero podía sentir la mirada de Ezequiel clavándose como cuchillos afilados en mi espalda. Con Leandro, lo pase muy bien, hablamos de nuestras vidas antes de conocernos, nos reímos de anécdotas con sus amigos y terminamos volviendo a mi casa cuando el sol se había puesto en el horizonte y las luces de la ciudad comenzaban a encenderse. Solo éramos amigos pero quizás con un poco de tiempo podría llegar a verlo como algo más, solo había que esperar o quizás el destino me tuviera preparado algo más.
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