Estaba en la casa de Hernán cuando escucho por casualidad una conversación entre su madre y su hermana mayor.
De no haber sido porque mencionaron su nombre no me habría interesado por esa charla.
Mi amor estaba en su casa mal de salud, sus padres la habían llevado al médico y según estos estaba mal del estomago, cosa que no era cierta ya que 2 días después la internaron de urgencia por una apendicitis.
El solo pensar que algo malo pudiera pasarle me hizo sentir agobiado. El miedo me carcomía por dentro y no sabía cómo hacer para acercarme a ella.
Haciéndome el tonto me acerque a pedir un vaso de agua y fue la excusa perfecta para preguntarles por ella.
-Perdón, ¿Puedo preguntarles como esta Maru?
Silvia su hermana me miro confundido.
-Ezequiel, ¿Vos la conoces?
Mis mejillas se calentaron y mis palabras se atoraron en mi garganta.
- Si.
Dije con un hilo de voz, casi sonaba como un susurro.
-Está recuperándose, por suerte la operaron a tiempo.
El saber que estaba mejorando me devolvió el alma al cuerpo.
-Si la llegase a ver, ¿Podría decirle que Ezequiel, el amigo de Hernán, le manda saludos? Ella va a saber quién soy,
-Sí, claro. Le digo.
-Gracias.
Tome el vaso de agua en mis manos y salí de la cocina para volver a la habitación de mi amigo.
-Hey, ¿Por qué tardaste tanto?
- Porque me quede un momento hablando con tu hermana.
-¿Con mi hermana? ¿Sobre qué?
-Sobre Maru.
El me miro a los ojos con sospechas.
-Antes que digas nada, solo estaba preocupado por ella. Nunca me dijiste que estaba mal.
- No, no es algo de tu incumbencia.
- Te equivocas, ella me interesa.
Hernán me miro con desaprobación.
-Y antes que digas nada tengo en claro que no tengo que acercarme, pero eso no significa que su vida me importe una mierda.
-Está bien, perdón. Si me entero de algo te prometo que te lo voy a contar.
-Gracias.
Por suerte no se había enojado tanto conmigo y pudimos convivir sin pelearnos.