Capítulo 1 (Parte III): Contrato

2661 Words
ANIKA (ACTUALIDAD) Llegué a la oficina de Aiden a las ocho en punto de la mañana y no sabía qué era lo que estaba haciendo ahí. Yo no había pedido trabajar con él, aunque pensándolo bien. . . Podría mirar de cerca el desfalco multimillonario que habían sufrido seis meses atrás, y bueno tenerlo un poco más cerca, aunque nunca tenga oportunidad con él. Sin duda eran dos motivos por los cuales podría aceptar trabajar con él. Lo único que esperaba es que la paga fuera buena, no quería fingir sufrir hambruna, ni renunciar a mi Tesla solo por pretender que no puedo pagarlo, porque sí que lo podía pagar. Me había puesto mi traje de flores con un pasón de mari**guana, Perla me decía que se parecían a eso por la manera en como las coloridas plantas sonreían de manera psicópata, para mí la tela era una verdadera obra de arte. Consistía en un traje colorido de bermuda y camisa de cuello con marga corta. Lo combiné con unos tenis Jordan Nike blancos de estilo bota, con unas calcetas rojas que apenas sobresalían de mi calzado. Amarré mi cabello azul marino en dos chongos sobre mi cabeza, que simulaban dos pequeños cuernos. Me puse aretes, collares y algunos anillos para combinar. Me faltaba el aire cuando me paré frente a la puerta de la oficina de Aiden y entonces, con las piernas temblando un poco, toqué con mis nudillos. — ¡Pasa! —Escuché su voz hermosa. Contuve la respiración y abrí la puerta. Mis ojos lo encontraron ahí, detrás de su escritorio, con un traje azul marino pulcro a su medida, de esos de diseñador, porque ni siquiera confiaba en las grandes marcas, con cada cabello n***o en su lugar, y recién afeitado. — Buenos días, Aiden —. Saludé con cierta timidez poniendo mis manos frente a mí. Mi bolsa en forma de piña colgaba de mi hombro, se balanceaba de un lado a otro representando mi nerviosismo. Nunca había estado sola en una habitación encerrada con él. Mis ojos me quitaron la ilusión al ver que había otra mujer. Era de esas rubias con una cabellera exquisita de salón, sus labios rojos, tenía el cuerpo de esas modelos de Victoria´s secret, tan al gusto de Aiden, que por un momento dolió, yo no era ni la mitad de lo que esa mujer era. — Buenos días, Anika —. Me saludó sin apartar la mirada de su laptop. Solté un suspiro controlado al ver lo concentrado que estaba. Siempre arrugaba el ceño cuando se concentraba de más. La oficina permaneció en silencio mientras tecleaba algunas cosas. Volteé a ver hacia la oficina y me di cuenta de que Aiden era más sobrio de lo que su apariencia decía. La decoración del lugar era lúgubre, con tonos negros y chocolate por todas partes, con madera finísima de París, lo digo en el sentido figurado, que solo un multimillonario podría tener. Era como entrar a la oficina de Drácula con toques modernos. Definitivamente, era una mancha colorida en medio de toda esa sobriedad de la oficina, no encajaba. Me mordí el labio inferior, meciéndome sobre mis talones, mientras juzgaba con la mirada. La otra mujer que se encontraba a la espera de que Aiden se desocupara, se acercó a mí con cuidado de no hacer ruido con sus tacones de aguja de diez centímetros. — ¿Vienes por el puesto de asistente? —. Me susurró la rubia a mi lado. — No. — Me lo imaginaba —. Rio por lo bajo viéndome de la cabeza hasta los pies—. Parece que vienes por el puesto de ser la mascota exótica de la empresa, aunque no sé si exista una vacante así. Reprimió una carcajada. Su comentario me supo amargo, pero no dije nada, solo me limité a sonreír con amargura. — Disculpa estaba revisando unos correos. . . —Se calló de inmediato, tan pronto me vio parada frente a él. No supe cómo interpretar su reacción, pero se quedó completamente mudo al verme. Fruncí los labios esperando una respuesta, no me di cuenta de que también había alzado las cejas. Se aclaró la garganta—. Perdona —. Se levantó de su lugar. La rubia a mi lado no me quitaba la mirada de encima con una sonrisa de burla en sus labios. Yo creo que era por mi aspecto, porque había ido con unas put**as flores que gritaba amor y paz. *** AIDEN Traía un traje de flores drogadas de esas que salían en los anuncios de Vive sin drogas en los noventas, cuando era un crío. Un traje tan colorido con colores, déjame ciego, con cinco tallas más o no sé cuantas más, de las que ella era en realidad. No supe cómo interpretar. Mierda, no sabía qué estaba pensando cuando le dije que la veía en mi oficina. Mi mirada pasó por Sonia, la primera candidata del día que había asistido por el puesto, Dios, estaba tan buena que no dudaba en tenerla empinada en cuatro sobre mi escritorio todos los días, si ella accedía, claro. Mi vista se posó en Anika, que no sabía como describir su look de ¿circo?, pero ahí estaba ella, una chica vetada por un imbécil de todos los trabajos posibles y por haber, con problemas de dinero, y una apariencia que daba mucho que desear, parecía como una interpretación de Harley Quinn haciéndose pasar por una oficinista. No sabía en el problema en que me había metido, pero era la amiga de mi hermana y necesitaba el trabajo. Tal vez haciéndole un favor me sentiría menos imbécil de lo que ya había sido con mi familia al perder tanto dinero. Aunque, por otro lado, estaba el deseo de tener a una asistente bien, con una imagen impecable, independientemente de si me podía meter con ella o no. La vi una vez más barriéndola con la mirada. No pude evitar llevarme una mano a apretando el puente de mi nariz. Me tuve que voltear y darle la espalda para controlar la risa que me estaba dando. No, es que no podía ser más ridículo que esto. Me volví hacia ella de nuevo. — ¿Cómo te atreves a venir vestida con una pijama de flores con sonrisas psicópatas? ¿Es así como pretendes buscar trabajo? —No podía quedarme callado porque era mi imagen la que estaba en juego. Sonia, la otra chica que estaba aplicando para el puesto, se llevó la mano a la boca para reprimir una carcajada. Hice caso omiso porque ella no se estaba tomando el trabajo en serio. — ¿Perdona? —Parpadeó un par de veces y acercó a mí con la boca abierta. Era la primera vez que la estaba observando más de cerca de lo que en realidad había estado de ella. Había notado que sus ojos eran azules, pero verlos de cerca me hicieron notar que en realidad eran una especie de turquesa, o un azul muy claro, no estaba seguro de eso. El maquillaje, a pesar de que la había comparado con Harley Quinn, no iba más allá de las pestañas pintadas. Nada que ver con Sonia, y por los currículums que había leído, las otras chicas estaban tan guapas como la competencia de Anika en ese momento. — ¿Es así como sales a pedir trabajo de esta manera tan ridícula? ¿De verdad que piensas que vas a encontrar trabajo de esta manera? —Es que de verdad sentí que era una burla. — Puedo darte unas clases, reina —. Se ofreció Sonia, que se acomodó su postura de modelo barriendo a Anika con la mirada. Ani se vio su ropa frunciendo el ceño. — Yo. . . no. . . A ver; número uno, este traje me lo regaló mi mamá; y número dos, ni siquiera sabía que venía a una entrevista de trabajo porque nadie me dijo nada de esto —. Alzó ambas cejas. — Ja—, que no me viniera con ese cuento—, ¿de verdad me vas a salir con esto? Porque Perla vino el otro día a pedirme el favor de que te diera trabajo, e hice a un lado a las otras candidatas, que están dispuestas a venir presentables, como Sonia, para darte la prioridad a ti, que sé que estás tan necesitada de trabajo —. No iba a permitir que las cosas parecieran otra cosa porque no lo eran. — Pues a mí ella no me dijo nada, y yo no estoy necesitada, solo estoy desempleada y son dos cosas muy diferentes —. Puso sus manos en jarras—. Yo jamás le pedí ayuda a tu hermana y quiero que eso quede claro, porque yo no estoy mendigando por trabajo. Así que si esa es la razón por la que estoy aquí, entonces, no gracias. Parecía que Anika estaba confundida. Se acomodó una ¿piña?, al hombro. — Espera, espera —. Me volví a pellizcar el puente de mi nariz—. Creo que empezamos con el pie izquierdo, te pido una disculpa de verdad. No quería que las cosas se pongan así entre los dos. Lo único que pretendo es ayudarte, eso es todo. — Por Dios, reina todo el mundo, quiere trabajar con Aiden Fortune —. Sonia estaba un poco exasperada—. Aunque con ese atuendo lo mejor será que te largaras de aquí. — Hey, cuidado con lo que dices, que esto que acabas de hacer te resta puntos —. Le advertí a Sonia. La realidad es que me estaba molestando esa actitud que tenía hacia Ani. Anika cerró los ojos, y los abrió de nuevo, dejando escapar aire. Sus labios, rosas por naturaleza, mostraron una sonrisa peligrosa. — No, déjala —. Me dijo. Se dirigió esta vez a Sonia—. Entonces, debes sentirte muy afortunada de estar compitiendo por el puesto, felicidades —. Sonaba sarcástica. Soltó aire y me vio a los ojos. — Mira, yo me quedaría a trabajar mucho gusto contigo, pero no por ser recomendada, sino por todas mis credenciales. Soy licenciada en negocios y finanzas, con dos másteres en finanzas internacionales y empresariales, y un doctorado en economía empresarial. Trabajé en el banco más importante de todo el país como asesora financiera, y he llevado una cartera de clientes de alto nivel, entre otras cosas. No he ejercido el puesto de una simple secretaria, porque no soy una simple secretaria —. No había conocido esa faceta de Anika, era nueva para mí— ¿De qué era el puesto que me ibas a ofrecer? Me quedé mudo porque, pues. . . Me rasqué la cabeza antes de responder. — Pues básicamente es el puesto de una secretaria —. Sonreí más por cortesía que por otra cosa. Parecía divertida, como si estuviera reprimiendo la sonrisa por la ironía que acababa de pasar. Nos quedamos en un silencio incómodo porque no sabía qué más decir, pero entonces el teléfono de mi oficina sonó. Le hice una señal con los dedos para que me diera un momento. — Buenos días —Respondí. — Buen día, ¿con el señor Aiden Fortune? —Preguntó una mujer al otro lado del teléfono. — Sí, él habla. — Buenos días, señor Fortune, hablo de parte del señor Lastra, me dice que tiene un espacio dentro de tres semanas para verlo. Desafortunadamente, tiene la agenda llena. — ¿Tres semanas? —La reunión me urgía porque hacer un trato con Future Company podría salvarme de declarar a la empresa en bancarrota por al menos un par de meses. — Sí. — Está bien —. Exhalé airé con cierta frustración. — Le mandaré toda la información de su cita por correo electrónico. Que pase buen día. Dicho esto la asistente del señor Lastra colgó. Anika me observó desde su lugar. Tenía los brazos cruzados y una expresión de sorpresa en su rostro, por otro lado, Sonia estaba retocándose el pintalabios viéndose a un pequeño espejo de mano. — ¿Qué es lo que acabas de hacer? —Me cuestionó. — ¿Hacer una llamada? Sonrió con sarcasmo. — Acabas de contestar una llamada tú mismo, Aiden Fortune, el CEO de una empresa superimportante, con un traje de diseñador de veinte mil dólares. Ja, es como venir en pijama de flores, en viaje astral por un pasón de éxtasis, a trabajar. ¿Se estaba burlando de mí? Me quitó el teléfono de la mano y se sentó sobre mi escritorio con un aire desenfadado. — Confía en mí ¿Es el señor Lastra de Future Company? — Sí. No supe qué tanto hizo en el teléfono, pero logró regresar la llamada. Mecía los pies como si estuviera sentada en un columpio, tenía un aspecto infantil y un tanto inocente, aunque empezaba a preguntarme si en realidad lo era. — Buen día, soy Anika Bills hablo por parte del señor Fortune. . . Sí, sé que el señor Fortune recibió su llamada, pero está en una reunión importante en este momento y la razón por la que estoy regresando la llamada es porque tenemos un asunto que tratar con inmediatez. . . ¿Cómo dices que te llamas, cariño? . . . Natalia, verás que el señor Fortune consiguió dos entradas para ir al partido de los KNICKS en Nueva York pasado mañana. . . Puedes creerlo, es una menuda suerte. . . No entendía lo que estaba haciendo Anika, pero debo admitir que se notaba muy confiada al teléfono. No supe cuánto tiempo pasó, pero me quedé mudo cuando escuché que había conseguido hablar con el señor Lastra. Al final, cortó la llamada. — ¿Tenemos boletos para los KNICKS o lo que sea que ofreciste? —Le pregunté. — No —. Sonrió. Abrió su piña y sacó su teléfono y empezó a hacer varias llamadas. Después de diez minutos entre saludos efusivos y pedir favores, cortó la última llamada—. Va a venir Benito a las ocho de la noche a tu oficina a dejarte los boletos para el partido de los KNICKS, le tienes que dar cinco mil dólares, es el precio del favor. Ah, y la reservación de hotel e itinerarios de avión van a llegar a tu correo. El señor Lastra está encantado de tener ese viaje de amigos para hablar sobre tu proyecto y un contrato en puerta —. Me sonrió con cierto aire de suficiencia, una altanería que no conocía en ella. Se quitó de un salto de mi escritorio y me tocó el hombro—. Así se hacen los negocios, señor Fortune. Mucha suerte con sus otras candidatas. Señaló a Sonia con a la mirada, sacó una paleta de dulce de su bolsa de piña poniéndola en su boca, y salió de la oficina tan despreocupada como había llegado. Sí, me dejó pend**ejo con su actitud. La vi salir tan ridículamente colorida y. . . no sabía como describir lo otro. Sí, acepto a que vi a cinco candidatas más, y aunque con todas me habría acostado, en estos tiempos de crisis tenía que sacrificar algunas cosas. Por lo que estaba a las diez de la noche de ese mismo día tocando a la puerta de Anika, le había pedido la dirección a Perla, y había practicado un discurso durante el camino, pero al verla en la puerta. — Dime qué es lo que quieres, pero por favor —, puse mis manos en súplica—, trabaja para mí, Anika Bills. Sí, ahora era yo un imbécil arrogante tragándome mi orgullo porque toda la maldita tarde estuve pensando en como demonios le hizo para hablar con Lastra. No podía dejarlo pasar, tenía alguna especie de talento. Era la primera vez que yo le estaba rogando especialmente a una mujer.
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