Capítulo 1 (Parte IV): Contrato

1964 Words
AIDEN (ACTUALIDAD) — No —. Dijo Anika con una voz rotunda. Sentí el portazo en la cara, a mí, a Aiden Fortune le habían azotado la puerta en la cara con una rotunda negativa. Tenía que hacer algo, porque vaya, había estado todo el estúpido día dándole vueltas a la idea de cómo le había hecho Anika para hablar con Lastra, ¡con Lastra! Alguien que había estado persiguiendo por meses. — Anika, por favor, ¿podemos hablar? —Le pregunté sin moverme un centímetro de la puerta. No es por nada, pero nunca pensé que una mujer tan exótica en el sentido de su ropa pudiera rechazarme. De hecho no había una sola mujer en este mundo que lo hiciera, pero ahí estaba yo a las diez de la noche tocando la puerta de una mujer exótica por segunda vez. — No, señor Fortune, no tenemos nada que hablar. — ¿Desde cuándo soy señor Fortune? —Estaba teniendo poca paciencia en ese momento. De verdad que estaba tratando de reencontrarme con mi Buda interno, tratando de repetir mil mantras en mi cabeza, y recordar lo caritativa que era la Madre Teresa de Calcuta. — Desde que vienes aquí con la finalidad de tener una relación laboral conmigo. Suspiré resignado, porque sabía lo que tenía que hacer. Era un recurso infalible, una herramienta que solía usar con otros fines, pero estaba tan desesperado que estaba por convertirme en un maldito bastardo. — Escucha, vengo aquí a pedirte mis más sinceras disculpas —. Tenía que idear un plan para que esta mujer endemoniada me abriera la puerta—. Sé que no debí juzgar tu aspecto. Necesito tu ayuda —. Fase uno en marcha. Pasaron un par de segundos cuando Ani abrió la puerta de nuevo. Tenía que asegurarme que esa mujer aceptara trabajar conmigo, y para eso tendría que utilizar mis técnicas de manipulación al estilo Aiden Fortune, lo que significa. . . Tontear un poco con ella. Sí, solía ser un manipulador de mierda cuando quería conseguir algo. La quería a ella, bueno no a ella exactamente, sino su astucia, esa facilidad con la que se abrió paso para hablar con Lastra. Me había sorprendido en realidad, y es gracias a sorpresa que estaba ahí, en realidad. Me recargué sobre el marco de la puerta con una mirada sensual, de esas que ninguna chica se resiste, al menos a mí siempre me había funcionado. Haría lo que fuera posible para conseguir que esté en mi empresa. — ¿Estás intentando coquetear conmigo? —Anika entrecerró los ojos. Me había tomado por sorpresa la pregunta. Me quedé como un estúpido intentando procesar la pregunta y lo siguiente que diría, sin cambiar la expresión de seductora de mi cara para que simular que ponía esa cara de estúpido siempre. Ay, madre, más me valía decir las palabras correctas si quería que esta extravagante mujer trabajara para mí. — Yo. . . no —. Me seguí con los ojos entrecerrados como si en eso se me estuviera yendo la vida—. Yo solo estoy así porque la luz de tu departamento me lastima los ojos, sí, eso es. — Aiden, la única luz que tengo puesta es la de mi lámpara de lectura en mi sillón —. Se cruzó de brazos, aunque pude notar que tenía cierto rubor en las mejillas. — Se me metió polvo a los ojos —. Fue lo segundo que dije, y lo dije con tal seguridad que hasta yo mismo casi me lo creo. Anika soltó el aire. — Sabes, mi departamento de pronto puede tener ropa fuera de su lugar, pero polvo jamás, y no me digas que es alergia porque no tengo mascotas. Me cerró de nuevo la puerta. Suspiré frustrado, necesitaba también respuestas, para empezar quería saber qué cojo**nes eran los KNICKS que tanto le había entusiasmado a Lastra. Recargué mi frente sobre la superficie de la puerta blanca frente a mí. — Anika, abre la puerta por el amor que le tienes a mi hermana —. Fue lo único que pude decir antes de irme de hocico hacia el suelo porque Ani había decidido abrir de nuevo. — No vuelvas a meter a Perla en esto —. Puso sus brazos en jarras. Desde abajo pude notar que traía unos calcetines de Baby Yoda con la punta rosa en los dedos, el cuerpo n***o con estampado del personaje, el talón azul, y el final de la pantorrilla en color amarillo. Gritaba extravagante hasta en el más mínimo detalle. Minutos más tarde me encontraba sentado en un sillón rosa. Había conseguido que me pasara a su departamento y hablar conmigo. Me sorprendió mucho ver que su departamento era muy cálido. Sí, tenía cosas rosa por todas, como una pared detrás que tenía pintado una pradera con mariposas de colores por todos lados. No era mi estilo, pero su lugar era muy acogedor. Incluso el tapete debajo de mí de tejidos naturales. Plantas por todos lados dentro de canastas de mimbre decoradas con pompones de colores. — ¿Tomas el café con azúcar? —Escuché su voz. — Lo tomo solo, gracias. Había ropa tirada, que ella misma había hecho a un lado por todas partes. Era verdad que todo se encontraba en extrema limpieza, pero ¿por qué había ropa esparcida? Me removí un poco en mi lugar sin dejar de juzgar con los ojos el lugar, tratando de encontrar un poco de normalidad en ella. Lo que no sabía esa noche es que esa normalidad estaba en mi cu**lo, sí, ¡en mi cu**lo! Pues al moverme un poco de mi asiento, vi que una tela en color rojo sobresalía y al tirar de ella me di cuenta de que se trataba de una tanga. La alcé a la altura de mis ojos con la boca abierta y no supe qué sentimiento tener al respecto. Quise gritar de la impresión porque lo más normal que esa mujer tenía era sin duda la ropa interior ¡Usaba tanga! Sin dejar de observar la prenda, cruzó por primera vez como sería ver a Ani en ropa interior. Digo era una mujer, y los cuerpos de las mujeres eran lo más hermoso de este planeta, pero ¿cómo era ella en realidad? Una chispa de pensar en ella como una mujer me cruzó por primera vez en mi cabeza. — Solo tengo café soluble, lo siento, pero no me ha llegado la cafetera que pedí por sss —. Di un respingo porque Ani se había aparecido de la nada y en un acto de desesperación, y fue un milagro que la vista la hubiera tenido clavada en las tazas que sostenía, metí sus bragas en una de las bolsas de mi pantalón. Sonreí con cierto nerviosismo. Un minuto más tarde, Anika se encontraba frente a mí con una taza en forma de caldero de bruja en color n***o. Mi café humeaba delante de mí desde la cabeza de un axolote que me veía con una sonrisa psicópata. Le di un sorbo intentando no ver al animal. — Bien, mira la verdad es que te voy a ser honesto, vi a las otras chicas y no se comparan contigo —. Dejé al axolote en trance frente a mí. Mi café estaba hirviendo—. No sé qué hayas hecho tú, pero me destrozaste las ganas de contratar a una de ellas. — Son guapas. — Son normales. Es todo, pero tú en menos de quince minutos habías resuelto mi problema. Sé que te boletinaron porque me llegó el correo de un tal Mario Cardona avisando que no te contrate nadie —. Vi como apretó los puños y le dio un sorbo a su caldero de bruja—, pero yo te quiero contratar. — Doy consultorías financieras, no soy una asistente, como le llaman ahora al trabajo —. Dejó su bebida frente a ella. — Mira, sé que las cosas no suelen ser las mejores muchas veces, pero no creo que encuentres pronto trabajo de lo que haces por lo del correo. — Con el sueldo que tú me darías no puedo pagar la renta de este departamento o mantener mi auto, que no pienso renunciar a él. — Puedo pagarte lo que ganabas en el banco —. La interrumpí. Se mordió los labios y subió sus pies para poder abrazar sus piernas. Traía puesto un conjunto de playera y short muy holgados como pijama, y me pregunté como serían las tet**as de Anika. Menudo pervertido me había puesto una tanga. Trate de ignorar el hecho. Tal vez necesitaba otro desliz con alguna otra chica y santo remedio. — ¿Estás seguro? — Completamente. Ahora como primera tarea como tu jefe es que me digas qué demonios son los KNICKS. Me observó meditando la conversación. — No he aceptado. — Siempre consigo lo que quiero y sabes que soy tu mejor opción —. Me miró fijamente y suspiró. — Bueno, en vista que no sabe nada sobre básquetbol, lamento decirte que nos va a costar buena parte de la noche, pero estoy dispuesta a pasar hambre si no aceptas mi condición de que puedo llegar al trabajo con lo que mejor me acomode. — No. — Entonces, mucha suerte Aiden. — Bien, puedes ir como quieras vestida, ahora trabajas para mí, fin de la discusión. — Si las cosas resultan bien con Lastra, exijo un aumento del diez por ciento a mi salario y mi p**o comienza a correr desde hoy —. Me sonrió con una ternura que dio miedo—. Tal vez siempre consigues lo que quieres, pero yo elijo como cedo. Resoplé. — Trato. Ahora trabajas para mí. — ¿Qué tanto sabes de deportes? — Lo mismo que sé de maquillaje y manicura. — ¿Y cómo te mantienes en forma? — Gimnasio. Dejó escapar aire, parecía cansada. — Creo que tengo mucho trabajo contigo. Más vale que pidamos unas hamburguesas que las vamos a necesitar, y la empresa paga. Una hora más tarde estábamos viendo una reproducción de un partido de los KNICKS de Nueva York. Me había platicado las reglas del básquetbol, la historia del equipo de básquetbol, que era bien sabido que Lastra era un fanático empedernido, y ahora me estaba diciendo en qué momentos debía emocionarme. — . . . Tiene que parecer genuino. Si vas a un partido de básquetbol con un amigo, lo menos que quieres es poner cara de que estás oliendo un pe**do —. Me estaba explicando. — Probablemente si la ponga. — Pues cada vez que la quieras poner, piensa en el contrato, imagínatelo y pon buena cara. Ahora, existen las canastas importantes, entre las que están los triples, los dunks, y los game-winning shots. . . Incluso me estaba instruyendo en qué momentos debía emocionarme. Una cátedra completa, sin duda, que terminó hasta las cinco de la mañana. Ahora estaba recostado en mi cama para intentar dormir un par de horas antes de irme a trabajar. No me había quitado la ropa, solo metí las manos a las bolsas de mis pantalones para sacar la cartera y las llaves, y sí, saqué todo, incluyendo la tanga roja de Anika. No era un maldito pervertido, pero no tenía ni idea de cómo iba a regresar la prenda a su dueña. Me le quedé mirando y no podía entender cómo una persona como ella, lo único que tenía de normal era su ropa interior. No supe en qué momento me ganó el sueño, pero me dormí con la braga en la mano y una nueva asistente bastante, pero de verdad bastante excéntrica. No sabía lo que me esperaba, eso era seguro.
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