Mientras las horas pasaban me recosté sobre el sofá, encendí el televisor y miré una película, los minutos pasaron y mis ojos se sentían pesados, poco después comenzaron a cerrarse por completo llevándome a un profundo sueño: El dolor en mi cuerpo era insoportable. Mi visión era muy débil y borrosa, sólo escuchaba las voces de los médicos que mis padres me decían que me iban a ayudar. Sólo tenía ocho años y no sabía muy bien porque me hacían todo eso y porque mis progenitores lo permitían. Cuando todo terminó las voces que antes escuchaba se alejaron de mi, al parecer me habían dejado sola. Cerré mis ojos del cansancio, pero los abrí de nuevo cuando sentí una mano sobre la mía. —¿Estas bien?—escuche decir una voz de un niño. Quise ver su rostro, pero no pude, lo único que vi fueron