Capítulo I
Cerré mis ojos para no seguir observando al hombre frente a mi, un dolor en el pecho no me dejaba respirar y no sabía muy bien que era ese sentimiento. Abrí los ojos suplicando internamente que esto fuera una pesadilla, pero no lo era. Carlos tomó sus maletas sin mirarme, su rostro no reflejaba una pizca de remordimiento.
—Es hora de irme, lo siento Sam—esas fueron sus últimas palabras. Me quedé de pie sin moverme, viendo como la puerta se cerraba de golpe.
Me senté sobre el sofá, apoyando los codos sobre mi regazo, tomé mi cabeza todavía aturdida por lo ocurrido. No podía creer que había desperdiciado tres años de mi vida con un hombre que simplemente no le interesaba tener una relación formal. Tal vez me había enamorado de la persona equivocada. Me puse de pie segundos después y me dirigí a mi habitación. En el perchero de la puerta observé mi toga, mañana cumpliría mi tan anhelado sueño de convertirme en periodista. En la secundaria fui parte del periódico escolar, fue ahí que me di cuenta que me apasionada esta carrera, especialmente el área de investigación y ahora que el diario "El país" me había contratado como su nueva periodista en esa misma rama, me llenaba de entusiasmo y eso me hizo olvidar momentáneamente lo que acababa experimentar hace unos minutos.
Pensé que quizás fue lo mejor que Carlos se fuera de mi vida antes de comenzar mi nueva etapa. Lo que me reconfortaba era el hecho que tendría a mi familia acompañándome en ese momento especial. Ingresé al baño me duché y cuando terminé, me acomodé sobre mi cama que ahora tenía un espacio extra. Poco después escuché el timbre de mi celular, vi que se trataba de mi madre, decidí contestarle e informarle sobre lo que me había pasado, no quería que mañana en la ceremonia me preguntara por Carlos. Ella por supuesto se lo contó a mi padre el cual estaba enojado con Carlos, pero le hice comprender que me encontraba bien y que Carlos ya no sería mi prioridad. Ahora sólo me enfocaría en mi vida laboral, iniciaría a trabajar en dos días y eso me ayudaría a seguir adelante.
Al día siguiente tenía en mis manos el papel que me acreditaba oficialmente como periodista. Miré a mi madre llorando de la felicidad, mi padre como todo hombre se contenía de hacer lo mismo.
—Felicidades mi niña por este primer logro— me felicitó mi padre abrazándome con orgullo.
—Gracias papá, esto no hubiera sido posible sin su ayuda. Los amo—respondí abrazándolos a ambos. Me sentía orgullosa de mis padres, eran personas trabajadoras, generosas y con un gran corazón, que desde jóvenes lucharon para crear un patrimonio para mi hermano y para mi. Ellos Tuvieron la buena fortuna que su negocio que comenzó siendo un pequeño supermercado, se ampliará y se convirtiera en la cadena de supermercados más grande del país. Luego miré a mi hermano mayor, quién sonreía levemente, él no era expresivo con sus palabras. Físicamente sólo nos parecíamos por el color avellana de nuestros ojos. Estaba sin duda orgullosa de él por ser un gran hermano y uno de los mejores cirujanos del país.
Un año después...
Decidí ir juntos a unas compañeras de trabajo a divertirnos a uno de los clubes de la ciudad. El ambiente en el club cada vez era mejor, la personas bailaban al ritmo de la música y otras se divertían pasando un rato agradable. Nos encontramos bebiendo en la parte superior del lugar en la mesa que habíamos reservado.
—Iré al baño ahora regreso—le comunique a mi amiga Fernanda en el oído por lo alto de la música.
Me levanté para dirigirme a la planta baja donde estaban los baños. Cuando me acerqué al lavamanos, escuche levemente ruidos como si estuvieran discutiendo afuera del mismo, me incliné lentamente hacía la puerta para lograr ver a las personas que estaban afuera. Pude comprobar que se trataba de una pareja, los dos se miraban muy molestos: la chica era delgada y pelirroja; el hombre a su lado era alto, corpulento y atractivo, pero no pude ver el color de su cabello y ojos por la poca iluminación, lo único que resaltaba de él era una especie de cicatriz algo pronunciada en su cuello.
De repente la chica le dijo algo para luego lanzarle el líquido del vaso que sostenía sobre su camiseta, segundo después la pelirroja se marchó molesta caminando algo de prisa; él no dijo nada solo la vio alejarse. Regresé al interior del baño para tomar toallas de papel, salí y me acerqué al hombre que trataba de quitarse el líquido con olor alcohol de su camiseta con sus manos.
—Ten, esto servirá para que te limpies un poco—le dije ofreciéndole las toallas de papel, las pequeñas luces del pasillo iluminaba un poco más su rostro lo que me permitió mirarlo con más detenimiento: su piel era blanca, ojos marrones y cabello n***o.
Él levantó su rostro para mirarme, tardó unos segundos para aceptarme las toallas de papel que le estaba ofreciendo. Por algún motivo algo en él me resultaba familiar.
—Gracias, te lo agradezco mucho—musitó limpiándose la camiseta que llevaba puesta.
—De nada, bueno fue un placer ayudarte—respondí despidiéndome con una ademan de mano. Cuando di unos cuantos pasos; él me tomó del brazo izquierdo para detenerme.
—Antes de irte, necesito saber el nombre de la mujer que me auxilio con toallas de papel—comentó muy cerca de mi rostro.
Su acción me sorprendió un poco, no me di cuenta que me había quedado paralizada.
—Mi nombre es Samatha Miller —logre pronunciar saliendo de mi trance. Él quedó pensativo por un momento como analizándome.
—Es un placer conocerte, soy Andrew...—dijo sin completar su respuesta.
—¡Andrew!—escuchamos un grito, lo que provocó que ambos volteáramos hacia la entrada del pasillo para identificar quien era el dueño de esa voz: Un hombre algo joven con cierto parecido a Andrew lo estaba llamando .
—Debo irme, espero algún día volver a verte— dijo antes de marcharse.
Me quede en mi lugar pensando en lo que acaba de pasar. No entendía porque él me resultaba familiar... quizás solo era mi imaginación.
Nota de la autora: Mí estilo son las historias cortas y también los capítulos. Esta historia fue escrita en el 2009.