—Debes centrarte en tu objetivo, así que sácate a Juan de la cabeza. No estoy diciendo que los hombres ricos sean mejores personas o seres humanos que los pobres, nada de eso, pero Juan en particular podría ser peligroso —dice la señora Amelia con algo de preocupación en el rostro. —Es un hombre que fue marinero y tú sabes lo que dicen de esos hombres. No tengo idea de lo que dicen de los hombres de mar, así que la curiosidad me carcome. La mujer me mira con algo de pesar al observar el movimiento de cabeza con el cual niego tener ese conocimiento. —Dicen que dejan un amor en cada puerto, que son capaces de enamorar señoritas con la intensidad de su mirada y que incluso algunos pueden dejar mujeres embarazadas con el simple hecho de tomar su mano, gracias a tanta masculinidad que despren