Río Hudson.

1346 Words
Ya eran más de las 10 de la mañana, Alejandro acababa de terminar una reunión en el distrito financiero en Wall Street, había pasado a disfrutar una visita a la estatua de la libertad, ya eran casi las 4 de la tarde y decide comer algo en el restaurante Blue Ribbon el área de Soho. El estaba muy agusto disfrutando de su pudin de chocolate, cuando por el frente del ventanal, ve la silueta de una mujer en ropa deportiva muy hermosa a sus ojos y que reconoce casi de inmediato. —¡Era la misma chica de la gala tecnológica, que llevó aquella noche al hospital!—piensa mientras se atraganta con el pudin. Alejandro se había pasado los dos últimos meses pensando en esa chiquilla, no era la primera vez que veía una mujer tan hermosa, pero esa mujer tenía algo que a él le encanta, no sabe si es su inocencia hacia la vida, o su figura de guitarra, además de tener su encendedor favorito. El deja de lado el pudin saca su cartera y deja dinero sobre la mesa, y sale disparado para alcanzar aquella mujer que no sabe siquiera como se llama. Rolando su chofer lo espera enfrente del restaurante y al ver que su jefe sale, baja del carro para abrirle la puerta. —¿A dónde nos dirigimos ahora señor Valdivia?—dice Rolando. —Rolando espera aquí, yo regreso en un rato voy a caminar un poco. —Bien señor, si se cansa llámeme, para recogerlo a dónde usted se encuentre. —Si Rolando. Rolando volvió a cerrar la puerta del carro. Alejandro ve que, ella toma la ruta hacia el río Hudson, él la sigue de lejos, no sabe porque le da curiosidad hacia donde se dirige, él va perdido en el contoneo de sus caderas. Realmente se le ve un gran trasero, pues el pantalón deportivo que lleva puesto, está muy ceñido al cuerpo, a él le encanta, el moño semi recogido que se ha hecho, que cada vez que da un paso su melena baila de un lado para otro. Después de caminar por 15 largos minutos, Alejandro se estaba impacientando, por un momento se sintió como todo un acosador. Ellos llegan a un parque de pasear perros de nombre Leroy, ve que la chica decide tomar el pequeño sendero, un poco solitario y apartado del resto de las personas al borde del río, minutos después la ve correr a toda prisa, él mira cuando se quita el abrigo deportivo y los tenis, y sin más la ve tirarse al agua. —¿Pero que demonios?¿quiere suicidarse?—piensa Alejandro mientras se acerca a toda prisa. El observa cuando la chica agarra a un gatito que hay en el agua, Alejandro baja por una pendiente, se da cuenta que la chica no puede salir del agua, posiblemente estaba en aprietos, Alejandro ve cuando lanza al gato a la orilla y ella se queda luchando con unas plantas acuáticas, que le impiden salir. —¡Oye!...¿Que crees que haces ahí?—pregunta el inquisitivo, mientras se acerca. —¡Deja de preguntar y ayúdeme a salir por favor!—ella grita un poco desesperada. Sin pensarlo Alejandro se quita los zapatos Gucci, y la chaqueta, él se mete al agua, cuando se acerca a ella la sostiene por la cintura con un brazo, y con el otro toma las lianas acuáticas. —No te muevas de lo contrario te vas a enredar más.—le dice para calmarla— Alejandro agarra las plantas enredadas en sus piernas y las rompe, él no tiene problemas al ser más alto y fuerte. Cuando salieron del agua, no solo estaban mojados ahora tienen cesped, hojas y tierra por todas partes. —¡Muchas gracias!—le dice de inmediato, al hombre que la ha ayudado cuando pudo respirar más tranquila. Samira pensó por un momento que se ahogaría, no por no saber nadar sino por quedar atrapada. —No me tienes que dar las gracias, lo que no entiendo es porque te lanzas, en este río tan peligroso solo para salvar a un gato. —Los animalitos también tienen derecho a vivir y ser protegidos.— Samira lo mira a los ojos. Ella siente haberlo visto antes, esos ojos marrones con esa mirada tan penetrantes, no son comunes de ver. —Si, pero ¿De qué sirve que lo salves cuando tú, te vas a morir en el intento? me pregunto si eres un iman de adrenalina, cada vez que te veo, me haces preocupar. —Te conozco de algún lado?—le pregunta ella curiosa, mientras trata de exprimir el exceso de agua de su ropa y sacudirse un poco la tierra. Alejandro levanta una ceja, no podia creer que aquella, mujer se halla olvidado de su rostro sexy, su cuerpo corpulento y ¡sobre todo de su amabilidad! realmente cree que es muy especial, por lo general las mujeres no se olvidan de él, y es él quien tiene que hasta bloquearlas, por tanto que lo molestan. —Wao, hieres mis sentimientos, tan amable que fui cuando te lleve al hospital, a ver a tu abuelo enfermo. Samira en ese momento recordó, quién era ese apuesto hombre ¿Cómo pudo olvidar a un hombre tan imponente y amable como él? — ¡Ahhh¡, cierto...eres el que me llevo al hospital, el día de la gala tecnológica, Dios mío te he vuelto a meter en otra situación, me disculpo y te agradezco por tu amabilidad, aún tengo tu abrigo—dice apenada. —No te preocupes, por cierto ¿como sigue tu abuelo? estuve tentado de entrar contigo al hospital pero realmente tenía cosas importantes que terminar. Además no volví a hacer visita, porque no me dijiste como te llamas. —El... murió, no llegue a despedirme de él, ya era tarde, pues había muerto.—dice en tono triste, mientras termina de exprimir las medias y ponerse los tenis. —Ohhh, lo siento mucho. y tu abuela imagino que estuvo muy afectada. Si hay algo en lo que pueda ayudar...no dudes en decirme—le dice mientras se acomoda la chaqueta, —Fue hace meses, todo está más o menos en orden, mi abuela está en una especie de coma, hay que operarla, solo estamos viendo si despierta, y a mí abuelo...solo lo extraño. —Umm...ya veo, ¿aún tienes mi abrigo?—dice mientras ve su pequeña figura, y saca su celular para llamar a Rolando. —¡Si claro, lo cuide muy bien!, ya te debo dos favores, que pena contigo, pero yo puedo enviar tu traje a la tintorería, o comprarte otro—le sonríe. —Si...bueno...tienes mi abrigo favorito me gustaría recuperarlo, ¿no viste algo en los bolsillos?—pregunta él, para ver si vio el nombre grabado en el encendedor. —En realidad no me di cuenta, lo colgué de inmediato en una funda plástica en mi closet. Pero estás empapado, debes cambiarte de ropa, si me das tu numero te puedo llamar para que nos reunamos y dártelo más adelante o enviártelo por correo. Alejandro se queda viéndola, un poco incrédulo, con lo difícil que ha sido volver a encontrarla, estaba empapado por su culpa, lleno de tierra y cesped, además aún no recupera su encendedor ¿estaba dispuesto a que ella pierda la nota con su número o que ella no decida llamarlo? —No traigo bolígrafo...pero tengo tiempo, voy a llamar a mi chófer, puedo dejarte en tu casa de paso. —Ok... que pena contigo de verdad, por cierto me llamo Samira Robles.—le dice con una sonrisa extendiendo su mano hacia él. Alejandro siente como solo su nombre le suenan como las campanas de la catedral, se ha enamorado perdidamente de ella, la primera vez por verse vulnerable, y los ojos llenos de lágrimas, ahora se enamora por esa gran sonrisa, que parece que le da la bienvenida al sol. —Yo soy Alejandro Valdivia. Mucho gusto en conocerte.
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