Los ojos de Joonam estaban fijos en el almuerzo frente a él. Horas antes, durante la reunión privada que estaba teniendo con el consejo para decidir sobre el futuro de Lorena, se había hecho una pausa para servir la comida. A Joonam no le había molestado en ese momento, pues sentía que necesitaba respirar un poco, habían comenzado a tratar el tema del matrimonio de Lorena y era algo que lo descolocaba. Necesitaba un poco de tiempo para prepararse y estar listo para enfrentar la situación.
Así que en ese instante, Joonam observaba su comida intacta como niño chiquito que le estaban obligando a comer. Por alguna razón ese plato de cerdo agridulce con puré de papas y ensalada, no lucía nada apetitoso. Aunque él como vampiro no necesitaba comer comida convencional, solía hacerlo por educación cuando estaba en alguna reunión. No le gustaba faltar el respeto a los anfitriones que le ofrecían alimentos, en especial porque usualmente, ese tipo de comida no le causaba ningún malestar y en realidad, ni siquiera le sentía algún sabor. Para él, no sabía a nada, así que realmente le daba igual si la comía o no y a diferencia de la mayoría de sus hermanos, él se parecía más a su padre. Su ADN era casi por completo de vampiro, había heredado muy pocas cosas de su madre y la alimentación a base de comida, era una de esas cosas que por el contrario de algunos de sus hermanos, no necesitaba hacer.
– ¿Te comerás eso? –preguntó el m*****o del consejo que estaba sentado junto a él. Joonam negó con la cabeza sin decir nada.
El hombre se apresuró a tomar el plato de comida y prácticamente a atragantarse con el contenido que había en este. Joonam lo observó asqueado con el ceño fruncido. Nunca antes había sentido repulsión por la comida, pero ese día sentía nauseas. No sabía por qué razón, pero realmente se sentía horrible en aquel almuerzo. Comenzó a dolerle el estómago solo por el olor que provenía de esa comida y sintió que vomitaría al ver como el resto de los presentes almorzaban, pues le daba la impresión que mientras más alimentos ingerían, más se desesperaban por comer y fue una imagen demasiado asquerosa para soportar, así que Joonam, sin decir nada, se levantó de su asiento y salió de la sala para tomar aire fresco mientras transcurría el receso.
Media hora después estaba de vuelta en el salón para continuar con la reunión donde la habían dejado. Hans no tardó en retomar el debate y comenzar a discutir las condiciones que debía cumplir el matrimonio de Lorena durante la libertad condicional. En un principio todo iba bien, las primeras reglas que tocaban el tema, no era nada preocupante a su parecer.
El consejo quería obligar a la chica a permanecer casada con Robert por 3 años y solo a partir de ahí era que podían divorciarse. Quizás no fuese justo obligarla a estar casada si no quería, pero entendía que los primeros años eran indispensables para asegurar que el ex prisionero estuviese cumpliendo con las normas y obligar al responsable, en este caso Robert, a vigilarla, así que no era extraño, solo que como su caso involucraba un matrimonio, pues el consejo se estaba aprovechando de esa situación para complicar un poco las cosas como les gustaba hacer. Joonam suspiró, no tenía por qué quejarse, se suponía que ella se estaba casando enamorada y en todo caso de que las cosas no funcionaran, 3 años no eran nada para seres inmortales como ellos. El tiempo pasaría rápido.
Joonam permanecía callado escuchando el debate entre los miembros del consejo, él realmente no tenía mucho que aportar, pensaba que las condiciones que estaban planteando no eran tan malas o al menos, eso creyó hasta el momento en que comenzaron a hablar sobre el divorcio. A partir de ahí las cosas comenzaron a dar un giro drástico y surreal.
– ¿Por qué él tiene derecho a divorciarse y ella no? –preguntó exaltado al escuchar a los hombres hablar.
La propuesta original decía que Robert podía divorciarse en cualquier momento que lo deseara luego de trascurrido los 3 años, pero Lorena debía permanecer casada con él sin importar las circunstancias. Al ser él su responsable, no podía dejarlo aunque quisiera. Tenía que permanecer a su lado mientras estuviese en libertad condicional.
– No me parece nada justo lo que están planteando señores –reclamó Joonam en tono serio.
– Ella no debería de quejarse, simplemente que obedezca a su marido –repuso uno riendo y los demás le siguieron.
Joonam lo observó asombrado. Nunca antes había escuchado un comentario tan machista de parte de ellos. No tenía una relación muy cercana con la mayoría, de hecho con casi todos se limitaba a tratar solo temas de trabajo, pero nunca imaginó que pudiesen tener aquellas ideas. De hecho, nunca había escuchado algún comentario o rumor de que alguno de ellos fuese misógino, pues la razón principal por la que ocupaban ese cargo era que los superiores habían considerado que ellos eran seres lo suficientemente justos, imparciales y empáticos cómo para tomar las decisiones correctas dentro del sistema y aunque él más que nadie sabía que el sistema tenía sus fallas, nunca imaginó encontrarse con personas con esa mentalidad dentro de un cargo tan alto.
Joonam no podía salir de su asombro porque él llevaba más de 200 años trabajando con esos hombres y nunca antes había escuchado a alguno hacer un comentario de ese tipo, ni hacia una mujer ni hacia ningún otro ser. Claro, debía dejar de lado los problemas que Hans tenía con sus hermanos menores, pero esa era una historia diferente, en lo que a él respectaba, aquello era algo completamente nuevo y que se había presentado de golpe porque hasta hacía tan solo unos momentos atrás, nunca le habría pasado por la cabeza que alguno de ellos fuese tan machista.
– ¿Qué está ocurriendo aquí? ¿Por qué todos de golpe consideran inferiores a las mujeres? –preguntó Joonam confundido por aquel debate que se había formado.
– Relájate un poco. Siempre te tomas todo demasiado en serio –exclamó otro de los hombres– a veces hay que hacer espacio para algunas bromas.
– No creo que esas bromas sean correctas y menos en funcionarios como ustedes.
Joonam estuvo un rato discutiendo con los hombres hasta que al final se cansó y decidió simplemente dejar de pelear con ellos y tomar el camino más fácil. Iba a usar su habilidad para acabar con el asunto rápido, pero se sorprendió al darse cuenta que no le obedecían como de costumbre. Se sintió extrañado porque antes del almuerzo, durante su primer discurso para que aceptaran la libertad condicional de Lorena, no había tenido ningún problema. No sabía porque ahora le estaba costando tanto mantener el control. Jamás le había pasado, pero lo atribuyó a que estaba emocional y mentalmente cansado por todo lo que había vivido ese día, después de todo, para que su habilidad funcionara correctamente, debía concentrarse mucho y usar gran parte de su energía, algo que tendía a agotarlo si éstas no estaban perfectamente equilibradas.
De cualquier manera, Joonam continuó haciendo lo posible para lograr las condiciones más justas para Lorena, pero por más que lo intentó, no logró que pudiese tener los mismos derechos que Robert. Le permitirían divorciarse si lo deseaba, pero a diferencia de su futuro esposo, ella debía pedir permiso al consejo primero. Joonam estaba frustrado, pero se consolaba pensando que al menos había conseguido algo de justicia. Sin embargo, las cosas se pusieron peor.
Los hombres comenzaron a hablar de cómo debían verificar que el matrimonio había sido consumado y Joonam casi se infarta al escuchar todo lo que aquellos hombres tenían para decir. Nunca antes había escuchado tantas perversiones en tan corto periodo de tiempo ¿qué estaba ocurriendo?
– Yo me encargaré de ese punto –ordenó Joonam sin pisca de duda en su voz– nadie más que yo como su supervisor, podrá acercarse a ella para confirmar la veracidad de su matrimonio –dijo tajante.
Aplicó todas las fuerzas que le quedaban para asegurarse de que ninguno de esos pervertidos se acercara a Lorena. Solo él se haría cargo de supervisar todo lo relacionado a su libertad condicional. Nuevamente estaba alterado y molesto. No entendía qué estaba pasando. Como esos hombres que siempre habían mostrado una imagen tan correcta y decente, ahora eran unos cerdos depravados y misóginos ¿cómo había ocurrido todo eso?
Curiosamente los hombres no parecían comportarse de la misma manera todo el tiempo. Sus reacciones eran esporádicas, es decir, solo en algunos puntos parecía que aquella mente asquerosa se apoderaba de ellos. A Joonam le llamó la atención como sus personalidades cambiaban de un extremo a otro tan de golpe. Cualquiera pensaría que algo estaba fallando dentro de ellos.
– Debo ser yo quién está perdiendo la cabeza –se dijo tras pensar mucho en aquella loca idea.
Al final, Joonam decidió olvidar esos pensamientos y enfocarse en Lorena. Ella necesitaba de su apoyo más que nunca. Las cosas en esa reunión no resultaron sencillas y se sentía bastante frustrado por no haber podido lograr mejores condiciones para ella, pero hizo todo lo posible para enfrentarse a la mentalidad retrógrada que se había apoderado del consejo, pues él no iba a permitir que pisotearan a su chica como querían hacerlo. Se sentía orgulloso de que al menos, había logrado de que sólo él pudiese cumplir con el papel de supervisor en todo momento y de esa manera, no tener que preocuparse de que alguien más pudiese tener la posibilidad de acercarse y hacerle daño. Él estaría todo el tiempo a su lado porque aunque fuese a ser la esposa de otro hombre, ella seguía siendo su Hanyagur y él siempre daría todo para protegerla.