Después de toda la situación con el tema de su virginidad, Lorena no había prestado realmente atención a lo que ocurría en la sala. Se encontraba terriblemente mal y parecía no poder concentrarse en nada más que en el malestar que estaba sintiendo. Así que se mantuvo sentada mirando hacia la nada y absorta de todo, mientras la sesión continuaba. A nadie pareció interesarle su actitud... a nadie salvo a Joonam quien la observaba en silencio, pero con preocupación.
– Señorita Starring –Lorena reaccionó de golpe cuando escuchó al juez llamarla.
No sabía cuánto tiempo había pasado. Se había quedado sentada enfrascada en sus cavilaciones olvidándose por completo del resto del mundo. Se puso de pie rápidamente asustada sin saber qué ocurría o qué debía hacer. Permaneció callada a la espera de alguna otra información que le indicara un poco qué estaba pasando.
– ¿Está de acuerdo con todo lo que hemos comentado aquí? –preguntó Hans totalmente serio.
– Sí su señoría –se limitó a decir tras dudarlo un poco. Debía dar una respuesta y no podía decir que había pasado parte de la sesión distraída. Sintió que era un riesgo que no podía correr.
– ¿Desea hacer algún comentario sobre las normas que le hemos explicado?
– No su señoría –aseguró Lorena a pesar de que la mitad de ellas no las había escuchado y las que sí llegó a oír, le molestaron terriblemente.
La verdad era esa, no tenía ni idea de la mitad de lo que le habían dicho, pero para ese momento, ya nada le importaba, estaba segura que le gustaran o no las normas, simplemente debía aceptarlas y obedecer en silencio todo lo que le dijeran. Cuando le entregaran los documentos, podría revisar con detalle cada una de esas reglas que no había logrado escuchar, pero que debía cumplir, por los momentos, sabía que era indiferente de lo que tratasen porque no podría objetar, así que ahí estaba, pensando en que solamente quería acabar con toda la situación, lo más rápido posible.
– Muy bien señorita Starring, entonces esto será todo. Iniciaremos el proceso para su liberación y en algunos días le estaremos notificando la fecha de su salida. Pueden retirarse –informó Hans para luego dar un golpe con su mazo y así finalizar la sesión.
Lorena respiró profundo, por fin todo había terminado. Sería libre. Quizás no con las mejores condiciones, pero aun así, estaba feliz. Sintió que la abrazaban con fuerza y se volteó para ver de quién se trataba. Era Robert que la felicitaba con emoción y le regalaba un pequeño beso en los labios y luego otro dos más, uno en cada dorso de sus manos. Como siempre, la había sorprendido, pero no pudo evitar sonreír. Había algo en él que siempre hacia que sonriera. Movió la cabeza intentando alejar cualquier pensamiento, porque a pesar de que la situación no era perfecta, se sentía bien, era un momento para celebrar y ella quería mantener esa alegría.
Lamentablemente, no pudo compartir mucho con su prometido, porque apenas habían comenzado a hablar, escuchó a alguien que lo llamaba a la distancia, así que Robert, dándole un nuevo beso en los labios, le prometió volver pronto y se alejó hacia donde lo estaban solicitando. Ella suspiró y se sentó nuevamente en su silla intentando procesar todo lo que estaba pasando. Se sentía aliviada, pero al mismo tiempo todo le parecía muy irreal.
– ¡Felicidades! –escuchó decir a una voz haciéndola salir de sus pensamientos.
Lily que se acercó en ese momento mostrando una sonrisa. Ambas chicas se abrazaron con fuerza y Lorena no pudo evitar derramar un par de lágrimas mientras le daba las gracias por todo lo que había hecho por ella. Lily sonrió y le dijo que no tenía nada que agradecer, después de tantos años trabajando juntas, había terminado considerándola su amiga, así que aquello no era un favor, lo hacía porque realmente la quería. Lorena la abrazó una vez más con mucha alegría y en ese momento, Lily aprovechó para susurrarle algo al oído.
– Él también está feliz por ti –le dijo.
Lorena la miró con el ceño fruncido, por lo que Lily disimuladamente, volteó la mirada hacia un lado de la sala para luego, rápidamente, volver a verla a los ojos. Fue su manera de explicarle lo que intentaba decirle. Lorena volteó hacia donde su amiga había señalado y se encontró con unos ojos azabaches que la observaban. Joonam le sonrió e hizo una pequeña reverencia en cuanto sus miradas se cruzaron, ella entendió que esa era su manera de felicitarla. Sonrió y le devolvió la reverencia. La sonrisa de él se ensanchó, pero pronto su atención volvió a las personas que le rodeaban en ese momento y ahí acabó su pequeño encuentro. Aun así, se había sentido extraordinario. Lorena no podía negarlo, lo amaba demasiado y no importaba el tiempo que pasara o las circunstancias en las que se encontraran, ella estaba segura que siempre lo seguiría amando.
Poco a poco la sala se fue desocupado y cada quién fue agarrando su camino. Dos horas después, Lorena estaba de vuelta en la que había sido su celda durante los últimos 100 años. Entrar en ese apartamento se sentía diferente luego de saber que pronto se iría de ahí. No podía creer lo que estaba pasando. Siempre creyó que nunca podría salir de ese lugar y ahora realmente iba a tener la oportunidad de hacerlo. Sonrió con alegría mientras miraba todo a su alrededor como si estuviese soñando.
– Quizás deba comenzar a empacar –dijo en voz alta mientras reía.
Sabía que aún era muy pronto para hacerlo, pues no sabía cuánto tiempo tomaría que aprobaran todos los permisos y que pudiese salir, por lo que asumía que al menos unos 15 días más le quedaban ahí encerrada, aún así, no le importaba. El solo saber que en algún momento se iría, le alegraba el corazón y le quitaba un peso de encima. Sentía que por fin estaba haciendo las cosas bien. Nunca más seria una decepción para Freya.
Lorena estaba muy animada en ese momento, pero tristemente, no tenía nada que hacer por el resto del día. Robert había tenido que irse luego de acompañarla de vuelta a su celda. Después de todo, ella seguía siendo una prisionera y él solo podía visitarla en los horarios dispuestos para ello. Por otro lado, Lily se había ido junto a Joonam luego de que terminada la audiencia. Tenían trabajo y muchos compromisos. Ese hombre nunca paraba. Sonrió al pensar nuevamente en él.
– ¿Dónde estarás ahora Steph? –se preguntó recordando a su amiga.
Ella ya no estaba para acompañarla, pero por primera vez desde que se había ido, no se sentía triste, porque ahora tenía la ilusión que cuando saliera de ahí, podía volver a verla. Suspiró una vez más con alegría. Lamentablemente, en ese preciso momento estaba sola, porque la verdad era que aparte de Steph, Lorena no tenía realmente amigos. Ella era muy carismática y divertida, por eso no se le hacía difícil entablar relaciones, pero eso no quería decir que compartiera sus cosas personales con todo el mundo. Después de todo lo que había vivido, le era difícil confiar en la gente, así que sacando a Steph de la ecuación, ella solo tenía compañeros de trabajo que en ese momento estaban, obviamente trabajando, y vecinos de celda con los que en realidad, no le apetecía mucho tratar, así que su mejor opción por ahora, era permanecer en su pequeño apartamento el resto del día, así que simplemente se puso a buscar que hacer.
Después de pensarlo un rato, decidió que sí comenzaría a empacar, no sabía por dónde comenzar hasta que recordó unas cajas que guardaba en su closet. Hacía meses que se decía que debía ordenarlas, pero ya ni recordaba que contenían, así que ahora tenía la excusa perfecta para revisarlas y decidir que se llevaría con ella y que no.
Estuvo varias horas entretenida con esas cajas. En ellas había encontrado gran variedad de cosas, desde ropa y peluches, hasta libros, cartas y alguna que otra tontería que había decido guardar por alguna razón. Había separado lo que quería llevarse y apartado todo lo demás que quería regalar o donar a las personas que dejaría atrás cuando se fuera. Revisó con cuidado cada cosa que encontró y se topó con algo que tenía semanas sin ver. Era una pulsera, pero no era cualquier pulsera. Aquel accesorio se lo había regalado la gitana hermana de Elena, una de las inquilinas de ese edificio. La mujer se la había dado cuando la habían ido a visitar y ella les había contado todos los secretos que sabía sobre los hermanos menores de Joonam.
Lorena suspiró mientras observaba con atención aquella pulsera. La gitana le había dicho que no debía quitársela, que la protegería, pero ella había obviado esas palabras en cuanto Steph se fue. En ese momento se sentía triste y pensaba que ya no la necesitaría, después de todo, aquel mal oscuro andaba en busca de su amiga, no de ella, pero ahora, por alguna razón, se preguntaba si debía volver a usarla. Quizás no tanto por protección, sino porque le recordaba a su amiga.
La pulsera había sido tejida con un hilo azabache y tenía varias piedras de color morado. Una central, mucho más grande que las demás que rodeaban la pulsera. Nunca había preguntado qué era esa piedra o qué hacía, pero ahora que la veía, no podía evitar recordar todo aquello que la gitana le había dicho sobre “su futuro”. Después de todo, no podía negar que había acertado en varias cosas, por lo que comenzaba a pensar si era posible que tuviese razón en todo lo demás que le había dicho.
De golpe, Robert llegó a su mente. Ese hombre era encantador, pero al mismo tiempo, bastante extraño. No sabía si estaba cometiendo un error al casarse con él sin siquiera conocerlo, así que el gusanito de la curiosidad comenzó a picarle y en ese momento se prometió que antes de irse, debía ir a ver a la gitana. Necesitaba volver a hablar con ella y preguntarle sobre Robert, pues ella sentía que había algo mal con él y quería quitarse la idea de la cabeza, por eso iría a preguntarle a la adivina sobre su prometido, pero sobre todo, le pediría que le dijera qué esperar de su futuro, ya que estaba sintiendo muchas dudas sobre ese matrimonio y sentía que aquella mujer, podría una vez más, responder todas sus preguntas.