Su abuela Sofie estaba tan drogada con la morfina, que no sentía ni una puñalada. Era bueno, pero no tanto cuando dijo que quería pasar el resto de su vida así. Casi toda la familia estaba reunida, a excepción de la hermana de en medio que aun no llegaba. Como la abuela se quedaría un par de horas más en el hospital, se quedaron en la sala de espera, hablando del matrimonio de Agnes. Aún les resultaba increíble que se casara, y con el idiota de Hunter. —Cuéntanos, Hunter —animó Bonnie—. A parte de ser un maldito animal rastrero, un devorador de almas y la peor escoria infiel sobre la faz de la tierra, ¿qué otras virtudes tienes? Hunter alzó una ceja hacia Agnes. Agnes miró al techo blanco del hospital y al megáfono que anunciaba que solicitaban a un doctor en el quirófano cuatro. Hunter