La señora madre del primer esposo de Celestia se había ido inmediatamente sin si quiera pagar por el carrito que ya había tenido preparado con la comida y demás cosas que llevaría, tan asustada y atónita quedó que simplemente se esfumó como si fuese humo.
Celestia en cambio, era una perfecta actriz, disimulaba todo tan bien que Jazmín estaba en shock, tanto y distraída que se tropezó dos veces, una con una persona y la segunda dando un traspiés.
—Jazmín, estas pasada de tonta. Está más pendiente de donde vas, por favor... Me haces pasar vergüenza. —Le dijo entredientes.
Ella sólo se limitaba a asentir y decir "okay", no sabía ni siquiera como comportarse, pero trató lo más posible de actuar normal y no levantar sospechas teniendo una madre tan perspicaz y astuta.
Terminaron de comprar, pagaron y salieron con las bolsas en las manos. Pasando entonces por tiendas de distintas variedades y pasaron por una farmacia, que llamó la atención de Celestia y de detuvo, pues sus medicinas se estaban acabando y otra estaba ya vencida.
—¿Podrias esperarme un momento? Iré a preguntar por unas cosas...
Jazmín contestó que sí, mientras se quedaba pensando tratando de encontrar una respuesta ante sus tantas interrogantes >
Celestia iba a la farmacia mientras había dejado a Jazmín andar por las otras tiendas. Se acercó por los pasillos buscando su medicina hasta que la encontró.
—¡Aqui estas! —le susurro tomandola para inspeccionar sus miligramos— creo que esta es la correcta.
Mientras hablaba en su soliloquio, un hombre quien llevaba rato mirándola se le acercó tocandola del hombro. Esta volteo a verlo irritada.
—¡Celestia!
—Doctor... —Susurro, algo inquieta cuando lo vió.
—¿Todavia estas tomando esas medicinas? Me estas preocupando... Ya deberías haberlo dejado hace mucho. Sabes que...
—Doctor —añadió Celestia en tono bajo y pronunciando las sílabas muy despacio— ¡que casualidad y cuanto tiempo!
—Celestia, escuchame claramente. Debes dejar de tomar eso lo más pronto posible. Te esta haciendo daño, y puedes incluso llegar a la convulsión —El doctor se le acercó a su oído para hablarle en secreto— y hasta la muerte, en serio, deja de tomarlo.
Esta, viéndolo con una mirada sombría y molesta, dio un respiro tenso. —Usted, ¿puede acompañarme para hablar en un lugar más privado? —Dándole el tono de sutileza que más bien daba miedo.
—Esta bien, vamos.
Aque doctor la dirigió a un lugar apartado de la farmacia y de las personas afuera. Yendo como a un pasillo donde están los cuartos de limpieza, le dijo que pasase y cerraron la puerta.
—¿Esta complemente seguro? No quiero que alguien entre y lo mal entienda. —Corroboró tapando su boca con la mano con cierta timidez sobreactuada.
—Esta bien, Celestia. ¿Dime, por que sigues tomando ese medicamento? —el doctor parecía verdaderamente frustrado por el hecho de que Celestia siguiera consumiendo lo que él le había dicho que parara.
—La cosa es que es lo único que logra controlarme y entonces... —hablaba con muy bajo tono, como si le estuviese contando un secreto.
—¡Pero es que no comprendo! Si te hace daño, ¿por qué diablos continuas tomando algo que sabes que causa terribles efectos en tu sistema? ¿Acaso quieres morirte?
Aquellas palabra con ese tono de molestia y siendo casi un regaño hicieron a Celestia destaparse, ella no seguiría tolerando esa conducta del doctor.
—Claro, doctor... Usted habla porque sabe sobre todo eso ¿no es así? —contesto dando pasos lentos para acercarse a él, al tiempo que sutilmente metía su mano en la cartera y tomaba algo de allí.
El doctor estaba de brazos cruzados viendo a todos lados, la situación de Celestia lo dejó impactado, hasta que iba a continuar hablando. —Si te arriesgas a seguir tomando eso... —sentenció y fue la gota que derramó el vaso de Celestia, haciendola sacar de su mano una pequeña tijera de cejas que enterró de un solo golpe violento en el cuello del Doctor... Quien con los ojos bien abiertos dilató sus pupilas y quedó congelado.
—Es mi problema si quiero seguir tomandolo o no, metiche. —Concluyó fríamente. Luego soltando una risa seca, le sacó la tijera para otra vez clavarlo en el, en la mirada de Celestia se veía algo de locura y desquicio. Ver la sangre recorrer el cuerpo del doctor le parecía algo excitante. Luego empujandolo a otra habitación más pequeña que compartía el lugar, cerró la puerta quedando el desangrándose lentamente y con muchas probabilidades de morir.
Aprovechó esta mujer y limpió lo que había quedado, todo la escena del crimen la desapareció aunque no era mucho lo que iba a desaparecer. Ella misma, limpio sus manos y se quitó el blazer que llevaba. Se soltó el cabello y lentamente para no ver que nadie viniera, salió con sumo cuidado. Apenas salió, una mujer entró al cuarto.
Celestia comenzó a reírse y se fue de inmediato a la farmacia.
—¿Llevará los cuatro? —pregunto el de la caja.
—Si, para eso lo traje. —Ella sacó el permiso del médico para que el lo viese.— Mire.
—De acuerdo. Su nombre por favor...
Canceló con su tarjeta y se retiró satisfecha con sus medicinas en la cartera, lista para continuar con sus cosas.
Habiendo asesinado a su doctor, ella se estaba saliendo de control y ni siquiera lo veía como algo malo. > Eran sus razones tan macabras.
Se puso unas gafas de sol, y empezó q buscar a Jazmín con la mirada. Y no daba con ella.
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Caminando en dirección a una tienda de música pop y artistas de cine, pues sabia que Jazmín amaba eso, alguien la sorprendió tomandola del brazo.
—Aquí estoy mamá.
—Carajos ¿ya nos vamos?
—¿No me compraras un helado? —preguntó con una mirada de súplica.
Ella sin dudarlo sacó algo de efectivo y se lo dio. —Ve y comprate uno rápido. Ya deseo irme.
Jazmín fue complacida a comprarse el helado, pero sin dejar de pensar que su mamá no era lo que ella pensaba. Y algo que le hizo poner los pelos de punta fué cuando lamio la crema del helado sintió un aliento caliente tan cerca en su oido.
—Y esto apenas es nada... Ella está loca.
La voz de Julia había soplado en el oído de Jazmín, haciendola estremecerse un poco para irse de inmediato con su madre.
—Ya podemos irnos. —Le avisó, mientras veía a los lados. Sintiendo que la seguían, sintiendo que algo no iba bien.
Con algo de nervios no dejaba de mirar a los lados y Celestia dándose cuenta de su comportamiento le habló. —¿Pasa algo? ¿Por qué ves a todas partes?
Guardó silencio un momento hasta que contesto. —Es solo que... Me pareció escuchar la voz de Julia.
Celestia sonrió como si le hubiesen contado un chiste. —Querida, ya olvidate de Julia, ella decidió olvidarnos así que no merece ni siquiera que la recordemos.
Aquello le parecia un poco extraño, pero de igual forma Jazmín sabia que su mamá nunca quiso a Julia como a ella, pues se daba cuenta pero no le importaba.
Entonces detuvieron un taxi y se fueron enseguida a casa. Tan increíblemente Celestia había escapado de haber ahorcado a su ex suegra, y haber apuñalado dos veces en el cuello a su doctor.
Tan despiadada y sin compasión lo hacía sin tener nada de piedad, e iba tan relajada a su casa, podría decirse que casi feliz por haberse deshecho de alguien más.
Se bajaron, ambas directo a sus habitaciones y con un mundo de pensamientos distintos en sus cabezas.
De pronto, como si fuese algo tan normal, toma una de las pastillas que compró y la consumió, cerrando sus ojos y tratándo de relajarse en su cama.
—Que día tan largo y agotador... —Susurro en un suspiro hondo.
Pasando unos minutos, comenzó a sentir un mareo repentino, viendo doble y borroso. Tratando de enfocar su vista una silueta vestida con un corsé y zapatillas de ballet se apareció justo al frente de Celestia.
—Ya vete de aquí, que fastidio eres. —Decía casi sin fuerza, como si estuviese ebria.— Definitivamente esas pastillas son fuertes, no entiendo por qué siempre alucino ver a Julia.
Julia enfrente de ella, la veía fijamente a los ojos. —Mamá ¿estas bien?
—Ya deja de aparecer ¡me vuelves loca! —dijo sacudiendose y tapando sus oídos.
Julia la inspeccionaba, sabía que estaba en una especie de transe, el fármaco se había vuelto como una adicción, una droga que le causaba mucho daño pero ella se rehusaba a dejarlo. Sabiendo que incluso podria matarla.
—Sabes que eso puede matarte... Y ahí estas, sigues tomándolo como loca. —Susurro Julia, viendola tan lejana y apretando más sus oídos— Aunque dicen que, hierva mala no muere ¿tendra razón ese dicho? Porque fue mi padre quien murió en vez de...
—¡Ya basta! ¡Ya basta! ¡Ya callate! —Repetía moviendose a los lados con desesperación, cayendo a la cama, pero su cabeza parecía no estarse quieta.
Escuchando un montón de risas y voces que parecían lejanas y que en cierto modo la atormentaban, pero no era Julia, era ella misma que se causaba dichos males.
> y sin más reía como una verdadera psicópata.