Mamá comenzó a llorar y a quejarse. —He sufrido tanto, y ahora tengo que vivir un total caos… Dos.
No paraba de llorar, y cerrando mis ojos con fuerza —¡Tres! —Dijo ella por fin. Salí y al abrir los ojos ella se detuvo en seco retrocediendo. Hizo una sonrisa de medio lado, que más bien era tétrica debido a sus ojos rojos e hinchados por llorar. Detrás de la pared estaba Jazmín en la esquina, asomada, contemplado todos los hechos.
Apreté mis labios y bajé la mirada ante la mamá que causaba miedo en mí, ella se parecía un poco a la mujer que apareció en mi pesadilla… Y más cuando dijo:
—La bailarina de papel —repitió ese apodo que odiaba— ¿Qué hacías? ¿Acaso estabas husmeando?
Negué con la cabeza, y comenzó a palpitarme en las sienes.
—¿Entonces que hacías fuera de tu habitación a estas horas? ¡Explícame! —Se vino en pasos rápidos tomándome del cabello, lo apretó y la cabeza me dolía mucho más. Solté un quejido.
—Es para que aprendas a no desobedecer y deja el drama, apenas te estoy tocando. —Replicó como si quisiese desquitarse conmigo.
—Yo solo fui a la cocina a beber agua, Jazmín también está afuera. —Dije entre lágrimas amargas.
Ella me lanzó a mi habitación, y se salió a ver si encontraba a Jazmín, pero ya le había dado el suficiente tiempo de entrar a su habitación nuevamente.
«¡Es tan injusto!»
El dolor de mi cabeza combinado con la angustia y la frustración de llevar este calvario, este tormento y sufrimiento que me hacía sentir como si fuese un alma en pena. Y ella, sin una pizca de empatía ni afecto, me lastimaba por completo y no lo veía así.
Otra vez volvió a entrar a mi habitación. —Jazmín está dormida, ¿me vas a seguir mintiendo? ¡Julia! Estoy cansada, estoy ya cansada de tolerar tu maldita conducta.
Me miró con unos ojos que me causaban escalofríos, las venas de su cuello se marcaban cuando alzaba la voz y me hipnotizaba viéndolo. Pensé que si ella gritaba más y más fuerte podría explotar > volví nuevamente a concentrarme en cosas pequeñas, solo para salir de estos momentos tan traumáticos y molestos para mí, deseaba salir huyendo.
—Papá me quería, pero tú no me quieres. —Solté sin darle cuenta.
Su mano la deslizó por la puerta lentamente. —¿Tu padre? Mi esposo —recalcó— ¿Y sabes algo? No siempre es como se ve. Y ya deja de nombrarlo, iré a dormir, me está esperando. ¡Acuéstate a dormir!
Salió dando un portazo, no entendí a lo que se refería, pero al menos la saqué de mi habitación «¿ella dijo “¿me está esperando?”» Parecía que de verdad ocultara cosas, mañana después de mis clases intentaré averiguar qué es lo que ella tiene en secreto. Papá, o el cuerpo de papá que aparece y desaparece me dijo que debajo de su cama, en un cofre, debía aprovechar la oportunidad cuando Jazmín se vaya al igual que ella y así poder entrar a tiempo a su habitación.
Un silbido tan agudo penetró mis oídos, provenía de afuera. No podía salir otra vez porque mi madre se enfurecería horriblemente, así qué hice como si no fuese nada.
Me senté en mi cama y la almohada me miraba. —¿Tú también me odias? O tú. —Señale al gabinete.
Me sentía terrible, la sensación de pánico mezclado con tristeza me aumentaba los dolores de cabeza, hasta que de pronto no vi más nada, todo se volvió oscuro… Me había desmayado en mi propia cama.
Mi cuerpo estaba caliente, quizá con algo de fiebre.
Volví en sí al rededor de una hora que estuve inconsciente, no comprendía las distintas reacciones de mi cuerpo, pero debía seguir durmiendo, mañana tocaría ir con las clases de ballet, siendo cuidadosa por lo que había advertido ella.
Amaneció, y el sol era incandescente para ser tan temprano. Me preparé en el baño antes que Jazmín me quitara, luego arreglé mi mochila y me fui antes que despertaran mi increíble mamá y hermana —nótese el sarcasmo—.
Me fui a la parada del autobús, donde tomé uno de color azul sentándome en el primer asiento vacío. Un muchacho como de dieciocho o diecisiete años, quizá, se sentó a mi lado, no disimulaba su mirada en mí.
Me volteé y sin titubear añadí: —¿Me conoces?
El asombrado ante mi inesperada pregunta contestó: —No, ¿por qué?
—Tu mirada me molesta, deja entonces de mirarme por el reflejo. —Sentencie.
Voltee mi mirada por la ventana, y el sujeto que iba a mi lado, el que no disimulaba, pidió la parada y se bajó. De pronto, inmediatamente sentí algo extraño, resulta que me había robado la cartera donde tengo la mesada que me da mi madre, que aunque no es tanto, me alcanza para lo básico que quiera.
Exclame para que se detuvieran y me baje corriendo detrás del idiota que me había robado. No llevábamos tanta distancia, por fortuna me di cuenta rápido y ahora iba tras él dispuesta a lo que sea, no me importaba ya si muriese, la vida ya no me preocupaba, solo hacía un esfuerzo por el ballet y mi papá, que sé que lo quería así.
—¡Detente desgraciado! —Le grité, molesta, y harta de las desgracias que me pasaban.
Él volteó asombrado y cruzó a una esquina, seguí sin importarme nada.
Y me llevó a una calle sin salida. Se volteó y me sonrió. —¿Qué hace una niña como tú persiguiéndome? ¿Acaso quieres negociar? —
Hablaba con sarcasmo y soltando carcajadas queriendo intimidarme.
Mi papá volvió aparecer junto a mí y me decía que no me dejara tocar por ese ladrón.
—Cariño, brillarina, —me susurro— toma una de esas botellas y si se acerca a ti la golpeas para que te quede el filo y las puntas para que puedas cortarlo.
Sin decir nada miré que en el basurero que estaba a mi lado había varias botellas de vidrio. La tomé y la estrellé cerca de sus pies, haciéndose pedacitos y sonando con fuerza.
—¡Entrégame lo que es mío! —Exclamé sintiendo la sangre en mi cabeza.
Él dio un pequeño salto y comenzó a reírse a carcajadas. —Me das tanto miedo… —Dijo burlonamente, haciendo muecas que me disgustaban por completo.
—Brillarina, toma la botella, no permitas que te intimide. —La voz de papá se volvía más grave.
De pronto me dio muchísima más rabia, a medida que se me acercaba en pasos lentos, tomé otra botella, a mi lado estaba un poste eléctrico, así que cuando lo tuve ya frente a mi, instintivamente tomando de la parte de arriba la botella la quebré con el poste de un golpe y lo pasé con ira cortando entre el brazo y parte de su abdomen.
—¡Maldita loca! —Exclamó soltando la billetera, la recogí a toda prisa y me fui corriendo, riéndome porque era primera vez que me ocurría algo así.
No me tembló el pulso cuando me vi ante esta situación, solo me estaba defendiendo por lo que no me sentí nada mal y papá era quien me daba las órdenes, eso era suficiente para mí.
Hasta que ya estaba lo suficientemente lejos me detuve y me fui caminando sin tocar las rayas que había en el piso de las aceras hasta llegar a la escuela de la señorita Sunny que al verme vino hasta mi encuentro a darme un abrazo.
—Pensé que no ibas a venir… Me alegra que estés aquí. —Me volvió a abrazar una vez más.
—Se me hizo tarde porque tuve un inconveniente de camino acá y luego tuve que venirme caminando.
Ella me miró con cierta curiosidad. —¿Qué ocurrió?
—Un tonto ladrón, sacó la billetera de mi bolsillo y al darme cuenta me fui corriendo tras él y pude recuperarla, gracias a papá que me ayudó.
Ella primero se asombró llevando ambas manos a su boca y después, con lo último, sonrió como tratando de entenderme.
—Ahora tienes un ángel que cuida de ti. Pero eso de enfrentarte no lo vuelvas a hacer, es muy peligroso, ¿y si te hubiese herido?
Le sonreí porque no me pasó nada y fui yo misma quien se defendió gracias a la instrucción de papá. —No hubiese pasado, no lo hubiese dejado papá.
Me fui a cambiar y ella estaba en la entrada hablando con otras niñas, mientras ataba mis zapatillas papá se sentó a mi lado, a veces su aparición me asustaba, ya que no se le veía el rostro sino el cuerpo con un traje manchado con sangre.
—¿Lo hice bien? —Le, pregunte sin verlo.
—Claro, cariño. Estoy orgulloso de ti.
Su voz también me hacía sentir frío, un frío que me erizaba de vez en cuando la piel.
—Hoy voy a averiguar qué es lo oculta mamá y tú me ayudarás ¿vale?
No lo escuche responder. —¿Vale? —Repetí.
—Oh claro, claro. Pero ¿por qué tu maestra de ballet te está mirando perpleja?
Asombre mis ojos y lentamente me voltee, ella estaba espiándome, pero se quitó porque vino hacía a mí.
—¿Con quién hablas, cariño? —Sus ojos de color café me miraban tratando de obtener una explicación sensata que yo no tenía.
—Con mi papá.
No sé que pueda pensar, pero era la verdad, ya estaba cansada de ocultarlo y comportarme como una loca, si ella quería creerme perfecto y si no me daba igual.
—Entiendo, bueno, vamos a clases.
Me indicó que fuera, y ella se quedó parada mirando a los alrededores como si intentara ver a papá, pero él ya se había ido.