Al fin quedé en calma en casa, una calma que era tan silenciosa que incluso taladraba mis oídos, desde que tengo memoria solo hacen eco los gritos, quejas y regaños de mi madre Celestia…
¿Madre? Esa palabra no tenía un significado para mí, y era doloroso incluso decirlo porque para mí yo era algo molesto para ella.
Aburrida y aprovechando que estaba sola, recordé las palabras de la señorita Sunny, quien me alentó a refugiarme en el ballet. Así que fui por mi caja musical, la coloqué en la mesita de centro, hice espacio rodando un poco las sillas y los sofás y de pronto la luz de la cocina comenzó a titilar, apagándose y encendiéndose.
Me quedé quieta mirando fijamente la luz, cuando una voz me hizo sobresaltar, aquella voz era tan familiar para mí, era grave pero suave.
—Hey, mi brillarina. —Con ese tono entusiasta.
Estaba mi padre sentado en el sofá, pero este casi no podía verse, su rostro estaba oscuro, pero podía apreciarse su cuerpo en el que el traje que llevaba tenía manchas de sangre.
—¡Papá! Quiero acercarme a ti y no puedo, ¿por qué no puedo? —Mi voz se quebró, me sentía tan triste porque lo extrañaba demasiado y quería estar solo con él.
—Shss cariño, es porque solo vine a verte bailar. ¿Podrías bailar para mí?
Asentí limpiando las lágrimas de mi rostro, apreté los ojos y los volví a abrir. La caja musical comenzó a sonar sin yo tocarla. —Oh, esa música me gusta, baila esa.
Supe que había sido papá quien lo había puesto, no sé cómo, pero ahora estaba conmigo, y eso me hacía feliz.
Hice una reverencia mientras el sujeto de al frente me miraba fijamente, incluso sin poderle ver la cara, sabía que era mi papá mirándome.
Dejándome llevar por la melodía, dando giros en puntas, inicié con un Assemblé en el que mi pie que trabaja se desliza sobre el suelo antes de ser lanzado al aire. Acompañado de un salto Ballon y un Battu que es en el momento que en un paso se incluye un batido de pies.
—Eres increíble, brillarina. —Lo escuché decir asombrado obviamente.
Cuando iba a realizar el Tour en L'air, que es un giro en el aire, pero me desconcentre y confundí mis piernas, me desequilibré haciendome caer. Me lastimé los pies al caer al suelo, desplomada.
—Oh no, cariño… ¿Qué ocurrió? —Aquel cuerpo de papá se puso de pie, y la luz de la cocina logró dar un poco a su perfil de la cara, dando a relucir un rostro con grandes quemaduras en la piel, y aun pedazos de piel guindando de su rostro.
Aquello me perturbó, y me eché hacia atrás del asombro y lo perturbador que fue mirar aquello tan feo. Él dándose cuenta de mi reacción por haberlo visto, se escondió nuevamente bajo la sombra. —No debiste mirar, mi brillarina.
—Lo siento, ¿te duele? — pregunté cabizbaja.
—No, ya no. —Respondió con voz serena.
Me quedé sentada en el suelo, hablando con aquel hombre desgarrado y herido gravemente, aunque él decía no dolerle nada.
—Papá, ¿por qué te casaste con mi mamá? —Le pregunté para entender que vio en ella, porque yo solo veía mucha maldad y odio en su corazón.
—¿Tu mamá? Ella me decía que me amaba, y de eso me di cuenta cuando sin querer entre a su habitación y vi como tenía fotos de mí en toda una pared, tenía diarios donde escribía todo lo que sentía por mí, y había un cuaderno donde solo escribía cartas. También llegó a hacer dos muñecos de tela donde uno era ella y el otro yo. Ella me demostró que realmente me amaba, incluso fue ella quien me declaró su amor.
Perpleja ante aquello que estaba escuchando, sin poderlo creer o imaginar, le seguí preguntando. —¿Y tu cómo reaccionaste o que pensaste?
—La verdad solo quería estar con alguien que me amara, así podría corresponderle sin problemas, —papá tocio dos veces muy fuerte— claro que ella no me llamaba la atención, pero no fue sino en la tercera declaración de amor que la acepte y la verdad siempre me complació en todo. Viví cómodamente con ella, solo que a veces sentía que tenía un robot y no una esposa…
—¿Un robot? —Pregunté sin comprender.
Él asintió y de pronto desapareció complementa como si fuese papá, un fantasma, escuché su voz en el pasillo que me decía. —Ven mi brillarina.
Me levanté, aún me dolía un poco por la caída, pero podía ir hasta donde escuchaba la voz de él, la puerta de la habitación de mi mamá Celestia se abrió por si sola, y dudé en pasar.
—Pasa, cariño. —Me aseguraba que pasara. Mi madre Celestia nunca me dejaba entrar a su habitación a menos que ella estuviese ahí y me estuviera viendo, si era que entraba a buscar algo o hacer algo.
Como no estaba, me sentí segura de entrar.
No veía a papá, pues la luz estaba apagada, la ventana se abrió y el viento hizo volar la cortina, entrando apenas un poco de la luz de la tarde-noche. Me senté en la cama viendo a los alrededores.
—¿Qué hacemos aquí? —le pregunté sin entender.
—Hay una caja debajo, tu mamá guarda muchos secretos, cariño, luego que los descubras entenderás el porqué sentía que ella era un robot para mí.
—¿Una caja?
En eso me puse de pie y pues si sabía que había una caja, pero no era la única, había como tres tipos de cofres que ella guardaba debajo de la cama. Pensaba que eran solo sus joyas, pero según papá decía ¿tenía secretos…?
—¿A qué te refieres? —Dije mirando debajo de la cama, reflexionando en si ver lo que él decía.
Justo en ese momento la mujer abrió bruscamente la puerta, en su rostro relucía el coraje que tenía por haberme encontrado aquí en su habitación.
—¿¡Qué haces en mi habitación!? ¿Y con quién diablos hablas? —Me gritó furiosa, viniendo hacia mi, tomándome del brazo como si quisiera arrancarlo de su lugar.
Me quejé, y voltee para señalarle a papá. —Él está aquí, me dijo que podía pasar.
—¿Quién está aquí? ¿Estás loca, Julia? —miro su habitación y terminó de sacarme de ella. —¡Te he dicho que no entres sin mi permiso! Qué niña tan desobediente y malcriada… —su voz sonaba como gruñidos.— ¿Y dónde está la cena?
Me miró con la mirada pesada y encima de mí, escondí mis manos detrás de mí, no sabía qué decir… Tenía miedo por haberla desobedecido, me había distraído con papá y había olvidado por completo hacer lo que me dijo que hiciera.
—Perdón, yo me distraje y pensé que todavía tenía tiempo de hacer la cena.
—¿Te distrajiste esculcando en mis cosas? —Exclamó con la voz punzante.
Luego de quedarme mirando seriamente de brazos cruzados, se fue a la sala y observando como había movido todo volvió a gritar: —¡Mira nada más como dejaste la casa! ¡Un desastre total!
Había olvidado poner todo nuevamente en su lugar, y ella viendo mi caja musical que aún estaba sonando, camino hasta ella y la tomó.
—¿Es por esto, no? —la mostró en su mano— ¡Es por esta maldita caja musical y el bailecito! —lanzó contra el suelo la caja musical, haciéndose trizas y junto a mí, mi corazón también lo estaba.
Comencé a llorar y a gemir con dolor. —¡Por qué lo hiciste! Papá me la había regalado.
—¡Para que aprendas a ser disciplinada y obediente, Julia Wilkinson! —Me señalo con el dedo.
Yo me tumbé al suelo a recoger pedacitos de piezas de la caja musical y lo eché en una caja de cartón, para guardarlo en mi habitación. Estaba destrozada igual que la caja musical…
Mi vida no era vida, era solo existencia y condenación. Quizá en mi otra vida fui alguien muy mala que ahora sufrirá por todo lo que hice en mi vida pasada.
—Limpias todo este desastre que hiciste. —En eso miro a Jazmín— Y tu Jazmín ¿De qué te ríes? Vete a tu habitación y no la distraigas para que termine de hacer sus deberes.
—Está bien, mami. —Dijo tan burlonamente para mí. Recalcándome que era la preferida de mi mamá.
Como pude ordené la sala, no podía dejar de llorar y eso a ella parecía alegrarle o disfrutarlo, necesitaba salir de aquí, ya no podía continuar con este sufrimiento tan injusto —¿Por qué no me quieres? —Le pregunté mientras ambas estábamos de espalda, ella desde la cocina tomando agua y yo moviendo los sofás.
—Qué pregunta tan tonta… No seas infantil Julia, ya estás grande, por favor. —Fue todo lo que dijo y se fue dando taconazos al piso por donde pasaba.
Sonando en mi cabeza, y mi mente comenzó a oscurecerse.
Respiré hondo, porque sentía que me faltaba el aire. Y me fui a la cocina.
—Señora nevera, es hora que me dé a la amiga harina, con sus amigos, los huevos y la tía leche… —Me dispuse a cocinar, hablando en voz baja con los ingredientes de cocina como si fuesen personitas.
Esto me hacía escapar de la realidad, aunque mi cuerpo sentía que de igual forma algo no estaba bien, y las lágrimas brotaban corriendo por mi piel.
—Señora harina, debe juntarse con la tímida agua para poder desarrollarse y convertirse en una gran señora masa, ¡créame que le va a quedar bien!
Julia se asomó por la entrada de la cocina, y por el rabillo de mi ojo la miré.
Tomé el cuchillo. —Señores huevos, ustedes deben ser parte de esta transformación. Esto no dolerá, lo prometo.
Y con el cuchillo quebré las cáscaras agregándolo a la masa.
Puse el cuchillo en el mesón, me quedé quieta sintiendo aún su mirada hasta que voltee a verla. Ella se sobresaltó, y se quitó de inmediato viéndose descubierta.