Capítulo 8

1543 Words
Ella seguía parada, cruzada de brazos. En eso frunció un poco el ceño y soltó los sus brazos. —Iremos al pueblo, San Mateo, trataremos de regresar dentro de dos días. —Inquirió con el tono bajo. —De acuerdo. Ella apagó la luz, se dio la vuelta y se quedó unos segundos parada junto al umbral de la puerta, a punto de salir. —Buenas noches, Julia. Me pareció extraño que me diera las buenas noches, pero solo le seguí la corriente. —Buenas noches, mamá. Ella terminó de irse, cerrando la puerta que rechino un poco, de manera algo tétrica. Me acomodé en la cama y me quedé pensando en que me quedaría sola en casa por unos días… Eso me ayudaría a practicar mejor y poder estar tranquila aunque sean solo dos días. Cerrando mis ojos hasta quedarme tan dormida como bebé quedé en mi cama. Pensando como último todo lo que había leído en la carta… En mi madre y todas las cosas tan extrañas que ocultaba y que probablemente aún oculte más de las que desconozco. Una pequeña melodía comenzó a sonar, ¿era mi mente? Eso era seguro, mientras dormida tan profundamente, era posible. El frío se sentía a gran escala, y de pronto la puerta sonó otra vez, rechinando, pues la habían abierto, a eso de las 3:00 de la madrugada. En pasos lentos alguien entró, cerrando la puerta y parándose frente a mí, al lado de mi cama, viéndome fijamente. —Duermes tan plácidamente, quien lo diría… Sacaste el mismo sueño loco de ser bailarina de ballet profesional, igual que cuando yo era solo una joven inocente. —Hizo una pausa, sonando serena— Pero, eres alguien que no pedí, no quise tener. Tu padre si quería y por él haría lo que sea, pero ahora no está, y mis ganas de seguir tolerando cosas que no quiero ya no están tampoco, así que… Nunca debiste existir, estarás mejor allá con él… —Susurró con la mirada y el tono sombrío. Fue cuando entonces, con un puñal en su mano, lo enterró sin pensarlo más, sin dudarlo y sin titubear en su pulso. Directo en mi pecho, directo al corazón, de un impacto, lo enterró y lo sacó, dando otro impacto más para cerciorarse que estuviese lo suficientemente muerta, para que todo lo que ella planeaba no se arruinara. Haciendo levantar mi cuerpo un poco. Mis ojos se abrieron y se conectaron con los de ella. Nos vimos unos segundos, antes que yo me desvaneciera, cayendo en una oscuridad eterna. ***Narrador omniciente*** El frío invadió el lugar, mientras la sangre comenzaba a esparcirse lentamente en la cama, llenando las sábanas del líquido carmesí, hasta que una gota cayó sobre las zapatillas de Julia… Marcando un día imborrable en la casa Wilkinson. La madre, Celestia se había decidido por fin en acabar con la vida de su hija no deseada, habiendo pasado catorce años con ella, no había desarrollado ningún tipo de afecto hacia ella, sino que cada día le parecía una molestia más y más fuerte. ¿Por qué no la deseaba? ¿Qué culpa tenía Julia? —Oh Julia, te estoy haciendo un favor. Tu estarás con tu querido padre, y yo quedaré al menos con mi Jazmín. Justo ¿no? Sonreía como si se tratase de algo tan normal, como si nada hubiese pasado… ¿La madre Celestia, qué clase de persona era? Siendo capaz de asesinar a su propia hija. De pronto sacó un pañuelo de su bolsillo y envolvió el puñal en él, luego lo guardó en una bolsa de plástico pequeña. Meticulosamente, tomó el delgado cuerpo de la pequeña Julia, a quien envolvió en una gran bolsa de basura. Tan cruel y vil, cometiendo un acto atroz sin ningún tipo de remordimiento. Ya tenía todo preparado. Quitó las sabanas, limpió todo, el colchón y todo lo que pudo haber sido impactado por la sangre. Como pudo cargó el cuerpo frío de Julia, quien envuelto en una bolsa llevó hasta el patio de la casa donde los huecos ya estaban preparados… Lanzando el cadáver también lanzó una ramita de alcanfor. Mirando fríamente lo que acababa de hacer, comenzó a echarle la tierra encima. Tan despiadada y sin compasión, la sacó de su vida como si nada, abandonándola desde siempre sin siquiera tener algo de empatía. Julia había muerto por manos de su mismísima madre, quien ahora estaba tratando de ocultarlo todo para no dejar evidencia alguna. —No dejaré que hagan conmigo lo que quieran, no lo permitiré. —Decía la mujer, tan errada y enfocada en sus pensamientos delirantes. Terminó de limpiar y dejar la habitación de Julia como si nada hubiese pasado, incluso tomó las tres cartas que había escondido la pequeña entre la cama, y continuó con su plan. —No debiste meterte en mis asuntos. —Murmuró observando las cartas en su mano. De pronto comenzó a toser con frecuencia hasta volverse más fuerte, teniendo un ataque de asma, fue a su habitación y tomó una de las pastillas de SINGULAIR (montelukast), aún sabiendo que sería peor seguir consumiéndolas debido a los efectos secundarios, pero eso a ella no le importaba, sino que le parecía una tontería o exageración del doctor. Dejó la tierra lista, deshaciéndose de Julia y de cualquier evidencia. Se lavó las manos como cualquier sinvergüenza y tomó más agua, yéndose a su habitación ya agotada de lo que hacía, se dispuso a dormir. De pronto, sin esperarse ni imaginarse, una pequeña silueta oscura, que se veía como una sombra, apareció en el patio, justo al lado del hueco… —Mamá… ¿Por qué no me amas? ¿Qué te hice? Soltó la voz de aquella sombra que era simplemente la pequeña Julia. Julia había aparecido ¿como fantasma? ¿Como espíritu? ¿Un demonio o un alma en pena? Sea lo que sea, ahora ella aún estaba allí, no se había ido del todo. Aun con su pijama ensangrentada en el pecho, pero con un aspecto más extreño y algo siniestro, se acercó hasta donde la habían enterrado, como observando lo que su madre había hecho. —No entiendo porqué me haces esto a mí. —Dijo con su voz quebrada, hasta que comenzó a llorar. Comenzó a llorar, tan fuerte que el llanto hacía eco hasta la casa. La madre Celestia quien se había acomodado en su cama para dormir, escuchó esos ruidos tan raros y lejanos, como gemidos, como un llanto aturdidor. —Debo estar loca… —Murmuro para sí. Tapando su cabeza con la almohada, probablemente para no escuchar aquello. Jazmín, quien dormía profundamente, se levantó porque le dieron ganas de ir al baño. Media dormida y algo perezosa, se levantó para salir de su habitación. De pronto un frío tan tétrico la hizo expandir sus ojos y despertarse del todo. Viendo hacia los lados, puso su mano en la manilla de la puerta del baño, y pensó en entrar, hasta que sin más, de golpe la abrió, no había nadie y entró. Sentada en el retrete, escuchó un llanto lejano, como un lloriqueo, apenas, muy lejano… Haciendo que un escalofrío recorriera toda su piel, algo asustada termino de usar el baño, saliendo de él y viendo a los lados. «Seguro son los gatos callejeros, si, ha de ser... » Pensaba para calmarse asímisma. Seguía escuchando ese extraño sonido tan perturbador… Hasta que se dio cuenta de que provenía del patio, caminó lentamente despacio, cuando el ruido de la puerta que se abrió la hizo sobresaltarse. —¿Qué haces despierta a estas horas, Jazmín? —Le preguntó su madre Celestia. —Eh… Venía del baño, pero me pareció escuchar algo extraño. ¿No lo escuchas? Ambas hicieron silencio, y se apreciaba claramente el lloro de Julia, que estaba en el patio. —No, debes de estar media dormida porque no se escucha nada. Vete a dormir que temprano nos iremos de viaje. —Le indicó su mamá con ese carácter rígido y dominante. —Pero yo sí lo escucho... —Ve, Jazmín. —Le señaló la puerta de su habitación. Ella asintió y se fue obediente. Mientras que Celestia miraba de reojo el patio, desde las ventanas donde cuyos árboles se agitaban por el fuerte viento. «¿Qué diablos es lo que suena así? Jazmín también lo escuchó… Quiere decir que no es un efecto secundario del tratamiento para el asma.» Era lo que pensaba Celestia. Indecisa si ir al patio o no, se decidió y se acercó a observar en la ventana. Pero, para su sorpresa no había nada ni nadie, solo los árboles agitarse por la brisa. —Qué extraño… —Susurró. Se dio la espalda y siguió, y escuchó nuevamente el lloriqueo, esta vez con quejas. "¿Por qué? ¿Qué hice yo?" Celestia apretó sus manos y entró rápidamente a su habitación. —Ahora sí que estoy teniendo extrañas alucinaciones… Mejor me duermo. Y tu Julia, descansa en paz. No soy tan mala como crees. Dicho esto, se quedó dormida, incluso Julia se fue a su habitación donde comenzó a bailar "El Ogro y la princesa", haciendo lo que tanto le gustaba, pues ahora era incansable. ________________________ Recuerden seguirme en mi i********:: elimar.lopez.escritora
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