CAPÍTULO QUINCE Erec estaba en la popa de su barco, ocupando la parte trasera de su flota y mirando con ansiedad por encima de su hombro una vez más. Por un lado, se sentía aliviado porque habían conseguido aniquilar la aldea del Imperio y desviarse río arriba hacia Volusia, hacia Gwendolyn; por otro lado, había pagado un precio caro, no solo en hombres perdidos, sino en tiempo perdido -se había quedado sin la ventaja que le llevaba a lo que quedaba de la flota del Imperio. Al mirar hacia atrás vio que los seguían, demasiado cerca, serpenteando río arriba, a pocos cientos de metros, ondeando las banderas negras y doradas del Imperio. Había perdido la ventaja de un día que les llevaba y ahora ellos le seguían enfurecidos, como un avispón persiguiendo a su presa, con sus barcos superiores y