Tengo algo que decirte

1179 Words
Atlas se queda anonadada, no se esperaba a Ralph ni ese exceso de información, la verdad le había escuchado a partes porque había palabras demasiado poderosas. Ralph dio un paso hacia ella en busca de al menos un poco de contacto físico y Atlas puso su mano en medio. —¿Vas a renunciar a tu trabajo por mí? —No, quiero... ser completamente feliz, quiero otro estilo de vida y quiero que en esa vida estés conmigo. —Te amo —reconoce Atlas—Quiero eso y más y te apoyo, pero no puedes probar recetas en casa porque estoy llegando a una edad en la que me cuesta mantener el peso y no engordo sexy. Ralph se ríe y la toma de la cintura con la intención de besarla, Atlas se aparta un poco. —Tengo un montón de imperfecciones también, Ralph, y muchas más inseguridades de las que imaginas. No quiero darme el lujo de echar esto a perder o lastimarnos. —Nos tocará trabajar.—responde Ralph.— ¿Ahora, puedo besarte? —Tengo algo más que decir —Ralph rueda los ojos mientras asiente. —Me ofrezco a cuidar a mis sobrinos. Mily y Drake están cuidando de mi mamá y Gina y Max necesitan sexo o intimidad. —¿Cuánto tiempo tenemos a los niños? —Dos días y tres noches —Ralph asiente. —Okay, podemos tratar de ver si podemos con cuatro. —Nosotros podremos con dos, Ralph. Ralph la besa en los labios finalmente y Gina les mira desde la puerta, intenta entrar en silencio, pero no lo logra, la joven toma su máquina para sacarse la leche y Ralph y Atlas deciden ir por el desayuno. —¿Te subimos algo? —No, voy a hablar con Drake, ¿quieres saludar a mamá? —No, gracias —su hermana la deja a solas para ir con Ralph, cuando llegan al comedor se encuentran con Maximiliano desayunando solo. Ralph pregunta por Leonel y le informa que está encantado con la idea de una hora por cada parte de su cuerpo siendo masajeado. —Ahh, yo quiero, pero necesito tomarme un café. —¿Siempre van a quedarse con los niños? —Sí. —Vale, toma —Max le da el café n***o que estaba tomando y Atlas le da un beso a Ralph antes de ir a inspeccionar el buffet. La joven le envía la comida a su hermana a la habitación y acepta cuando le proponen ir a una de las sesiones de meditación, incluso sin haber desayunado Atlas cree que es una excelente opción conectar con ella misma, sobre todo, porque le parecía mejor que estar comiendo sola en un lugar lleno de parejas y personas que vienen con su propio grupo. Mientras se cambia le preguntan si ha realizado meditaciones activas con anterioridad, la joven niega, lo más que había hecho era descargar una aplicación en el celular y la idea de respirar al ritmo de la música o mantener los ojos cerrados se le dificultaba. —Ah... creo que esto no es lo mejor. —Soy Talía, tu instructora, y creo que si tuviste el impulso de venir, vas a beneficiarte muchísimo si te quedas. —Yo tuve el impulso de recibir masajes —responde Atlas y la mujer sonríe. —Verás que no es difícil —insiste la mujer y extiende su mano hacia ella. Ve a los otros clientes y saluda con un gesto de la mano para no interrumpir, los demás la saludan a ella y a Talía, Atlas toma asiento en el suelo junto a los demás y escucha a Talía con su tono calmado de voz e incluso relajante. Pide que vean el sol, que sientan la brisa, la energía, y que disfruten de cada una de las sensaciones que están presentes en el espacio. Les pide que tomen más distancia y todos se alejan unos de otros. Ella va dirigiendo la sesión e insiste en que intenten ver el amor que hay a su alrededor, Atlas ve unas parejas tomándose de las manos o sonriéndose a la distancia. —Vean el dolor oculto en el otro, oculto en la persona de al lado —Atlas siente que todos le están mirando. La instructora amablemente les pide a todos que se acaricien con amor, como lo harían con un bebé recién nacido, sin demasiada fuerza, con todos los sentimientos positivos y nobles. Atlas cree que es momento de huir, pero dos de los asistentes se acercan. Ella y la acarician con ternura, la joven se obliga a sonreír y la siguiente instrucción consiste en cerrar los ojos y balancearse mientras se dan amor a sí mismos, les pide quererse, cuidarse a sí mismos. La música suena y ella continúa dando indicaciones para que respiren, para recordarles la importancia del amor propio, de autocuidado, de empezar por perdonarse a uno mismo y les da la oportunidad sin abrir los ojos de perdonarse por una cosa, pero les señala que lo más importante es que sea por lo que más se arrepienten en la vida. Cuando llega el turno de Atlas, ella no puede con su propio dolor y de verdad lo intenta, ella dice: —Me perdono... —y solo lágrimas y llanto salen. Talía acaricia la espalda de Atlas y continúa guiando la respiración de los demás. Poco a poco los asistentes responden a la meditación y la última asignación es acostarse hasta que se sientan mejor, se sientan liberados. Atlas aún no ha dejado de llorar y no le queda claro por qué quería perdonarse, Talía le pone una manta térmica con peso encima, la cubre de pies a cabeza y le promete que está bien dejar ir, está bien perdonar y es aún mejor sanar. Cuando al mayor parte del grupo se ha ido, la instructora le vuelve a preguntar: —Atlas, ¿puedes perdonarte? —Me perdono por haberles fallado. —¿A quién le has fallado? —A mi hermana y a mí… hija. —¿Cómo les fallaste? —Las dejé… las dejé morir. Aborté a mi hija para donarle a mi hermana y ya era muy tarde —reconoce en medio del llanto. Talía la deja llorar hasta que Atlas siente que no tiene más lágrimas o más dolor. Antes se sentía anestesiada, ahora siente el vacío. Había escuchado una y otra vez que la verdad te libera, que perdonar te sana, pero nunca lo había experimentado. No siente siquiera ganas de huir, solo siente ganas de estar ahí y reconfortarse a sí misma. Cuando finalmente se pone en pie e intenta irse, no sabe si ir a su habitación o meterse en una de las salas de masaje, se encuentra con Ralph y con Leonel de frente los cuales estaban por dirigirse al comedor. —¿Podemos ir a casa? —pregunta la joven. Atlas abraza a su novio y este le abraza sorprendido. Él no pregunta por qué ha estado llorando, solo le abraza de vuelta. —Claro, cuando tú quieras nos vamos.
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