Ponte los pantalones

1483 Words
Atlas había leído sobre este retiro unos años antes y había conocido a los dueños en varias actividades. Le insistieron incontables veces que fuera a hacer reseñas, pero ella no había tenido el tiempo. Sin embargo, en cuanto llegó, Gustavo la esperaba con bebidas, comida y un planazo de lujo que duraba tres días. —¿Tres días sin Hank? —Max puede traértelo mañana, los ves, los llenas de besos y recibimos más masajes. —Pueden dudar después de los masajes. Gina y Atlas comparten una mirada. —Me pueden dar una bebida con poco alcohol, estoy dando lactancia. —Perfecto, vayan a cambiarse. Atlas estaba encantada con el lugar y la atención. No recordaba que nadie anticipara sus necesidades a ese nivel en ningún momento de s vida. La bata estaba en la temperatura perfecta, pero su bebida tenía más alcohol del que es apropiado. Les escribió a Max y a Ralph, el primero estaba seguro de que sufrió un preinfarto, pero no respondió más que: "Se lo merece, besos y disfruten". Su cuñado tenía las bases para ser un buen marido, solo necesitaba entender que cualquier mujer, Gina o María, no podrían vivir toda su vida, todo su matrimonio, bajo la sombra de Mily Pieth Zollinger. Las dos tomaron asiento en las camillas, la masajista de Gina le indicó que le daría unas compresas para agilizar la extracción de leche y luego le darían un extractor para que estuviera lo más cómoda posible, mientras le masajearían el cuello y los brazos. Gina vio a su hermana sonriente y ella se contagió. Dedicaron una hora exacta de masajes en cada una de las áreas seleccionadas. Atlas creía que por varios minutos estuvo dormida y su masajista le recomendó realizarse masajes más seguido porque no sentía la presión máxima, eso es un buen indicador de estrés. Las hermanas subieron a su habitación y decidieron meterse en un jacuzzi y terminar de relajarse. Gina se tomó una copa de vino y reconoció que a veces, sin bebé o con él, se sentía muy sola. —Dedicas mucho a ese trabajo s*****a tuyo —Gina se ríe. —Es un club de hombres cabezotas. —Ahh, me encanta. —Las dos se ríen. —¿Puedo preguntarte algo? ¿Cómo empezaste a salir con Max? —Bueno, lo conocí en un desayuno para Mily y los bebés, cuando nadie sabía de quién era qué bebé y nos sentamos uno al lado del otro. Hablamos y me pareció guapo. Luego tuvimos otras actividades, pero él tenía novia y yo odio las complicaciones. Dos hijos y el tema de que Drake estuviera envuelto en su vida. —Sí, es complicado. —Demasiado. Al final, le pregunté a Mily si no había nada, en absoluto, entre ellos y ella lo negó. También le pregunté a Drake y él lo negó. Luego llamé a Max. —¿Tú llamaste a Max? —Estaba un poco borracha. No necesitas saber eso. —¿Qué le dijiste? —Nada, que los dos estábamos solteros y en lugar de esperar a alguna actividad de los niños, él debería invitarme a cenar y hacer otras cosas. —Las dos rieron. —Al día siguiente, mi oficina estaba llena de arreglos de rosas blancas y una invitación a cenar. —¿Tuvieron relaciones en la primera cita? —Por supuesto —las dos ríen. —¿Tú y Ralph? —También tuvimos sexo en la primera cita. Él quería esperar. Tú me conoces, no he esperado nada un solo día en mi vida. —Atlas… —Cuando sabes, sabes. —Ya... entonces, ¿por qué no sabes ahora? —¿De qué estás hablando? —Ves el anillo, con dudas, y ves a Ralph como si fuera a romperte el corazón. Cuando estabas ultra y ciegamente enamorada, simplemente veías a Ralph. —Estamos casados, Gina. La mayor de las hermanas rueda los ojos y sale de la tina. Atlas pregunta qué ha hecho y Gina va a buscar su bata para salir con cuidado. La más joven sale del agua rápidamente y se resbala. Las hermanas gritan asustadas y Gina corre a revisarla. —¿Estás bien? —¿Por qué estás molesta? —¿Para qué comprometerte con alguien con quien estás casada, Atlas? —Estábamos muy borrachos. Estábamos en Las Vegas y bajamos del auto y vimos una capilla con Elvis y los dos. La vimos y nos reímos y después fuimos de fiesta, apostamos todo lo que se nos ocurrió. Ralph y yo somos suertudos, así que creo que perdimos como cincuenta mil, pero de entrada pusimos cinco mil dólares. En fin, bebimos, bailamos, jugamos, lo hicimos en el baño y fuimos a beber más. Y en algún punto nos pareció que si íbamos a estar separados por la tierra, íbamos a estar tan comprometidos como era posible. Fuimos a casarnos y cuatro meses más tarde todo se nos fue a la mierda. —Atlas se encogió de hombros. —No nos acordábamos o no... queríamos... Ralph llevaba horas viendo a Leonel dormir, tomándole la temperatura cada cierto tiempo y tratando de ver la tele. Él pasa de un canal a otro, en realidad Atlas le había explicado que eso se llamaba zapping, porque no encontraba un programa que le gustara, quería saber por qué todo era tan raro con Atlas, cuando tenían sexo todo se sentía normal, cuando eso acababa era como si entrara en una cápsula de incomodidad. Atlas se había metido en el cuarto de visitas a dormir y tenía cosas en ese cuarto, siempre había sido rara para dormir, pero ahora se sentía personal, como si quisiera espacio y esa mierda… ¿Quién quiere escaparse a relajarse con Gina? Si tuviese más confianza, a Max le escribiría para saber si era verdad, pero tampoco deseaba irrespetar a Atlas... Ralph finalmente dejó un canal de televisión y volvió a tocar a su primo en la frente, se sentía fresco, sudado, pero menos caliente. Ralph continuó haciendo zapping hasta que su primo enloqueció. —Jueputa, jueputa, jueputa, sal—grita Leonel y su primo deja el control sobre la cama.—Tronco, Ralphy, te tienes que ir o cámbiate de habitación. —Qué mal te despiertas. —Eres como mi mamá—grita frustrado.—El tele no está hecho para que enloquezca, elige un programa y míralo por seis horas. —Me parezco a tonterías en personalidad, de pequeño pasé meses pensando que ella era mi tía biológica y no tu papá —Leonel se ríe. —¿En serio? —Sí, Ericka, es mi mamá perdida, me he llevado una decepción. —Leonel se ríie de Ralph. El joven, se pasa las manos por el rostro y se pone en pie para ir a orinar, baja al primer piso. Dejando a su primo impresionado por el mal humor y la capacidad de su cuerpo de recuperarse, lo que lo deja más sorprendido es cuando ingresa con un six pack de cervezas y un par de bolsas de Doritos, abre su armario y saca los controles del PlayStation y Ralph se apura para ayudarle. —Te amo tanto. —Yo también te amo, Ralphy, cuéntame tus problemas. —No te sientes bien. —Tengo cerveza y papas con cebolla y Doritos. —Se encoge de hombros.—Voy primero. —Ve. —Necesito un plan B. Necesito invertir mi dinero en unos cinco buenos negocios y aceptar que he envejecido. —Tronco. —Todo el mundo me quiere fuera. —Entonces renuncia y consigue un mejor equipo. —¿Sabes que tengo treinta y cuatro?—le pregunta Leonel. Los dos saben que nunca es tarde par reinventarse, pero no en ese nivel. —Lo sé. —A los treinta y cinco me van a echar. —Has ganado más competencias que nadie, has representado a tus equipos y eres impresionantemente inteligente, tienes negocios y dinero, ¿por qué no disfrutas? —Si me dices que monte un buffet contigo, me suicido —Los dos sonríe. —Voy a renunciar. —¿Qué? —Voy a renunciar y voy a poner un restaurante y espero que te hagas cargo de la logística. Ya que todos los ricos tienen un restaurante, así que tenemos que pensar en un buen concepto y venderlo. Primero iré con mis treinta y dos años a la escuela de cocina y dedicaré mi vida a esto. —Eso es lo que te angustiaba. —Sí, porque le dije a Atlas que necesitaba que se quedara conmigo por el puesto de magistrado y esas mierdas y ahora voy a renunciar y ella va a querer irse. —Ralph, ¿por qué simplemente no puedes ponerte en pie e ir donde está tu mujer, decirle que la amas con todo tu ser y ya? —Atlas no confía en mí. —¿Qué hiciste, tronco?
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