Gina nunca se había dado cuenta de lo evasiva que era su hermana pequeña, pero la dejó comerse casi un galón de helado para fingir que nada pasaba en su vida. A Atlas le daba vergüenza contar la historia porque la verdad es que si Ralph tenía la razón y era su imaginación, entonces ella era solo... una perra insegura. Si, por el contrario, tenía razón, Ralph se estaba aprovechando de ella en formas que no quería aceptar.
De todas formas, después de una hora reproduciendo recuerdos en su cabeza, le contó su versión de la verdad a Gina.
Ralph y ella ya habían pasado por algunos baches en su relación. Los dos estaban en carreras profesionales diferentes y tenían opiniones muy diferentes sobre la vida y el futuro. Ralph había hecho demasiadas concesiones con respecto a su carrera para poder apoyar la de Atlas, pero las cadenas de chismes en Estados Unidos a veces pueden llegar a ser un poco inmorales y a él no le gustaban algunos de los reportajes que hacía Atlas. La pareja había decidido dejar Nueva York apenas Ralph se graduó para vivir en Washington, la capital de la política, y hay chismes. Los dos ganaban experiencias laborales impresionantes, jugosas, tanto que el mismo presidente de Mainvillage le había ofrecido a su nieto una fiscalía.
Para Atlas, ahí se empezó a desmoronar su relación. Cuando Ralph le dio la noticia, Atlas se quedó en silencio viéndole como si fuera una broma.
—Explícame cómo esto es buenísimo.
—Me están dando una fiscalía, Atlas.
—En Mainvillage, literalmente a 17 horas de diferencia o más.
—Mi amor, nunca pensé que quisieras venirte a vivir aquí.
—No sé si hay trabajo para mí allá.
—Atlas, puedes ser corresponsal de la campaña de mi abuelo.
—¿Por eso estamos aquí, para que yo sea corresponsal de la campaña de alguien?
—Conoces a Isabela Burwish, empezó como corresponsal de prensa del presidente y hoy es una de sus manos derechas.
—A Isabela le gusta la política, a mí no, Ralph.
Los dos se quedaron en silencio y decidieron ir a sus respectivas habitaciones para trabajar. Atlas decidió enviar su currículo, hacer llamadas, contactar gente, pensó en hacer freelancing, pero sabía que no podía darle el gusto a una persona que minimizaba su carrera.
Atlas intentaba no cegarse por la furia, quería estar clara, quería entender a Ralph, así que cocinó, lo cual no se le da tan bien como a él, pero los camarones al ajillo son sus favoritos y básicamente compró todo para tirar a la olla. Cuando su novio llegó en la noche, ella tenía la cena preparada. Ralph se acercó y le besó en el cuello, colocó su mano debajo de sus senos y ella sonrió.
—Te amo.
—Te amo —respondió Atlas—. Estoy orgullosa de ti. Eres inteligente, guapo, delicioso y trabajador, y vas a arrasar con todo y con todos.
—Te amo mucho.
—Mi amor, es tu sueño, pero el mío no está en Mainvillage y no está aquí, y no voy a ser corresponsal de ningún señor en traje que no seas tú cuando te lo quitas. Así que cenemos y veamos opciones.
—¿Opciones?
—Sí, Inglaterra y España tienen familias reales, eso me hace muchísima gracia. Sé todo sobre Lady Di.
—Ralph intentó no reírse, pero los dos tienen opciones —le dio un beso largo y los dos se abrazaron—. He preparado la cena y me he comprado un conjunto de jueza sexy, porque sé que en unos meses lo serás.
—¿Quieres hacer el amor aquí y después tomar un vuelo conmigo y unos amigos a Las Vegas?
—¿A Las Vegas? —pregunta Atlas sorprendida y él ríe.
—Ven, vamos a comer —responde mientras la carga a la habitación.
Gina notó que era demasiado para que Atlas lo soltara, así que decidió cambiar de tema. Su hermana puso su mano sobre la suya y la mayor de las hermanas sonrió y puso un poco de música. Conducir para ella era relajante, pero ir con música alta a cualquier lugar era lo mejor que le podía pasar.
—Mamá trabajaba en Seinvillage y en Mainvillage, así que Fio y yo solíamos ir de un lugar a otro. Cantando lo que a mamá le gustara porque no podía solo poner canciones infantiles, ahora la entiendo.
—¿En serio?
—Mamá era muy divertida antes de la leucemia y las otras diez enfermedades.
—Pobre...
—Sí.
—¿Han revisado a Hank?
—Sí, es portador de Talasemia. Nos han dicho que a muchos portadores no les molesta y, como es varón, probablemente nunca le afectará, porque no menstrúa.
—Eso es bueno.
—Sí.
—¿Y Love?
—Es una suertuda, no tiene nada.
—Eso es bueno.
—Le daremos remolacha a Hank, Ralph tiene una de recetas.
Las hermanas ríen y cuando escuchan "What's up?" y empiezan a cantar a todo pulmón, Atlas abre la ventana con emoción. Abre las ventanas para que la gente las escuche. Un par de horas más tarde están en su retiro y ella le escribe a Ralph, que está bien y de paseo con Gina.
Ralph
¿Estás bien con Gina?
Atlas
Estoy bien. Gina necesita que la traten bien para volver a casa con sus hijos.
Ralph
Te amo, que lo pasen lindo. Si necesitan un chofer o algo, me llamas.
Atlas
Besos, pórtate bien.
Ralph estaba camino a casa cuando recibió los mensajes de Atlas. Le daba algo de pereza ir a casa solo, así que, a falta de esposa, lo mejor era reunirse con su hermano del alma. Fue a la pista donde le informaron que Leonel estaba demasiado resfriado y había tenido que ir antes de lo previsto a casa. Ralph lo llamó un par de veces mientras conducía hacia su vivienda, pero no logró contactarlo. Cuando finalmente estacionó frente a la casa que su primo había diseñado y construido por su cuenta, volvió a llamarle mientras buscaba las llaves para entrar. Buscó en todos los lugares lógicos para encontrar a su primo, pero no había nada en la cocina ni en el cuarto de videojuegos. Se sorprendió al encontrarlo acostado en su habitación. Leonel ni siquiera tomaba siestas. Para él, estar acostado a las cuatro de la tarde significaba un problema serio de salud. Le dio un par de golpes en la espalda para que se despertara, y fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía fiebre.
—Leo, tronco —pidió Ralph mientras le volvía a sacudir el cuerpo—. Leo, Leo.
Su primo abrió los ojos y estornudó de inmediato. Ralph se quejó del asco porque le había mojado la cara. Su primo se disculpó y Leonel tosió. Ralph quiso pegarle, pero no hizo falta mucho para darse cuenta de lo mal que estaba su primo, así que el joven se alejó antes de que una secreción le cayera encima. Llamó a un médico y bajó para cocinar algo para el señor Westborn. Un par de horas más tarde, Ralph estaba vacunado contra la influenza y su primo tenía una vía con suero y medicamentos para bajar la fiebre pasándole por el brazo.
De todas formas, eso no hizo que Ralph se marchara. El joven puso una película de acción, se sirvió cereal con leche fría y se puso un pijama de su primo. Leo le dio las gracias por la sopa y se acomodó para dormirse.
—¿Quién es?—pregunta Ralph a su primo.
—¿Quién...?
—La chica que te rompió el corazón, la que dice Pauli.
—¿Has escuchado de los "casi algo"?
—Sí.
—Conocí a una mujer, pensé por primera vez en los próximos veinte años de mi vida. Con ella, con hijos y una casa en la que podamos tener árboles de naranja —Ralph sonríe—. Y le pedí una cita... nunca volvió.
—¿Supiste algo más de ella?
—Se casó con un rey.
—Qué perra.
—Es así, ¿sabes? Hay gente que pasa años tonteando con el amor de su vida y hay otras que pasan años pensando qué pudo haber hecho.
—Eso es de débiles. Tú pudiste seguirla, intentarlo, pelear.
—¿Lo dices tú cuando Atlas cree que estás jugando nuevamente con sus sentimientos?
—Ese es un golpe bajo.
—Ralph, dile la verdad a tu mujer y luego da consejería de vida.
—¿Cuál es la verdad?
—1. La amas. 2. Vas a dejar el trabajo que no te gusta y abrirte una cadena de restaurantes. 3. Quieres un bebé pronto... y 4. No quieres nada de mentiras o fingido. Quieres todo, todo el tiempo, completito. —Ralph se toma la leche de su plato y lo pone en el suelo.
—Tienes mucha fiebre y estás drogado, no debo confiar en ti.