Ralph y Atlas

1788 Words
Lo único que salvó la carrera de Atlas fue hablar sobre la cultura del silencio en las grandes corporaciones de comunicación, su artículo estuvo tan bueno que consiguió trabajo en la costa oeste, lejos de Ralph, un nuevo inicio, eso pensó que sería lo mejor. Para él había representado una tortura, seis meses de silencio, nada de Atlas, la verdad, a ambos les dolía, pero estaban estancándose por su necesidad de estar juntos. Atlas estaba mejor que nunca en California, tenía tiempo al aire en un programa matutino, tenía tiempo para su blog, para ser famosa y ser ella misma, no era el trabajo de alto perfil que sus padres esperaban ni el que su expareja quería, pero era lo que a Atlas le gustaba. Por primera vez en su vida, estaba haciendo algo 100 % para ella y por ella, y esa libertad era grandiosa, pero extrañaba tener a alguien con quien compartir sus logros. Él había estado enfocado en su trabajo y había obtenido tan buenos casos como recomendaciones, por lo que en unas semanas estaría reiniciando su vida en otra ciudad. Ir a buscarla solo les complicaría las cosas, es una pena que la vida tenga sus formas de salirse con la suya. Uno de sus clientes de alto perfil había sido detenido en California por conducción temeraria, así que dejó la ciudad por unos días y pensó todo el tiempo que estuvo allí en llamarla, en buscar a Atlas, pero creía que era justo también dejarla ir, dejarla empezar de cero. —Ralph Westborn —le llaman y él se gira, la ve, sonriente, saludándole desde lejos, y los dos ríen, Ralph se acerca y le besa, y Atlas sonríe y le llena de besos de vuelta, sin decir mucho están de vuelta. Él está rogándole mudarse a su lado y ella acepta sin pensarlo. —¡Nos vamos a Washington! —Ñe —responde Atlas. —Ven, sigue besándome. —¿Atlas? —¿No podemos viajar? —Atlas, ya somos grandes. —Yo estoy muy joven para ya somos grandes. —Bueno, todos mis amigos van por su segundo divorcio. Bueno, nosotros vamos por nuestro tercer intento —bromea Atlas. —Ralphy, me encanta todo, que estés aquí, que los dos queramos intentarlo de nuevo, pero ¿qué chismes hay en Washington? —Bueno, un tema social es lo que impulsó tu carrera aquí y hay cadenas buenas en Washington. Por favor, no me hagas esto. Atlas sabía que Ralph había puesto más de su parte en muchos puntos de su relación, él pudo venir a Estados Unidos en cuanto se graduó y se quedó por ella. También sabía que se había venido a vivir aquí por ella, una vez que ella diera un poco más no la mataría. —Acepto, tengo que buscar antes de irme, quizá tarde un mes o dos, pero me iré y compraremos una casa y adoptaremos un perro. —Te amo. —responde Ralph y la llena de besos. Atlas no tardó un mes. Unas semanas más tarde estaba presentando el show de las mañanas desde Washington, compartiendo chismes con otra gente, conociendo una ciudad que no descansa. Era impresionante, y la carrera de Ralph estaba mucho más avanzada de lo que imaginaba le estaba yendo fenomenal. Habían elegido rentar mientras encontraban un lugar especial en donde formar una familia, comprar una casa no era una decisión que planeaban tomarse a la ligera, más si eso significaba asentarse definidamente en Estados Unidos. Una noche, estaba recogiendo un premio y vio cómo la jefa de su novio le acariciaba el pecho con cierta lujuria. Ralph intentaba hacerle señas, pero Atlas estaba disfrutando del karma. La joven se acercó y pidió una bebida en el bar como si no le molestara que la mujer estuviese manoseándolo en público. Atlas vio a su novio a los ojos mientras la señora jugueteaba con el cinturón de Ralph. —Hola, cariño —saludó Atlas gentilmente. —Gracias a Dios —susurró Ralph.—Ella es Atlas, mi pareja, mi novia —La presenta y su jefa se aleja, observa a la joven y elegante mujer quien extiende su mano hacia ella. —Atlas, es un gusto conocerte. —Ralph ha hablado mucho de usted—comenta la mujer y le da un beso en la mejilla a Atlas, esta sonríe e intenta no limpiarse la mejilla de inmediato, pero siente el potente labial color coral en su mejilla. —Es un joven impresionante, todos creemos que llegará muy lejos. —Lo hará. La mujer se despide para continuar saludando por la sala y Atlas le acerca su bebida a Ralph. Él le pasa la servilleta en la mejilla y su novia le anuncia que tendrá que ir a retocarse el maquillaje. Él le da las gracias por asistir y por salvarle. —Estás preciosa, Atlas —Anuncia mientras observa el vestido azul, el cabello recogido, el maquillaje natural y la elegancia y prestancia de su novia. Él sonríe y se inclina para darle un beso en los labios. La joven le da un beso corto sobre los labios antes de tomarle de las mejillas. —¿Mi amor, te están acosando laboralmente? —Sí —los dos se ríen a carcajadas y van a tomar asiento. Ella reconoce lo importante que es estar simplemente en el evento y se emociona más cuando Ralph gana dos de sus categorías, convirtiéndose en la persona más joven en recibir ese título. Ella le da un beso aplauso sin dejar de mirarle a los ojos, y cuando regresan a casa desatan el deseo, la pasión, el amor, el uno por el otro. Atlas desea que todo siempre sea como hasta ahora, perfecto, mágico, emocionante y radiante. Era el mejor momento de sus vidas, y ella estaba segura de que vivir cada uno de esos momentos en el pasado simplemente les había preparado para disfrutar plenamente de ello. Atlas había preparado la cena favorita de Ralph para demostrarle lo mucho que estaba orgullosa de él, compró flores, colocó velas y esperó por horas, Ralph no había llamado siquiera y tampoco contestó sus mensajes. Cuando finalmente apareció eran casi las once de la noche, se la encontró en el sofá, cobijada. —Mi amor, perdón, se me… murió el celular—dice mientras se acerca con la comida comprada en la gasolinera. Ralph le llena de besos y él da las gracias por cocinar. El joven se sirve un plato con comida y también busca una copa de vino, toma asiento al lado de Atlas y prueba los camarones con arroz, están deliciosos, le quedan siempre perfectos. Ella toma asiento al lado de su novio le besa en la mejilla. Ralph deja la comida y prueba un poco de vino, Atlas le abraza y él sonríe alucinado por el detalle. Atlas le rodea el cuello con los brazos, le besa la mejilla, los labios, el cuello, toma asiento sobre el regazo de su novio, le rodea con las piernas y le quita la corbata y el saco. Atlas está desabotonándole cuando ve una mancha en el cuello de la camisa de Ralph. —¿Esto es labial? —pregunta mientras busca la manera de apartarse. —No… no sé de qué hablas. —En tu camisa, Ralph—responde Atlas y se pone en pie para ir a su habitación. La joven se fue a su habitación y se encerró. Estaba disgustada, molesta y asustada. Había dejado una vida en la que era feliz, en una ciudad fantástica, ¿para esto? Ralph se quedó en la sala esperando a que Atlas saliera para ir a trabajar. Como no podía dormir, preparó varios tipos de desayuno. Cuando su novia salió rumbo al trabajo, se veía espectacular, muy guapa y muy seria. —Atlas. —¿Ya te inventaste una excusa, me imagino? —No, Atlas, no tengo excusas. Tengo una historia que es incómoda y no vas a creer. —Cuéntame, tengo veinte minutos. Ralph no quería hablar de lo poco abierta y comprensiva que estaba siendo. Su mujer tomó asiento y se llevó una mano a la mejilla mientras lo observaba. —Mi jefa ha estado intentando... no sé... en fin, he dimitido. —¿Has renunciado al sexo con tu jefa o al trabajo? —Al trabajo y he evitado el sexo. —Bueno —responde Atlas y se pone en pie. Va por el café y toma un paquete de galletas. Luego camina hacia la puerta y vuelve a llorar en el auto, desconsolada y dolida porque la verdad le hubiese liberado, pero vivir con la duda de si era mentira o verdad le iba a matar. Lo que más le dolía, más que haber dejado California, más que la muy probable infidelidad, era que no lo había visto venir. Había confiado tanto en Ralph que no creyó necesario marcar territorio en la fiesta o tener que establecer límites en su relación con respecto a las infidelidades. Pensó que lo peor que podría pasar era que ella se le ofreciera y él le dijera que no. Todos en el trabajo notaban que algo no iba bien con Atlas, hasta que su jefe se acercó y le preguntó si necesitaba un día personal. La joven se alejó y fue a conocer la ciudad, dar una vuelta y ver gente. Pasó horas sentada cerca de la Casa Blanca pensando en los sueños inocentes y ambiciosos que tenía la gente a su alrededor. Cuando finalmente llegó a casa, eran casi las seis de la tarde. Ralph la había estado buscando desde el almuerzo, la buscó en la oficina, pero nadie parecía saber dónde estaba, solo que se fue temprano. Atlas tomó asiento en el sofá y se quitó los zapatos. —No entiendo, no entiendo por qué me haces esto. —Atlas, de verdad necesito que escuches esto: no he tenido sexo con nadie mientras estamos juntos, no soy infiel, no te engañé. —Vi el labial. —La mujer se abalanzó sobre mí, intentó besarme, la aparté y le dije que no volvería. —Ralph pone la contestador de su celular a reproducirse. —Ralph, me ha quedado claro que no quieres nada conmigo. El jodido trabajo te espera, es tuyo y no lo puedes dejar tirado. ¡Regresa ahora! —Atlas, no tengo por qué serte infiel. Paso todo el día trabajando, cuando no estoy en el trabajo, estoy aquí contigo y normalmente follamos como locos. ¿De dónde crees que saco la energía? —Si me mientes, no puedo perdonártelo, Ralph. Viviré angustiada hasta que te descubra, y cuando lo haga, no habrá forma de perdonarte. Si me decepcionas, se acabó. —No estoy mintiendo.
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