Sembrar la idea

1502 Words
Las desilusiones te abren los ojos, aquellos que no sufren la violencia doméstica creen que no es real, hasta que un día la ven con alguien cercano o ¡en la televisión y entienden que alguien que te ama muchísimo puede llegar a desaparecerte del planeta. Para Atlas, quien se había criado en un matrimonio lleno de lealtad y amor, sus padres sin importar la magnitud de la tormenta le tomaban la mano. Sus papás no eran felices, pero respetaban su relación, se amaban ciegamente y con eso se quedó Atlas hasta el incidente del carmín, esperando, pensando e intentando entender qué había estado mal. Ella necesitaba encontrar el origen de una infidelidad porque su relación era buena, Ralph podía contarle lo que fuera, tenían demasiado sexo ¿y se querían? Ella estaba fuera del juzgado esperando a Ralph para invitarle a comer, cuando lo vio salir acompañado de dos hombres, su novio la saludó a lo lejos y los dos sonrieron. Atlas se puso en pie y fue hacia ellos. —Caballeros, ella es Atlas, mi novia. —Atlas, oímos un montón de ti. Los tres hombres se presentan, Collin, Garret y Parker, Atlas les saluda y responde lo mucho que escucha todo el tiempo de ellos. —No entiendes, este está obsesionado contigo. Te vemos casi todas las mañanas —aseguran. —Gracias a Dios eres guapa. —Gracias —todos sonríen. —Atlas, creo que lo vas a ver menos horas. —No es cierto, no inventen. —Creo que después de quitar a Mary, su marido va a ponerse a cargo de ti. —Creo que pondrán a alguien con experiencia, pero siento que seré socia muy pronto —sus amigos ríen. Ralph se despide, toma a su novia de la cintura y caminan juntos hacia el auto de Ralph. Él le da un beso en la frente cuando les sirven la comida y Atlas continúa viendo por la ventana. —Ya va un mes, Atlas. —Lo sé. —No te fui infiel. —Ella lo mira a los ojos. —No puedo creerte, Ralph. —¿Entonces qué? ¿Si fuese verdad, si hubiese cometido un error, se carga todos los años que hemos estado juntos? —No es un "error", es más, Ralph, lo siento, pero yo no quiero ser engañada porque tuviste un mal día en el trabajo, o te sentías inseguro, yo no he hecho nada para merecerme una pareja infiel. —¡No te fui infiel! —grita desesperado, se ganan las miradas de algunas mesas. —¿Terapia? ¿Quieres ir a terapia? —No lo hiciste, pero necesitas que vayamos a terapia. —Sí, no lo hice, pero necesito que me creas. —Vienes de una familia en la que es normal pintar el cuerno. —Atlas, me tomo nuestra relación muy en serio. Te amo y te respeto, y sé que una infidelidad no es admisible, perdonable ni normal, porque mis papá se la pasaba follando mujeres que no eran mi mamá. Cuando tenía catorce años, llegué antes del internado, mis papás no estaban, así que le pedí al chofer que me llevara a la oficina de mi padre. Como no estaba, salí a caminar y fui por un café. Lo encontré besándose con otra a plena luz del día en una cafetería en la que probablemente pasan todos sus amigos y compañeros de trabajo. —¿Qué hiciste? —Me fui —responde—. Me fui porque quedarme significaba decirle a mi mamá, confrontar a mi papá. Un par de semanas más tarde, mi mamá estaba anunciando su embarazo, emocionada y más enamorada que nunca. —Atlas le tomó de la mano—. Me enfurecí. Follé a mi mamá a pelo cuando tiene quién sabe cuántas amantes. Un embarazo es lo mínimo, pudo haber sido SIDA, Papilomas o Gonorrea, lo que sea. Me volví loco ante la imagen de la familia perfecta en el periódico. El marido preocupado y enamorado que le decía a mi mamá que podía quedarse en casa o trabajar, hacer lo que quisiera. Yo… destruí la oficina de mi papá, esperé, lo confronté y me enviaron antes al internado. Unas semanas antes de que empezáramos a salir, lo vi con otra mujer y en el hospital cuando Sofi estaba enferma, lo vi coqueteando con una enfermera. Sé que vengo de una familia de infieles, no quiero ser uno. —Lo siento mucho, Ralph. —Yo igual. —¿Hay alguien más en la oficina? —No, no hay nadie más en la oficina, el gimnasio o donde sea. —Vale. Ralph sabía que no estaba complacida con su versión. Atlas era una mujer que se entregaba por completo, y desde entonces estaba retraída. De verdad estaba intentando y con las semanas las dudas se fueron disipando. La pareja comenzó a hacer más cosas juntos, a tratar de dejar las cosas pasar. Atlas incluso intentó ilusionarse más con la casa, con su vida, y compró un retrato de ambos para la oficina de Ralph. Estaba sentada en la suya pensando en la vida en lugar de trabajar cuando recibió una llamada de su novio. —¡Hola! —Hola. —¿Atlas? —Sí, Ralph. —Adivina, me eligieron, soy socio. —¡No! ¿Cómo cuándo? —Esta mañana me llamaron y estaba cagado y me lo soltaron. —Felicidades, ¿quieres que vaya? —Vendrán dando un almuerzo de celebración, pero... quiero que vengas, quiero celebrar contigo. —Estoy de camino. Atlas fue por champán, por rosas, los chocolates favoritos de Ralph, globos porque le encantan y finalmente, cuando llegó, lo vio sonriente con sus amigos esperándola. Él corrió hacia ella y la llenó de besos. Atlas lo abrazó como pudo y señaló al joven de la campaña. —¿Crees que cuatro cajas serán suficientes? —Estoy seguro —Ralph la llenó de besos y le dio las gracias por su apoyo incondicional, por todas las noches que escuchó hablar de leyes americanas y Mainvillanas que no le importaban en absoluto, todas las veces que revisó ensayos, que leyó preguntas y le ayudó a buscar apelaciones. Atlas soltó las flores, los globos y lo abrazó de vuelta como en meses no sucedía. La pareja compartió un beso corto antes de ir a celebrar con su nuevo equipo. Atlas y Ralph poco a poco lograron regresar a la normalidad, pero eso no cambiaba lo majadero que podía ser su novio. La había despertado un sábado, el único sábado libre al mes, a las cuatro de la mañana. Tomaron una ducha caliente juntos, se llenaron de besos, se estimularon lo suficiente como para despertarse y salir a las cinco de la mañana en punto. Ralph tenía una misteriosa sorpresa y el auto estaba lleno de snacks, cafés y gabardinas a juego. —¿Qué es esto? —Una nueva fecha especial. —¿Ah, sí? —Sí. —¿Qué es, cuéntame? Con el cargo nuevo vienen más responsabilidades y mucho más salario. Eso le emocionaba demasiada. Atlas había hablado de comprar una casa desde que se mudaron a Washington y después de las últimas semanas de incertidumbre y celos y estrés se merecían un nuevo inicio, al menos eso pensaba Ralph y eso quería. —Es un house shopping—comenta Ralph emocionado. —. ¿Nuestro primer house shopping? —Esto es muy adulto. —Lo es —responde Ralph y se acerca para besarla. —¿Tenemos un límite? ¿Cuáles son nuestras opciones? —Quiero algo mediano, en un lugar hermoso, lleno de naturaleza, con jardín para los niños y los perros y el gato. —Claro. —Buenos distritos escolares, pero también cómodo para recorridos de colegios privados. —¿Nuestros hijos pueden permitirse colegios privados? —¿Cuánto ganas? —No voy a decirte. —¿Gano más yo? —No sé —responde Atlas—. Yo gano sobre el millón. —¿Por trimestre? —Por episodio. —Cuando es sobre. —Treinta y cinco millones el trimestre. —Eres una tacaña —le acusa Ralph.—No me dejaste comprar el queso la semana pasada. —Ya... ¿Qué tal si quedo desempleada? —¿Por qué ganas tanto? —Género rating. —¡Wow! —¿Tú cuánto ganas? —Más que eso. —Atlas rueda los ojos y ambos se ríen. —Estamos bien y podemos valorar escuelas privadas cuando toque. —Solo querías saber cuánto gano. —la verdad sí, si me muero tienen que seguir pagando la hipoteca. —Gano más —Los dos se ríen. —Yo sé —Atlas se queda seria y vuelve a reír. Unas horas más tarde ven las casas de sus sueños y un mes después están discutiendo como locos porque Ralph se quiere ir, Ralph quiere volver a Mainvillage y Atlas ya no sabe qué paso seguir. —Es lo mejor para mi carrera, Atlas. —¿Es lo mejor para nosotros?
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