—Atlas tiene un acosador. Me la he traído acá porque es más seguro, no es un día para que la insulten o la molesten.
—¿Está bien, le ha hecho algo? —pregunta Melissa.
—Sí, mamá. Está bien, solo asustada.
—¿Qué dicen sus padres de esta situación?
—No saben. Atlas es una mujer adulta—les recuerda Ralph y sus padres asienten.
Melissa recalca que a ella le gustaría saber si cualquiera de sus hijos estaba en peligro.
La señora Westborn detestaba a los papás de Atlas y no podía disimularlo, la mujer era consciente de que no era la madre perfecta y especialmente con Ralph había estado ausente, pero siempre aseguraba de tener todos los datos sobre la vida de su hijo; si estaba sano, deprimido, comía mucho o dormía poco, e incluso con la agenda llena sacaba un día para él y su esposo, los papás de Atlas sacaban y sacaban de la niña y nunca volvía a ver qué necesitaba y eso le parecía horrible.
—¿Sus papás saben si existe esta pobre niña?—pregunta Melissa molesta. —¿Dónde está?
—Yo voy a llamarla.
—El elevador está en arreglos, princesa —La joven rueda los ojos.
Atlas había estado escuchando a la familia de Ralph, se puso unos pantalones y una camisa antes de salir descalza hacia el primer piso. Sofía agitó sus manos solo con verla y la joven bajó rápidamente par saludarle. Melissa observó el cariño entre ellas dos y no pudo negar que Atlas tenía un lugar en su familia.
—¿Qué guapa estás, Sofía? Por Dios.
—Gracias.
—Me encantan el cabello y las uñas. Estás divina, y enorme. ¿Tienes permitido crecer tanto?
—Sí. ¿Vas a venir a mi fiesta en la playa?
—Bueno...
—Sí—responde Ralph por Atlas y les hace una seña para que vayan al interior de la casa.
—¿Puedes comprarnos vestidos de baños gemelos?
—Ay, mi amor, mira la vida me ha enseñado dos cosas; que Ralph es un enredador, y que jamás, jamás y de los jamases; debes ponerte ese vestido de baño naranja neón, casi hilo, solo cubre pezones cuando vas a la playa con tus suegros, tu hermano o tus papás.
—Definitivamente, no —aseguro al señor Westborn.
—Ni cuando tienes novio —refuerza Ralph. —Menos con tu hermano mayor.
—Drake una vez me metió en una especie de hielera, casi me muero —La más pequeña ríe.
Atlas extiende su mano hacia el papá de su novio quien la toma y después le da un beso en la mejilla. Melissa hace lo mismo y las dos mujeres se ven en silencio.
—Atlas, te debo una disculpa.
—Claro, ya se ha disculpado. Todo está bien.
—No, una de verdad. Tú y Ralph encuentran la manera de volver, amarse y ser felices, y yo no puedo ni debo seguir en medio, ustedes dos son adultos y tienen sus formas de ser y yo simplemente les veré una vez cada cierto tiempo. Lamento haberte agredido y sobre todo, lamento haber pasado los últimos años hacerte sentir mal por la forma en la que tus papás fueron contigo, no lo mereces y no lo merecías.
—Sí, nos veremos poco hasta que tengamos nietos. Entonces, nos veremos todas las semanas —bromea el señor Westborn.
—Gracias.
—Ah, sí, me encantaría ser tía.
—Deja de soñar—Le responde Atlas. —Estamos no teniendo sexo.
—Wow, por primera vez en la vida—Celebra su suegra. —Vamos a terminar de preparar pasta sobre pasta y voy a poner unas verduras para que nadie vomite por exceso de carbohidratos. —Su esposo niega con la cabeza y Atlas y Sofía ríen.
—¿Quieren algo de beber?
Las dos jóvenes asienten antes de ir al sofá, Atlas intenta cargar a Sofía para sacarla de su silla de ruedas, lo logra y las dos se sientan juntas en el sofá a chismear por lo bajo. Ralph observa a su hermana y a su novia y sonríe. Melissa quien está preparando los vegetales toma a su hijo del brazo y vuelve a disculparse por lo de Atlas y sobre todo, por la cachetada del toro día.
—Fui demasiado duro, mamá.
—Me lo merecía un poco. Tú eres un hombre y sabes lo que quieres Ralph, pero eso no quita que nos debas un poco de respeto.
Media hora más tarde, los cinco toman asiento a la mesa, Atlas observa los platos y el mantel, ve a Ralph y él sonríe antes de tomarle la mano, Sofía realiza una oración corta y sus padres sonríen y comienzan a servirse, Ralph toma un pedazo de pizza de vegetales y Atlas intenta no reírse. El joven le pregunta si quiere que le sirva y ella niega con la cabeza.
—¿Atlas, desde hace cuanto te acosan?—pregunta su suegro y todos menos Atlas ruedan los ojos.
—No sé—responde la joven.
Llevaba meses sintiéndose observada, seguida y había llamado varias veces a la policía por miedo a que hubiese alguien en su jardín, incluso en su casa, pero la verdad no era consciente de sí eso había iniciado mucho antes o recientemente.
—Podría ser de toda la vida, Atlas es demasiado distraída, podrías ser tú —Acusa a Ralph a su madre.
—Tienes que tomártelo en serio Atlas, has llamado varias veces a la policía.
Ella ve a Ralph incrédula y el joven le da un mordisco grande a la comida para no tener que discutir más. Sofía quien tiene un ánimo contagioso da un par de aplausos.
—No agobies a Atlas, mejor cuéntenme: ¿Cómo se han reconciliado?
—Fui a su insegura casa, abrí la puerta y entré al baño y le exigí que volviera conmigo—Sofía ríe y su risa les contagio a todos.
Melissa escucha a su hijo y no puede creer lo que escucha. Es como si Ralph viviera de un impulso tras otro.
—Nunca salgas con un Libra, sofía.
—¿Tú qué signo eres, Atlas?
—Escorpio.
—Uff—Comenta Sofía. —¿Se van a casar pronto..?
—Sofía... —la regaña su padre.
—Estamos casados —responde Ralph y todos dejan lo que están haciendo.
—¿Cómo... dijiste?
—A Kami le estaba costando fijar su fecha por lo de la licencia y fui un día y solicité la licencia don Atlas y me salió como a los tres días, se lo pedí, dijo que sí y nos casamos.
—Estábamos muy borrachos.
—Mucho.
—Decidimos casarnos y lo dejamos ahí.
Melissa aprieta la mandíbula para no decir nada y su esposo le sirve más vino, Sofía pone un codo sobre la mesa y se sostiene la mejilla incrédula.
—Pero… vamos a volver a casarnos.
—Sí, yo iré de blanco, con velo.
—Claro… qué lindo. —comenta Ralph. —En serio quieres volver a casarte.
—Bueno, perdí mi virginidad contigo, ¿Por qué no…? ¿Me haces una señora de bien?
—¿Quieres casarte de nuevo?
—Bueno… siento que me lo merezco y si nos divorciamos mañana. Me voy a llevar la mitad de todo y tú de lo mío. Más nos vale trabajar bien en nuestro divorcio.
—Sí, ya sabes eso de boda grande divorcio espectacular.
—Sí.
Melissa comenzó a toser y su esposo le dio un par de palmadas contra la espada, Sofía gritó cuando su madre comenzó a cambiar de color, Atlas se cubre el rostro asustada y Ralph corre a intentar auxiliar a su madre, le realiza la maniobra de Heimlich y su padre le asegura, que no se está atragantando.
—Mamá, trata de respirar, trata de escupirlo.
—Está teniendo un infarto, llamen una ambulancia —pide Rafael y Atlas va corriendo por el teléfono.
La joven está por llamar a la ambulancia, cuado recuerda algo que le dijeron en su clase de RCP, a veces la mejor manera de auxiliar a alguien es asustándole. La mujer finalizó la llamada y fue por uno de los platos extrañaros de Ralph se lo tiró al piso y la mujer escupió el pedazo de brócoli en su intento por gritar del susto. Todos en la casa se quedan en silencio y Ralph observa a Atlas, los dos contienen la risa mientras su madre se queja de que pudo haberla matado. Sofía es la primera en reírse silenciosamente de su madre, hasta que se le escapa una carcajada que les contagia a todos. Su marido contiene la risa y la toma de la mano para ayudarle a tomar asiento.
—Son increíbles—grita Melissa y sus hijos continúan riendo.
—Perdón, mamá. ¿Estás bien?¿Te puedo ayudar?—pregunta Ralph y su madre se disculpa para ir al baño.
—Sofía... te vas a ir al infierno—le acusa su padre y los dos se ríen. —Cuando venga dejan de reírse.
Ralph va al baño a buscar a su madre la cual tiene lágrimas en los ojos cuando le encuentra, él cierra la puerta y la abraza pensando que la mujer teme por su vida y su integridad. En su lugar, su madre llora con mayor desconsuelo. La mujer está simplemente cansada de intentar ser parte de su propia familia, cuando no es su esposo son sus hijos.
—Lo siento, tengo que irme—dice la mujer mientras se limpia las lágrimas del rostro.
—Mamá…
La mujer sale rápidamente del baño y va por su bolsa, su esposo, su hija y su nuera le pregunta si está bien y ella se disculpa con los tres.
—Enviaré al chofer. Yo… tengo que irme.
—¿A dónde vas Melissa? —pregunta su esposo.
—Los llamaré cuando lo sepa. —Los cuatro comparten una mirada y siguen a la mujer hasta su auto, Melissa se apura en subir y ponerle el cierre a la puerta antes de iniciar el auto sin importar quien se le atraviese.