No es mi hija

1452 Words
Melissa reconoce que no estuvo de acuerdo con las decisiones tomadas por Ralph en especial, su hijo mayor de edad, le comentó lo que había hecho con su novia. La había llevado a un pueblo pequeño a las afueras de la ciudad, donde le realizaron un aborto con químicos, Ralph observó los pedazos del feto salir, vio a Atlas llorar desconsoladamente, tomó su mano y esperó durante horas hasta que pudieron regresar a su casa. Él le cuidó, le dio medicinas y alimento, pero Atlas tenía que volver con su familia y de camino al hospital, se había mojado lo así que eso no ayudó mucho a evitar la infección que se formaba dentro de su cuerpo. Durante cinco horas la joven Atlas y su familia escucharon lo que pasaría en los siguientes días con Fiorella. El médico les dijo que para ese punto no había diferencia con o sin trasplante no lograrían sacarla de esta porque casa no tenía defensas, su hemoglobina era muy baja y abrirla simplemente. La psicóloga les insistió en que era momento de despedirse, de darle amor y crear los mejores últimos recuerdos con ella, horas más tarde. La joven se sentó a ser interrogada por sus padres y cuestionada después por sus hermanos en un último intento de que donara. Las probabilidades de su hermana de sobrevivir sin ello eran nulas, pero co el trasplante era menos de un 15 %. La última persona con la que habló fue con su hermana, Fio, se veía más pálida de lo normal, moribunda, eso es lo que pensó Atlas al ver a su hermana. La joven se acostó su lado y le tomó de la mano. Le dio un beso en la frente. Fio sabía del embarazo porque Atlas se sentía mortificada y estúpida por estar embarazada, no entendía cómo si tomaban la pastilla todos los días a la misma hora estaba embarazada de todas formas, ella no consumía alcohol ni medicamentos, cómo podían simplemente haber fallado, así que le pidió a su hermanita un último favor: —Tily, no le llames como yo o en mi honor. Nunca, a ninguno de sus hijos. —No hay más bebé—reconoció Atlas y se puso a llorar. —¿Atlas, qué hiciste? —Tú eres mi hermana. —Tily… tú escuchaste a los doctores, no creen que sobrevivía con el trasplante, abrirme es un riesgo. —El día que mueras no tendré más hermana, ni familia, solo… no tendré a nadie Fio. —Fiorella abrazó a su hermana mientras lloraban juntas. No podía soportar haberle quitado eso a Atlas, un bebé, una nueva vida, una persona sana, con todo un futuro lleno de risas y amor y a veces tropiezos normales de su edad. Fio se sentía mamás culpable que cuando su hermana donaba médula ósea. El dolor para ambas era insoportable. Drake entró en la habitación y las observó llorando, no preguntó mamás se sentó en la orilla de la cama y lloró, porque lo que él entendió de la conversación con los médicos era que debían prepararse porque su hermana tenía bajas probabilidades de sobrevivir. Gina los vio desde la puerta. —Tienes fiebre, Atlas. Te ha visto un médico. —Atlas no podía dejar de llorar, Drake le sirvió un vaso con agua y se lo acercó y le ayudó a tomar asiento sobre la cama. El joven se asustó con lo caliente que estaba. Gina se acercó a sus hermanos y esperó a que Atlas dejase de llorar. La mayor de los hermanos Zollinger se limpió las lágrimas, toma las manos calientes de su hermana e intenta mirarla a los ojos. —Sé que no somos las mejores hermanas o amigas, que somos casi desconocidas, Atlas. Entiendo, y de verdad, me parece terrible que todo lo que te hacen duele y da miedo, pero, tú puedes vivir sin un riñón, yo no estoy lista para perder a mi mejor amiga. —Estoy haciendo todo lo que puedo —responde Atlas y vuelve. Estallar en llanto. —Todo lo posible es donar Atlas, no pedir la emancipación médica o rehusarte a hacerlo. —Gina, yo ya no quiero vivir a costillas de Atlas —Grita Fiorella. La más pequeña de los hermanos llora desconsolada en un rincón mientras se golpea a sí misma de impotencia. —Atlas, no la dejes morir. Fio solo dice es para que no te sientas culpable. Por favor. Por favor, Atlas, por favor —Atlas se ahoga en su propio llanto. Sus hermanos corren a intentar auxiliarla. Drake la levanta del suelo y le eleva los brazos, Gina cierre en busca de una enfermera. Sus padres van entrando a la habitación, no entienden lo que le pasa a Atlas. Georgina le ignora y pasa directo a ver a su hija enferma. —Mamá, Atlas. —Mi única preocupación son mis hijos. Atlas no es nadie—la pequeña la mira a los ojos dolor, su hermano la abraza y la zaca de la habitación la enfermedad les busca una silla de ruedas y le acerca una mascarilla con oxígeno la siente tan caliente insiste en llevarla a revisar. Melisa sabía del aborto, no en el momento en el que tomaron la decisión sino de los días posteriores. Los médicos habían tenido que trabajar duro para salvar la vida de Atlas. Los abogados habían firmado para que le atendieran, porque sus padres estaban completamente concentrados en la hija que estaban por perder, sin darse cuenta de la situación precaria en la que se encontraba Atlas. Melissa recordaba haber tenido la intención de decirle a su madre lo que habían hecho sus hijos. No con la intención el que los castigaran o juzgaran, sino con la intención de que entendieran y la visitaran, cuando se acercó la mujer le gritó que no le interesaba “No me interesa nada de Atlas, si está viva o muerta, no me importaba, nunca me va a importar más que mi bebé. Yo gesté nueve meses a Fiorella, peleé años por concebirla. Solo quiero que mi bebé esté bien. Dígale a Atlas que se lo debe, la única razón por la que existía es para salvar la vida de su hermana.” Melissa recordaba la conversación porque le había dolido demasiado que fuesen tan crueles con una niña. —Me enteré, intenté hablar con usted y me dijo cosas horribles. —No quiero hablar de Atlas. Es su vida, que haga lo que quiera. —No importa, Atlas no necesita una mamá ahora, la necesitaba hace diez años, hace veintisiete años y no la tuvo, así como usted la califica como nada y nadie, la niña la ve de la misma manera. Melissa siempre había intentado entender a los papás de atlas y la enfermedad de Sofía le había abierto los ojos, mientras veía a su hija batallar para amarte la vida, mientras la veía en esa cama de hospital y el dinero, los contactos, las lecciones de vida no servían para nada. Quería verle despierta sonriendo e inventando sus locuras, jamás pensó en lastimar a mi hijo para ello. Melissa estaba por entrar cuando llamó al papá de Altas, este tomó un poco de tiempo a Christopher no le gustaba contestar números desconocidos, pero pensó que podía tratarse de algo importante para que llamaran tres veces. —Buenas, soy Melissa Westborn. —La mamá de Ralph. —Así es… yo llevo años intentando hacer razonar a su esposa. Ralph quiere a Atlas, es parte de mi familia, mi suegra la adora, mi esposo la admira y yo… he llegado a respetar a esta muchacha. Sé que usted le dio el nombre, le dio el apellido, la llevó a clases de baile a escondidas, la dejó saltar en trampolines con espumas y dé que la quiere, hoy no dudo ni un segundo que usted sea el papá y la mamá de atlas, sé que debe haber hecho algo más con ella. Me imagino que tienen una razón para odiarla esta semana y resentirle, pero todas las mujeres soñamos con el día en que nos piden matrimonio y nos casamos, muy en secreto porque ahora suena malo querer casarse. Pero, Atlas se merece una foto con su papá, y se merece que la entregue la persona que más la ha cuidado en la vida, por favor, no le haga eso a Atlas. —Esta vez, no puedo… prometer nada. Es mi hija y no sé nada de su vida. No sé dónde vive, dónde le gusta comer, no sabía que su sacrificio por salvar a mi hija era tan grande. No... no puedo darme el lujo de ser parte de su vida cuando le he quitado tanto.
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