Lo que quiero

1505 Words
Atlas había quedado de acuerdo con su hermano para que fueran al cumpleaños de su cuñada. Ralph había pedido unos días en el trabajo porque si tenía que pasar tiempo con su familia, necesitaba exactamente eso conducir, darse un paseo, tener espacio y después de estar muy relajado, compartir con su familia. Sus primos habían llamado para viajar juntos en helicóptero a la propiedad de su padre y él ya conocía que eso era demasiado para él, por no hablar; de las vacaciones de su mamá. Ralph propone un paseo en coche hasta la hacienda cafetalera de su familia. Cinco horas de viaje, con Atlas quien se duerme después de una hora de viaje, y la radio. Lo que falla en su plan es Atlas quien después de dos horas está pidiendo que se detenga a comprar artesanía, repostería, recuerdos, cada doscientos metros que hay un puesto. —Tily, nosotros usamos máquina. —Bueno, es artesanal se va a ver monísimo y la abuela va a querer uno. —Quiero llegar pronto y tener espacio para descansar y refrescarnos —insiste Ralph. Atlas se gira para mirarlo y realiza su compra. La joven le promete que hará una más y entonces podrán ir en silencio, fingir que está dormida y todo. Ralph sonríe y se coloca los lentes de sol, le abre nuevamente la puerta del auto y ella sonríe antes de tomar asiento. Atlas intenta no ver a Ralph mientras conduce para no incomodarle, pero, sabe que algo no va bien y coloca suavemente su mano sobre la pierna de su ¿novio? Y continúa viendo por la ventana, veinte minutos más tarde llegan al puesto que Atlas quiere visitar y la joven pone un cronómetro, le muestra que solo estará quince minutos en el lugar. Los dos se miran divertidos y Ralph le informa que va a caminar para buscar un café y algo de comer. La joven asiente y va en busca de algunos vestidos de baño para su cuñada, uno muy conservador para ver su cara de decepción y otros medio sexys sin ser muy reveladores. También eligió una pantaloneta y un vestido de baño a juego para ella y para Ralph, y finalmente, antes de que el cronómetro sonara fue a buscar a su Ralph por el lugar que no era muy grande. El joven estaba senado en una cafetería intentando conversar con su madre quien no hacía sentido para él. —Mamá, necesito entender, no puedes tener una reacción tan exagerada. —No es exagerando. Ralph. Estoy harta, cansada, solo necesito estar lejos. —Mamá, por lo menos estás bien. —Estoy en Italia comiendo carbohidratos por primera vez en… ¿Treinta y tres años? —comenta. —Estoy bien. —¿No puedes estar bien aquí y comer carbohidratos con nosotros? —Aquí no tengo un hijo que me resiente porque elegí mi carrera antes que a él. Aunque tengas razón, a mí me duele no haberlo hecho mejor. Sabes por qué odio a tu suegra, porque ella amó tanto a su hija que arruinó a otra. Yo… no tenía más que codicia, ambiciones y mi hija puede mover las piernas y mi esposo no tiene toda una familia al otro lado de la ciudad. Estoy bien aquí, sola, sin ser un fracaso de 52 años—dice mientras reconoce. —Esto es una vergüenza. Me voy a divorciar a estas horas de mi vida y probablemente nunca más vas a volver a visitarme, y Atlas me odia, así que tendré nietos que no conoceré. —¿Mamá? No estás tan vieja y eres muy guapa, increíble para ser mamá de dos. Eres inteligente y puedes simplemente disfrutar de la vida. —Tengo canas en lugares que no quieres saber. —Hay depilación láser y nunca más quiero saber de ese lugar ni de tu vida s****l. Si me necesitas y quieres que vaya por ti mamá, puedes llamar. —No me lo merezco. —¿Recuerdas cuando me dio neumonía?—pregunta Ralph y su madre emite un sonido aprobatorio. —Recuerdo abrir los ojos en medio de una dosis y otra de medicamentos y tú estabas ahí, viéndome. Recuerdo que me obligabas a comer mientras me recuperaba y recuerdo que todas las noches esperaba a que legaras a casa y me quedaba dormido, pero, sin importar lo pequeño o lo grande me dabas un beso en la frente y me arropabas, luego me moría de calor y sabía que tú estabas en casa. Mamá, tú no tienes la culpa de haberte quedado embarazada a la primera.—Ralph suspiró. — Te embarazaste muy joven y decidiste tenerme en lugar de abortar. Me tuviste, te casaste con el imbécil, te quedaste, te educaste, construiste una carrera mientras eras mamá y todos tus compañeros eran solteros y jóvenes y no lidiaba con la mierda de esposo que tú. Atlas alcanzó a escuchar la última parte de la conversación. —Tú te quedaste para mí. Mamá, yo no voy a estar todos los días, pero, decidas lo que decidas te apoyaré. —Estoy seguro de que le dijiste lo mismo trato a tu papá. —No tengo favoritos. —Te amo, Ralph. Yo tampoco, así que no preguntes—Los dos se ríen. Atlas le acaricia el pelo y toma asiento frente a él, extiende la mano hacia Ralph y los dos sonríen mientras entrelazan sus dedos los dos se miran y Atlas toma asiento a su lado, Ralph bebe un poco del café frío y le ofrece a Atlas. Ella busca algo en su celular y le muestra una propaganda que le habían hecho de camino. Se estaba estrenando unas cabañas bonitas cerca de la propiedad de sus abuelos, tal vez no cerca, pero de camino. Estaban muy bien equipadas y eran perfectas para descansar. Atlas no había —De camino a aquí me dijeron que hay una cabaña, dos camas preciosas, con aire condicionado, televisión y comida buenísima, por no hablar de los desayunos. Yo sé que tu familia es muy amorosa y unida. No parecen peligrosos, tóxicos o asfixiantes, pero, por alguna razón te estresan y yo necesito descansar. Me viene bien un amigo y tú eres eso. —Atlas, a mí sácame de esa idea de amigos, siempre quiero follarte. —Comenta. —Eso es lo que he estado pensando, que dormiremos en la misma habitación durante las próximas tres noches y no sé si pueda fingir que no quiero tocarte y follarte de cualquier forma, correrme como diez veces, dormir después y despertarme y hacer lo mismo. La joven ve a Ralph y sonríe, porque le conoce, de cualquier otro hombre le hubiese sonado a demasiado para un café, pero al ser las palabras de Ralph, su cuerpo respondía cargado de excitación porque ella había pensado que no dormirían mucho. Ralph y ella no solían pasar demasiado tiempo vestidos en la misma habitación, siempre había manos, besos, roces y sexo en cualquiera de sus presentaciones. La joven recordaba que él quería esperar, durante su primera cita se habían comido las bocas y sus manos habían encontrado esas zonas sensibles las cuales aumentaban la calentura. Ralph se había alejado en el momento ene le que el sonido de la cremallera de la muy corta falta que llevaba Atlas cedió. —¿Qué pasa? —preguntó la chica mientras se alejaba. —El próximo miércoles, o sea, de hoy en ocho, te invitaré a una cena. En la noche y comeremos caro en un restaurante que no podemos permitirnos. —¿De qué estás hablando?—pregunta Atlas mientras se acaricia los labios enrojecidos e hinchados. —No voy a tener sexo contigo Atlas. No… no quiero faltarte al respeto —Ella rió encantada con la aclaración. —Te acabo de tocar la polla y lanzaste mi brasier por ahí. —Sí, pero me gustas mucho. Eres divertida, guapa, inteligente y quiero que nos dure. —Nunca he estado en una relación. —Bueno, quiero que seas mi novia y no voy a tener sexo contigo el primer día seguro es malo. —Vale... —Atlas... Ella lo entendía, así que se acomodó la falta y la blusa y se ató el cabello antes de preguntarle que le llevara a su casa o de vuelta a la ciudad. Él le acarició la mejilla, le dio un abrazo y un beso corto en la frente, la invitó a subir al auto y la llevó fuera de la ciudad, abandonaron Seinvillage para ir a la playa, la idea de Ralph era conocerse más, y vaya que se conocieron. Habían pedido servicio a la habitación, comieron, conversaron hasta altas horas de la noche, se besaron y acariciaron y a ambos les había parecido una excelente segunda cita podía iniciar con sexo. Atlas bebe un poco más de café y cruza las piernas, finalmente responde: —No tengo sexo con nadie hace tiempo. —¿Eso qué quiere decir Atlas? —pregunta Ralph mientras acaricia su mejilla y sus labios.
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