Finjamos ser felices

¿Y tú?

Tily estaba en mitad del programa cuando vio a su madre parada junto a su asistente y su camarógrafo. La mujer le sonrió y agitó sus dedos hacia ella. La mujer se obliga a sonreír y continua con su programa hasta el primer anuncio. Atlas se acerca y pide que le busquen café o agua a su mamá.

—No puedo creer que estés aquí—Susurra en su oído mientras finge una sonrisa cuando se aparta.

—Quería hablar contigo y parece que me bloqueaste del w******p, tu hermano ha llamado y ha dicho que todos hemos sido injustos, entonces, pensé en venir a esperarte.

—Mamá, este es mi trabajo. No estoy jugando.

—Atlas, lo sé, pero cuándo tienes tiempo para mí y para tu papá, para hablar.

—No quiero hablar mamá.

—Atlas, yo de verdad, estoy intentando.

—Bueno, no intentes. Ignórame como siempre por favor. Finjamos que estoy muerta.

—¿Atlas, quieres unos minutos más?

—No, mi mamá y yo hemos terminado de hablar. Gracias por venir.

La mujer le vio decepcionada. Atlas simplemente no quería ni siquiera mirarla, era difícil conversar con ella. La jefa de su hija se acercó y la invitó a tomar un café, Marcela Powell era una mujer impresionante, fabulosa y muy inteligente. Le gustaba saber que su hija se rodeaba de ese tipo de gente.

La primera vez que escuchó de los gustos de su hija, la niña tenía 14 años, ella estaba recién mudad a Seinvillage en donde su esposo había conseguido una excelente oferta laboral y su hija Fiorella un tratamiento médico experimental. Todo parecía irle bien a la familia. Ella pasaba demasiado tiempo en el hospital con Fio y su esposo se hacía cargo de los otros tres niños, a cómo podía, esta vez, Christopher estaba fuera de la ciudad y ella tuvo que salir corriendo al colegio.

—¿Qué es lo que hizo?

—Escribió un blog.

—¿Blog de…? ¿Ciencias? ¿Atlas te gustan las ciencias? ¿Estás aquí por eso?—Atlas evita la mirada de su madre, quien se enfurece más y le pellizca el brazo. —Respóndeme.

—Un blog personal—responde su hija. —Tengo 5304 lectores.

—En el cual critica la vida de todo el mundo, chismorrea para ser exactas y la verdad me parece que se descarga contra todos.

—Considero que es un tema de desatención, señora Zollinger—comenta la psicóloga escolar. —¿Por qué no hablamos de unas cuantas sesiones para Tily? La situación de su hermana…

—La situación de su hermana es totalmente de ella. Una enfermedad resistente y sin cura ataca el cuerpo de Fiorella. No a Atlas. No veo por qué necesitaría Atlas terapia. No tiene por qué divulgarla, ni por qué hacerse la víctima.

—Mamá… no he dicho absolutamente nada.

—Estás c a s t i g a d a. Atlas, por el amor de Dios. Tu hermana está recibiendo quimioterapia sola en este momento para que tú puedas escribir que el colegio no te gusta, publicarlo en internet y ser la chismosa del pueblo. Haznos el favor a todos.

—No la hemos llamado solo por esto, señora Zollinger. Atlas se ha escapado de detención con Ralph Westborn, se han ido en motocicleta y no han vuelto hasta ayer en la noche.

—Mi familia está pasando por mucho. Mi hija está doliendo demasiado y es difícil para todos. Tily entiende que se ha portado fatal y tendrá su castigo en casa y aquí en el colegio.

—Señora Zollinger...

—La quiero lejos de ese muchacho, no me importa que apellido lleve.

—Mamá no estás escuchándote ni a ellas.

—Vergüenza debería darte, en serio. Esto no se trata de ti Atlas, se trata de tu hermana. Sé consciente por el amor de Dios. Tienes un futuro brillante, eres inteligente y puedes hacer cualquier cosa con tu vida. Todo lo que sueñes, no hay límite, mi amor, pero hay decisiones que te marcan. Escaparte con este muchacho, por el amor de Dios Tily, te puede costar todos los sueños. ¿Sabes qué pasa si te embarazas antes de finalizar el tratamiento de tu hermana? No puedes donar y se muere.

—Mamá no me queda claro la verdad. ¿Puedo o no hacer lo que quiera con mi vida?

—No, siempre hay un límite.

—El límite es por mi seguridad o por el de Fiorella.

—Tú tienes el poder de arruinar dos vidas y a toda una familia. Así que no vegas a preguntar estupideces. El mensaje es claro, vienes aquí a recibir una educación de calidad, y es la última vez que me molestan con estupideces. ¿Qué es lo que quieren? ¿Qué baje el blog o que la mate a golpes? Es que no entiendo qué hago yo aquí. Hablamos en la casa Atlas, por Dios.

Atlas se quedó viendo a la directora y a su maestra, las dos entendía que la señora Zollinger lo estaba pasando mal, pero se dieron cuenta de que su hija lo estaba pasando peor. Nadie velaba realmente por Atlas, a sus padres no le importaban, habían notado que la joven se ausentaba dos veces a la semana porque tenía que donarle a su hermana mayor, también eran testigos de que en caso de emergencias a veces no iba en toda la semana y su vida parecía ser sacudida de un día al otro. Su papá solía presentarse más que su mamá, pero él era un hombre taciturno y serio

—No te vamos a castigar. La mamá de Ralph ha donado dinero para que no manchemos su expediente y no creo que el tuyo merezca ser manchado. ¿Atlas… hay alguien con quien podamos hablar de todo esto?

—¿“Esto” qué?

—Las donaciones a tu hermana. No me gusta lo que he escuchado decir a tu madre. ¿Alguien vela por tu bienestar? ¿Cuál es el límite?—pregunta la psicóloga. —Pienso que no entendió siquiera que tienes un problema.

—Mi mamá tiene una hija enferma.

—¿Y tú? —preguntan las dos adultas horrorizadas al unísono.

Atlas no se había dado cuenta cuando comenzó a llorar. Alejaron la cámara de su rostro y enviaron el programa a corte comercial, sus jefes estaban viéndola impresionados y su madre también. Sus compañeros la había rodeado y ella no se habían dado cuenta de nada, solo estaba escondida en su propia cabeza.

—Perdón, tengo… que irme. Me disculpo. —Se aclaró la voz—No suelo ser tan poco profesional.

—¿Hay algo que podamos hacer? ¿Quieres que llamemos a alguien?

—¿Pueden llamar…? Estoy bien. Estaré bien. Solo no me fijé en la fecha.

—Atlas, yo puedo llevarte —propone su madre.

—Solo necesito unos minutos. Regresaré en unos minutos—Dice y sale corriendo de la oficina.