Los hermanos

1424 Words
Atlas siempre había sabido que sin las enfermedades de su hermana, era muy probable que su nacimiento nunca se hubiera producido sin ella. Sin Fio en su vida, nunca hubiera conocido a la persona más noble del universo, la más positiva y dulce que jamás había conocido. Ella sabía que estaba cumpliendo sueños que su hermana jamás tendría. Ella se graduó de la universidad, tiene una carrera, una pareja y planeaba tener hijos y hacer cosas que su hermana nunca podría hacer. Fiorella vio a Atlas entrar a su habitación algo temerosa. Las dos compartieron una mirada y Fio hizo una seña para que se acercara, le tomó de la mano, se apoderó de su brazo y le hizo cosquillas. —¿Me vas a contar?—pregunta Fiorella. — Has venido cuatro veces y te has devuelto corriendo. —Claro... —Si no me quieres donar no pasa nada, creo que la psiquiatra está haciendo progreso con mamá y ya va entendiendo. —¿Qué no entiende? —Yo quiero vivir, Tily, no quiero estar conectada a máquinas, encerrada en este cuarto, muriendo y resucitando. Quiero enamorarme, levantarme en las mañanas, comer desayuno y que me llenen de besos, planear el día en torno a mi trabajo y el de mi familia. Quiero irme de viaje con mis hermanas y cenar con Drake y su esposa todos los jueves. —¿Drake tiene una esposa? —Sí, en mi cuento de hadas sí, es guapa, pero con cerebro y sentimientos. —Vale. ¿Y Gina? —Se casará con alguien que tiene carácter, un tipo de esos que tú y yo no veríamos por pesados, pero para Gina será la excusa perfecta para balancear su vida, alguien que tome el 40 % del control de las cosas, para que G, sienta que ella sigue llevando el peso de las cosas. —Atlas se ríe. —¿Y yo? —Tú, Ralph, eres para toda la vida, Atlas. Tendrán todo lo que se propongan siempre y cuando tú recuerdes que eres muy importante. Ralph tiene razón en un montón de cosas, pero tú eres Atlas Zollinger, la impresionante Tily —Atlas ve a su hermana y se disculpa para salir corriendo al baño. La joven vomita, y su hermana se pone en pie para intentar ayudarle con el cabello. —¿Quieres que llame a la enfermera? —pregunta Fio y cierra la tapa del baño—¿Qué te sentó mal? —Fifi, esto es... cómo cuando me dices cosas que no puedo contarle nunca a nadie. —¿Sí? —Esto no se lo puedes decir ni a Dios —le hace prometer Atlas, su hermana le pasa una toalla por los labios y otra por la frente. Le da un vaso con agua para enjuagar a su hermana y ella le da las gracias.—¿Tienes un cepillo nuevo? —pregunta Atlas y su hermana sonríe. Fiorella sabe que su hermana es la persona más cobarde para una confrontación, le da un beso en la frente y le da un cepillo de dientes. Se asegura de que pueda estar de pie sola y toma dinero para ir a la cafetería. La mayor de las hermanas compra hielo muy finamente molido y una bebida hidratante para ambas, la roja para ella y la amarilla para Tily, porque es la única que disfruta del amarillo. También compra unos chips y cuando regresa a la habitación se encuentra a su hermana acostada en el sofá con la mano en la frente. Le da las cosas y Atlas sonríe. —No puedes decirle a nadie, Fiorella, porque no volveré a hablarte. No me importa si está muriéndote o no, no volveré a hablarte si me traicionas. —Bueno, las mismas condiciones para ti, pero voy yo primero —responde Fiorella.—El doctor dice que mis probabilidades son muy bajas, y que no pueden mantenerme así. No quiero tampoco, y necesito por favor que no me dones, Atlas, bajo ninguna circunstancia. —Ay, no, qué mamona eres. Bye, no. La idea de emanciparme es que pueda decidir cuándo quiero o cuando no. El doctor dijo que tenías dos semanas para recibir un trasplante. —Atlas… ya sé qué dijo el doctor y sé más cosas. Ahora, lo tuyo. —Ya no quiero hablar. —Viniste a decirme algo, te exijo que hables. —¿Escuchaste lo que me acabas de decir? —Sí, Atlas. —No puedes morirte. —Atlas. —Estoy embarazada, por eso no puedo donar. Yo… lo siento tanto. Estoy viendo opciones, pero Ralph… se enojará y ya no seremos para toda la vida, y tú te morirás y me quedaré sola, más sola que nunca —responde histérica y su hermana la ve impresionada. Gina y Drake ingresan a la habitación, su hermano viene con una bolsa de entrenar. Los cuatro hermanos se ven los unos a los otros, se quedan serios en silencio y Gina se acerca a abrazar a su hermana. —No le hagas caso. Fio está usando morfina y la gente con eso tiene alucinaciones. Las tres ven a Drake cerrando todo y cubriendo bien las ventanas, Atlas sonríe porque su hermano cree que conoce la discreción, pero no hay nada en su tamaño y sus acciones que indiquen capacidad de sencillez. Las tres se ríen cuando abre su bolsa y les muestra la pizza. —¿Cenamos?—propone y sus hermanas ven a Fio expectantes por un respuesta. —¿Podemos ir fuera? —Mamá nos mata. —Por favor, y pasamos por un auto McDonald´s y vemos gente, ¿sí? —pide Fiorella. —Mamá siempre acaba gritándome, pero vamos, quiero que te diviertas. —¿Sí? —Sí, vamos —dice y toma la mano de Fio. Su hermana comparte una mirada y Gina ve la bebida de Atlas, se ríe y ella le da un beso en la mejilla y otro y otro. —¿Qué te pasa? —Nada, vomité y esta que es especialista en inventos. —Se le da bien inventar a Fiorella —comenta su hermana y los cuatro presionan el botón de cerrar las puertas del elevador mientras su hermano cubre con el cuerpo a Fio. Los hospitales no eran el lugar feliz de la familia Zollinger, pero sabían convertirlos en su "hogar". Mily había decidido traer a sus hijos para levantarles el ánimo. Drake sonrió cuando su hija intentó comparar sus rizos con los de su tía, y Atlas aseguró a la pequeña que sus rizos eran mejores. —¿No, les haces algo especial?—insiste la pequeña Love. —Tengo un secreto. —¿Te hiciste una permanente? —pregunta Love, muy interesada. —No, los enrolo y les aplico calor, y al día siguiente me veo majestuosa. —Wow, tía Tily. —Lo sé, ser yo requiere de mucho trabajo. —Me gusta mucho tu anillo —comenta la pequeña. —A mí también. —La piedra es rosada —comenta Prince—. ¿Te gusta mucho el rosa? —Sí, la verdad, y era de la abuela de Ralph, así que es especial. —Ahh, por eso llevas un anillo gigante. Tío Ralph, creo que debes cambiarlo —comenta Paris—. ¿Algo más... cómo la tía Atlas? Tal vez amarillo o galáctico. —Tomaré en cuenta todas tus sugerencias, porque la tía Atlas miente fatal. Ralph tenía la misma sensación que los niños a Atlas le gustaba la idea, pero no le gustaba el anillo demasiado así que ya había enviado a diseñar algo especialmente para ella. No se lo diría, simplemente le daría la opción de usar uno que le gustara. Gina le hizo una seña a su hermana para revisar el anillo, ella y su cuñada pensaban que era perfecto. —No estoy mintiendo, me gustó. Es solo que me da miedo que me maten con esto. Es muy llamativo. —¿Ya tienen fecha? —No —responde Atlas—. Será pequeño e íntimo y nada especial. —Ralph eleva una ceja y Atlas sonríe—. ¿Económico? —¿"Nada especial"? —"Nada especial" es clave para no invitarnos —responde Gina. —Tú no me invitaste a tu boda ni Drake. —¡Estabas fuera del país!—responden los dos al unísono. —Lo de ellos dos fue espontáneo, lo tuyo fue planeado, Gina. —Te envié una invitación. —Y me dijiste que si quería no viniera.
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